Recomiendo:
0

¿Absurdos de la vigilancia y el control social?

La Seguridad Nacional y la razón iluminista

Fuentes: Rebelión

El temor a la rebelión de los oprimidos induce a adoptar medidas de precaución más rigurosas. Sigmund Freud La información deja estupefacto a cualquiera. En un manual secreto antiterrorista del gobierno de EE.UU., se revela que en la práctica todos los seres humanos del planeta, podemos ser fácilmente incluidos en listados de terroristas a perseguir. […]

El temor a la rebelión de los oprimidos induce a adoptar medidas de precaución más rigurosas. Sigmund Freud

La información deja estupefacto a cualquiera. En un manual secreto antiterrorista del gobierno de EE.UU., se revela que en la práctica todos los seres humanos del planeta, podemos ser fácilmente incluidos en listados de terroristas a perseguir. Para ello la parafernalia de agencias de seguridad estadounidense puede increíblemente predecir si una persona va a cometer un acto terrorista en el futuro, e incluso se le puede imponer al sospechoso la tarea irrealizable, de probar su inocencia, ¡respecto a un hecho que nunca se ha producido! O así mismo en dicho texto ¡los muertos también pueden ser sospechosos de conductas similares! (‘The Intercept’. Jeremy Scahill y Ryan Devereaux. http://actualidad.rt.com/actualidad/view/135017-eeuu-manual-secreto-terrorista-muertos )

Procedimientos de este estilo permiten establecer la ocurrencia de un fenómeno afectante de la razón o incluso permisivo de su abolición, al interior del pensamiento en la primera potencia mundial, en una era estimada como descendiente directa de la Ilustración. Distorsiones de la valoración racional de hechos políticos y sociales son ostensibles en las conductas de los poderes dominantes en aquella nación

En este sentido es notable una concepción metafísica en las definiciones políticas sobre su país en los dirigentes en Washington, recientemente renovadas por Barack Obama (Academia Militar de West Point, el 28 de mayo 2014). Allí una vez más fue lanzado el concepto de que EE.UU. es «la única nación indispensable y la única salvaguardia frente al ‘caos'», en el mundo. Indefectiblemente tan portentoso aserto acarrea unas consecuencias bastante conocidas, y nada tiene que ver el hecho de no poderlo sostener ningún fundamento histórico, político o económico; por tanto tal formula se instala en los terrenos etéreos de lo cuasi sagrado, con lo cual adquiere las características de ser parte de una liturgia necia y mística.

Lo paradójico y grave del asunto radica en que justamente EE.UU. previsiblemente, de acuerdo a juiciosos analistas, en un futuro cada vez más próximo «estará compuesto por una gran clase de desposeídos y una minúscula oligarquía poderosa que dirigirá un sistema despiadado y brutal de neofeudalismo desde instalaciones vigiladas» (Chris Hedges: 2012).

Tozudos hechos han sustentado ello; Estados Unidos por mandato del Congreso bajo la poco oculta aquiescencia del Presidente Obama, desde enero de 2012 se halla bajo la legalidad de normas del tipo de la nefasta Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN): como la Ley de Autorización de Defensa Nacional (National Defense Authorization Act, HR 1540), en la cual se logra hacer legal la posibilidad de que un ciudadano estadounidense opuesto a las políticas de la Casa Blanca sea sospechoso de terrorismo y detenido indefinidamente bajo mandato militar. Esto equivale simple y llanamente a lo denominado eufemísticamente por apologistas del sistema, como la implantación de una ‘era posconstitucional’.

En esta era de desmonte de cualquier garantía, el gobierno de la Casa Blanca en consonancia con lo anterior emplea las ciencias sociales como arma para mantener a raya a inconformes activos o no. La mera creación de proyectos particularmente destinados a evitar la reacción popular ante planes y programas de dominación y expoliación por todo el planeta (The Minerva Research Iniciative, una investigación antropológica en el control social de insumisos en universidades como Kansas, Maryland, Washington, Harvard, entre otras), es una muestra del saber humano empleado justamente en evitar la configuración y acción de las mismas fuerzas sociales impulsoras del bienestar común en lo que actualmente conocemos como occidente.

