¿La política española puede considerar zanjado el asunto del Sáhara?
En absoluto. España sigue siendo potencia administradora de iure, como recordaba recientemente, en una entrevista disponible en Internet, el jurista y fiscal anticorrupción Felipe Briones, que es además secretario general de la Asociación Internacional de Juristas por el Sáhara (IAJUWS, por sus siglas en inglés). Nuestro país, y en especial sus gobernantes, tiene una enorme deuda pendiente con el pueblo saharaui, pero también con el pueblo español y con la comunidad internacional. Los gobernantes y los políticos españoles tienen mucho que decir y que hacer para saldar esa deuda, reparar parte del daño y el sufrimiento ocasionados y contribuir a solucionar, de una vez por todas, la situación en que dejamos a ese pueblo hermano que habla nuestro idioma y que incluso fue provincia española, con ciudadanos que tenían DNI español. La descolonización del Sáhara Occidental es un grave asunto pendiente de nuestra Transición a la democracia, que no podrá considerarse concluida en tanto no se restituya a los saharauis el primero de sus derechos, su inalienable derecho a la autodeterminación.
La entrega de ese pueblo y su territorio a Marruecos y Mauritania fue ilegal e ilegítima. Ilegal, porque España no podía transferir la soberanía del Sáhara Occidental ni otorgar a ninguno de los firmantes de los Acuerdos de Madrid, de 1975, el status de potencia administradora, status que España no podía transferir unilateralmente, como dejó bien claro la Resolución S/2002/161 del Departamento Jurídico de Naciones Unidas; e ilegítima, porque no se consultó, no se preguntó a su población. Los habitantes y genuinos dueños de ese territorio no autónomo jamás participaron ni refrendaron esos acuerdos ilegales, como dejó escrito el catedrático de Derecho Internacional y magistrado del Tribunal Constitucional, Julio González Campos, en su artículo “Los acuerdos nulos de Madrid”, publicado en el diario El País en 1977. Y en cualquier caso, esos acuerdos quedaron invalidados de facto tras la retirada de Mauritania y la subsiguiente extensión de la ocupación marroquí, como señalaba Emilio Menéndez del Valle en 1979.
De manera que ahora que se habla tanto de Memoria Histórica, de reconocer el daño causado y de reparar los crímenes del franquismo, debe quedar bien claro que lo que se hizo con el Sáhara y sus habitantes es un crimen más del último Gobierno de la dictadura y primero de la monarquía. Memoria histórica y Sáhara Occidental están íntimamente vinculados, son inseparables. La actitud de intentar hacer oídos sordos al clamor del pueblo saharaui y mirar para otro lado, hoy, en pleno siglo XXI, es incalificable desde cualquier perspectiva. Han transcurrido ya casi 44 años de aquellos nefastos acuerdos, la propia población española consciente y solidaria está indignada y avergonzada, y el conflicto sigue sin haber sido resuelto como debe serlo, dando la voz a la población genuina del Territorio y permitiendo que elija su camino, como han hecho todos los pueblos que se han liberado del yugo colonial. El Sáhara Occidental es la excepción, la única colonia que aún queda en África. Un caso inédito en la historia de la ONU, como argumentó el profesor estadounidense de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Stephen Zunes, ante el Comité de Descolonización de Naciones Unidas.
Por sus palabras ¿podemos considerar que el Acuerdo de Madrid del 75 fue una gran estafa al pueblo español?
Más que una estafa, un engaño monumental, puro teatro. Todo estaba previsto y planificado de antemano. Los gobernantes estaban al corriente, no así el pueblo español, ya que, aparte de la desinformación y manipulación de la dictadura franquista, el Sáhara era “materia reservada”, hubo una censura total durante varios años. Y cuando finalmente se abrió la mano a la prensa, ya era demasiado tarde. Nos engañaron a todos. Y aún hoy, todos los documentos relativos al Sáhara siguen siendo “secreto”. Nos enteramos más por los medios extranjeros que por los españoles, algo impropio de un país y una sociedad que se pretenden democráticos.
