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La segunda muerte de James Dean

Fuentes: Rebelión

Para los cinéfilos es bastante conocida la biografía de James Dean. Había nacido en 1931 como James Byron Dean en el estado de Indiana. Actor de cine y de teatro, fue considerado un ídolo de la juventud de su tiempo, a pesar de que tuvo una vida muy corta. Como actor de cine se le […]

Para los cinéfilos es bastante conocida la biografía de James Dean. Había nacido en 1931 como James Byron Dean en el estado de Indiana. Actor de cine y de teatro, fue considerado un ídolo de la juventud de su tiempo, a pesar de que tuvo una vida muy corta.

Como actor de cine se le recuerda fundamentalmente por Al este del Edén (1955), Rebelde sin causa (1955) y Gigante (1956).

En 1954 el director Elia Kazan, que había rodado Un tranvía llamado deseo con Marlon Brando, le ofreció el papel principal en Al este del Edén. El director eligió a Dean por su similitud con el personaje: introvertido, tosco, melancólico y apasionado. Al poco tiempo Nicholas Ray le contrató para el papel protagónico en Rebelde sin causa, junto con Natalie Wood. Luego Dean rodó Gigante, de George Stevens, junto a Rock Hudson y a Elizabeth Taylor.

Al finalizar el rodaje de Gigante, Dean se compró un Porsche Spyder, al que bautizó «The little bastard» (El pequeño bastardo), en el que perdió la vida el 30 de septiembre de 1955, a la edad de 24 años.

James Dean no llegó a vivir el estreno de sus dos últimas películas. Sin embargo, Rebelde sin causa le convirtió en héroe de la juventud de su época, y es la película más conocida de todas las que hizo. Habiendo muerto cuando se estrenó, James Dean se convirtió en leyenda.

II

Pero la historia reciente nos trae noticias de otro James Dean. James Emerick Dean. Soldado norteamericano muerto por la policía estadounidense en San Francisco en los días de Navidad.

La agencia AP trae la escueta nota de que «En Maryland, un soldado de la reserva de Estados Unidos, deprimido porque lo iban a mandar a Irak, murió baleado por la policía tras una confrontación de 14 horas.

Dean ya había estado 18 meses en Afganistán y se sentía abatido tras haberse enterado que ahora le correspondía ir a Irak, dijeron a la policía miembros de la familia.

James Emerick Dean, de 28 años, se había atrincherado desde la noche de Navidad en la vivienda de su padre, con varias armas a su disposición. Alrededor del mediodía del martes, mientras la policía usaba gases lacrimógenos para obligar a Dean a salir de su hogar, el soldado salió a la puerta y apuntó su arma contra un agente, dijo Tim Cameron, policía del condado de Saint Mary. Otro agente disparó un balazo contra Dean, matándolo.

Wanda Matthews, que vive al lado de la vivienda del padre de Dean, dijo al periódico The Washington Post que el joven se sentía deprimido porque debía ir a Irak. Su padre me dijo que él no deseaba ir a la guerra, señaló Matthews. Ya había participado en una guerra y no quería ir de nuevo».

Efectivamente, James E. Dean (al que quizá le pusieron ese nombre para recordar al actor, al «rebelde sin causa») ya había participado en una guerra, pero en una guerra que no era suya. En la invasión a Afganistán no había sido ni rebelde ni con causa. Sencillamente lo habían enviado y ahora pretendían obligarlo a ir a Irak y por eso lo matan. Porque se negó a ir.

James E. Dean muere como regalo de Navidad del Gobierno de Bush. Cuando James Dean por fin se rebeló por una causa, cuando fue rebelde y con causa, cuando se negó a participar en más Abu Ghrabis, cuando no quiso volver a saber del uranio empobrecido, cuando no quería seguir siendo cómplice de una masacre a la población iraquí, el gobierno norteamericano se «olvidó» de que James E. Dean era un «héroe» de Afganistán y lo mata.

Esa es la realidad de Estados Unidos. Un ejército formado a partir de mercenarios y de jóvenes obligados cuyos padres desesperados piden que los devuelvan a casa. James E. Dean muere cuando apostó por la vida. Pero el imperio no perdona. Santa Claus le tenía como regalo la muerte. Sólo que esta vez no venía en un trineo con renos, sino en una patrulla policial.

James Dean ha muerto de nuevo, pero quizá esta vez no se convierta en leyenda. La gran prensa al servicio del imperio lo silenciará, tratará de matarlo moralmente, dirá que sólo era un soldado «deprimido», ya no saldrá en cinemascope ni tendrá un Porsche, pero no podemos olvidar que es una nueva víctima del «Gran Bastardo».