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La «primavera árabe», Marruecos y la democracia real

Fuentes: Rebelión

Desde el 20 de febrero Marruecos vive una efervescencia política histórica en las calles. Aunque la situación en el país vecino sea menos comentada en los medios que la de otros países árabes, es muy destacable que casi cada domingo se realicen marchas y concentraciones en diferentes ciudades marroquíes, especialmente multitudinarias en Tánger, Rabat y […]

Desde el 20 de febrero Marruecos vive una efervescencia política histórica en las calles. Aunque la situación en el país vecino sea menos comentada en los medios que la de otros países árabes, es muy destacable que casi cada domingo se realicen marchas y concentraciones en diferentes ciudades marroquíes, especialmente multitudinarias en Tánger, Rabat y Casablanca.

Cada una de las jornadas de movilización ha sacado a las calles a decenas de miles de personas y, hasta el domingo 22 no se había producido ningún acto violento ni ningún enfrentamiento con la política. La postura del régimen del rey Mohamed VI había sido totalmente permisiva, observando la situación desde la distancia ya la expectativa de cómo se desarrollaban los acontecimientos en Túnez, Egipto o Yemen. El 22 la permisividad dio paso a duras cargas policiales y a la detención e identificación de cientos de activistas en las ciudades donde el movimiento es más fuerte. Los colectivos y organizaciones que forman el movimiento 20 de febrero ya han emitido un comunicado en el que exigen el respeto al derecho de manifestación pacífica y en que expresan su apoyo incondicional a futuras expresiones de descontento y de protesta. No nos tendremos que extrañar pues si empieza una escalada de tensión entre una población cada vez más harta de sus condiciones socioeconómicas y de un sistema político pseudo-democrático.

Al igual que en las revueltas de otros países o que en las acampadas repartidas por España después del 15 de mayo, el movimiento contestatario marroquí es muy heterogéneo. Se reúnen partidos de izquierdas, sindicatos, grupos de izquierda no partidista, islamistas moderados, marxistas, personas desempleadas, obreros y obreras … Y, al mismo tiempo, se acumulan reclamaciones muy diversas: desde oportunidades de trabajo, hasta salarios que permitan vivir con dignidad, pasando por condiciones laborales aceptables o mejoras en el funcionamiento del sistema de seguridad social. Pero la reivindicación común a todas y cada una de las personas que salen a la calle semana tras semana es la de alcanzar una democracia real en Marruecos. Las movilizaciones no salen de la nada. A la esperanza generada por las revoluciones de Egipto y Túnez se suma una acumulación de presiones sobre la población que en un momento u otro habían de hacer estallar la situación. El alto desempleo estructural y tasas de pobreza absoluta que no se reducen desde los ochenta, conviven con el encarecimiento de los productos básicos y con unos salarios industriales totalmente insuficientes para cubrir necesidades.

Las y los marroquíes exigen más democracia cansados de unos gobernantes que prometen reformas y un incremento del bienestar a través de la integración en los mercados internacionales desde hace décadas. Las políticas sociales y económicas impulsadas en el país han sido impregnadas de la veracidad científica neoliberal. En consecuencia, Marruecos, igual que el resto de la región, tiene asignado su rol en los mercados internacionales. Sus principales exportaciones son la ropa, los productos agrícolas y pesqueros y los fosfatos. El textil y la confección constituyen el primer sector industrial del reino alauí y suponen cerca de un tercio de las exportaciones del país. Las fábricas y talleres del sector ocupan el 40% de las personas trabajadoras de la industria y generan el 66% de los trabajos femeninos. Utilizando un concepto benévolo, la práctica totalidad de todos estos puestos de trabajo se podrían calificar de precarios. Las obreras de la confección y de la transformación agroalimentaria no ingresan más de 180 euros mensuales por trabajos en que las jornadas laborales semanales superan sistemáticamente las 60 horas.

La estructura de producción agrícola marroquí se gestó durante la administración francesa (1912-1956), período en el que se inició la integración del sector a la economía global a través de la transformación de extensas zonas de secano en zonas irrigadas productoras de verduras de huerta. Junto a este legado francés, en esta época se asentó un sistema de relaciones jerárquicas clientelares que marca aún la asignación de títulos de propiedad sobre los campos de cultivo y la toma de decisiones en cuanto a planificación de la actividad agrícola se refiere. El Plan de Ajuste Estructural impuesto por el Fondo Monetario Internacional en los 80 ha profundizado en el proceso de cierre o privatización de las tierras de pasto comunales para convertirlas en zonas de huerta para la exportación. La minería de los fosfatos, por otro lado, supone una entrada de divisas muy cuantiosa que van a parar directamente a las cuentas bancarias de la familia real y de sus familiares, que mantienen un control total sobre el sector.

El día que el G8 decidía destinar 40.000 millones de euros para ayudar a la democratización de Túnez y Egipto, Sarcozy marcaba públicamente las distancias entre los procesos abiertos por la primavera árabe y las movilizaciones de indignación del Estado español. El presidente francés expresaba un respeto por las personas y colectivos sublevados contra las dictaduras árabes que, a su entender, no merecen las personas que se manifiestan en el seno de las democracias liberales. Las declaraciones del estadista francés evidencian un escaso compromiso con los valores democráticos que no sorprende a nadie. Se da apoyo a los procesos que las potencias europeas consideran finalizados con el derribo de los dictadores pero se ignora deliberadamente el proceso marroquí y, por supuesto, la brutal represión que ya ha comenzado. Asimismo, se descalifican y se infravaloran los movimientos que se dan en Europa y el cuestionamiento de unos sistemas políticos supuestamente democráticos esclavos de la voluntad de las élites financieras internacional.

* El autor es Profesor de Sociología de la UPF y miembro de SETEM Catalunya

Blog del autor: http://albertsales.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.