Y en esa gran estafa tuvo mucho que ver el Alto Estado Mayor, como ha dejado escrito para la Historia (‘Guerra en el Sáhara’) el coronel José Ramón Diego Aguirre, uno de los mejores conocedores de los entresijos de aquellos años, desde el terreno, su puesto oficial de jefe de los servicios de Información del Sáhara, y que ha dedicado buena parte de su vida a relatar la historia del pueblo saharaui, la invasión marroquí, cómo se cocieron los Acuerdos Tripartitos, la lucha del Frente Polisario, la guerra contra Marruecos y Mauritania.. en fin, varios libros que no tienen desperdicio y que deberían ser traducidos a otros idiomas, ser leídos por nuestros políticos y estudiados en nuestras universidades (creo que solo la Universidad de Santiago de Compostela tiene un Centro de Estudios del Sáhara Occidental, CESO). Se ha escrito mucho sobre el tema, la bibliografía es simplemente inabarcable, aunque traten de ningunearla; pero las obras de Diego Aguirre, por su autenticidad y profundidad, creo que son difícilmente superables, al menos mientras sigamos sin tener acceso a los documentos oficiales de la época y, aun así, siempre y cuando los expedientes no hayan sido previa y concienzudamente “limpiados”. No seamos ingenuos…
Nos hicieron creer todo el teatro aquel de la marcha verde y los pactos de Madrid, cuando la realidad era que todo estaba amañado de antemano, tanto por parte de Estado Unidos (Henry Kissinger, Gerald Ford) como por Hassan II y los gobernantes españoles. El pueblo español debe conocer, tiene derecho a, y obligación de conocer la verdad de esta terrible y trágica estafa. En su día, los Acuerdos Tripartitos fueron una infamia y una felonía; hoy, la infamia la perpetran quienes callan y otorgan. Algunos dicen que los españoles tenemos un sentimiento de culpa por aquella atrocidad. Lo que tenemos, creo yo, es una auténtica indignación y un enorme deseo de que se devuelva a los saharauis lo que se les ha robado, su voz y su tierra.
¿La marcha verde fue otra gran mentira?
Fue una agresión en toda regla. Lo dijo el propio Hassan II, años después, a la prensa francesa: “fue un chantaje horrible”. Una gran escenificación, preparada con meses de antelación con cobertura de EE UU. Se diseñó y preparó en un gabinete de ‘expertos’ en Gran Bretaña, con financiación de Arabia Saudita (ese régimen que descuartizó y desapareció a Jamal Khashoggi, el periodista del Washington Post) y asesoramiento de Israel (que también intervendría después en la construcción del Muro de más de 2.700 km que divide territorio y habitantes del Sáhara Occidental de norte a sur).
El Alto Estado Mayor estaba al corriente, no así la oficialidad subordinada. El secretario de Estado de EE UU, Henry Kissinger avisó a Hassan II, con varias semanas de antelación, de que el dispositivo estaba listo, que la marcha podía emprenderse. El 21 de agosto de 1975, Kissinger se hallaba en Jerusalén cuando recibió la confirmación de que todo estaba preparado. O sea, casi dos meses antes de que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya se pronunciara sobre la reivindicación marroquí y mauritana –desestimando ambas-, el secretario de Estado norteamericano cerró la entrega del Sáhara a Marruecos con un telegrama remitido a Rabat desde la embajada de Estados Unidos en Beirut, que decía textualmente: “Laissa podrá andar perfectamente dentro de dos meses. Él la ayudará en todo”. “Laissa” era el nombre en clave de la ‘Marcha Blanca’ que se había estado preparando y que dos meses después lanzaría Hassan II con el nombre de ‘Marcha Verde’. “Él” era Estados Unidos. Nunca se ha desmentido ese telegrama, que dio la vuelta al mundo y que ha quedado registrado por doquier, aunque ahora lo estén desapareciendo de Internet (un ‘trabajo’ silencioso y constante de los servicios de ‘inteligencia’).
