«La sharia implica que vivamos el día a día de acuerdo a la ley de dios y eso es lo más natural para un musulmán», explica Ibrahim Mashdoub, iman de la mezquita de al Garamaldi, en pleno casco antiguo de Trípoli. A pesar de tan categórica afirmación, este sacerdote vacila cuando las preguntas se vuelven […]
«La sharia implica que vivamos el día a día de acuerdo a la ley de dios y eso es lo más natural para un musulmán», explica Ibrahim Mashdoub, iman de la mezquita de al Garamaldi, en pleno casco antiguo de Trípoli.
A pesar de tan categórica afirmación, este sacerdote vacila cuando las preguntas se vuelven más específicas: «¿Deberán cubrirse el cabellos las mujeres libias? ¿Podrán conducir? ¿Se cortará las manos al ladrón?…»
«Ese es uno de los problemas con el tema de la sharia; todo el mundo habla de ella pero nadie sabe en qué consistirá realmente», se queja Wail Mohammed, un joven tripolitano, desde la terraza de un café de moda a escasos 50 metros de la mezquita de al Garamaldi.
Muchos jóvenes como Mohammed difícilmente pueden ocultar su disgusto ante el aparentemente relevante papel de la religión en Libia a corto plazo:
«¿Qué sharia vamos a escoger? ¿la de Pakistán? ¿la de Indonesia?»¿acaso la de Irán? se pregunta este antiguo traductor de inglés hoy sin trabajo.
Pero otros como el jeque Omar Mukhtar, hoy máxima autoridad militar en el antiguo bastión gadafista de Bani Walid, ya han hecho su elección:
«Todos los libios queremos una sharia como en Qatar, o Emiratos Arabes. Eso nos dará la cohesión que el país necesita», explica este mando militar y tribal, prácticamente parafraseando a los líderes del CNT en las últimas semanas.
Sea como fuere, lo cierto es que la sharia de Qatar, que permite conducir a las mujeres pueden conducir y tolera el alcohol dentro de unos límites parece llevarse el gato al agua entre los libios.
No obstante, son también muchos los que se oponen a que la futura Constitución libia eche raíces en el Corán.
«Desde el mismo CNT se empeñan en criminalizar a los que no somos religiosos, se queja Abdullah Zlitani, un conocido abogado de Trípoli. «Se está lanzando un mensaje que intenta convencer a la gente de que una carta magna no islámica abolirá por ley el culto religioso y promoverá la prostitución, es una locura», explica Zlitani desde un despacho en el barrio de Gargaresh, al suroeste de la capital libia.
Y no son, ni mucho menos, los ateos y/o agnósticos como Zlitani los que abogan por una separación entre Estado y religión. Fathi Buzakhar es musulmán y preside de la Conferencia Libia Amazig, un organismo que lucha por defender los derechos de la principal minoría de Libia -alrededor de un 10% de la población:
«Separar política y religión es fundamental para poder construir un estado democrático pero el nuevo gobierno libio parece haber descartado ya por completo dicha vía», dice Buzakhar desde su residencia en Trípoli. El lider amazig denuncia asimismo que el nuevo borrador de la constitución sigue sin reconocer a su pueblo ni a su lengua, algo que, dice, no esperaba después de la brutal asimilación a la que fueron condenados por Gadafi.
«No sólo no somos árabes sino que encima profesamos una corriente muy moderada del Islam, la ibadí, cuyos clérigos fueron prácticamente ejecutados en su conjunto por Gadafi por constituir otra seña más de nuestra identidad como pueblo», dice Buzakhar, quien achaca gran parte de la desdicha del pueblo libio a la ideología «arabista-islamista importada desde el golfo Persico».
Renglones «prohibidos»
Probablemente sean las mujeres libias las que más teman la aún por definir pero casi inevitable sharia. Muchas empiezan a preguntarse incluso si habrán de «compartir» a su marido tras las polémicas declaraciones de Mustafá Abduljalil- cabeza del CNT- en torno a la legalización de la poligamia.
«Abduljalil no para de repetir que Libia adoptara la sharia -lo hizo por última vez ante la Alta Representante para la Política Exterior y la Seguridad de la UE , Catherine Ashton- el pasado 12 de noviembre- pero lo cierto es que esa es una decisión que ha de tomar el pueblo libio de forma consensuada y democrática», se queja Asma Hassan, una activa defensora de los derechos civiles en Trípoli. La joven asegura que el que haya tantas versiones de la sharia obedece a las infinitas lecturas del Corán:
«Lo que dice literalmente el Corán es que te puedes casar con dos, tres y hasta cuatro mujeres, pero a continuación añade que «no estaría bien». Parece que la mayoría aquí ha decidido prescindir del segundo renglón», se queja Hassan, quien asegura lucir velo «más por discreción que por convicción».
Así las cosas, diversos analistas temen que no se produzca una ruptura clara con el régimen de Gadafi. Al gran número de miembros del antiguo régimen en la actual administración se le suma el papel que el Islam parece que va a jugar en la nueva Libia.
«Dios, Muammar y Libia», era uno de los eslóganes más coreados durante los casi cuarenta años que Gadafi permaneció en el poder. Y es que aquella Libia era ya un estado islámico conservador en el que el Islam se practicaba de forma rigurosa. No fue por puro azar que Gadafi llamara «libro verde» -el verde es el color del islám- al volumen de lectura obligatoria que recogía su ideología.
Miedo al caos
Las elecciones constitutivas del pasado 23 de octubre en la vecina Túnez- el primero en destapar la caja de Pandora de las revoluciones en el norte de África- pueden ser un termómetro a la vez que un catalizador de lo que se espera que ocurra en Libia. Con un 40% de los votos, la coalición islamista moderada Nahda se hacía con el triunfo en las primeras elecciones «post-revueltas».
Santiago Alba Rico, escritor y analista político afincado en Túnez desde hace doce años, comparte desde allí con IPS su visión de lo que puede ocurrir en Libia a corto plazo:
«Probablemente, el islam moderado es la única posibilidad que hay en Libia de «civilización» frente al caos. Una democracia islámica en Libia sería un avance mucho más «progresista» que la dictadura de Gadafi y la salida más realista a la posibilidad de un enfrentamiento entre milicias», afirma Alba Rico, en clara referencia al caos que reina hoy en un país en el que las facciones armadas imponen su ley.
«Se adopte o no la sharia -añade el intelectual madrileño- lo deseable es que eso lo decida el pueblo libio, y en las urnas».
Fuente original: http://www.ipsnoticias.net/