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La transición (2003-2006) y las elecciones congolesas (6/6)

Fuentes: El Clarín de Chile

Los primeros resultados de la elección presidencial, anunciados por la Comisión electoral independiente, colocan a Joseph Kabila en primer lugar con 7,5 millones de votos (44,81%), seguido por Jean-Pierre Bemba con 3,4 millones (20,03%). El tercer lugar, con un 13%, lo ocupa Antoine Gizenga, un antiguo partidario de Lumumba, lo que aseguraría la victoria en […]

Los primeros resultados de la elección presidencial, anunciados por la Comisión electoral independiente, colocan a Joseph Kabila en primer lugar con 7,5 millones de votos (44,81%), seguido por Jean-Pierre Bemba con 3,4 millones (20,03%). El tercer lugar, con un 13%, lo ocupa Antoine Gizenga, un antiguo partidario de Lumumba, lo que aseguraría la victoria en la segunda vuelta, fijada para el próximo 29 de octubre, al actual Presidente de la República. La participación electoral ha sido considerable, con una tasa de 70,5%; sufragaron 17,9 millones de electores sobre los 25,4 millones de inscritos.

El segundo acto electoral libre en la atormentada historia del Congo es la última etapa del acuerdo intercongolés firmado en Sudáfrica, por todas las partes en conflicto, el 16 de diciembre de 2002. Ese año, las grandes potencias optan por calmar los frentes africanos antes de abrir uno nuevo en Irak. Obtener la paz en un conflicto que ha llegado a involucrar nueve estados de la región, se transforma en una prioridad.

El acuerdo se obtiene cuando, en 2002, el presidente sudafricano Thabo Mbeki -que se sabe apoyado por los grandes- convoca a Pretoria a representantes de todas las fracciones congolesas y al Gobierno de Kinshasa. Una vez reunidos les somete un texto preparado por Mustafá Niasse, el representante de Kofi Annan, saltándose las finezas diplomáticas. De entrada anuncia, a los sorprendidos congoleses, que tienen media hora para firmarlo… después podrán discutirlo. Y el sucesor de Nelson Mandela está en posición de ejercer tales presiones que termina por arrancar las firmas.

El acuerdo prevé dos años de transición (resultarán tres) que deben concluir con elecciones libres, bajo el control de una Comisión electoral independiente. Las partes acuerdan el fin de las hostilidades, desarman sus respectivas milicias y proyectan la organización de un Ejército nacional. Se crean también un Observatorio de los derechos humanos, una Comisión ética encargada de luchar contra la corrupción y una Comisión verdad y reconciliación.

Kabila conserva la presidencia, pero flanqueado de cuatro vicepresidentes: uno representa al Gobierno, dos a los «rebeldes» del MLC y del RCD, y el cuarto a la oposición no-armada. Los 36 puestos de ministros y 25 de viceministros, son repartidos según un complicado cuoteo. Kabila obtiene una vicepresidencia y varios ministerios: Interior, Descentralización, Prensa e Información, Finanzas, Industria, Energía, Salud, Arte y Cultura. El MLC de Bemba obtiene otra vicepresidencia y los ministerios de Relaciones, Planificación, Presupuesto, Obras Públicas, Agricultura, Educación Primaria y Secundaria, Juventud y Deporte. Etc.

Los costos de la reconstrucción y la organización de las elecciones, son ampliamente asumidos por organismos internacionales. Actualmente la Comunidad europea financia proyectos por 700 millones de euros y ha tomado a su cargo un 80% de la financiación del proceso electoral, sin contar la ayuda directa proporcionada por los estados.

Los primeros tiempos del acuerdo de Pretoria son difíciles. Firmado bajo presión y con poca convicción, la transición es mirada con escepticismo por la población, víctima del pillaje sistemático. En efecto, los «rebeldes» hasta hace poco vinculados a las grandes potencias (quizá fabricados por ellas), responsables de matanzas y robos, se ven ahora recompensados por importantes y numerosos puestos públicos.

Sin embargo, el primer logro visible del acuerdo es detener (o al menos disminuir sensiblemente) las guerras devastadoras. No sin dificultades. Las tropas ruandesas y ugandesas se retiran aparatosamente, delante de las cámaras, para regresar subrepticiamente, varias veces, a las regiones martirizadas del Este. Finalmente la llegada de casi 16.000 Cascos Azules, la fuerza más importante de la ONU, ha conseguido disminuir la presencia de bandas armadas. Este contingente ha sido reforzado por 3.000 soldados de la fuerza europea Eufor.

Una de las grandes realizaciones de la transición ha sido la creación de la Radio Okapi, la primera en difundir sobre casi todo el vasto territorio congolés, emitiendo en francés, lingala, swahili, tshiluba y kikongo (www.radiookapi.net/). La radio es esencialmente financiada por las Naciones Unidas y por la ONG suiza Hirondelle, especializada en los medios en situación de crisis, apoyada por los gobiernos suizo, británico y estadounidense.

La elección

Los primeros resultados electorales conocidos, proyectan la realidad de las guerras 1998-2003: el Este, hasta hace poco ocupado y saqueado, votó masivamente por Kabila, símbolo de la unidad del país. En cambio en el Oeste, incluyendo Kinshasa, que no conoció la guerra directamente, dio una corta mayoría a Jean-Pierre Bemba.

Sorprende que parte de las poblaciones del Oeste hayan olvidado la proximidad de Bemba con el antiguo dictador Mubutu, y su participación en la desintegración del país como «rebelde» apoyado por Uganda. Paradójicamente, uno de los mayores problemas que deberá afrontar el nuevo Gobierno es el destino de Bemba. Quien obtiene la segunda mayoría es propietario de una inmensa fortuna, que incluye dos cadenas de televisión, siendo también jefe de grupos armados que fueron condenadas por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2003, en términos drásticos, por haber practicado el canibalismo. El propio Bemba está siendo investigado por la Corte Penal Internacional, a causa de los crímenes de guerra perpetrados por sus tropas en el Congo y en la vecina República Centroafricana.

Aunque su milicia, con cerca de 3.000 hombres, no está en condiciones de intentar un golpe de Estado contra los 30.000 efectivos del naciente Ejército congolés, más los 3.000 de La fuerza europea Eufor y los casi 16.000 Cascos Azules de la ONU, algo podría intentar Bemba para alzar una barrera entre él y la justicia.

«El Congo viene de lejos», dijimos en el primer artículo, pues la gran nación de África central ha conseguido sobrevivir a una crisis en la que su fragmentación se daba por sentada. El acto electoral del 30 de julio pasado parece haber confirmado la existencia de la identidad nacional congolesa y ha alejado, al menos por el momento, los fantasmas de la división del país.

Sin embargo la reconstrucción del Congo requiere una condición común a la mayoría de los países pobres: un Estado organizado que imponga reglas a la explotación de las impresionantes riquezas naturales, erradicando la corrupción y apartando las bandas depredadoras, para que, en fin, esas riquezas aporten algún beneficio a la sufrida población congolesa.

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Fuente: http://www.elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=3924&Itemid=800