El régimen alauita, por sí mismo, no hubiera podido llevar a cabo esa operación sin el asesoramiento, los apoyos y la financiación de terceros. Hassan II engañó a su pueblo. Apenas dos horas después de hacerse público el dictamen del Tribunal Internacional de Justicia –que el propio Marruecos había pedido, paralizando con ello el referéndum que la ONU exigía y que España preparaba-, negando que existiera vínculo alguno de soberanía de Marruecos y/o Mauritania sobre el Sáhara Occidental, Hassan enardeció a sus súbditos diciéndoles que el TIJ les había dado la razón y que ya solo tenían que “recuperar” su Sáhara. También días antes se había hecho público el informe de la Misión de la ONU que había visitado el Territorio en mayo de 1975 y que había constatado la abrumadora representatividad del Frente Polisario y el anhelo de libertad e independencia de la población del Territorio. El monarca alauita hizo un aprovechamiento abyecto de la situación política en España, con el dictador agonizante y un Gobierno al pairo, que estaba deseando quitarse ‘el problema’ de encima como fuera. Incluso se sospecha que se pagaron suculentos sobornos a más de una veintena de personalidades españolas, ministros incluidos.
Pero volviendo a la marcha, en los preparativos se llamaba ‘marcha blanca’; después se le puso lo de ‘verde’ para disimularla con el color del Islam. No olvidemos que en las primeras filas ondeaba una gran bandera de EE UU. Juan Carlos de Borbón, entonces jefe de Estado en funciones, pisó unas horas El Aaiún, aparentó dar ánimos (¿?) a los militares y dijo que España cumpliría sus obligaciones internacionales y defendería a la población civil (¿?) saharaui. Todos creímos que fuera cierto. Pero nos engañó, era falso, como quedó demostrado y sigue demostrándose hoy con el comportamiento del rey felón. El ministro José Solís iba y venía de España al Palacio alauita, y allí escribió de su puño y letra lo que el propio Hassan II le iba dictando -un humillante papel de escribiente y comediante de farándula-: las condiciones para parar la marcha, la ‘negociación bilateral’ con España, sin la mediación de la ONU. La amenaza de la Marcha sirvió para disfrazar y justifica las ‘negociación’ de los Acuerdos Tripartitos. Y cuando estos estuvieron amañados, las mesnadas de marchantes marroquíes se volvieron a su casa. ¡Misión cumplida¡ Ahora, a Madrid, a firmar lo dictado por Hassan II.
Solo que, mientras los marchantes traspasaban la frontera noroeste del Sáhara entonces español por un punto que se llama Tah y se adentraban unos kilómetros en territorio español, con la atención de toda la prensa y las cámaras de televisión de todo el mundo, las tropas militares marroquíes, pertrechadas con tanques, una semana antes ya habían penetrado en el territorio un centenar de kilómetros más al Este, allí sin prensa extranjera ni cámaras de televisión, y combatían a sangre y fuego con los guerrilleros del Frente Polisario. España había abandonado esos lugares, dejando solos a los saharauis, a los que debía (y debe, todavía hoy) proteger. La prensa no dijo nada de esto. Los documentos, hoy, siguen siendo secretos, inaccesibles a la población española. Una gran comedia si no fuera porque fue el inicio de una inenarrable tragedia para el pueblo saharaui, presuntamente nuestros ‘protegidos’ y conciudadanos.
¿Qué responsabilidad tuvo el gobierno de Felipe González en el abandono del pueblo saharaui?
