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Zapatero y la Iglesia

La relación de fuerzas

Fuentes: Apuntes del Natural

En Francia, la Iglesia vaticana no pinta nada en las escuelas. Está autorizada a tener sus propios centros educativos, pero la enseñanza que imparte en ellos ha de amoldarse a las normas dictadas por el Estado y debe costearlos por su cuenta, al margen de las arcas públicas. Recibe las mismas ayudas -modestas, por lo […]

En Francia, la Iglesia vaticana no pinta nada en las escuelas. Está autorizada a tener sus propios centros educativos, pero la enseñanza que imparte en ellos ha de amoldarse a las normas dictadas por el Estado y debe costearlos por su cuenta, al margen de las arcas públicas. Recibe las mismas ayudas -modestas, por lo demás- que los representantes de las otras iglesias que cuentan con un mando unificado. Y ya está.

Excuso decir que esa situación no hace las delicias de la  jerarquía católica, pero se aviene a ella con cristiana resignación, porque sabe que la República Francesa funciona así y que, de enfrentarse a las autoridades por ese motivo, es muy poco lo que podría ganar y bastante lo que tal vez perdiera.

Los obispos católicos franceses son tan propensos a la restauración de lo superado por la Historia -tan reaccionarios, en sentido estricto- como los españoles, y puede ser que en algunos casos incluso más. Pero saben a qué atenerse. Saben cuál es la relación de fuerzas. Y trabajan a partir de ella.

Entre los muchos problemas que se crea el Gobierno de Rodríguez Zapatero él solo, por su culpa, por su grandísima culpa, uno -y no el menor- es que no sabe ni movilizar las fuerzas que le respaldan ni utilizar los recursos del poder que el electorado ha puesto en sus manos. Es algo que afecta a muy diversos planos de la vida política. Resulta increíble, por ejemplo, que el teórico pluralismo de los medios de titularidad pública siga expresándose, aún a estas alturas, juntando a unos cuantos opinantes más o menos pro gubernamentales -no mucho, si de lo que se habla es del Estatut- con bastantes más situados en la órbita del PP. Como si ésa fuera toda la variedad política reflejada en el Parlamento. (De serlo, ¡bueno iría el Gobierno!)

Le llevan a uno el alma los diablos, y digo bien, cuando ve las respuestas apocadas y pusilánimes que da el Gobierno a la ofensiva coordinada que las derechas han lanzado contra él. Le bastaría con comunicar lacónicamente a la envalentonada Conferencia Episcopal que considera que el Estado español ya le ha indemnizado más que de sobra por las desamortizaciones de hace dos siglos y que va a replantearse adecuar la ayuda económica que le proporciona a las labores de estricto interés social que desarrolla. Y que, puesto que las derechas han elegido la calle como teatro para su pulso político, propiciar que las fuerzas sociales laicas hagan lo propio, irrumpiendo en la escena como se debe.

Bajan las expectativas de voto del PSOE, según las encuestas, y suben las del PP. Pero no es porque ahora haya menos gente opuesta a la derecha que en marzo de 2004, sino porque buena parte del electorado que se movilizó entonces ha vuelto a sus cuarteles de invierno, desalentada por la blandenguería del Gobierno de Zapatero, siempre dispuesto a arrugarse, siempre temeroso de responder con hechos -con hechos, Montilla, no con desahogos verbales- a la insólita belicosidad de los aznaristas de civil, de uniforme o de sotana.

Zapatero tiene el poder del Ejecutivo y puede contar para no pocos de sus litigios -para éste que le ha planteado la Conferencia episcopal, sin ir más lejos- con el apoyo activo y masivo de muchos millones de ciudadanos. ¿A qué espera para ponerse en marcha? No olvide que para imponer una relación de fuerzas favorable, lo primero que se requiere es que quede claro el peso real de las propias fuerzas.

www.javierortiz.net