La desenfrenada e histérica campaña rusofóbica desatada por los demócratas en Estados Unidos, usando acusaciones inventadas y simplemente ridículas sin ningún sustento, además presentando a Vladímir Putin como un maquiavélico ‘Master del Universo’ que hace y deshace Gobiernos, está demostrando la desesperación de la llamada oposición ‘izquierdista’ frente al avance de Donald Trump, quien destaparía los gigantescos turbios negocios de los demócratas con los rusos, entre ellos la venta de uranio norteamericano.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? (Lucas, 6, 41-42)
¿Desde cuándo Rusia es enemigo de Estados Unidos? Hace 16 años en junio del 2001, durante una reunión en Eslovenia entre el presidente George W. Bush y su homólogo Vladímir Putin, el presidente norteamericano dijo «miré al hombre a los ojos, lo encontré muy directo y digno de confianza y me hice cierta idea de su alma». Diez años después, en 2011 algo pasó con el alma de Putin en la percepción del vicepresidente norteamericano Joe Biden, según el semanario The New Yorker (21-07, 2014). Declaró este líder del Partido Demócrata que al observar los ojos de Putin le había dicho «Le estoy mirando a los ojos y creo que usted no tiene alma», a lo que Putin le había contestado «nos entendemos».
Y por lo visto, de verdad ‘se entendieron’ porque el embajador ruso Serguéi Kisliak fue recibido más de 20 veces en la Casa Blanca entre 2011 y 2016. La última vez, en setiembre 2016, el representante ruso estuvo reunido con uno de los principales asesores de Barack Obama, John Paul Holdren. También los demócratas han sido asiduos visitantes de la Embajada rusa en Washington. Inclusive, tras asumir Donald Trump la presidencia, sus visitas se incrementaron de tal manera que el presupuesto de la embajada en febrero se excedió ampliamente pues a todos les gustaba uno que otro trago de vodka. El 27 de febrero de 2017, una numerosa delegación de los líderes del Partido Demócrata visitó al embajador, buscando datos sobre las relaciones de Trump con Putin y prometiendo que si Rusia ayudaba a los demócratas a deshacerse del actual presidente, las relaciones entre los dos países mejorarían notablemente.
Este juego de los demócratas con los rusos no es nada nuevo. London Times informó el 2 de febrero de 1992 que el senador demócrata Edward ‘Ted’ Kennedy buscó en los años 1980 contactos con el Gobierno de la Unión Soviética, e inclusive con la KGB, para no permitir la reelección de Ronald Reagan en 1984 y así parar su «política militarista». Según Paul Kengor, el autor del libro ‘The Crusader: Ronald Reagan and the Fall of Communism’ (2006), el emisario de Ted Kennedy, John Tunney, hizo 15 viajes a la URSS y que «Ted Kennedy creía honestamente que era lo mejor para los intereses de EEUU porque pensaba que Reagan era peligroso».
La historia reciente podría abrir muchas de sus páginas mostrando que los demócratas han buscado no solamente la ayuda, primero soviética y después, la de Rusia, para sus planes políticos, sino también hicieron buenos negocios con Rusia y uno de ellos era el negocio de uranio, considerado un activo estratégico con implicaciones para la seguridad nacional. Esto significa que cada tratado de este tipo tiene que ser aprobado por el Departamento de Estado, a cuyo cargo estuvo Hillary Clinton entre 2009 y 2013. Se sabe que Norteamérica dispone de 66 plantas nucleares todas construidas antes de 1977, cuyos 100 reactores producen el 20% de la electricidad en el país. La quinta parte del uranio que extrae el país en forma de una ‘torta amarilla’, que es una mezcla impura, está ubicado en el estado de Wyoming en un rancho de 35.000 acres que hasta 2009 era propiedad de la corporación canadiense Uranium One, uno de los más grandes productores de uranio en el mundo. En el 2009, la Corporación Estatal de la Energía Nuclear de Rusia, Rosatom, empezó a asumir gradualmente el control de Uranium One en Estados Unidos a través de sus subsidiarias indirectas Uranium One Holding N.V. y JSC ‘UI Group’, logrando el acuerdo final en 2013 que también otorgó a Rusia el 100% de las acciones de Uranium One en Kazajistán.
El 22 de enero de 2013, el medio ruso Pravda publicó el artículo ‘La energía nuclear rusa conquista el mundo’. Posteriormente, The New York Times lanzó un artículo de Jo Becker y Mike McIntire sobre el negocio de uranio que benefició a la Fundación Clinton (‘Cash flowed to Clinton Foundation amid Russian Uranium Deal’, el 23 de abril de 2015). Según el artículo de NYT, Rusia se convirtió en el dominante proveedor de uranio para EEUU y está controlando la quinta parte de la capacidad productiva norteamericana de uranio. Estados Unidos está consumiendo 40 millones de libras de uranio, 20 millones de los cuales provienen de Rusia.