En mi opinión, bastante, por decirlo muy suavemente; porque, en su condición de dirigente del PSOE, asumió como propia y también de su partido la legítima lucha del Pueblo Saharaui y su vanguardia, el Frente Polisario; y después, no sólo se desvinculó de esa causa justa, sino que la traicionó burdamente. Todavía no ha explicado a los españoles su comportamiento y su giro de 360 grados. Y puede que se lleve la verdad a la tumba. No le veo con interés de sincerarse en algún momento. Al contrario, en lo que respecta al Sáhara y la causa saharaui (y no sólo), no ha hecho sino mentir, conscientemente, a sabiendas. No sé cómo se puede llevar eso, ni qué imperiosas razones le llevan a mentir con tanta frialdad y cinismo, y a imponer la ley del silencio (“encapsular el tema del Sáhara”). Habría que investigar qué pactó al respecto con Mitterrand, el entonces presidente de Francia. Algunos sostienen que lo que se pactó fue la entrega del Sáhara a cambio de que España entrase en la CEE, hoy Unión Europea, de que las empresas españolas tuviesen vía libre en Marruecos, y de que el Majzén se olvidase de reivindicar Ceuta y Melilla. O sea, moneda de cambio de un territorio ‘protegido’, que no nos pertenecía, y de un pueblo al que no se le consultó ni se le ha consultado para nada. Y por otra parte, parece que la causa saharaui también fue moneda de cambio para que Washington apoyara la monarquía de Juan Carlos de Borbón y no otras posibles opciones.
Como hemos podido constatar durante años, las presuntas promesas de Marruecos se han estado ‘olvidando’ sistemáticamente y hoy el Majzén nos chantajea con la inmigración ilegal, las pateras, la droga y el terrorismo. Y es que, una vez que te sometes al chantaje, estás pillado, y te seguirán chantajeando toda la vida, a los españoles, a Europa y a la opinión mundial.
Cuando Felipe González, ‘el joven’, todavía no había tocado poder, en la capital de España había manifestaciones multitudinarias de apoyo al Pueblo Saharaui con cientos de banderas de la RASD. Todo eso cambió en cuanto consiguió la presidencia del Gobierno. El pueblo saharaui lo sintió horrores, fue una puñalada inconcebible. Mariem Hassan dedicó una cantata a la traición de Felipe González, que tituló ‘Shouka’, ‘La Espina’. A uno se le hiela la sangre al escuchar esa pieza musical con la voz de FG arengando a los refugiados saharauis en los campamentos de Tinduf y la dolorida contestación y reproche, párrafo a párrafo, de la mujer saharaui engañada y traicionada, la ira contenida de todo un pueblo vendido, traicionado, abandonado a su peor enemigo… Hoy, FG se dedica a cosas más importantes que la solidaridad con los pueblos subyugados: consejos de administración de empresas multinacionales, cultivo de buenas amistades y cosas así; o a viajar por Latinoamérica asesorando a determinados gobiernos para que no reconozcan la República Saharaui.
Intuyo que hay directrices muy claras y concretas en el PSOE para eso, para silenciar y “encapsular” el Sáhara, para dar jabón a un régimen reaccionario, como el propio FG dijo en los campos de refugiados saharauis en Tinduf el 14 de noviembre de 1976, primer aniversario de la firma de los infaustos Acuerdos Tripartitos. ¡Hay que tener agallas!
FG y el resto del lobby promarroquí siguen las directrices de los gobernantes de Francia, cuna de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Francia, que no quiere ninguna sombra española en ‘su área de influencia’. Resulta chocante que Francia se haya tragado la libertad e independencia de sus colonias africanas –recordemos ‘La batalla de Argel’– y niegue lo mismo a España y al pueblo saharaui, la última colonia en África… Convendría recordárselo a los franceses. No es una mera casualidad que Gisgard d’Estaign, Chirac y otros altos dirigentes galos se pasearan por Marruecos como por su casa; o Sarkozy por la ciudad ocupada de Dajla, con motivo del ´Foro Crans Montana’… El presidente Emmanuel Macron dijo en Argel que la colonización había sido un crimen contra la humanidad, pero sin embargo sigue dando cobertura a la anexión marroquí del Sáhara Occidental. Ban ki-moon no se mordió la lengua para hablar del Sáhara ocupado…
¿Cómo cree que afecta el conflicto del Sáhara a las relaciones actuales entre los gobiernos de España y Marruecos?
