Los 15 precandidatos presidenciales de ambos partidos se pronuncian por «el cambio», pero ninguno ha logrado ofrecer una solución a una economía en deterioro, a la ola de bancarrotas, a un sistema de salud descompuesto, a la ausencia de una política migratoria y mucho menos a una guerra desastrosa que está por cumplir cinco años. […]
Los 15 precandidatos presidenciales de ambos partidos se pronuncian por «el cambio», pero ninguno ha logrado ofrecer una solución a una economía en deterioro, a la ola de bancarrotas, a un sistema de salud descompuesto, a la ausencia de una política migratoria y mucho menos a una guerra desastrosa que está por cumplir cinco años.
A menos de dos semanas del comienzo del ciclo electoral, los candidatos y el electorado parecen tener graves problemas de comunicación. Todo empieza el 3 de enero con el proceso de selección por las bases registradas de cada partido en Iowa, y después un ilógico calendario de primarias en los 50 estados en la primavera y antes del acto de la nominación del candidato presidencial de cada partido en el verano en sus respectivas convenciones nacionales.
La opinión pública es muy clara: las cosas no funcionan en este país, incluyendo el sistema político. La encuesta mas reciente de NBC News/Wall Street Journal difundida hoy revela, entre otras cosas, que una pluralidad de 46 por ciento desea reformas «mayores» y una nueva modalidad en el gobierno. Tres de cada 10 opina que el sistema bipartidista «está seriamente deteriorado y el país necesita un tercer partido».
Siete de cada 10 desaprueban la gestión de los legisladores federales, con sólo 18 que la aprueban. Las quejas más severas para los demócratas se originan por el fracaso de los congresistas en su intento de cambiar el curso de la guerra en Irak, mientras que para los republicanos son los logros anulados en temas como gasto excesivo del erario publico, el fracaso de una reforma migratoria y pocos logros en abordar otros temas domésticos.
Cincuenta y siete por ciento del total opina que el curso «más responsable» para la política estadounidense en Irak es retirar la mayoría de las tropas a principios de 2009, aunque se registró un pequeño incremento entre los que opinan que el manejo de la guerra ha mejorado.
Con casi todos los candidatos de ambos partidos enfatizando su fe religiosa como parte de su mensaje -particularmente los republicanos, que están batallando por el voto cristiano conservador-, resulta sorprendente que una pluralidad de 45 por ciento se queja de que hay demasiada discusión sobre religión en las campañas.
Para los votantes demócratas, los temas económicos son la prioridad, mientras que la defensa nacional es de vital importancia para los republicanos. Temas como el control de armas o los derechos para los homosexuales son primordiales sólo para 5 por ciento en ambos partidos políticos.
Pero a pesar de esta encuesta, que se hace eco de otras recientes, en el sentido del deseo de un cambio mayor en la política estadounidense, los candidatos siguen temerosos y no se atreven a responder a esta demanda popular más que en la retórica. A pesar del agotador uso de la palabra «cambio» en sus discursos, pocos logran convencer hasta ahora a un electorado un poco harto de la clase política.
Por ejemplo, desde hace meses la opinión pública y las últimas elecciones legislativas habían expresado su deseo de buscar un punto final a la guerra en Irak, desaprobada por la gran mayoría. Los demócratas reconquistaron la mayoría en ambas cámaras en gran medida por eso, pero han dejado desilusionados al electorado.
Peor aún: en uno de los debates celebrados entre los precandidatos presidenciales demócratas, un asistente preguntó si ellos podrían prometer que las tropas serían totalmente retiradas al concluir sus primeros cuatro años en la Casa Blanca.
Sólo uno de los seis (son ocho en total) con probabilidades reales de llegar a ser el candidato demócrata, Bill Richardson (en el cuarto lugar en las preferencias de los votantes demócratas), se atrevió a decir que sí, mientras Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards -los tres favoritos por el momento- rehusaron comprometerse a que Estados Unidos retirará por completo sus fuerzas armadas de Irak para 2013.
O sea, un año después de que arrancaron las precampañas, después de 17 debates y foros entre los precandidatos demócratas, y más de 150 millones de dólares gastados en las campañas hasta ahora, no se ha logrado definir que es eso, en concreto, de «un cambio», más allá del personal que ocupará la Casa Blanca a comienzos de 2009.
Por el lado republicano, el peso de una de las peores presidencias de la historia, con una guerra cada vez más reprobada, decenas de escándalos de ética y abuso de poder y corrupción, el panorama no es muy alentador. Sus candidatos se distancian en varios grados de la presidencia de George W. Bush, y tienen que convencer al electorado que saben cómo reparar el daño con «un cambio», pero aún no logran ofrecer una idea de qué implica eso si no es más que la continuación de lo mismo.
Sin embargo, en Iowa, donde el proceso arranca, en el juego electoral ya está percibiéndose esta frustración ante la posibilidad de más de lo mismo. De repente, los hasta ahora favoritos en las preferencias de los electores a escala nacional y hasta recientemente en ese estado tan poco representativo del país (población pequeña, muy blanca y rural en una nación con grandes concentraciones de población, 80 por ciento urbano y creciente diversidad étnica y racial) están perdiendo frente a candidatos que hasta poco se consideraban poco probables: el demócrata Barack Obama y el republicano Mike Huckabee.
Una derrota al comienzo del proceso para Hillary Clinton y su contraparte republicana Mitt Romney, podría cambiar de manera dramática el tablero del juego electoral y advertir que el electorado está dispuesto a manifestar su reprobación en favor de dos poco probados contra los que se presentan como los más «seguros».
Falta mucho para las elecciones generales de noviembre del próximo año. Pero con un calendario electoral complicado y raro -donde cinco días después de Iowa se celebra la segunda primaria en New Hampshire, con otros estados más en las semanas posteriores y, según el mismo calendario, estos procesos estatales concluyendo a principios de junio-, todo podía estar determinado a principios de febrero, cuando 22 estados -incluyendo los más numerosos en electores como California, Nueva York, Illinois y Massachussets- celebran sus primarias el 5 de febrero en el ahora bautizado «Tsunami Tuesday«.
Está por verse si en toda esta carrera hay un caballo con el nombre de Cambio, o si ya todo está arreglado aun antes de que uno pueda apostar.