Es razonable deducir que a Marco Rubio no le agrada Trump. Durante las primarias republicanas de 2016, el senador de Florida, a quien Trump burlonamente llamaba «Pequeño Marco» o el «Robot Rubio» y calificaba al más tarde nominado candidato del partido republicano a la presidencia como «un estafador y un corrupto demasiado errático para que […]
Es razonable deducir que a Marco Rubio no le agrada Trump. Durante las primarias republicanas de 2016, el senador de Florida, a quien Trump burlonamente llamaba «Pequeño Marco» o el «Robot Rubio» y calificaba al más tarde nominado candidato del partido republicano a la presidencia como «un estafador y un corrupto demasiado errático para que le sean confiados los códigos nucleares de Estados Unidos». Rubio entonces se burlaba de cuánto peinado cómico lucía Trump y en ocasiones sugería que Trump se orinaba en los pantalones al subir al escenario.
Por supuesto, desde que Donald Trump asumió la Oficina Oval, Rubio ha cambiado su tono, como muchos otros críticos del hoy Presidente. Ahora defiende agresivamente a Trump en una serie de asuntos, incluyendo la investigación de supuestos vínculos de su campaña con Rusia, su cruzada para construir un muro en la frontera de México con Estados Unidos, y la separar los hijos de sus padres como parte de su política migratoria.
Pocos senadores estadounidenses se enfocan tanto en política latinoamericana como Rubio, particularmente en lo referido a su proyección hacia Cuba, de donde son sus padres, y Venezuela, un aliado ideológico inconmovible de la isla revolucionaria. Por su parte, fuera de los asuntos migratorios, Trump ha manifestado poco interés por América Latina durante su candidatura y llegó a brindar un leve apoyo a la apertura diplomática de Obama con Cuba. Pero, como presidente, ha hecho retroceder gran parte de esa apertura mínima y ha adoptado una línea dura inesperada hacia Venezuela.
La revista The New Yorker ha informado que después de asumir el cargo presidencial, Trump «ofreció a su personal del Consejo de Seguridad Nacional (C.N.S.) muy poca orientación acerca de lo que sería su política hacia Cuba, salvo de la destinada a «hacer feliz a Rubio». Se sabe que fueron Rubio y el vicepresidente Pence, los que recientemente instaron a Trump a reconocer a un supuesto líder de la oposición venezolana nombrado Juan Guaidó como presidente impuesto al país por el fallido golpe de Estados Unidos. Según el periódico Washington Post, él y su compatriota y correligionario Mario Díaz-Balart estuvieron negociando con funcionarios de la Casa Blanca las políticas a imponer en Latinoamérica.
A veces, Rubio parece adelantarse a decisiones de la Casa Blanca, como cuando declaró por Twitter que los diplomáticos estadounidenses en Caracas debían ignorar una orden de Maduro de abandonar el país antes de que el secretario de Estado Mike Pompeo convirtiera esa ilegal disposición en directiva. Según el Post, es difícil imaginar que esto habría sido una prioridad para Washington sin la insistencia de Rubio. Rubio ha cuidado de no atribuirse méritos por los desatinos de Trump pero, independientemente de ello la política actual de Estados Unidos se parece mucho a la que pudiera esperarse de una administración de Rubio.
No es sorprendente que políticos republicanos llamados a jugar un papel importante el la conducción del país eviten la confrontación directa con Trump. Particularmente porque éste es impulsivo y a menudo mal informado y, en cambio, someterse a él suele ganarles un papel de liderazgo temporal en el establishment en los temas que más les interesan.
Se dice que fueron Marco Rubio y el vicepresidente Mike Pence quienes instaron a Trump a reconocer al farsante líder de la oposición venezolana Juan Guaidó como fallido presidente provisional del país hace pocos días. Según el Washington Post, Rubio y su correligionario Mario Díaz-Balart habían estado «acurrucándose con funcionarios de la Casa Blanca… para negociar las políticas latinoamericanas». A veces, Rubio parece situarse un poco por delante de la política de la Casa Blanca, como cuando declaró en Twitter hace dos semanas que los diplomáticos estadounidenses en Venezuela deberían ignorar una orden del Presidente legítimo Nicolás Maduro de abandonar el país, antes de que el Secretario de Estado Mike Pompeo convirtiera ese insólito mandato en una ilegal directiva de gobierno estadounidense.
Rubio ha tenido cuidado de no atribuirse demasiados méritos por las frecuentes burradas de Trump. Según el Post, sin embargo, Trump tenía poco ánimo para tomar la absurda decisión de desconocer una orden del Primer Mandatario de país con el que existen relaciones normales, pero es difícil imaginar que no medió en ello una gran insistencia de Rubio.