Totalmente. Hasta el punto de que al Ministerio español de Asuntos Exteriores se le conoce despectivamente como Ministerio de Asuntos Marroquíes. O como hemos visto muy recientemente –con motivo de la visita de Felipe VI a Marruecos o de la celebración de la fiesta del Trono en Marruecos-, con todos los popes españoles (presidente y expresidentes del Gobierno, ex vicepresidenta, Consejo de Estado, exministra y biconsejera Ana Palacio…) echando bien de jabón en la prensa a Marruecos, más concretamente a Mohamed VI y su régimen. O cómo nuestros ministros y altos funcionarios gestionan impúdicamente en Bruselas más dinero para Rabat, mientras su rey se gasta cerca de 100 millones de euros en un lujoso superyate o en sus múltiples palacios, en comprar armamento en previsión de un levantamiento saharaui, en mantener la ocupación y el costosísimo tinglado militar del Muro de la Vergüenza, mientras un tercio de la población marroquí sigue siendo analfabeta y miles de jóvenes tienen que echarse a la mar porque no tienen perspectiva alguna en su propio país, como testimonia ya hasta la mismísima prensa del establishment. A nuestros jabonosos gobernantes, que alaban a Mohamed VI por el crecimiento del PIB marroquí, habría que recordarles aquello de “¡No es el PIB, estúpido!”.
Marruecos es el mayor exportador de cannabis a Europa, pasando por España; por no hablar del terrorismo, asunto del que parece tener algo que decir el polémico comisario Villarejo, siguiendo la pista de los atentados perpetrados en Madrid, Barcelona, Cambrils… siempre cometidos por marroquíes.
El ministro de Agricultura y Pesca, Luis Planas, exembajador en Rabat (“la embajada española más sensible”), es quien ha cocinado el Acuerdo de Pesca UE-Marruecos, presuntamente ilegal y que el Frente Polisario va a volver a impugnar ante el Tribunal de Justicia de la UE. Eso sí, PP y PSOE votaron al unísono a favor de ese acuerdo; o sea, a favor de proseguir el expolio de los recursos del Sáhara Occidental y en contra de los legítimos derechos e intereses del Pueblo Saharaui. Ellos, que no quieren gobiernos de coalición, si se trata de apuntalar al régimen alauita practican la coalición perfecta contra los saharauis, los auténticos dueños de la pesca y los fosfatos que les roban. Y con Borrell en la Comisión de la UE, ¡pobres saharauis!, como alguien exclamó al conocer la noticia de su nombramiento. Recuerde usted que ya impidió que se debatiera en el Congreso el tema del Sáhara, igual que ya había hecho antes en el Parlamento Europeo. Me temo que no podemos esperar nada bueno del tándem Borrell-Planas. ¡Ojalá me equivoque!
El monarca alauita y su majzén han puesto de rodillas a los gobernantes y políticos españoles, al PSOE en particular, en una posición indigna, con el consiguiente descrédito internacional de nuestro país, como ha explicado el también coronel del Ejército, Diego Camacho, responsable en su día de los servicios de información en la embajada de España en Rabat. Este militar honesto y responsable fue testigo de cómo España, su embajador en Rabat, entregaba a la policía marroquí a tres jóvenes saharauis que habían acudido a nuestra embajada en busca de protección y asilo, para que el amigo marroquí los encarcelase y… demás. España ha vuelto a hacer lo mismo recientemente con otro joven saharaui que había arribado a la isla de Lanzarote en patera… ¡Qué comportamiento más infame e inhumano, violando una vez más la ley internacional humanitaria! Todo esto lo silencia la prensa establecida y subordinada.
Por lo que vengo presenciando en los últimos tiempos, no espero que corrijan esa deriva. En nuestros gobernantes no hay una voluntad ética ni una intención de reparar en lo posible la enorme injusticia perpetrada, de corregir los muchos ‘errores’ cometidos. Por el contrario, creo que se empecinan en la huida hacia adelante, en el corto plazo y en lo más fácil, en lugar de enarbolar la bandera de la justicia y de la legalidad internacional, cumplir con nuestras obligaciones internacionales como potencia administradora de iure; entre ellas, proteger, como prometieron (también Juan Carlos de Borbón), a los inermes, maltratados y desposeídos ciudadanos saharauis.
