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¿Está Bush tan debilitado como dicen algunos?

Las agresiones de Estados Unidos irán en aumento

Fuentes: APM

Iraq, Irán y nuestra América pertenecen al mismo planeta. Al mismo globo terráqueo para el cual Washington y el bloque hegemónico tienen un diseño estratégico.América Latina debe estar alerta. No es casual que el aparato propagandístico del bloque de poder concentre su fuego contra el programa de acción gubernamental del presidente venezolano, Hugo Chávez, contra […]


Iraq, Irán y nuestra América pertenecen al mismo planeta. Al mismo globo terráqueo para el cual Washington y el bloque hegemónico tienen un diseño estratégico.

América Latina debe estar alerta. No es casual que el aparato propagandístico del bloque de poder concentre su fuego contra el programa de acción gubernamental del presidente venezolano, Hugo Chávez, contra los avances que no sin dificultades vienen registrándose en el Mercado Común del Sur (Mercosur) y contra toda decisión contrahegemónica que se adopte en la región, por más relativa y a veces insuficiente que sea.

Una de las últimas creaciones de la guerra propagandística del bloque de poder fue la «información» sin fuente ni referencia comprobable alguna lanzada por el diario brasileño O Estado de Sao Paulo la semana pasada, según la cual los presidentes de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Lula Da Silva, consideran que Chávez atenta contra la estabilidad democrática del Mercosur.

Por su parte, la Organización de Estados Americanos (OEA) se entromete en asuntos internos que no son de su competencia, como la aplicación de leyes constitucionales a la hora de administrar el sistema de medios privados (caso Venezuela y la decisión gubernamental de no prorrogarle la concesión a un canal de televisión privado, públicamente reconocido por propalar contenidos violatorios de la Constitución de ese país).

La misma OEA que pocos días después criticó al gobierno argentino por la forma en que distribuye el presupuesto publicitario del Estado entre los medios privados, haciéndose eco de lo que afirman empresas periodísticas de este país, vinculadas con la pasada dictadura militar y propietarias de periódicos, revistas y multimedios no dedicados a informar a la sociedad sino a favorecer tal o cual negocio, casi siempre fronterizos con la ilegalidad.

El catálogo de entidades involucradas en ese tipo de acciones propagandísticas es amplio y cubre variados matices. La ya conocida Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y la «organización no gubernamental» (ONG) Reporteros sin Fronteras son algunas de las que coinciden con la OEA en esa malsana costumbre de meterse en asuntos ajenos.

La semana pasada, el gobierno de Brasil caló mucho más hondo al denunciar que otras supuestas ONG – financiadas desde Estados Unidos y la Unión Europea (UE) – traspasaron la raya de lo simbólico y forman parte de los programas militaristas de Estados Unidos, tendientes a la ocupación y al control de extensas regiones de Sudamérica, en forma muy especial del área amazónico – andina.

Un informe hecho público por las máximas autoridades de la inteligencia brasileña sostiene que, camuflado con el Plan Colombia como supuesto programa antidrogas – lo que implica la obvia complicidad de las autoridades de Bogotá – el gobierno de Estados Unidos proyecta desplegar acciones militar sobre la zona Amazónica, una de las cuencas de recursos naturales más ricas del planeta.

El mismo informe reconoce que las fuerzas armadas de Brasil están preparadas para esa eventualidad, afirmación que reinstala lo conversado ya algunas veces en el seno del Mercosur sobre la necesidad de que sus Estados miembros coordinen políticas militares basadas en una clara hipótesis de conflicto: la defensa de los recursos naturales del área, amenazados por un potencia mundial extra región.

Hace aproximadamente seis meses, con mucha discreción previa, efectivos de las fuerzas armadas de Argentina y Brasil realizaron ejercicios conjuntos con ese concepto estratégico, muy cerca de la Triple Frontera, compartida con Paraguay y zona que la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice y su flamante segundo -el ex diplomático y agente de inteligencia de ese país en América Central durante la pasada década del ´80, John Negroponte- volvieron a definir, sin prueba alguna, como centro de operaciones financiaras del por ellos denominado «terrorismo islámico».

Pero el Ejecutivo estadounidense no está solo en esta cruzada sin pruebas sobre la Triple Frontera. Un informe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, presentado el 20 de enero pasado por el republicano Richard Luger, se hace eco de documentos de inteligencia según los cuales en esa región de América del Sur se realizan actividades financieras de la organización político militar libanesa Hezbollah y de Hamas, partido de gobierno en los territorios palestinos.

En sus primeros párrafos, esta nota afirma que no es casual que las andanadas del bloque de poder – que tiene representantes vernáculos muy fuertes en cada uno de nuestros países – estén concentradas contra los procesos más dinámicos de nuestra América convulsionada.

Se puede decir con suficiente grado de certeza que Estados Unidos, que el sistema capitalista- imperialista en su conjunto – y por lo tato también la red de corporaciones transnacionales – harán lo imposible para impedir, por ejemplo, el proceso de integración energética que avanza en el Mercosur, sobre todo a instancias de la visión estratégica planteada en forma reiterada por el presidente Chávez.

Hasta que punto ello será así que el 24 de enero pasado, cuando los senadores demócratas de Estados Unidos hacían todo tipo de piruetas para decirle al mundo que estaban dispuestos a frenar la política del presidente George W. Bush en Iraq – ninguna de sus tantas manifestaciones son vinculantes para la Casa Blanca – todos ellos aplaudieron «al diablo», como lo llama Chávez, cuando éste sostuvo que deben ser empleados todos los recursos para terminar con «la dependencia del petróleo extranjero».

