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La mayoría de medios de comunicación de este país continúa tragándose cualquier cosa que les llegue con un sello de la policía

La superpifia de los bomberos

Fuentes: El Temps

Traducido del catalán para Rebelión por Lucas Marco

El caso de los cinco bomberos catalanes grabados por una cámara de seguridad cuando compraban en un hipermercado cerca de París, e identificados como miembros de un comando de ETA por los ministerios del Interior francés y español, es muy grave. Más de lo que parece. Y no sólo por el alcance de esta pifia en mayúsculas, que ha puesto en peligro durante un montón de horas a los cinco luchadores contra el fuego catalanes -¿qué habría pasado si son interceptados en un control esporádico de la policía francesa y topan con agentes de sangre caliente y gatillo fácil?- por la angustia que les ha creado -a ellos directamente, forzados a encerrarse en un hotel cuando supieron que tenian orden de busca y captura y a sus familias, que se quedaron a cuadros, cuando los vieron en todos los telenoticias etiquetados como peligrosos terroristas- o por los perjuicios sociales derivados de todo el enredo.

Es grave porque, a pesar de todo lo que nos venden los gabinetes de prensa y relaciones públicas de los ministerios implicados, evidencia que el trabajo de la policía -ni aquí ni en Lima- nunca es tan riguroso como parece, ni tan fiable como quieren hacernos creer. Un policía veterano -con años de servicio y alguna cicatriz de bala en el cuerpo- me decía, hace tiempo, que el 90% de los éxitos policiales son fruto de las delaciones y de las interceptaciones telefónicas. El resto, investigación pura y dura. Las operaciones de los cuerpos de seguridad raramente son tan perfectas y limpias como salen en las películas. Hay casualidades, circunstancias y mil y un azares que gravitan y las condicionan. Cosas que a veces se pueden intuir pero difícilmente se explican en su totalidad. La pifia con los bomberos que pasaban sus vacaciones practicando escalada en Fontainebleau -denunciados por un policía jubilado que los oyó hablar en catalán en el supermercado y perdió la chaveta calificándolos de etarras-, me recuerda a los parámetros que utilizaba la policía franquista con la oposición de izquierdas: barbudos, pelo largo, vestidos con tejanos y camisetas, morral… Me horrorizo de pensar que, a pesar de los años, en el fondo en estas cuestiones tan serias seguimos igual: guiándonos por las apariencias y tirando recto.

Y es grave porque la mayoría de medios de comunicación de este país continúa tragándose cualquier cosa que les llegue con un sello de la policía. Hace muchos años unos cuantos periodistas ya descubrimos que las notas de la policía no siempre iban a misa, que también hacía falta verificarlas. Esta praxis nos dió muchos dolores de cabeza y algún éxito informativo. Pero aquellos principios se han olvidado. Lo olvidaron los directores que se creyeron a José María Aznar, el 11M, cuando les decía que era cosa de ETA. Y ahora de nuevo lo olvidan con todo aquello que se refiera al conflicto vasco.

Xavier Vinader (Sabadell, 1947), veterano periodista de investigación, recibió en 2007 la Creu de Sant Jordi.

Publicado en la revista El Temps (nº 1346) del 30 de marzo del 2010.