Dicen que cumplen con el mandato y las resoluciones de la ONU, pero lo cierto es que solo hacen seguidismo de las directrices de Francia, del amigo americano, conchabamiento con el monarca alauita. En su momento, los dirigentes del PSOE insinuaron que anularían los Acuerdos Tripartitos. Le recuerdo el ya citado artículo de Julio González Campos sobre ‘Los acuerdos nulos de Madrid’, o los de Emilio Menéndez del Valle, de la Secretaría de Relaciones Exteriores del PSOE, en el diario El País y en la revista Triunfo; pero eran otros tiempos… Hoy, en lugar de anular legalmente esos acuerdos (incumplidos por Marruecos, en cualquier caso), cada vez se ocupan con más denuedo de tapar y blanquear el robo del Sáhara (ilustrativo título de un largo artículo del jurista Thomas M. Franck), de darle gusto al monarca alauita. Nuestro actual presidente, Pedro Sánchez, también está demostrando dedicarse a eso, como si el crecimiento del PIB marroquí fuera una prueba de justicia y descolonización. Y acuden a los eventos propagandísticos que el Majzén promueve en los territorios ilegalmente invadidos y ocupados. E incluso, a algún ilustre prócer no le duelen prendas en dejarse fotografiar ante un mapa de Marruecos con el Sáhara Occidental anexionado.
España tiene, podría tener, un gran papel en la descolonización del Sáhara, como es nuestra obligación. Aunque cada vez lo difuminen más, la ONU, a pesar de su manifiesta ineficacia y la permanente amenaza del veto de Francia, sigue manteniendo el objetivo de la autodeterminación para el pueblo saharaui, como ha sido el caso, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, para todos los países y pueblos sometidos al yugo colonial. La monarquía alauita y nuestro Gobierno se obstinan en querer someter a ese pueblo a una presunta ‘autonomía’ bajo soberanía marroquí. Y eso nunca lo van a aceptar los saharauis, que no son marroquíes, como determinó el TIJ a petición de Marruecos, y como ha reiterado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). El Sáhara Occidental jamás ha formado parte de Marruecos, a pesar de que Franco regaló al sultán alauita un buen trozo del norte del Territorio (Tarfaya) como premio y regalo por su colaboración en la guerra contra los saharauis (1957-1958), en lo que se llamó la guerra de Ifni-Sáhara.
La política española está muy condicionada por los consejeros del Majzén, como reconocen los propios funcionarios de Exteriores y del CNI (Jorge Dezcallar): inmigración ilegal, pateras, droga y terrorismo. Incluso en el caso de Francia, el gobierno marroquí estuvo un año entero negando colaboración a los galos en la prevención del terrorismo, hasta que la República Francesa cedió a sus deseos y chantajes. Un comportamiento de niño caprichoso y matón, como denunció Frank Ruddy, antiguo embajador estadounidense y vicepresidente de la MINURSO.
Ni la prensa ni los partidos políticos
hablan jamás de la situación de Sáhara ¿podemos considerar que existe un gran
pacto de silencio?
No sé si se tratará de un pacto stricto sensu, pero es más que evidente; y mucho más en los últimos tiempos. Hay todo un lobby, un muy poderoso lobby, desde la cúpula del PSOE, actuando en ese sentido, marcando directrices para acallar, para silenciar, para despistar y casi diría para adoctrinar. Hace unos años publiqué un artículo titulado ‘El lobby promarroquí en acción’; hoy, ese artículo no sólo sigue teniendo plena vigencia sino que ha sido superado por los hechos. Se nota, se palpa, se respira que el tema del Sáhara Occidental ocupado es objeto de tratamiento y disciplina en los consejos de redacción de la prensa establecida. En vez de informar, desinforman, que es lo mismo que manipular la información: no describir la realidad de forma objetiva, veraz y contextualizada. No se atreven a poner freno a la impunidad, prefieren un trabajo fácil y seguro, sin problemas. Hay excepciones, claro.
