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La política española: entre las esquelas y el confort

Fuentes: Rebelión

En el verano y otoño de 2006 han aparecido en los principales periódicos nacionales esquelas que recuerdan a los muertos de la guerra civil española. Ésta comenzó hace 70 años, duró tres y dio paso a la dictadura de los vencedores que se alargó casi 40, hasta la llegada de la democracia, pero parece que […]

En el verano y otoño de 2006 han aparecido en los principales periódicos nacionales esquelas que recuerdan a los muertos de la guerra civil española. Ésta comenzó hace 70 años, duró tres y dio paso a la dictadura de los vencedores que se alargó casi 40, hasta la llegada de la democracia, pero parece que algunas fueron escritas en 1936.

Se publican de los dos bandos, aunque son más numerosas las de familiares de los franquistas. Esto no significa que se acuerden de sus muertos más que los deudos de los republicanos de los suyos, sino que siguen la piadosa tradición de avisar del fallecimiento de un familiar -en este caso de recordarlo-, mediante un texto dentro de un marco negro que suele incluir nombre, edad, profesión, fecha y causa del deceso, nombre de los familiares que deja, etc.

Las esquelas de los republicanos, que no tienen la cruz que identifica a las franquistas, presentan textos más breves y menos puntillosos que éstas. ¿Es para llevar la contraria a los católicos? El precio de publicación de cada una, unos 300 euros la más pequeña (7 x 10 centímetros) y alrededor de 3000 euros (10 x 15) o más si es más grande, sugiere otra explicación. Si el poder económico condiciona ideología política, educación, vivienda y casi todo lo demás en la vida, también afecta a las honras fúnebres y las esquelas en la muerte.

No es de extrañar, por tanto, que los hermanos de «Antonio Castillo Zarzalejo, teniente médico del ejército, (que) fue asesinado el día 7 de septiembre de 1936 por las tropas franquistas en Mérida», añadan únicamente a estos datos que «tus hermanos no te olvidan».

Sin embargo, los familiares de Gerardo Perales de Salazar, hacen saber que era el «excelentísimo señor presidente del tribunal superior de Burgos (que fue) asesinado en la madrugada del 14 de septiembre de 1936 por la barbarie marxista, que dejó viuda durante más de 50 años a su esposa por la cobarde acción de los viles asesinos.»

Los detalles sobre el tipo de muerte también diferencian a unas esquelas de otras. Las franquistas no escatiman explicaciones: «D. Anacleto Álvarez Moya, mártir de la guerra civil, que dio su vida por Dios y por España el 22 de septiembre de 1936, (fue) sacado de la Checa de Campillo y encontrado mutilado y torturado en la calle de San Rafael por los esbirros comunistas, (quienes) intentaron arrebatarle la vida pero le otorgaron la vida eterna.» En otras ocasiones, el lugar de los esbirros lo ocupan hordas rojas, hordas marxistas, Comités Revolucionarios de los Rojos, el terror revolucionario de la II República o el terror rojo del Frente Popular y, más escuetamente, los rojos.

Tapias de cementerios, checas, cuestas y caminos, son los lugares habituales donde tenía lugar, casi siempre durante el anochecer o la madrugada, el «martirio», «tortura», «mutilación» y «asesinato sin juicio» de los franquistas.

Por su parte, los parientes de «Don Manuel López Ávila, ingeniero militar, (recuerdan que) fue asesinado el 12 de septiembre de 1936 por las tropas franquistas de Málaga». Habitualmente, los republicanos, en la memoria de sus descendientes, eran asesinados por esas tropas o simplemente asesinados. Sin embargo, alguno hay que recuerda que su pariente fue «asesinado por los genocidas golpistas en Sevilla por permanecer leal al Gobierno legítimo de la II República Española. Sus hijos, nietos y bisnietos no lo olvidarán nunca».

Salta a la vista que la filiación política tiene un enorme peso en el recuerdo de los franquistas, algo llamativo si se tiene en cuenta que la esquela es principalmente una tradición religiosa que consiste en avisar de una muerte y del entierro y funeral del finado.