Si nos extendemos más en la utilización de la ciencia en pro de vasallaje y la destrucción encontramos como mercenarios en contra de la liberación del hombre a científicos sociales empotrados: antropólogos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, geógrafos, etc., hoy abiertamente al servicio del control social de pueblos sometidos. Décadas atrás se guardaban más las apariencias; es de recordar en los años sesenta y setenta, dentro de la DSN, al subrepticio Proyecto Camelot (entre otros en Latinoamérica), un estudio sociológico destinado a establecer el potencial de resistencia popular en Chile; allí tenemos también al avieso doctor Sidney Gotttlief (al servicio de la CIA con aquel rocambolesco proyecto de control mental MK-Ultra), la guerra bacteriológica (con conceptos tan siniestros como ‘ingeniería de la infección’), etc., etc., en la búsqueda frenética de cómo someter y destruir.

No obstante, si alguien cree que dicha reconversión de la ciencia es referida a las afueras de Norteamérica se llevará una gran sorpresa. Planes contrainsurgentes (antiinsurrección) concebidos para Afganistán e Irak son adaptados a las condiciones internas de la metrópoli, donde poblaciones locales son vistas cada vez más desde una perspectiva militar (Nafeez. Mosaddeq Ahmed: 2014), como fuerzas perturbadoras del equilibrio establecido en favor de una minúscula plutocracia con aliados y ramificaciones mundiales. Lo especial de todo esto es que proyectos pseudo científicos de control social como Minerva entre otros, justamente apuntan al estudio de participantes sociales no violentos, lo cual nos dice mucho de la extensión y objetivos del control actual. Subyace en todo una esencia de esfuerzos del gobierno de Washington por militarizar las ciencias sociales a fin de ponerlas al servicio de la guerra, una contrainsurgente, notable en el exterior y latente en lo interno.

Los miembros del aparato bélico comunicacional pentagonal (militares y periodistas) producto de la lógica de conquista y expoliación, han sido convertidos en burócratas especializados en la contención universal del descontento surgido a causa del despojo mundialmente ocasionado; para ello se utilizan intensivamente técnicas más o menos violentas, producto de la aplicación del conocimiento científico.

De tal forma, la elaboración de un corpus de ideas elevadas con absurdidad al nivel de lógicas máximas inamovibles, vestidas de conceptos cuantificables y comprobados, de los cuales se desprenden ominosas técnicas para el abordaje de problemas imperiales de cómo contener a crecientes grupos humanos, dio justamente origen a lo infaustamente conocido hace unos sesenta años (específicamente en América Latina) como la enunciada DSN; una estructura conceptual propiciante de los escuadrones de la muerte, las desapariciones, las torturas, del terror institucionalizado, buscando ferozmente sustentación de un modelo político burocrático-autoritario a la par de uno económico de liberación absoluta del capital local y principalmente foráneo. Es evidente que aquella no ha perdido vigor, sino más bien ha tomado una forma menos ostentosa.

La geopolítica luego de la Segunda Guerra Mundial, ha proporcionado un pseudo fundamento científico a los dogmas de la seguridad nacional. Con ello la rebelión anticolonial ha sido expuesta como acción a neutralizar bajo parámetros científicos, siendo abordada a la manera de distorsión del desarrollo del capitalismo realmente existente, por estamentos ‘técnicos’ de la coerción, reduciéndose el tema a la manera más eficaz de someter a la población.

En un contexto así, proviniendo de la DSN, la denominada Seguridad Nacional contemporánea combinando autoritarismo y neoliberalismo económico, ha suprimido las diferencias entre violencia y no violencia, y más aún los conceptos de política interior y exterior, como ocurre ya sistemáticamente en EE.UU. o cada vez menos esporádicamente en Europa.

Este acervo de técnicas surgió originalmente en EE.UU. a manera de una evidente metafísica de dominación violenta, intentando otorgar explicación racional a la necesidad de una represión de quienes padecían múltiples despojos. El pilar de dicha concepción ha sido la política ampulosa de Washington de la asunción de un papel fundamental: el ser gendarme, guardián, velador, del muy injusto planeta capitalista, lo cual en momentos de teórica vigencia del pensamiento iluminista, no es cosa menor en cuanto a contradicción.

