[El lunes 24 de diciembre, el periodista Abderrazak Zorgui colgaba un mensaje en las redes sociales: «He decidido hoy desatar una revolución… Estoy harto de las promesas incumplidas». A los veinte minutos se inmoló siguiendo el ejemplo de Mohammed Buazizi cuyo suicidio desencadenó la revolución de 2011. Zorgui se suicidó en la Plaza de los […]
[El lunes 24 de diciembre, el periodista Abderrazak Zorgui colgaba un mensaje en las redes sociales: «He decidido hoy desatar una revolución… Estoy harto de las promesas incumplidas». A los veinte minutos se inmoló siguiendo el ejemplo de Mohammed Buazizi cuyo suicidio desencadenó la revolución de 2011. Zorgui se suicidó en la Plaza de los Mártires de la ciudad de Kasserine, capital de una de las provincias más pobres del país, colindante de Sidi Buziz, donde se desencadenó dicha revolución. Casi inmediatamente se han producido manifestaciones y enfrentamientos en Kasserine, con participación mayoritaria de jóvenes, así como en otras ciudades como Jebiniana, Tebourba. El gobierno ha respondido con policía y detenciones. Para Messud Romdhani, presidente del Foro Tunecino de los Derechos Económicos y Sociales, «hay una ruptura entre la clase política y la juventud, sobre todo la que vive en la precariedad en el interior del país».
El periódico tunecino Le Quotidien, señala que la inmolación del periodista «es un signo del rechazo a una situación catastrófica y un desequilibrio regional, de una fuerte tasa de paro entre la juventud y de la miseria en la que viven nuestras y nuestros conciudadanos en las regiones del interior».
El artículo que reproducimos a continuación intenta explicar ese desequilibrio regional y sus consecuencias. Ndt.]
Ocho años después de la inmolación de Mohamed Bouazizi y el comienzo del levantamiento popular surgido en las zonas marginales del territorio, la cuestión social parece seguir esperando su respuesta. ¿Ha perdido la clase política la oportunidad de sacar a Túnez de la trampa de la extroversión, que está en el origen de las disparidades regionales?
El 17 de diciembre de 2010, cuando Mohamed Bouazizi se inmolaba ante el gobierno provincial de Sidi Bouzid, su protesta no era solo el resultado puntual de una ruptura del pacto moral 1/ implícito entre la gente excluida y las autoridades, que le permitía a dicha gente sobrevivir en los márgenes de la legalidad. Era el síntoma de una quiebra social del modelo económico, cuyas manifestaciones más flagrantes eran la agravación de las disparidades regionales 2/ y el paro. La trayectoria del levantamiento a través de las zonas más afectadas por el «proceso de desestructuración del mundo rural y agrícola y las que se habían beneficiado menos de los frutos del crecimiento económico» 3/, había dibujado los contornos de esta línea de fractura.
La memoria corta
«Las víctimas del mal desarrollo y la gente excluida de un crecimiento extravertido se encuentran hoy en ruptura orgánica con todo lo que compone el establishment, poder y oposición legal incluidas. Les tienen por responsables de su exilio social y les identifican como garantes y beneficiarios de un sistema de valores económicos y culturales que les niega.[…] Los clamores que han sacudido Túnez de sur a norte […] señalan al pluralismo que, si no es el pluralismo de la subsistencia, de la salud, de la vivienda, de la educación del trabajo y de la expresión cultural, sigue siendo una redistribución de cartas en un espacio privilegiado y vacío».
Estas líneas podría haber sido escritas en enero de 2011. Sin embargo fueron publicadas, pronto hace 35 años, en una tribuna de título premonitorio, «La memoria corta» por Mohsen Toumi 4/, tras las revueltas de enero de 1984 cuando el poder, siguiendo las recomendaciones del FMI, aumentó el precio del pan y de la sémola. Tras una semana de disturbios y de represión, Habib Burguiba renunció a los aumentos, pero no modificó la orientación general de la economía: retirada del Estado y búsqueda de competitividad en la exportación apoyándose en la ventaja comparativa de una mano de obra barata y de una fiscalidad complaciente.
