«Lo único que me queda es protestar, que no es ni más ni menos que decir lo que pienso», afirma con la voz algo rota. Paquita Gorroño huyó de España en el último año de la Guerra Civil y se refugió en Rabat, donde ha permanecido desde entonces. Tras su paso por la secretaría de […]
«Lo único que me queda es protestar, que no es ni más ni menos que decir lo que pienso», afirma con la voz algo rota. Paquita Gorroño huyó de España en el último año de la Guerra Civil y se refugió en Rabat, donde ha permanecido desde entonces. Tras su paso por la secretaría de interpretación del entonces príncipe heredero Muley Hassan (que sería el rey Hassan II), Gorroño, toda una madrileña de armas tomar, protagonizó el movimiento político de oposición al Gobierno de Franco en Rabat, Casablanca y Kenitra. «Incluso trabajando para el príncipe ya participé en estas actividades de protesta, que nunca importaron a Hassan II porque sentía desprecio por Franco, como los marroquís en general», subraya.
Como una espada Paquita está llena de recuerdos, de historia, imposible de resumir en dos horas de entrevista. Sin embargo son suficientes para destacar, de entre sus más preciadas experiencias, la participación en la creación de un sindicato, la Unión Marroquí del Trabajo. Tampoco olvida la ficha que sobre ella dejaron los franceses cuando Marruecos se independizó. «Me llamaron comunista peligrosa», exclama. «¿Acaso yo he puesto una bomba?», dijo indignada una vez a un policía. A lo que éste respondió: «No, pero tienes una lengua que corta más que una espada», reproduce, con una mente completamente lúcida y una memoria envidiable. La homenajeada reconoce que su honradez y sinceridad siempre la han rodeado de enemistades. «Todo lo que he pensado, lo he dicho. Y eso a mucha gente no le gusta», afirma. Paquita quiere seguir viviendo en Rabat, en la misma casa por la que veló el propio Hassan II, ya rey. Y es que, según cuenta, el monarca intercedió para que el inmueble, donde vive de alquiler desde hace más de 65 años, no fuera destruido por el propietario. Marruecos es su segunda patria. «Al fin y al cabo la vida se hace donde uno la tiene, ¿no?», dice el impulsor de este homenaje, el catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Bernabé López. «El testimonio del exilio transmite un mensaje positivo de Marruecos, donde no todo no es malo», añade López, quien ha compartido con la refugiada un documental de hora y media en el que la protagonista habla de su vida, su itinerario, las relaciones entre los países vecinos y su experiencia profesional. Nunca quiso rehacer su vida en España porque no había nada ni nadie que la atara a su país de origen. «Sin casa, sin trabajo y sin dinero, con una madre inválida y un hijo pequeño, ¿tú hubieras vuelto?», responde a los periodistas, hipnotizados por su capacidad expresiva y su derroche de fuerza. Le reprocha además a su primera patria que aún no haya saldado la deuda moral que mantiene con ella desde 1939. «¿Cuándo voy a recibir una pensión? ¿Cuando ya esté muerta?», se lamenta. Hasta hoy, salvo una compensación económica trimestral que ni siquiera llega a los 200 euros, solo ha percibido la ayuda marroquí, de 1.400 dirhams mensuales, unos 125 euros.
En España como turista La primera y única vez que regresó a España, como turista, fue en 1988, acompañada de su hijo. «Madrid me desilusionó», sentencia. A su juicio, la falta de ideologías y la renuncia a los ideales por parte de sus antiguos camaradas dejaron otra España: «No era la que yo conocí». Solo conserva la imagen de las madrileñas con ropas modernas. «Vestidas de cualquier manera. En nuestra época, ricas y pobres íbamos bien vestidas y bien peinadas», rememora, al tiempo que muestra un retrato de cuando era joven. Así vive Paquita, de los vestigios del pasado, y presentando su España idealizada y soñada a periodistas, profesores o curiosos que desean recibir lecciones de historia en primera persona. Para esta madrileña del barrio de La Latina, su testimonio no es digno de ser homenajeado. «Ya no soy nadie. ¿Quién me conoce?».