Hora va siendo ya de que el gobierno de Cuba, con el mismo derecho que asiste al régimen de los Estados Unidos, designe una comisión que se ocupe de facilitar la transición a la democracia de sus belicosos vecinos. Yo mismo, si el gobierno de Cuba lo considera, me ofrezco voluntario para coordinar esa imprescindible […]
Hora va siendo ya de que el gobierno de Cuba, con el mismo derecho que asiste al régimen de los Estados Unidos, designe una comisión que se ocupe de facilitar la transición a la democracia de sus belicosos vecinos. Yo mismo, si el gobierno de Cuba lo considera, me ofrezco voluntario para coordinar esa imprescindible transición que haga de los Estados Unidos un país democrático y respetuoso de los derechos humanos y civiles, aunque debe quedar claro que el futuro de los Estados Unidos está en manos de los estadounidenses y que es a ellos a quienes corresponde decidirlo.
Sé que no es fácil la misión pero un país que acumula la mayor deuda externa de su historia, mayor que la suma de todas las demás supuestas deudas americanas; que derrocha la mitad de los recursos del planeta; que consume la mayor parte de la droga que circula por el mundo; que vulnera absolutamente todos los derechos humanos; que multiplica indigentes y analfabetos; que mantiene al margen de cualquier seguro social a 45 millones de seres humanos; que promueve la violencia, la guerra y el terror en cualquiera de sus formas y en cualquier país y continente; cuyo gobierno es resultado de un fraude y cuyo presidente es un enfermo drogodependiente, es sin duda un estado fallido que debe ser intervenido por la comunidad internacional para evitar que siga perpetrando crímenes y generando miseria.
Y es que es inaceptable que en Estados Unidos se pueda votar pero no elegir, que los votos de unos valgan más que los votos de otros, que los candidatos los determine el capital y que el que más votos obtenga quede segundo; inaceptable que pueda ser asesinado su presidente en un golpe de Estado encubierto y deba esperar su pueblo al menos 66 años para conocer la verdad; inaceptable que un desastre de los llamados naturales multiplique sus mortíferos efectos por la desidia de un gobierno al que no le importan sus muertos cuando son pobres y negros; inaceptable que se asignen cientos de millones de dólares en ayuda para los damnificados y como si fuera ese país una vulgar república bananera los millones desaparezcan sin que se tomen medidas contra lo responsables; inaceptable la existencia de campos de concentración donde torturar a disidentes; inaceptable la construcción de gigantescos y vergonzosos muros con los que aislar a sus vecinos; inaceptable que secuestren opositores por todo el mundo, que dispongan de cárceles clandestinas e ilegales para ellos y que, por exigencia de su gobierno, sean sus soldados los únicos que no están obligados a responder ante tribunales internacionales de justicia; inaceptable el caos que Estados Unidos ha desatado en el mundo y que hace urgente la intervención de Cuba y la comunidad internacional para posibilitar la transición democrática en ese país, en el entendido de que son los estadounidenses los que deben definir su futuro y que, en ese objetivo, Cuba podría volcarse en ayuda humanitaria.
Hasta se podría contar con el funcionario estadounidense Caleb McCarry, que estoy seguro mejoraría en su nuevo cometido los éxitos que no ha tenido en su pasada función como coordinador para la transición democrática en Cuba.