En estos días y en todo el mundo hubo preocupación por el dólar, o lo que es lo mismo, por el devenir de la economía estadounidense. En octubre comenzó el nuevo año fiscal en EEUU y la disputa política entre republicanos y demócratas demoró la aprobación del presupuesto, lo que significó el cierre del gobierno, […]
En estos días y en todo el mundo hubo preocupación por el dólar, o lo que es lo mismo, por el devenir de la economía estadounidense.
En octubre comenzó el nuevo año fiscal en EEUU y la disputa política entre republicanos y demócratas demoró la aprobación del presupuesto, lo que significó el cierre del gobierno, es decir, de algunas oficinas y ámbitos administrados por el gobierno estadounidense. Eso significó licencias anticipadas para 800.000 trabajadores del estado que temieron por sus ingresos y sus puestos de trabajo en un momento de crisis en el empleo.
Al fin hubo acuerdo, transitorio, pero acuerdo al fin, en el límite establecido y otorgaron el visto bueno hasta diciembre, donde el tema volverá a ser discutido. Algo así como tirar la pelota hacia adelante.
El problema de fondo no está resuelto. No se resolvió la cuestión central del déficit fiscal, gravísimo, que promedia 1,5 billones de dólares al año desde hace 4 periodos. Si bien se autoriza un nuevo techo para el endeudamiento público del orden de los 23 billones de dólares, desde los actuales 16,7 billones, las causas de la necesidad de deuda no se modifican.
Hay que buscar el problema en el gasto militar y la política exterior e interior de los gobiernos estadounidenses, que avalan gestiones republicanas y demócratas. Unos y otros sostienen la política de intervención con fuerte gasto estatal para asegurar los intereses estratégicos de EEUU. Eso se logra con la confianza del resto del mundo, que destina sus propios recursos a inversiones en activos externos de origen estadounidense, especialmente los bonos del tesoro, que aun pagando poco son fuente segura de inversión.
En definitiva, el déficit de EEUU lo financia el mundo. Resulta increíble la confianza en la seguridad de un país que está en quiebra, que gasta más de los que recauda, que compra más de los que vende y que le cuesta sostener al dólar como moneda mundial, para lo cual acude al apoyo de las armas y la militarización, tanto como a la credibilidad de inversores capitalistas de todo el mundo deseosos de invertir en EEUU, entre ellos varios países que colocan sus reservas internacionales en esos activos. China y Japón a la cabeza, que los asocia en las expectativas de superar los escollos económicos y/o políticos de la principal potencia del capitalismo mundial.
La consigna pareció en estos días «salvemos todos al Titanic, o sea, a EEUU». El capitalismo mundial está en crisis y una de sus manifestaciones son los límites de política económica del país hegemónico, pero también las políticas nacionales que en el mundo sostienen al dólar. Es que EEUU se mantiene porque el mundo demanda dólares.
Argentina y el dólar
Veamos la propia Argentina, que desde comienzo de año ya perdió 10.000 millones de dólares de reservas internacionales, de un poco más de 44.000 millones bajó a poco más de 34.000 millones a mediados de octubre. Sin contar que las reservas habían llegado en diciembre del 2011 a unos 52.000 millones de dólares.
Las divisas se van de la Argentina por pagos de deuda, por fuga de capitales, y por las condiciones de la inserción subordinada de la Argentina en la economía capitalista mundial. Se trata de un activo externo demandado por los principales actores económicos y ello explica su precio en ascenso, sea el tipo de cambio oficial o el paralelo, más allá de los intentos por reprimir su escalada desde las autoridades. Las divisas son demandadas por el gobierno y también por los sectores económicos más concentrados, sean exportadores o importadores, incluso turistas con gran capacidad de gasto.
Tan importante es el tema que contradiciendo el mensaje de la pesificación se habilitó un blanqueo en dólares (CEDIN, BAADE) que tuvo que prorrogarse hasta fin de año por el escaso flujo de exteriorización de dólares, apenas menos de 400 millones ante una expectativa por 4.000 millones de dólares. Para completar la medida, el BCRA acaba de reglamentar la posibilidad para que el sector privado se endeude en el exterior e ingrese esas divisas vía compra de Bonos para inversión en energía, el BAADE, que había sido pensado para blanquear divisas no declaradas.
Puede ser que ingresen esos recursos, y de hecho, petroleras y cerealeras anuncian aportes por 1.000 millones de dólares, al mismo tiempo que se incrementa la preocupante deuda externa del sector privado. Ya sabemos que cunado la deuda privada externa es alta y se torna impagable, las presiones empresarias acuden sobre el Estado para socializar su cancelación o renovación a costa del presupuesto público.
La deuda privada externa en ascenso y el aumento de la pública constituyen problemas estructurales que asfixian el presente y el futuro de la soberanía nacional. Vale mencionar, que así como en EEUU se tira la pelota hacia adelante, ante la crisis económica mundial, otros países actúan en consecuencia. Ese es el marco de la recomposición de relaciones entre la política oficial y los organismos internacionales y que se manifiesta como satisfacción en el cónclave empresario de estas horas en Mar del Plata.
Los empresarios en IDEA reconocen las elevadas ganancias de estos años y saludan la orientación hacia el mercado mundial de conversaciones y acuerdos con el CIADI, con el Banco mundial y el FMI, lo que anuncia un nuevo ciclo de inserción subordinada para afirmar la dependencia local con EEUU, el dólar y el sistema mundial del capitalismo.
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