¿Coincidencia o signos de un escándalo que se está escapando de todo control? Esa era la pregunta que muchos se hacían anoche en EEUU tras la abrupta dimisión de Gale Norton, la secretaria de Interior de la Administración Bush. Norton comunicó a Bush su decisión en una carta en la que decía que «no echaré […]
¿Coincidencia o signos de un escándalo que se está escapando de todo control? Esa era la pregunta que muchos se hacían anoche en EEUU tras la abrupta dimisión de Gale Norton, la secretaria de Interior de la Administración Bush.
Norton comunicó a Bush su decisión en una carta en la que decía que «no echaré de menos las divisiones que a menudo prevalecen en Washington». Gale Norton, que cumple mañana 52 años, es la primera mujer que ocupa el cargo y será sucedida, con toda probabilidad, por alguien de un estado del Oeste, dado que tradicionalmente los secretarios de Interior proceden de esa zona de EEUU.
La decisión de Norton, una estrecha colaboradora del presidente, no tiene, en principio, nada de especial. Pero se produce justo cuando el Departamento de Interior está sometido a varias investigaciones por presunta corrupción, que en algunos casos salpican indirectamente a la dimisionaria. Aunque poco conocido fuera de Estados Unidos, el Departamento de Interior gestiona la parte del país que es propiedad del Estado federal, que en EEUU equivale a la Administración central española. En total, eso es nada menos que cerca del 25% de la superficie del país, lo que supone que tiene bajo su jurisdicción más de dos millones de kilómetros cuadrados (cuatro veces España).
Entre esos territorios están todos los parques nacionales, los monumentos, las concesiones mineras y petroleras y las reservas indias. Y, precisamente, una de las investigaciones que afectan a Norton tiene que ver con las reservas indias y el famoso lobbysta republicano Jack Abramoff, que se ha declarado culpable de al menos cinco delitos, varios de ellos vinculados a concesiones de casinos indios.
Norton es cofundadora del grupo de presión Consejo de Republicanos por la Defensa del Medio Ambiente, que recibió 225.000 dólares de Abramoff. Posteriormente, Abramoff trató de influir en Interior para lograr concesiones de casinos a las tribus indias que representaba.Hasta la fecha, sin embargo, la investigación no ha encontrado ningún indicio de que Norton violara normas éticas o legales.
Lo cierto es que, como decía la carta de dimisión, «nunca habrá un momento perfecto para irse». Así que probablemente sea injusto vincularla al escándalo Abramoff. Aunque de lo que no cabe duda es de que su salida de la Administración es la mejor noticia que han recibido los ecologistas estadounidenses desde que Bush vive en la Casa Blanca.
Norton ha sido decisiva en los esfuerzos -hasta ahora, infructuosos- de la Administración para abrir a la explotación petrolífera una parte del Refugio de la Vida Salvaje del Artico. También ha desempeñado un papel central en los esfuerzos para reducir la capacidad de la Agencia de Protección del Medio Ambiente y a ella se atribuyen las maniobras políticas que acabaron haciendo que la primera presidenta de esta agencia con Bush, la republicana de centro Christine Todd Whitman, acabara dimitiendo en 2003.
Otras acciones que el Departamento de Interior ha llevado a cabo durante el mandato de Norton es la defensa de las motos de nieve en el Parque de Yellowstone, una nueva legislación que fomenta la desecación de marismas, y la ocultación del impacto medioambiental y sanitario de los atentados del 11-S en Nueva York.