Esta dependencia de Norteamérica del uranio ruso no es nada nuevo. Después del colapso de la Unión Soviética, Rusia se quedó con dos millones de libras de uranio altamente enriquecido (HEU) utilizado para cabezas nucleares de bombas atómicas. En 1993, se firmó el Programa de Megatones a Megavatios entre Moscú y Washington lo que significó la venta de combustible para unas 20.000 cabezas nucleares hasta 2013. Esto implica que las armas nucleares norteamericanas dependen también del uranio enriquecido ruso.
En relación a Uranium One Inc., adquirida por Rosatom por 2.800 millones de dólares para tener el control del 51% de las acciones de la compañía en EEUU, ya surgieron varias preguntas en las que está involucrada Hillary Clinton, quien como secretaria de Estado autorizó la venta de Uranium One a Rosatom. El periodista Peter Schweizer sugiere en su libro ‘La historia no contada de cómo y por qué los Gobiernos extranjeros ayudaron a Bill y Hillary a enriquecerse’ (‘Clinton Cash: The Untold Story of How and Why Foreign Governments and Businesses helped make Bill and Hillary Rich’). En este libro indica que la familia Clinton y Rusia se habrían beneficiado por esta transacción del tipo ‘pay-for play’ (pagar-por jugar). De acuerdo con Schweizer, la transferencia de las reservas norteamericanas de uranio, considerado como un mineral vital para la seguridad nacional, fue realizada a cambio de 145 millones de dólares en donaciones a la Fundación Clinton. Y lo curioso fue que el Comité de Inversiones Extranjeras en EEUU (CFIUS, por sus siglas en inglés) -una entidad vigilante de los tratados que pueden perjudicar a la seguridad del país- aprobó el negocio de uranio con Rosatom.
También en junio 2010, el mismo mes cuando Rosatom obtuvo el control del 51% de Uranium One, Bill Clinton fue invitado por el banco de inversiones ruso Renaissance Capital a Moscú donde recibió 500.000 dólares por su discurso. Parece que todo ha quedado en familia pues siete de los ejecutivos de Uranium One hicieron respetables donaciones a la Fundación Clinton. Con este negocio, Rusia se convirtió en el primer productor de uranio en el mundo. El autor del libro, ‘La guerra más fría: Cómo el comercio mundial de energía se escapa de la comprensión de América’ (‘The Colder War: How the Global Energy Trade slipped from America’ Grasp’), Marin Katusa, llamó a este fenómeno como la «putinización del uranio». La dependencia de EEUU del uranio ruso alcanzó el 50% y la de la Unión Europea es alrededor del 58%.
Rusia está proyectando producir en el 2020 unos 64 millones de libras de uranio (40 millones en Rusia y 24 millones en Kazajistán, Uzbekistán y Mongolia). Esto significa que las armas nucleares norteamericanas serán cada vez más dependientes del uranio de Rusia y en la misma situación estarán sus socios belicosos de la OTAN. El investigador Marin Katusa considera también que el mismo proceso de ‘putinización’ está ocurriendo con el petróleo y el gas. Lo interesante es que el promotor de las marchas contra Donald Trump a base de las denuncias contra la intromisión de Putin en los asuntos internos del Gobierno norteamericano, el llamado representante de la ‘izquierda’ norteamericana, George Soros, está acomodándose, según Marin Katusa, «para aprovecharse de la ‘putinización’ de los recursos energéticos, viendo mayores oportunidades en el uranio, petróleo y gas para su fondo de cobertura (hedgefund)».
Entonces, las amenazas de los demócratas norteamericanos a las que se está uniendo aparentemente Donald Trump para su sobrevivencia, la campañas rusofóbicas de The New York Times, Washington Post, Los Angeles Times anunciando la propagación en EEUU del ‘Trastorno Mental de Trump’, que consiste en perder el contacto con la realidad, tratando de acomodarse con Putin, las amenazas de nuevas sanciones contra Rusia, la belicosidad verbal en crecimiento de la OTAN contra Rusia son actos desesperados de los globalizadores neoliberales que perdieron su enfrentamiento geoestratégico con Rusia y realmente no saben qué hacer. Sin embargo, se dan cuenta perfectamente que no están en condiciones de lanzar una nueva guerra mundial.
Lo único que les queda para asegurar su supervivencia, no a base de sus dólares que están imprimiendo sin límites, sino a base de un diálogo con Rusia y por supuesto con China. Si tomamos en cuenta la descripción del alma norteamericana hecha por el poeta británico D. H. Lawrence (1885-1930): «El alma norteamericana es dura, aislada, estoica y es asesina. Nunca se ha derretido», va ser un proceso difícil para los estadounidenses, pero finalmente lo que manda no es la política, sino la economía que hace derretir hasta a las almas más duras.
Fuente: http://mundo.sputniknews.com/firmas/201703091067454061-amenaza-rusa-eeuu/