Esto nos descubre a la ciencia invocada por aquella concepción, al servicio no de la liberación del hombre como fue su propósito, sino de su dominio. Justamente uno de los surcos que deja el poder irradiado por los hombres a través de la razón iluminista, es el identificable como una especie de saber, inmediatamente organizado y difundido, constituyendo aparatos de conocimiento que no llegan a establecer estructuras complejas de pensamiento: «… el poder cuando ejercita estos mecanismos sutiles, no puede hacerlo sin formar, organizar y poner en circulación un saber o, más bien, aparatos de saber que no son edificios ideológicos» (Foucault: 1992). Un tipo de sabiduría ejemplarizada al interior de nociones como la de la Seguridad Nacional; de aquí parten conceptos abstractos los cuales por sí solos esbozan vacuidades, siendo expuestos persistentemente como ejes centrales de la política general de la sociedad (nación, intereses estratégicos, objetivos nacionales, poder nacional, etc.). Sencillamente clamorosas artimañas.

Y en cuanto al poder, en estas circunstancias la realidad del mismo es muy distante de la oficial mediatizada por científicos sociales amaestrados: «… no sabemos quién lo tiene (el poder) exactamente, pero sabemos quién no lo tiene» (Foucault: 1981). El poder afirmado por la razón hace esquivo y equívoco el lugar y los actores de aquel, y no obstante le reafirma en sus aspectos más negativos.

El lenguaje de las extensas legislaciones de Seguridad Nacional es en extremo acientífico por su redundante ambigüedad y eufemismos, instalando el doble pensamiento orweliano en los discursos oficiales. Precisamente variadas formas del doble lenguaje inducen a un ambiente de incertidumbres desembocantes en un miedo colectivo, enmarcado en una práctica de secretismo, así como en formas de castigo bajo el tenor autónomo de una omnipresente policía secreta real y virtual.

La utilización de las ciencias sociales en la contrainsurgencia, más precisamente, en la aplicación de terrorismo de estado, en poblaciones que de una u otra manera resisten su sometimiento a la pobreza, demuestra la intención de emplear el conocimiento, el saber, el caudal de sabiduría de la humanidad, no para su liberación y mejor realización de la vida biológica y social, sino todo lo contrario: como técnicas para darle realce a infringir dolor, usar terror paralizante, manipular.

Con todo ello recordamos la crítica a la razón iluminista como forma empleada por el poder existente para realizar y fundamentar la opresión, expuesta de manera aguda y extensa en el siglo XX por miembros destacados de la Escuela de Frankfurt, esencialmente en el texto Dialéctica de la Ilustración de 1947. En este documento de reflexión se advierte que cuando más se creía que la civilización contemporánea, hija directa de la Ilustración, había desterrado el miedo, este ha sido convertido en parte permanente y esencial de lo estimado por el poder como necesario elemento de cohesión social: «el miedo es hijo de la civilización moderna…» (Max Horkheimer, Theodor W. Adorno: 2007) ¿Qué son esas fascistoides leyes de seguridad de estos tiempos, sino la entronización lógica del terror y la desconfianza como ambiente general?

El técnico y a la vez sangriento siglo XX, ejemplariza formas de atrapar la naturaleza para a través de ese encadenamiento, realizar un dominio extractivo de aquella y los hombres; este ha sido uno de los desenlaces de la razón para La Escuela de Frankfurt. La ciencia ha devenido contemporáneamente en idealización mítica de esquemas y cuadros unidimensionales y compactos, generando la simplificación del mundo reduciéndolo a conjunto de objetos de inanimada uniformidad; a partir del ascenso del capitalismo los seres humanos hemos devenido en cosas, las civilizaciones descendencia de aquel afinan individuos-objeto (cosas en veces animadas), siempre elementos de estadística tendientes al error, al fallo, a ser patologías; ‘la razón produce monstruos’, decía pictóricamente Francisco de Goya.

Esta ciencia sin conciencia nueva forma de barbarie (como dijera Walter Benjamin), de la era del capitalismo de casino, absolutamente absurda, pero catastróficamente dominante, separa aún más al ser humano de su entorno vital que es la naturaleza; este es en realidad un fenómeno que sólo puede identificarse mirando al pasado, con el totalitarismo. Lo anterior ha inducido a la Ilustración ser cada vez más frecuentemente partidaria de la coacción social, hasta en los periodos formalmente estimados como de democracia. La razón se autoalimenta negativamente adquiriendo vida propia hasta la increíble posibilidad regresiva, hoy hecho físico y mental sopesable, de ser propicia para ejercer a plenitud un superior nivel de injusticia social, como en ningún momento anterior de la historia humana se ha conocido, dados los recursos a su disposición.

