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La política de las armas de fuego

Fuentes: Progreso Semanal

 La horrenda tragedia del mes pasado en la que Adam Lanza, de 20 años, irrumpió en la Escuela Elemental Sandy Hook en Newton, Connecticut, y asesinó a 20 niños y a seis adultos antes de suicidarse se hizo posible por el hecho de que el asesino iba armado con un arsenal mucho más mortífero que […]

 La horrenda tragedia del mes pasado en la que Adam Lanza, de 20 años, irrumpió en la Escuela Elemental Sandy Hook en Newton, Connecticut, y asesinó a 20 niños y a seis adultos antes de suicidarse se hizo posible por el hecho de que el asesino iba armado con un arsenal mucho más mortífero que el que llevan a la batalla los soldados de EE.UU. en Afganistán.

Hemos sido testigos de locuras similares en otras escuelas, en salas de cine, en mítines políticos, en oficinas, en universidades y en centros comerciales. Pero esta más reciente, que implicó el asesinato en masa de niños indefensos, es tan atroz que ha sacudido como ninguna otra la consciencia nacional.

Todas estas tragedias tienen en común al menos dos cosas, únicas de Estados Unidos.

Una es que en este país, prácticamente todos -incluyendo a homicidas maníacos, racistas furibundos, hasta asesinos convictos tienen fácil y legal acceso a armas de fuego capaces de producir una terrífica carnicería y que no tienen un uso legítimo ajeno al de los equipos SWAT y SEAL. Si no hubiera sido por esas armas, Lanza y otros lunáticos nunca hubieran podido perpetrar el asesinato a una escala tan grande.

La segunda razón es que en ningún otro país el culto a las armas de fuego tiene un apoyo institucional tan fuerte. Esto incluye una Segunda Enmienda a la Constitución que habla de un derecho del pueblo a portar armas. La posición de los defensores de las armas se fortaleció aún más por nuestro actual Tribunal Supremo de tendencia derechista el cual, por primera vez, dictaminó que ese derecho le pertenece a individuos y no solo a miembros de una «milicia bien organizada», a la que se hace referencia en la propia enmienda. Por último, ningún otro país tiene un cabildo tan formidable que defienda las armas de fuego -ni una tropa tan ferviente de verdaderos creyentes. Es más, la creencia fundamental de este grupo, que el derecho a portar armas es un derecho al mismo nivel que el derecho a la libertad de palabra, es un concepto que no existe en el resto del mundo.

Existen varias razones para este particular aspecto del «excepcionalismo norteamericano». Está la naturaleza conservadora y federalista del texto fundacional -la Constitución de EE.UU.- que hace extremadamente difícil eliminar anacronismos tan evidentes como el Colegio Electoral y la Segunda Enmienda.

Está el peso de la historia. El hecho inescapable de que la mayor parte del país se le arrebató a punta de pistola al pueblo aborigen o a anteriores colonizadores europeos. Agréguese a la realidad el mito de la frontera y el legado de la esclavitud. Los esclavistas necesitaban -y a menudo usaban- armas de fuego para mantener a los esclavos a raya.

Más importante aún, la manera en que funciona el sistema político de EE.UU. y la manera en que se financian y conducen las campañas  permite que grupos fervientes, dedicados y bien financiados, pero con intereses estrechos, que representan la opinión de solo una fracción del electorado, como la Asociación Nacional del Rifle (NRA), determinen la política a seguir en un tema en específico.

No hay duda de que los que obtienen ganancias, las poderosas compañías que producen armas y los innumerables actores más pequeños que las venden son el puntal de las NRA. Pero los antecedentes históricos, la narrativa nacional y el clima racial, desde la esclavitud hasta el presente, se agregan al campo político de fuerza que paraliza a los políticos hasta en presencia de tragedias repetidas, desde la masacre de la Escuela Secundaria Columbine en 1999 a la indignación por la Escuela Primaria Sandy Hook el mes pasado.

En la actualidad, después de Newton, muchas personas están pidiendo otra vez un control más estricto de las armas de fuego. Mientras tanto, la principal defensora de los «derechos a las armas de fuego», al darse cuenta del ambiente adverso en el país, al principio trató de pasar inadvertida. Posteriormente la NRA se apareció con su solución de guardias armados en cada escuela. Los que aprecian la Primera Enmienda dicen que la respuesta a la libertad de palabra repugnante es más libertad de palabra. Los incondicionales de la Segunda Enmienda quieren solucionar los problemas causados por las armas de fuego con más armas de fuego. Este paralelo no puede ser más engañoso. Las palabras no matan a la gente, pero las armas sí.

¿Pero podrá la tristeza y la ira nacionales ,debido a la carnicería de los inocentes en Sandy Hook, generar una onda expansiva lo suficientemente fuerte como para dar marcha atrás a la buena racha que ha tenido el cabildo de las armas desde que la administración Bush permitió que la prohibición federal a las armas de asalto caducara en 2004 y el Tribunal Supremo reafirmara el derecho individual a portar armas en 2009?

La reacción inicial de la administración Obama fue desalentadora en extremo. El secretario de prensa de la Casa Blanca, Jay Carney, dijo: «hoy no es el día» de meterse en un debate político acerca del control de las armas de fuego. Si este no es el momento adecuado, cuando llegará el momento?

En su discurso subsiguiente y extraordinariamente compasivo a la nación, sí expresó la necesidad de hacer algo acerca de la violencia «más allá de la política». No dijo qué debía ser ese algo.

Es más. Probablemente el presidente brinde un fuerte apoyo a proyectos de ley que serán presentados en el Congreso este mes para restablecer la prohibición a las armas de asalto y restringir el número de balas en los depósitos de municiones. Pero el presidente ya no tiene que preocuparse por la indignación de la NRA y de los dementes de las armas. Sin embargo, los demócratas en el Congreso saben que si se atreven a molestar a la NRA, en las próximas elecciones probablemente se enfrenten a una arremetida de anuncios de ataque y a bien financiados oponentes republicanos que están a favor de las armas de fuego.

No hay forma de ir más allá de la política cuando se trata de armas de fuego. Pronto sabremos si el horrible crimen en Connecticut es el golpe que al fin elimine el dominio de la NRA y brinde a los líderes de la nación la voluntad y el valor políticos para decir con sus votos y sus voces: No Más Columbine, No Más Virginia Tech, No Más Sandy Hook.

Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/eeuu/6419-la-politica-de-las-armas-de-fuego