En cuanto a los partidos políticos, en lo que respecta a la cuestión del Sáhara Occidental hay un comportamiento mezquino e insolidario de los grandes partidos, en particular PP y PSOE. No sucede lo mismo, en cambio, con Izquierda Unida (IU), cuyos diputados y eurodiputados llevan mucho tiempo realizando un valioso trabajo de apoyo a la causa saharaui y en defensa de la legalidad internacional; o con Unidas Podemos (UP), que desde sus inicios como partido ha venido mejorando sus conocimientos y propuestas en este terreno, reivindicando hoy el reconocimiento de la RASD y el establecimiento de relaciones diplomáticas. También hay que destacar el trabajo que viene realizando EQUO, a través del esfuerzo de su único eurodiputado, Florent Marcellesi; o incluso la extinta UPyD, que tenía un Comité específico para el Sáhara… No debe ser incompatible mantener una política de buena vecindad con Marruecos y, al mismo tiempo, exigir el cumplimiento de la legalidad internacional. Pero otra cosa muy diferente es blanquear su política expansionista y colonialista y silenciar la sistemática violación de los derechos humanos y del derecho internacional.
Hay mucha más información en prensa extranjera que en la nuestra. Internet rebosa de noticias –a pesar del Majzén- sobre lo que pasa en el Sáhara Occidental, sobre las expulsiones de juristas, periodistas, observadores internacionales, personas solidarias… sobre los juicios-farsa en Marruecos, sobre las continuas manifestaciones reivindicativas de los saharauis, casi unos héroes porque, como ha señalado la escritora Conchi Moya, hay que ser un héroe para vivir, soportar y rebelarse contra aquella situación de represión permanente en una cárcel a cielo abierto, que es en lo que Marruecos ha convertido el Sáhara Occidental ocupado. Basta solo con recordar lo que sucedió con el Campamento de la Dignidad (Gdeim Izik) y las posteriores condenas de ciudadanos saharauis a cadena perpetua… Los presos políticos saharauis son quienes peor lo están pasando, en ese clima de represión generalizada, inherente a la ocupación colonial, como señalara tan certeramente Frantz Fanon respecto de la violencia de Francia en Argelia. Y de ello sabemos, no gracias al trabajo de periodistas profesionales –a los que, por otra parte, Marruecos impide entrar en el Sáhara ocupado- sino gracias a personas voluntarias, solidarias y luchadoras que a veces han arriesgado su vida por poner esos hechos en conocimiento del Mundo.
Toda esa información la reciben y conocen (y silencian) los grandes medios de comunicación. Pero los ciudadanos españoles –que tenemos el derecho constitucional a informar y ser informados- nos vemos obligados a informarnos fuera de los grandes medios, en los sitios de Internet que sí informan continuamente del tema. La prensa establecida, en cambio, no dice ni mu: No han informado de la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU relativa al Sáhara Occidental, como si eso no tuviera importancia, o no nos concerniese, o no existiera. No han informado de la dimisión –forzada por Marruecos- de Horst Köhler, el enviado personal del secretario general de la ONU para el Sáhara Occidental y expresidente de Alemania. No han informado de las manifestaciones reprimidas a disparos en el Sáhara ocupado tras la victoria de Argelia en la Copa África de Fútbol. Tampoco informan de las intervenciones ante el Comité de Descolonización de la ONU… Tienen miedo a informar. Tienen directrices para no informar; y quienes las imparten, permanecen en la sombra, a modo de ‘mano negra’. Tienen el poder de desinformar, despistar y distraer a la ciudadanía. Así pueden manejar mejor a una población sumisa, obediente, alienada, desmemoriada y consumista, vaciada de los valores solidarios y humanistas.
