El plan de estímulo de recuperación económica de 787 mil millones de dólares fue aprobado por las dos cámaras en EEUU y comienza a ser ley esta semana con la firma del presidente Barack Obama. Se anticipa que en 18 meses, más del 70% del presupuesto del plan esté implementándose en proyectos de educación, salud, […]
El plan de estímulo de recuperación económica de 787 mil millones de dólares fue aprobado por las dos cámaras en EEUU y comienza a ser ley esta semana con la firma del presidente Barack Obama.
Se anticipa que en 18 meses, más del 70% del presupuesto del plan esté implementándose en proyectos de educación, salud, infraestructura pública de servicios, energía y medio ambiente, ciencia y tecnología, insertos en un marco de apoyo económico a los grupos más vulnerables con reducción de impuestos beneficiando a los ingresos más bajos. El plan contempla generar o salvar 3 millones 500 mil empleos.
El monto representa cerca del 5.5% del PIB, mientras que el déficit fiscal se empina sobre el 10 % del PIB. A pesar de ser la mayor inversión fiscal en la historia de EEUU para un período corto, algunos analistas consideran que los fondos son insuficientes considerando la severidad de la crisis y otros indicadores macroeconómicos.
Es una victoria para la nueva administración, con una tenaz oposición del partido republicano para su aprobación, haciéndose la disputa más intensa. En la cámara de representantes ningún republicano apoyó el plan y en el senado sólo tres senadores le dieron su voto favorable. John A. Boehner, el líder congresista republicano de mayor notoriedad, arrojó al piso el documento -un volumen de más de 1000 páginas- con una agresividad inusual. La abrupta renuncia del senador republicano Chuck Gregg a ocupar un puesto en la administración, después de haber aceptado a ocupar el cargo revela el concepto de la supremacía indicando que el estalinismo es una forma extendida de hacer política.
El reclamo republicano apunta al gasto fiscal desproporcionado, acudiendo al argumento de que solo reducción de impuestos produce el crecimiento económico que genera los empleos. El premio Nobel Paul Krugman sostiene que la reducción impuestos contribuyó largamente a producir el déficit de dos trillones de dólares y el desempleo.
Las diferencias en las dos posturas para salvar la economía revelan dos visiones por ahora irreconciliables. Es tal el antagonismo republicano a la intervención del Gobierno en la economía que les imposibilita concebir desde el Estado una política pública para enfrentar la crisis.
Refugiados en la esquina cínica del posmodernismo, «de que la mejor política pública en economía es que no haya política pública», los republicanos expresan a cabalidad la política del perro del hortelano, y es válido preguntar: ¿Para qué persiguen gobernar desde el estado? ¿Para continuar produciendo crisis como la actual?
Sin embargo hay sagacidad y lógica en la postura de negarse al plan. No se sabe si es por una carencia de estrategia, o por una acción deliberada para crear (¿o reafirmar?) la desconfianza de las personas y desestabilizar el gobierno. Es una típica situación de Catch 22. Al apelar al argumento sicológico, dependen que se produzca un clima de desconfianza hacia el gobierno (esta vez el de Obama) que ellos mismos generaron, para su recuperación política como partido.
La posibilidad de una ruleta rusa por la popularidad de Barack Obama está abierta. Con la oposición de un sector que ha estado en el poder por casi 30 años desde 1969, se decanta un proceso con implicancias no solo en EEUU, sino también internacionales. Pocas veces la acción doméstica de un partido, podría tener la repercusión global como en este caso de la negativa republicana de apoyar el plan.
Bajo un contexto de aguda crisis, se comienza a comprometer la estabilidad en un país con profundas divisiones. No en vano en el discurso conmemorando el natalicio de Abrahan Lincoln el 12 de febrero, Barack Obama haya enfatizado el tema de la unidad de la nación y de las «cosas que solo el gobierno puede hacer». Claramente, la cohesión en el país, si la había, se mantuvo en las últimas dos administraciones bajo la égida de la amenaza terrorista externa, mientras se construía una de las peores crisis económicas de los últimos 70 años a nivel mundial.
Siendo EEUU el país central por antonomasia de la actual globalización, sus problemas económicos y políticos impactan en el planeta en una dimensión que no se palpaba hasta conocer la expansión de la actual crisis.
La visión de un clima de estabilidad amenazada, se ve reforzada por el informe de las 16 agencias de inteligencia de EEUU al Congreso de la semana pasada señalando que «la crisis global financiera y económica y la recesión representan la mayor amenaza a la seguridad».
«Tiempo es la mayor amenaza en esta crisis», y que mientras más tiempo se emplea para resolverla, más crece la amenaza a los intereses estratégicos de EEUU», concluye el informe. Las protestas anti gobierno han aumentado en todos los continentes debido a la crisis económica de acuerdo a Dennis Blair el coordinador de la inteligencia estadounidense que presentó el informe al Congreso.
Las ya frágiles reglas del juego de la globalización se distorsionan todavía más en cuanto a que los países toman medidas desesperadas en un clima de tensión en cuanto a proteccionismo, devaluaciones, imposición de regulaciones, y otras medidas que disminuyen la flexibilidad del flujo de mercancías.
El mensaje de este informe es abierto y no sería prudente eximir a EEUU del enfoque. El estrecho vínculo entre seguridad y finanzas continúa siendo el eje que condiciona la administración de un sistema con evidentes síntomas de fatiga económica y política desde hace varias décadas, especialmente a partir de los ajustes fiscales de los años 80.
El partido republicano niega este diagnóstico porque precisamente es parte del problema por su rigidez ideológica y propagar que la única forma de sustentar el sistema es mediante el esquema de finanzas y seguridad. O en otros términos, una economía política basada en un libre mercado exacerbado sin regulación, y aplicando la coerción, la forma más directa y eficaz de ejercer poder.