Hay familiares que no se privan de recordar al gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que su esquela «es memoria histórica» y los hay que en la suya «reivindican la memoria histórica» de su familiar «vilmente asesinado». Hay otros que dedican la suya a la «recuperación de la memoria histórica de Alberto Montes Redondo, (quien) a los 32 años de edad murió por Dios y por España, sacado de la checa de la cueva Pájara de Valladolid, para ser vilmente asesinado por las hordas marxistas en el camino del pinar, el día 20 de septiembre de 1936 (y) ruegan una oración por él y por todos los españoles que creyeron y creen en los valores eternos de Dios, Patria, Justicia y Libertad.»

Un paso más allá lo da un deudo que al habitual recuerdo del fallecimiento de su familiar bajo la tortura y el terror de los rojos, añade la siguiente reivindicación: «nos esforzamos en perdonar, mas no consentiremos, está claro, que en este momento algunos rojos -así se define ZP- (en referencia al presidente del gobierno, Sr. Zapatero) puedan alterar o cercenar la memoria histórica con la cínica excusa de recuperarla».

Los familiares se refieren con estas palabras a la ley sobre el «Reconocimiento y ampliación de derechos y establecimiento de medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura», conocida también como «Ley de la Memoria Histórica» (LMH), aprobada en julio de 2006 por el Parlamento español. Aprovechar una esquela para dar un golpe al gobierno del PSOE que patrocina la ley, utilizando además el nombre de ésta y al abrigo de que 2006 ha sido declarado Año de la Recuperación de la Memoria Histórica, es quizás una forma de amortizar el gasto de publicación de la esquela y al tiempo ahorrarse el escribir un artículo de opinión al respecto.

Lo más destacado es que esta afirmación política no se refiere exclusivamente al pasado sino que se aplica sobre todo al presente. En el lado franquista hay familias que a la habitual petición de una oración por el alma del fallecido añaden otra «por la paz de España», tal vez para conjurar una nueva guerra civil que imaginan a punto de comenzar. Otras piden una oración para que «las circunstancias que propiciaron este crimen no vuelvan nunca a repetirse», como si los 70 años transcurridos no hubiesen cambiado nada en el país.

La derecha, representada por el Partido Popular (PP) no tiene ninguna razón para pensar que el PSOE planea quedarse en el poder mediante una dictadura como la que ella misma ejerció al precio de una represión interior y aislamiento exterior altísimos. Al margen de la política de partidos, la derecha debería reconocer que las nuevas generaciones tienen mucha menos afición por sus valores y símbolos relativos a dios, patria, autoridad, ejército y familia, que por los de individualismo, tolerancia, desarrollo económico y realización personal. Entonces ¿por qué mantener viva la idea de las dos españas, del peligro de la guerra? El recurso al pasado desde ese punto de vista no resulta atractivo a las jóvenes generaciones, acudan a votar o no, pero aún atrae algunos votos de los más mayores.

Por su parte, los herederos de los republicanos prefieren dedicar su recuerdo a «rendir el homenaje que, tras tantos años de impuesto silencio e ignominia, tiene aún pendiente un hombre bueno». Otros señalan que «el recuerdo de tu vida y de tu muerte siempre estuvo presente en la memoria de nuestra familia y nuestra admiración y respeto continuarán vivos en nuestra memoria siempre.»

Un lector de esquelas franquistas podría pensar que el presidente del gobierno participó en la guerra civil, pero lo cierto es que no había nacido y ni siquiera vivió la post-guerra. La mayoría de los testigos no viven hoy para contarlo y no se puede decir de los sobrevivientes que participen en la vida política actual. Sus hijos, sin embargo, vivieron la post-guerra y la dictadura, por lo que su biografía está unida de forma inseparable a ambas y han tenido un papel en su evolución.