En su libro «Sangre y petróleo» (Urano, Barcelona, 2006), el experto estadounidense Michael T. Klare sostiene que «desde el 11 de septiembre de 2001 y el comienzo de la llamada guerra contra el terrorismo, la atención mundial se halla pendiente de la relación entre la política exterior de Estados Unidos en Oriente Próximo y los océanos de crudo que contiene el subsuelo de esa región».

Klare describe la influencia del petróleo en los asuntos internacionales a partir de la Segunda Guerra Mundial, destacando el papel que sobre ese tema jugaron «las doctrinas de los presidentes Truman, Eisenhower, Nixón y Carter», y recuerda cómo se están secando los pozos estadounidenses al tiempo que la demanda no deja de crecer.

Según el experto -director del Five College Program in Peace and World Security Studies, del Hampshire College de Amherst, Massachussets, y colaborador de publicaciones como Foreign Affairs y Le Monde Diplomatique -, en 2010, Estados Unidos tendrá que importar el 60 por ciento del petróleo que va a consumir. Y como la mayor parte de ese aprovisionamiento proviene de «zonas crónicamente inestables y muchas veces violentamente antinorteamericanas, como el Golfo Pérsico, el mar Caspio, América Latina y Africa, esa dependencia amenaza con forzar implicaciones militares».

En procura de su hegemonía energética, Estados Unidos y sus corporaciones no ahorra maniobras. El 26 de enero pasado, el diario La Nación de Buenos Aires, habitual portavoz de los intereses de Washington, publicó en primera plana que la Administración Bush «impulsa un pacto energético con Brasil contra Chávez», basado en la elaboración de biocombustibles».

«La alianza busca diversificar la provisión energética de Estados Unidos, que importa petróleo de Irán, Nigeria y Venezuela, entre otros países conflictivos», sostuvo La Nación.

Sin embargo, y según lo afirmó el 30 de enero otro periódico insospechado de antinorteamericanismo -The Wall Street Journal -, la cuestión de los biocombustibles no pasa de ser una maniobra distractiva, como por otra parte lo vienen afirmado casi todos los expertos de países tanto exportadores como importadores.

«El creciente interés de los gobiernos, en especial el de Estados Unidos, en los combustibles alternativos, ha hecho poco para acallar a los críticos que aseguran que los combustibles nuevos como el etanol y el biodiesel no tendrán en los próximos años un papel crucial en el suministro energético.

El escenario de la estrategia hegemónica por el dominio energético del planeta – en el que se ven involucrados los países latinoamericanos -, las pujas interimperiales (sobre todo entre Estados Unidos, aliado con Japón, y la UE, pero también con China operando sobre ese tablero), pueden ser factores que estimulen crecientes picos de violencia y agresión militar.

La semana pasada, el diario The Washington Post reveló que funcionarios del departamento de Estado están presionando a corporaciones petroleras y gasíferas europeas para que no inviertan en Irán.

«Pese a la presión estadounidense, muchas grandes petroleras del mundo acudieron a la reunión del viernes y del sábado últimos en Viena, convocados por la Compañía Nacional de Petróleo de Irán (CNPI), para atraer el interés hacia la explotación de 12 nuevos yacimientos de gas y petróleo en tierra firma y de cinco en le Golfo Pérsico. La empresas estadounidenses tienen vedados los negocios con Irán. En 1995, un decreto del ejecutivo les impidió incluso transportar crudo iraní a Europa», afirmo The Washington Post.

Además, el 2 de febrero último la agencia informativa Bloomberg consideró que tanto la secretaria del Tesoro como las corporaciones financiaras de Estados Unidos están muy preocupadas por mantener el control de la ola de negocios que se avecina en los mercados de los países árabes exportadores de petróleo, donde en 2006 se obtuvieron ganancias por 500 mil millones de dólares. Esa preocupación llega incluso a demandarle «medidas severas» a la Casa Blanca.

Todos esas consideraciones e informes y sobre el tablero internacional coinciden en el tiempo con la escalada de la Administración Bush contra Irán, ya que fue el propio presidente quien el 30 de enero dijo que le «responderá con firmeza» a ese país, al que en forma injustificada y basándose en argumentos falsos acusa de prever programas bélico nucleares.

También coinciden con el pedido formulado el viernes último por Bush al Congreso de otros 245 mil millones de dólares para continuar la ocupación genocida en Iraq, país para el cual – y en asociación con Israel -, Estados Unidos tiene prevista una estrategia de exterminio masivo, disfrazada de luchas intestinas entre chiitas y sunnitas.

Dos días después que Bush formulara esa petición de fondos frescos para las fuerzas de ocupación en Iraq, el ex secretario de Estado y consultor privilegiado por la Casa Blanca, Henry Kissinger, publicó un artículo en varios diario del mundo en el que afirma y explica por qué «retirarse de Iraq no es opción para Estados Unidos».

La estrategia hegemónica está en marcha, remarca sus perfiles belicistas y es la misma estrategia que llevó la semana pasada a varios funcionarios del gobierno estadounidense, entre ellos al ya citado Negroponte, a amenazar al líder venezolano Hugo Chávez, después que este, ejerciendo el derecho que le confieren las leyes constitucionales de su país, anunciara profundas reformas sociales, políticas y económicas, como la nacionalización de las principales empresas energéticas extranjeras.

Cuidado, que Bush está ahí, y más peligroso que nunca.