En enero de 2011, el mundo puso cara de descubrir la cara oculta del milagro económico tunecino 5/, que se conocía desde hacía mucho: profundas desigualdades de los estatus y de las oportunidades, la marginación de las regiones del interior y la captación de las posibilidades de enriquecimiento en beneficio de los clanes protegidos por el poder. La liberación de la palabra para denunciar el crony capitalism (el capitalismo clientelista o de amiguetes) 6/ y la humillación de la gente humilde por una burocracia corrupta, para exigir la libertad de organizarse para reivindicar los derechos sociales y para lanzar experiencias sociales liberadas de la tutela del partido del poder, hicieron que se levantara un viento de revolución social sobre una Túnez saturada por el sentimiento de injusticia. Pero los actores políticos habituales canalizaron rápidamente el impulso popular y, nueve años después, los cambios institucionales no parecen haber producido siquiera la perspectiva de la transformación económica y social que deslumbró a las y los manifestantes que acudieron a la capital, en febrero de 2011, para devolverlos a sus casas.
Competencia en la cúspide
Desde entonces, el poder de compra se degrada, el paro de las personas diplomadas persiste, la ausencia de perspectiva de la juventud de las regiones interiores y de los barrios populares llenan las embarcaciones clandestinas hacia Italia, la penuria de medicamentos, de leche…, traducen los disfuncionamientos sin respuesta de una gestión desbordada. Bajo presión, el Estado ha vuelto a sus métodos de gestión por inacción 7/ de la cuestión social. La democracia de la que se esperaba que impusiera la cuestión social, parece haber hecho más competitiva sobre todo la «redistribución de cartas, en un espacio privilegiado. Y cerrado».
Durante un primer quinquenio post-transición, lo esencial de la energía política fue absorbida por la gestión de la crisis de Nidá Tunes vencedor de las elecciones de 2014, minada después por las luchas de clanes, incapaz de estructurarse y de alimentar un debate sobre las grandes orientaciones políticas nacionales. Desde 2015, la escena pública está ocupada por las maniobras para mantener en manos de Hafedh Caid Essebsi (Nidá Tunes) las redes de poder construidas por us padre, con el objetivo de neutralizar las ambiciones de Youssef Chahed, primer ministro que se hizo autónomo a ojos del jefe del Estado, y romper la dinámica de la nueva alianza que realizó con el movimiento Ennahda, bien organizado y reforzado por su victoria relativa en las municipales 8/. Aunque lo haga a costa de paralizar el ejecutivo en una crisis política 9/ y despertar los viejos demonios para demonizar al partido de Rachid Ghannuchi (Ennahda).
La extraversión de la herencia
Otros elementos del diagnóstico planteado en 1984 también se muestran de actualidad: el mal desarrollo, la ruptura entre la sociedad y las élites, la dimensión cultural de la fractura social, el carácter confinado del mundo político y sobre todo, la extraversión. Un término olvidado del debate político actual, utilizado para caracterizar los capitalismos postindependencia 10/ y que se aplica perfectamente a Túnez. En una palabra, la extraversión es la magnetización de toda la estructura económica por las necesidades del mercado exterior: la producción, las circulaciones de mercancías y las infraestructuras que requieren, las posiciones de enriquecimiento y de poder que refuerza.
