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Argelia

La rocambolesca historia del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC)

Fuentes: Rebelión

Si una característica del periodismo actual es el recurso cada vez más habitual a rumores, fuentes no identificadas o dudosas, o a informaciones provenientes de otros medios que no se contrastan, disfrazando de información lo que no es otra cosa que propaganda, en el caso del llamado «terrorismo islámico» este vicio no es la excepción […]

Si una característica del periodismo actual es el recurso cada vez más habitual a rumores, fuentes no identificadas o dudosas, o a informaciones provenientes de otros medios que no se contrastan, disfrazando de información lo que no es otra cosa que propaganda, en el caso del llamado «terrorismo islámico» este vicio no es la excepción sino la regla. En esta materia, la falta de rigor está en la base además de una nueva disciplina académica, la de «terrorismo internacional», cantera inagotable de cantamañanas que se hacen pasar por expertos y asesores. Lo más grave es que dicha falta de rigor suele tener su equivalente judicial, donde el adjetivo «terrorista» parece que excusa determinar claras responsabilidades penales basadas en pruebas fehacientes.

Desde los atentados de Madrid del 11 de marzo de 2004, la prensa española insiste en alertarnos de una amenaza islamista de perfiles poco claros, pero teóricamente coherente y homogénea, que se extendería por todo el Magreb, que estaría vinculada a Al Qaeda, y que tendría conexiones en España. Son especialmente beligerantes El País o La Vanguardia , por no mencionar los delirios de la prensa digital nacionalcatólica. No faltan las inevitables construcciones ideológicas sobre el «totalitarismo islamista (sic)», el «islamofascismo (resic)», o la nueva lucha de la libertad contra el fanatismo, con reputados portavoces como Gustavo de Arístegui o Antonio Elorza, que aplican las mismas recetas que en su paranoica visión de la política vasca: el islam (o el islamismo) , como el nacionalismo vasco, contiene en sí mismo el germen de la violencia y del totalitarismo (concepto éste discutible pero empleado ad náuseam).

Como he mencionado en otras ocasiones, el caso argelino es especial, por su sangrienta y opaca historia reciente. Sin corresponsales sobre el terreno, El País no duda en elaborar reportajes desde Madrid sobre el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate – ahora Al Qaeda del Magreb Islámico -, a partir de despachos de agencia que reproducen la información suministrada por las «fuerzas de seguridad», mensajes o vídeos publicados en páginas web inverificables, o sobre la base de tal o cual opinión de un autoproclamado experto en terrorismo. Reportajes completamente descontextualizados, escritos en función de nuestras inquietudes. Así, todavía hoy repite sin pudor que los atentados de abril en Argel fueron obra de suicidas, algo descartado posteriormente por el propio ministro argelino del Interior.

La prensa francesa no se porta mucho mejor, aunque en este caso las relaciones de poder franco-argelinas son más conocidas. Afortunadamente, en Francia existen algunas pocas voces escépticas que se han revuelto contra esta situación. En relación con las últimas acciones atribuidas al GSPC, François Gèze y Salimah Mellah, acaban de publicar un necesario informe en el que se detalla, con la información disponible, la extraña historia del citado grupo, llegando a la conclusión de que se trata fundamentalmente de una creación de los servicios secretos argelinos.

La multiplicación de las acciones terroristas desde 2006 se explicaría fundamentalmente, como ya adelantaron en su momento, por el enfrentamiento entre los clanes del régimen por controlar la renta petrolera y de gas del país. Fundamentalmente dos: el del general Mohammed » Tewfik » Médiène, jefe de los servicios secretos (DRS) desde 1990, cuya preeminencia ha sido contestada por el «clan Bouteflika «, que ha cuestionado la alianza privilegiada con los Estados Unidos diseñada por el clan Tewfik, hasta el punto de modificar por completo una ley de hidrocarburos en principio favorable a las empresas extranjeras (estadounidense sobre todo, pero también…españolas). También naufragó el proyecto de implantar en Argelia el Africom, el comando unificado para África recientemente creado por los Estados Unidos. De acuerdo con la tesis de Gèze y Mellah, la DRS no ha dudado en multiplicar las acciones terroristas del GSPC-AQMI, incluyendo contra objetivos extranjeros, para desestabilizar al clan adversario, como ocurrió en 1997-1998 con las acciones del GIA. Después de haber servido para legitimar la intervención estadounidense en el Sahara (desde el extraño secuestro de turistas alemanes en marzo de 2003, cuyos responsables, que tan pronto son detenidos como desaparecen, jamás han sido objeto de una demanda de extradición o de un interés expresado públicamente por las autoridades alemanas), el grupo continuaría manteniendo una utilidad interna.

Este informe, que desgraciadamente no tengo tiempo de traducir (sería deseable que alguien lo hiciera), puede considerarse una primera aproximación a un asunto inevitablemente complejo. La dificultad de acceder a información fiable es lo que permite la proliferación de todo tipo de bulos y especulaciones. Pero en este caso existe al menos el esfuerzo de pensar políticamente, atendiendo a la realidad argelina y a la pluralidad de fuentes disponibles, aunque limitadas. Como defienden sus autores, no se trata de elaborar teorías conspiratorias, sino de incluir en el guión a los principales actores políticos de Argelia, que casualmente nunca aparecen en la información que nos llega. Faltan muchas cosas por aclarar y profundizar: el papel de los servicios secretos franceses y norteamericanos (¿y españoles?), del maquis real que pueda quedar en lugares como las montañas de la Kabilia argelina, cuál es el trasfondo político y social que permite que la DRS pueda captar a jóvenes descontentos dispuestos a cometer atentados, cómo se retroalimentan intereses como los de Ayman Al Zawahiri, que explícitamente reconoce al GSPC-AQMI, y un largo etcétera.