El pasado mes de agosto, el diario El Mundo achacaba el descenso de la afluencia de pateras a España, provenientes de Marruecos, al sinfín de favores de nuestros gobernantes al régimen alauita, entre ellos, literalmente, “el silencio sepulcral que España ha mantenido en torno al Sáhara Occidental”, algo que yo mismo denuncié en ‘Los clamorosos silencios del lobby promarroquí’. Como alguien señaló, el silencio genera olvido y una sociedad amnésica es irresponsable: todo se olvida rápidamente. Ahora que todos nos hemos reconvertido en demócratas-de-toda-la-vida, parece que algunos han olvidado lo que es vivir bajo una dictadura. No pueden ni imaginar lo que es sobrevivir bajo el yugo colonial, o en los campamentos de refugiados, en el exilio, en la diáspora, desposeídos de su tierra, apátridas… en lo que Manuel Rivas ha llamado ‘el epicentro de la injusticia’… Y todavía hay algún afamado periodista que, en sus memorias de aquellos años, y siguiendo la consigna del lobby de silenciar el tema, oculta todo lo sucedido en 1975 con la ex provincia española número 53, hasta el punto de ni siquiera mencionar la palabra tabú, Sáhara, como si nada hubiera sucedido ni existido; eso le retrata y, al mismo tiempo, le desacredita como profesional de la (des)información. Igual que algunos reputados académicos de Historia, a quienes les resulta más cómodo –no quieren comprometerse ni mancharse como intelectuales- desconocer u ‘olvidar’ que el Sáhara es Memoria Histórica -igual que los restos de Franco– y con muchas víctimas vivas a las que se les debe una reparación. Vienen al caso las recientes palabras de Amal Clooney –abogada británica especialista en Derecho Internacional y derechos humanos- en Barcelona: “El silencio frente al mal es en sí mismo el mal. No hablar es hablar, no actuar es actuar”.
Y mientras aquí se silencia, Marruecos alimenta incansablemente una endiablada maquinaria de intoxicación y propaganda, la MAP, mediante la cual distorsiona la realidad conforme a los intereses del monarca y su majzén; y ha creado un organismo, una especie de ministerio en la sombra en el que instruye a miles de especialistas informáticos, hackers y demás, que se meten por todas partes y se dedican a la guerra cibernética y tecnológica para desbaratar en lo posible la lucha del pueblo saharaui. Esto también lo saben los grandes media y todos los servicios de ‘inteligencia’, que trabajan al unísono, de forma coordinada, espiando correspondencia, inutilizando links y sitios de Internet, incrustando cookies y malware, facilitando claves, asesorando…
Hace un par de meses, la sección española de Reporteros Sin Fronteras presentó en la sede de la Asociación de la Prensa, en Madrid, un amplio informe sobre la información en y sobre el Sáhara Occidental, en español e inglés, disponible en Internet (“Sáhara Occidental: un desierto para el periodismo”). Fue una pequeña bocanada informativa. Después, se ha vuelto al silencio sobre el Sáhara Occidental ocupado. ¿Acaso no pasa nada, es que no es noticia? El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saca pecho denunciando la violación de los derechos humanos en todas partes… menos en el Sáhara Occidental ocupado que tenemos tan cerquita y que es nuestro problema, un problema que ha creado España y que –por consiguiente, Sr. expresidente González- tenemos la obligación de resolver o, al menos, contribuir a ello con el liderazgo que nos corresponde. No dejándolo al albur de ‘la comunidad internacional’ (léase, manejos de Marruecos, sus lobbies y sus sobornos) como si la cosa no fuera con nosotros. Con la ONU, sí; pero en primera línea y por propia iniciativa española, no a remolque de otros países o de otros burócratas. Esta es la tarea que nos compete a los ciudadanos españoles: presionar insistentemente a nuestros gobernantes en apoyo de la justa causa saharaui. En un Estado de derecho como el nuestro, la política no debería doblegar a la Justicia. Portugal lo consiguió con su excolonia de Timor Oriental. España debería hacer lo propio con el Sáhara Occidental.