Túnez se ha provisto de una baza determinante: su fachada marítima que la conecta a los flujos de intercambios mediterráneos, en particular con Europa. Una baza, es cierto; pero como toda fuente de renta, tiene dos caras: oportunidad o maldición, según la capacidad del poder político para conservar sus beneficios en beneficio de la nación y distribuirlos equitativamente. Desde que Europa se aseguró la supremacía marítima a partir de 1820, Túnez se ha encontrado no solo en posición de inferioridad, reforzada por el poder creciente de los comerciantes europeos establecidos en Túnez, sino que la dominación del litoral sobre el resto del país se ha acentuado. Tras la expedición británica de Lord Exmouth 11/ en 1816 para liberar las personas europeas cautivas, detenidas por los Berberiscos, Túnez renunció a las actividades corsarias y a la trata negrera, dos fuentes de rentas considerables para la regencia. A partir de ahí la explotación fiscal del territorio se decuplicó mientras que, progresivamente, la producción agrícola y artesanal local se transformó para adaptarse a las necesidades del negocio europeo. La colonización no hizo más que generalizar este funcionamiento: mientras que el litoral era el lugar de acumulación de riquezas y de recursos de poder proporcionados por la potencia colonial, la infraestructura terrestre, vial, ferroviaria y portuaria era puesta en pie para extraer del territorio su producción agrícola y minera (el fosfato). La extraversión desarrolló así una configuración socio-espacial, una relación de extracción con el reto del territorio y una élite económica y política bisagra entre la dependencia respecto a Francia y dominación hacia el resto de la sociedad. Sin duda, una pesada herencia.
«Colonización interior»
Esta breve historia de la fractura tunecina muestra hasta qué punto es producto de una larga acumulación que ha inscrito profundamente sus efectos en la geografía, las relaciones económicas internas e internacionales, en su propia representación y en la de los otros, en los modos de producción del poder… Tan profundamente, que incluso el Estado independiente tras 1956 no logrará salir de la trampa de la extraversión. La colectivización agrícola en los años 1960 respondía menos a una convicción socialista que a la tentativa de poner los beneficios de una agricultura racionalizada al servicio de la industrialización, con el objetivo de dar cuerpo a un mercado interno y lograr así un desarrollo más o menos autocentrado. La experiencia fue un fracaso y desde 1970 el poder cambió de estrategia económica y volvió a dar a las exportaciones el papel de motor del crecimiento.
Teóricamente, el Estado ha intentado durante más de una veintena de años compensar la asimetría entre territorio y costa mediante dispositivos de descentralización económica y el desarrollo de polos urbanos regionales. Esfuerzos en realidad frustrados por el favoritismo de las élites políticas sahelianas en beneficio de su región. Y también por la opción de mantener los precios agrícolas por debajo de los precios del mercado «para poder mantener el coste de reproducción de la fuerza de trabajo empleada en las ciudades dentro de límites compatibles con las exigencias de una política salarial desgraciadamente no muy generosa», según señalaba Aziz Krichen en 1987 12/.
La adhesión al GATT en 1990 y luego la conclusión de un acuerdo de asociación con la Unión Europea en 1996, anclaron resueltamente la economía en su vocación extravertida. En 1997, el segundo esquema nacional de ordenación del territorio abandonó la idea de reequilibrio pretendiendo, por el contrario, maximizar las ventajas del litoral en una perspectiva de eficacia económica a la vez que consideraba el éxodo rural 13/, no ya como un freno al desarrollo, sino como el medio de disponer de una mano de obra abundante y variada en las metrópolis del litoral.
«El […] esquema nacional de ordenación del territorio [ha levantado] una línea divisoria [entre] la Túnez económica y la Túnez social, un espacio litoral rentable y un espacio interior desamparado al que hay que apoyar», estimaba Amor Belhedi 14/, en enero de 2010. «No se trata ya de regiones favorecidas y de otras desfavorecidas, sino de un país reducido a su capital, que concentra todos los esfuerzos de equipamiento y de infraestructuras. El resto del territorio no tiene otra vocación que ayudar a Túnez con el objetivo de esperar un lugar en el tablero de la mundialización», analiza por su parte Ali Bennasr 15/. Una configuración que Salhi Sghaier, autor de una obra (en árabe) muy documentada sobre el tema no duda en calificar de «colonización interior» 16/.
