No tienen tanto glamour mediático como las revueltas de la primavera árabe ni suscitan el mismo interés que los indignados de Madrid o Nueva York. Sin embargo, los negros de Mauritania también se han echado a las calles para protestar, en este caso, por el último episodio de lo que consideran una larga historia de […]
No tienen tanto glamour mediático como las revueltas de la primavera árabe ni suscitan el mismo interés que los indignados de Madrid o Nueva York. Sin embargo, los negros de Mauritania también se han echado a las calles para protestar, en este caso, por el último episodio de lo que consideran una larga historia de racismo y discriminación protagonizada por el grupo étnico dominante, los maures. De momento, ya hay un joven fallecido, decenas de detenidos y una tensión creciente que ha alcanzado, desde el Sur, a la capital, Nouakchott.
La historia de estos incidentes comienza en diciembre de 2010, cuando el gobierno aprueba un Código Civil que incluye la puesta en marcha de un nuevo sistema de identificación de los mauritanos. Con esta nueva legislación, el Ejecutivo del presidente Mohamed Ould Abdel Aziz se lanza a la elaboración de un nuevo censo poblacional. Y aquí surge el problema. Los negromauritanos consideran que este nuevo padrón es, en realidad, una manera de arrebatarles su nacionalidad y despojarlos de sus derechos.
Para la elaboración del censo, los funcionarios piden a los negros que se expresen en hassanía, que no es su lengua, o que reciten una parte del Corán, en árabe. También les reclaman, para probar su «mauritaniedad», partidas de nacimiento o defunción de sus padres, papeles muy difíciles de conseguir en según qué zonas del país, y si resulta que tus padres proceden de Senegal o Malí, países vecinos de donde proceden muchos de los mauritanos negros, quedas excluido del censo.
Mientras para el Gobierno este nuevo censo es una necesidad de contar con un registro fiable y moderno de los habitantes del país, para los negromauritanos se trata de una «deportación administrativa encubierta» de los negros. Esto es lo que opina Samba Dia, presidente de la Asociación Sociocultural de Inmigrantes Mauritanos en Canarias. «Para los moros, los negros somos gente problemática porque reclamamos nuestros derechos. Y por eso nos dicen que no somos mauritanos, sino senegaleses o malíes. En realidad, quieren negar nuestra nacionalidad», explica.
Por ello ha surgido un movimiento para hacer frente a este censo con el significativo nombre de «No toques mi nacionalidad» que ha liderado las protestas de los últimos días. Desde el sábado 24 de septiembre, las principales localidades del sur del país han sido escenarios de manifestaciones que, en la mayor parte de los casos, han sido violentamente reprimidas por la Policía.
Lo peor vino el día 27 de septiembre en Maghama, cuando un joven de solo 19 años llamado Lamine Magane moría a consecuencia de un disparo efectuado por la policía y otros nueve jóvenes resultaban heridos. A partir de ahí, la indignación dio paso a la violencia. En los días posteriores, una protesta en Kaedi, capital de la región sureña, acabó el saqueo de comercios y quema de viviendas. Y poco después, el 29 de septiembre, los incidentes se reprodujeron en la capital del país, Nouakchott, concretamente en el barrio de Medina III.
Mauritania es un país multiétnico de tres millones de habitantes en el que conviven maures blancos y negros con negroafricanos de distintos grupos étnicos: soninkés, fulani, wolof, malinkés, etcétera. Sin embargo, desde su independencia siempre han sido los maures blancos quienes han dominado las instituciones del Estado y los resortes del poder. De hecho, algunas organizaciones de Derechos Humanos consideran que en Mauritania aún se practica una forma de esclavitud encubierta, formalmente prohibida por la legislación.
El punto más álgido de esta tensión étnica, hasta ahora, había tenido lugar entre 1989 y 1991, cuando decenas de miles de negromauritanos tuvieron que huir o fueron directamente expulsados del país, refugiándose en las vecinas Senegal y Malí tras el estallido de graves incidentes en la frontera mauritano-senegalesa que se extendieron a ambas capitales y que provocaron la muerte de unas 200 personas y la ruptura de relaciones entre ambos países, relaciones que se restablecieron en 1992.
Sin embargo, las autoridades están realmente preocupadas con los sucesos de los últimos días. Manifestaciones de apoyo a los negromauritanos se están viviendo en ciudades como París y Dakar y numerosos partidos y movimientos sociales del país apoyan estas protestas, desde las Fuerzas de Liberación Africanas de Mauritania (FLAM) hasta el IRA (Iniciativa para el Resurgimiento del Movimiento Abolicionista en Mauritania).
Además, la detención de una veintena de senegaleses tras los incidentes vividos en Nouakchott la pasada semana y cuyo paradero se desconoce en la actualidad, amenaza con volver a subir el diapasón de la tensión con Dakar, unas relaciones ya bastante deterioradas por incidentes vividos en su frontera en las últimas semanas.
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=2&id=2277