En este clima civilizatorio enrarecido, la estructura social en veces pareciera contener contrapesos, libertades, gratificaciones; no obstante, corresponden a un intrincado conjunto de más o menos visibles añagazas. Las abstracciones huecas con ropaje racional en el capitalismo, se exponen en el caso de las libertades, justo cuando el sistema de ‘mercado’, se endurece tornándose dictadura revestida de la cada vez más liviana solemnidad democrática de las cartas magnas; este ropaje aceleradamente se va haciendo girones a medida que las contracciones del mercado aplastan poblaciones y se envanecen del cinismo proporcionado por los medios de comunicación.

El capital impone como hecho de la naturaleza humana moderna la desigualdad social y económica, erigiéndola a manera de precio inexcusable por pagar; los triturados por aquel son vistos en la forma de posmoderna ofrenda al espíritu del ‘progreso’, un rezago del siglo XIX, que abarca incluso al lamentable ‘socialismo neoliberal’ realmente existente hoy.

Consecuencia a lo anterior ocurre la guerra como castigo y forma de acumulación primitiva dispuesta ya no para aguijonear enemigos, sino para exterminarlos y modelo de trato a los súbditos del capital; es el poder desnudo, el merum imperium de los romanos, legitimado por una ciencia deshumanizada (en nuestro contexto un oxímoron), la negación del sentido mismo del saber.

Paradójicamente se anula a la razón como proveedora de una mejor determinación de los fines de la vida, y a la vez se le entroniza como instrumento de la organización de acciones autoritarias, brutales, totalitarias, por el mero sentido de mantener el estado de cosas existente al infinito, a la par del palmario empeoramiento de la calidad de vida colectiva.

Las elucubraciones de las ya numerosas formas contemporáneas de la Seguridad Nacional de los estados occidentales, poseen la característica común de pretender un conocimiento, que puede ser definido como saber para la destrucción, más allá de la guerra misma. No obstante, la DSN es, desde un punto de vista histórico, simplemente una perversa ideología de cierto tipo de sociedad. Una que convierte la guerra en principio organizador, marcializando la política al establecer fortalezas inexpugnables de privilegios a ser defendidos mediante todas las armas a disposición, preparando ‘técnicos’ destinados a ejecutar la identificación, captura, castigo y hasta eliminación de oponentes a la presente ofensiva de la dictadura del capital. Todo el estado contemporáneo es forzado a asumir de una u otra manera una postura política contrainsurgente frente a su población.

No obstante, y a pesar del cerramiento y posicionamiento de la razón, también por esta misma, sabemos que ante cualquier poder existe más o menos eficaz resistencia. Esta se enfrenta cada día a un estado de la Seguridad Nacional (hoy securitarismo) pretendidamente universal, estructurando técnicas para el mantenimiento y agudización de la desigualdad; por el bien de todos, esperemos que esto no constituya un terreno irrecuperable para los resistentes. Va siendo necesario que activamente nos erijamos en plenamente sospechosos, a la manera establecida en los absurdos manuales represivos de la razón instrumentalizada como justificación y herramienta del vasallaje planetario.

Lecturas:

-Chris Hedges. Citado por Morris Berman. Las Raíces del Fracaso Americano. Editorial Sexto Piso. México 2012.
Michel Chossudovsky. La inauguración del estado policial en EEUU. Global Research. Enero 2 de 2012.

-Gilberto López y Rivas. La antropología militarizada, de nueva cuenta. La Jornada- Marzo 1 de http://www.jornada.unam.mx/2014/02/28/index.php?section=opinion&article=025a1pol

-Nafeez Mosaddeq Ahmed. El Pentágono invierte en las ciencias sociales. The Guardian. En Red Voltaire 17 de julio de 2014. http://www.voltairenet.org/article184768.html

-Joseph Comblin. Poder Militar en América Latina. Ediciones Sígueme. Salamanca 1978.

-Michel Foucault. Genealogía del Racismo. De la guerra de las razas al racismo de estado. Ediciones Edymion. Madrid 1992.
–. Un Diálogo Sobre el Poder y otras Conversaciones. Alianza Editorial. Madrid 1981.
–. Vigilar y Castigar. Siglo XXI Editores. México 1990.

-Max Horkheimer. Historia, Metafísica y Escepticismo. Ediciones Altaya S.A. Barcelona 1995.

-Max Horkheimer, Theodor W. Adorno. Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Obra completa 3. Ediciones Akal. Madrid 2007.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.