«¡No hay cuestión social!»
La cuestión social en Túnez se ha construido en estos términos: por una parte, concentración de las riquezas en la costa y protección de las rentas por el Estado y, por otro, caridad clientelista para comprar la paz social. Relación asimétrica de extracción contra lealtad. Un equilibrio insostenible que se rompió el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid 17/. No fue tanto la cuestión social sino la cuestión política la planteada por la revolución. En el tríptico territorio/nación-política-Estado/mundialización, la forma en que lo político articula las necesidades y las exigencias constituye la bisagra crítica. Desde 2011, el reequilibrio territorial y social se ha convertido en un elemento de legitimación. Pero ¿de qué herramientas se ha dotado? La Constitución ha impuesto el principio de discriminación positiva en beneficio de las regiones desfavorecidas 18/. Pero ¿con qué dispositivos? El Estado parece recuperar el voluntarismo de los años 1970, añadiéndole un «planteamiento participativo». Pero, para casi todas las tendencias políticas, el tema no está en la agenda. En 2014 un antiguo constituyente de un partido de izquierdas lanzó incluso: «¡No hay ya cuestión social en Túnez!». Más que una convicción producto de la reflexión, era todo un síntoma: en el debate público, no se trata de una cuestión política, con lo que esto comportaría optar entre opciones identificadas y antagonismos asumidos. Se trata de una cuestión técnica en la que todo el mundo está de acuerdo. Resultado, duda en el reclutamiento de las élites y sesenta años de consenso total.
En su texto de 1987, Aziz Krichen describía así «la intelligentsia moderna» que había asumido el movimiento nacional:
«luchó contra la dominación francesa a nivel político, pero fue el mejor garante de la perennidad de la hegemonía francesa a nivel cultural y lingüístico. […] En lo más íntimo de ella, estaba espiritualmente dominada por los valores occidentales: interiorizaba la inferioridad de sí y la superioridad del otro. […] se levantan y se indignan, no porque se sientan diferentes sino porque se identifican al opresor, que no quiere reconocerles como sus iguales».
La oposición modernismo vs. arcaísmo u obscurantismo, como forma de distinguir lo legítimo de lo ilegítimo, presenta también la ventaja de ocultar las contradicciones sociales. La nueva élite gubernamental ya no es fabricada por la plan escolar franco-árabe del colegio Sakiki sino, como señala Layla Dakhli 19/, por estancias en las multinacionales o en las instituciones internacionales que les predisponen a integrar mejor las exigencias de la extraversión que los resortes del desarrollo regional. Incluso los recién llegados de Ennahda, en su búsqueda de reconocimiento, se esfuerzan por inscribirse en este modelo y han olvidado que ha sido la destrucción social y cultural de la sociedad tradicional, excluida de las esferas del poder, quien ha sostenido históricamente su movimiento.
La descentralización política puesta en marcha desde la primavera de 2018 no bastará para recentrar la atención de las políticas públicas sobre la valorización del potencial regional si no va junto a una nueva concepción del modo de inserción en la economía internacional, del papel económico de los territorios, a una redefinición del modelo de producción agrícola que permita a las zonas rurales desarrollarse con su propio capital y aliviar la dependencia alimentaria del país, a la apertura de las posibilidades de inversión para nuevas élites económicas, a la creación de nuevos marcos económicos y jurídicos para valorizar potenciales locales…
Ninguno de los grandes trabajos políticos está en marcha. Ahora bien, sin una fuerte regulación política, la extraversión no puede sino continuar produciendo lo que ha producido siempre: la captación de los beneficios por las élites del litoral, que acumulan las ventajas de la posición de poder económico y político, y disparidades regionales irreparables y explosivas. La probable conclusión en 2019 y 2020 de un Acuerdo de Libre Cambio completo y profundizado (ALECA) con la Unión Europea va a institucionalizar aún más la extraversión de la economía. Sin embargo, incluso las y los negociadores europeos deploran la ausencia de visión estratégica de sus homólogos tunecinos, sobre los productos sensibles que desean proteger, sobre las modalidades y los tiempos de adaptación de los sectores expuestos…
En una Túnez sobreexpuesta desde 2011 a los requerimientos exteriores, a las injerencias más o menos bien intencionadas en sus debates internos, en los que los políticos parecen deber más su legitimidad a sus apoyos exteriores que a las y los electores, la soberanía se anuncia como el próximo tema movilizador. Pero ¿para proteger exactamente qué? Un Estado al servicio de rentistas y las ventajas relativas en la asignación de recursos públicos de las que gozan las y los tunecinos integrados? ¿O para atreverse a una verdadera ruptura de paradigma? Una revolución social.