Son éstos los que han publicado las esquelas, así que se puede decir que hasta que no desaparezca su generación, no habrá sido borrado del recuerdo emocional la guerra civil. Esto se aprecia a través de las firmas de algunas esquelas franquistas: «sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos, con el dolor renovado, ruegan un recuerdo y una oración por su alma». Para los nacidos tras la dictadura, los que tienen 30 años y menos, sobre todo los adolescentes, la guerra civil es como mucho una guerra que hicieron los abuelos y no hay datos que hagan pensar que se vaya a cambiar esa percepción. Es muy dudoso que esos mismos nietos y los que vienen detrás firmen nuevas esquelas de ese tipo.

Se comprende que desde un punto de vista personal alguien decida permanecer emocionalmente en un tiempo pasado que le fue mejor -y que además ajuste su pensamiento y su acción a sus emociones. Lo que hay tras las esquelas en realidad es una afirmación política personal que se suma a la estrategia de la derecha de mantener las espadas en alto contra la izquierda, aunque actualmente parece que en sentido metafórico. En España, el principal partido de la derecha no es únicamente el representante del sector conservador de la población, como el principal partido de la izquierda lo es del sector progresista, sino que es también el heredero del franquismo. Cabría esperar que el principal partido de izquierda fuese el heredero de la república, pero su nombre confunde, en realidad está mucho más lejos de seguir su modelo que la derecha el suyo propio.

A pesar de esto, los franquistas aún podrían pensar que la LMH estaba destinada a ocuparse definitivamente de lo acaecido en 1936 y años posteriores. Algunos podrían, quizás, temer por acciones y medidas que les condujesen a enfrentarse a la verdad, la justicia, las reparaciones, pero no hay nada de esto en la ley. Organizaciones de derechos humanos, grupos políticos a la izquierda del PSOE, asociaciones y familiares de víctimas critican la ley y al gobierno porque las víctimas del franquismo no reciben reparación, las injusticias no son expuestas ni enmendadas y la versión de la historia de los vencedores se mantiene sin contestación.

Las peticiones que presentan al gobierno del PSOE son tantas y de tanto alcance que parecen demandas a un gobierno del PP: la formación de una comisión de la verdad, la no prescripción de delitos contra la humanidad, indemnización y reparación a víctimas y perseguidos, anulación de sentencias de tribunales de excepción franquistas, petición de reconocimiento de los hechos y de perdón por parte del Estado, eliminación de los símbolos franquistas de lugares públicos, etc.

Sin embargo, no es la derecha la que gobierna y el año 2006 dista más de medio siglo de 1936. Parece que el PSOE ha mordido el anzuelo lanzado por el PP con la carnaza de la guerra civil. Si es así, entonces lo ha mordido a gusto, porque no es realmente el «peligro» de exponer ante la sociedad actual los hechos sucedidos ¡hace 70 años! y provocar con ello nuevos enfrentamientos lo que explica una ley considerada insuficiente y hasta engañosa, sino la falta de voluntad política del partido gobernante de llevar a cabo una tarea que se presenta laboriosa, áspera y poco rentable electoralmente.

Esta extraña situación en la que la derecha en la oposición mantiene desafiante sus actitudes franquistas, incluso mediante esquelas, y la izquierda gobernante rehuye de sus convicciones, se entiende por la atonía moral y política imperante, que es nacional y no sólo de un partido. Esto lo saben los dirigentes del PSOE y es lo que les permite no enfrentarse al pasado como cabría esperar. Muchos de sus votantes se consideran de izquierdas, aunque de nuevo -igual que ocurre con el nombre del partido más votado- esta consideración es equívoca.

Los ideales de izquierda que les unen no son los de hace 70 años porque la sociedad española hoy es muy diferente a la de principios del siglo pasado y las circunstancias también. Por ello, emplear tiempo y energías en enmendar -vale decir subsanar y rectificar- un pasado que unos añoran y a otros muchos no les preocupa, es del todo anti-económico. Resulta más rentable esperar a que el olvido se afiance un poco más entre la población, sobre todo si ser de izquierdas es cada día más y más cómodo.