Notas
1/ https://www.cairn.info/revue-politique-africaine-2011-1-page-5.htm n.ed.
2/ https://nawaat.org/portail/2016/02/09/disparites-regionales-etat-des-lieux-dune-discrimination/ n.ed.
3/ Alia Gana » Aux origines rurales et agricoles de la Révolution tunisienne «, Maghreb – Machrek, vol. 215, no. 1, 2013, pp. 57-80
4/ Mohsen Toumi, » La mémoire courte «, Le Monde, 10 janvier 1984.
5/ https://www.ritimo.org/IMG/pdf/EuroMed-Rapport_Tunisie.pdf n.ed.
6/ El capitalismo de amiguetes es una expresión que designa a una economía capitalista en la que el éxito en los negocios depende de relaciones estrechas con los representantes del gobierno ndt.
7/ https://aoc.media/analyse/2018/01/30/tunisie-la-democratisation-ou-loubli-organise-de-la-question-sociale/ n.ed.
8/ https://orientxxi.info/magazine/en-tunisie-une-democratie-sans-citoyens,2484 n.ed.
9/ https://orientxxi.info/magazine/tunisie-faux-coup-d-etat-vraie-crise-politique,2533 n.ed.
10/ https://www.persee.fr/doc/criti_1290-7839_1999_num_5_1_1505 n.ed.
11/ Se refiere al bombardeo neerlando-británico de la ciudad de Argel el 27/08/1816 ndt
12/ Aziz Krichen, » La fracture de l’intelligentsia, Problèmes de la langue et de la culture nationales «, in Michel Camau (dir.), Tunisie au présent : Une modernité au-dessus de tout soupçon ?, Iremam, 1987.
13/ https://nawaat.org/portail/2016/03/09/migration-interne-marche-de-lemploi-et-disparites-regionales/ n.ed.
14/ http://amorbelhedi.unblog.fr/2010/01/22/le-mouvement-moderniste-tunisien-et-la-question-spatiale/ n.ed.
15/ https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-00741164 n.ed.
16/ https://nawaat.org/portail/2018/04/05/interview-avec-sghaier-salhi-les-non-dits-de-la-tunisie-postindependance/ n.ed.
17/ Sobre el contexto de Sidi Bouzid, leer el trabajo de Mourad Ben Jelloul, Contestations collectives et soulèvement del 17/12/2010. La révolte des quartiers populaires de Sidi Bouzid, Les Cahiers d’Emam, 2014.
18/ Artículo 12: «El Estado tiene por objetivo realizar la justicia social, el desarrollo sostenible, el equilibrio entre las regiones y una explotación racional de las riquezas nacionales refiriéndose a los indicadores de desarrollo y basándose en el principio de discriminación positiva; el Estado trabaja igualmente por la buena explotación de las riquezas nacionales».
19/ https://nawaat.org/portail/2018/12/10/entretien-avec-leyla-dakhli-lexception-tunisienne-ses-usages-et-ses-usagers/ n.ed.
Thierry Brésillon es periodista y corresponsal en Túnez.
Fuente original: https://orientxxi.info/magazine/tunisie-la-revolution-a-venir-devra-etre-sociale,2821
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur