Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Los inversores se apelotonan en el país del presidente Ouattara, que se ha convertido en el paraíso de África occidental, con un telón de fondo de componendas económicas ante la proximidad de las elecciones presidenciales del próximo mes de octubre.
Marcada a fuego por la crisis sangrienta de 2010-2011, que causó más de 3.000 muertos y provocó la caída del presidente Laurent Gbagbo, Costa de Marfil es hoy, según la opinión general, «el paraíso» de África occidental.
Islote de estabilidad en una región frágil en los planos de seguridad y humanitario, Abiyán recupera poco a poco el esplendor de la época de Félix Houphouët Boigny, primer presidente de Costa de Marfil independiente. Famoso por inventar el concepto de «Francáfrica», Houphuët Boigny consiguió proclamar a su país primera potencia económica del África francófona.
Inversores a montones
Tras un decenio de crisis sucesivas durante las cuales la economía marfileña rodó a ralentí, de nuevo va viento en popa. El crecimiento del país, estimado en torno a un 9%, no tiene nada que envidiar al de China. Según el FMI la economía marfileña ha crecido un cuarto en solo dos años. Esta salud de hierro permitió a Abiyán recuperar la sede del Banco Africano de Desarrollo (BAD) exiliado en Túnez durante los últimos diez años. Un logro que enorgullece al presidente Alassane Ouattara, famoso por su agudeza en los negocios. «Se nota que el país se mantiene económicamente», revela un conocedor de África recién llegado de Abiyán. «Se pueden reprochar muchas cosas al presidente Alassane Ouattara, pero en el plano económico los resultados están ahí».
A la sombra de los rascacielos que dominan la capital apodada «la Manhattan de los trópicos», los habitantes asisten al desarrollo desenfrenado de su ciudad. Por todas partes brotan centros comerciales y las grandes obras de infraestructuras regresan tras varios años de paro. Símbolo de esta recuperación el puente Henri-Konan-Bédié, construido por Bouygues e inaugurado el 20 de diciembre de 2014, acaba de coronar este primoroso escaparate.
Lo que hace soñar a los inversores internacionales que se presentan en la ribera de la laguna Ebrié. En el hotel Ivoire, famoso establecimiento de lujo de la capital donde se codean políticos e importantes hombres de negocios, desfilan las delegaciones marroquíes, chinas, españolas, turcas y kuwaitíes, prueba de que los mercados marfileños ya no son un coto de las empresas francesas beneficiarias desde hace décadas. Ahora hay «barra libre» para todo el mundo, comenta un conocedor del país. «Los marfileños no tienen escrúpulos en dar al mejor postor».
Al abrir las puertas de su país a los empresarios de todo el mundo, Alassane Ouattara, gran amigo de Nicolás Sarkozy a quien debe en parte haber desalojado a su predecesor Laurent Gbagbo, ha hecho comprender a sus amigos franceses que no están solos en la carrera.
Marruecos a la carga
A lo todo lo largo del nuevo bulevar Mohamed VI, inaugurado el 15 de abril de 2015, las banderas marroquíes ondean al viento. Aunque financiado por el Banco de Desarrollo de África Occidental (BOAD), ese decorado a la gloria del reino marroquí ilustra la llegada masiva de los capitales de Rabat a tierra marfileña. En tres años el rey de Marruecos ha viajado en tres ocasiones a ese país, con el que ha firmado al menos 26 acuerdos de asociación. Aprovechando su última visita, el martes 20 de junio, el monarca llegó acompañado de una troupe entera de inversores marroquíes que tenían los ojos sobre el país. Muchos de ellos ya se han impuesto en varios ámbitos claves como el de la banca. Como ejemplo la multiplicación de sucursales de la Asociación Marfileña de la Banca comprada por el grupo Attijariwafa Bank, punta de lanza de la influencia financiera marroquí en África. A la salida este de Abiyán, en la carretera de la antigua capital colonial Grand Bassam, inmensas tierras en barbecho que antes acogían a los pueblos son tomadas al asalto por las agencias inmobiliarias marroquíes.
Atraída por la vibrante economía del país, Rabat no es la única que marca su territorio a pesar de las numerosas quejas de empresarios que acumulan impagados. Junto a China y Japón, los países del Golfo también salivan ante los jugosos mercados marfileños. El último gran contrato es una concesión de prestación de asistencia en tierra en el aeropuerto de Abiyán obtenido por el grupo kuwaití NAS, especializado en los servicios de escala, por 20.000 millones de francos CFA a principios de 2015.
Abiyán en el Sena, París en la laguna
A pesar de la creciente competencia Francia todavía cuenta con sus baluartes tradicionales bien implantados en el país. La amistad de larga data de Alassane Ouattara y Martin Bouygues, al que debe su encuentro con Nicolás Sarkozy, garantiza al industrial francés la obtención de importantes mercados. Tras contratar la construcción del tercer puente de Abiyán por 140.000 millones de francos CFA, el grupo se posiciona para la construcción del puente de Azito, en las afueras de la capital. El coste de la obra, más de 30.000 millones de francos CFA. Además la empresa Colas, filial de Bouygues, consiguió a finales de 2014 el contrato de rehabilitación de los bulevares que unen el barrio del Plateau al de la Riviera.
En cuanto a Vicente Bolloré, el rey de los transportes en África occidental, sigue siendo el dueño inamovible del puerto de Abiyán, principal puerto de la subregión. Por otra parte, Francia mantiene importantes relaciones de influencia en el país. Jean-Marc Simon, antiguo embajador de Francia, permanece omnipresente en el país, donde prodiga consejos a su sucesor George Serre. A través de su gabinete de consultas «Eurafrique stratégies», este diplomático, próximo a los medios de Chirac, facilita las relaciones entre las empresas francesas y las autoridades marfileñas. Otro hombre influyente querido por los grupos franceses, el arquitecto Pierre Fakhoury, pasa la mayor parte de su tiempo entre parís y Abiyán. A la cabeza de la empresa petrolera Yam’s Petroleum, este libanés-marfileño ya muy introducido en el palacio presidencial en la época de Laurent Gbagbo continúa con brío sus negocios bajo el reinado de Ouattara. En Abiyán pone con agrado su libreta de direcciones a disposición de los empresarios franceses atraídos por las luces del país.
En el plano político las relaciones entre París y Abiyán están bien consolidadas. A pesar de su complicidad con la derecha, Alassane Ouattara ha sabido seducir a todas las bancadas de la política francesa. En París, la asesora del Elíseo para África, Hélène Le Gal, recibe con los brazos abiertos al jefe del Estado marfileño, que almuerza con François Hollande en todas sus visitas. Para devolver el favor Ouattara sabe a quién dirigirse. El 9 de mayo de 2014 la calurosa acogida que dispensó al ministro francés de Defensa Jean-Yves Le Drian, de quien Outtara conoce el importante papel que desempeña en la política francesa con respecto a África, dio testimonio de una relación de confianza entre ambos. Como prueba de esa fructífera complicidad Francia se comprometió a desembolsar 350 millones de euros de ayuda para la celebración de las elecciones presidenciales previstas para octubre.
En la proximidad de esas elecciones, los barones del sarkozysmo rememoran, también ellos, los buenos recuerdos de Ouattara. De Nadine Morano a Christian Estrosi, pasando por Gérard Longuet, todos se presentan estos últimos meses a las puertas del palacio presidencial para entrevistarse con el gran favorito. Solo Alain Juppé, el adversario designado de Nicolás Sarkozy para 2017, se mantiene al margen.
Gracias a esos numerosos apoyos, tanto de izquierda como de derecha, el inquilino del palacio presidencial esquiva fácilmente las críticas contra su régimen. En París, por otra parte, el clan Ouattara se beneficia para sus relaciones en Francia del valioso apoyo de la empresa Image 7, famosa agencia de asesores en relaciones públicas dirigida por Anne Méaux.
Pero Costa de Marfil está lejos de ser una tierra tranquila. Presa de fuertes tensiones sociales, el país permanece profundamente minado por las divisiones étnicas entre el norte y el sur. Cuatro años después de su creación la Comisión Diálogo, Verdad y Reconciliación, que debía aclarar las responsabilidades en las crisis del país por medio de audiciones de las víctimas, los autores y los testigos, hasta ahora no ha dado ningún resultado. Como guinda del pastel Alassane Ouattara sigue favoreciendo el ascenso de las tribus del norte del país que le apoyan a los puestos claves del aparato administrativo. Una política calificada por el propio presidente de «reajuste étnico» que le cuesta numerosos reproches, tanto en el país como en las instancias internacionales. Finalmente, los retrasos en el pago de los sueldos a los exrebeldes que llevaron al presidente al poder y la cuestión de su reintegro en el ejército regular constituyen una auténtica bomba de relojería.
Pequeños arreglos entre amigos
También el acaparamiento de las riquezas nacionales es una crítica redundante dirigida al régimen. Al atribuir los puestos estratégicos a sus próximos y a los de su esposa Dominique Ouattara, a menudo comparada con Leïla Trablesi, el jefe del Estado se asegura el control de los recursos del país, como la industria del cacao, sector que representa el 15% del PIB y el 40% de los ingresos de la exportación. El país está casi totalmente gestionado por empresas próximas a la presidencia, entre ellas Africa Sourcing cuyo director no es otro que Loïc Folloroux, hijo del primer matrimonio de la primera dama. Entre los Ouattara los negocios son desde hace mucho tiempo una historia familiar. Tras los pasos de su hermano mayor la hija de Dominique Ouattara, Nathalie Folloroux, sube discretamente los escalones. Tras haber sido vicepresidenta de Radio Nostalgie, un medio fundado por su madre en los años 90 y del que su hermano tomó la dirección en 2012, ella trabajo ahora para el magacín de Canal+ «Réussite», dedicado a África.
Después de mucho tiempo bajo los focos debido a su influencia en el mundo de la política y los negocios, Dominique Ouattara ahora es más discreta. Sin embargo se cuida de reservar los mejores puestos para sus fieles. Protectora del antiguo ministro de Integración Africana Adama Bictogo, realiza numerosas operaciones en el sector de la biometría a través de Senedai, la empresa de Bictogo. Un éxito del que este exasesor del grupo Bolloré no es el único beneficiario. Sus dos hermanos, Momouni y Salif, hicieron una entrada triunfal en el sector minero montando su propia empresa, «Lagune extraction». Por otra parte ha sido también la poderosa esposa quien propició el encuentro de su marido con el actual jefe de gabinete de la presidencia, Marcel Amon Tanoh. Pequeños arreglos entre amigos que refuerzan el sentimiento de un reinado exclusivo del entorno presidencial sobre el país. Como resume un conocedor de África: «Con Gbagbo, cuando había fiesta todo el mundo tenía derecho a un poco de champán. En la actualidad si no eres del clan no tendrás ni gota».
Alrededor de los ministros fieles a la pareja presidencial gravita una vasta nebulosa de intermediarios y grandes empresarios. Amigo íntimo de los Ouattara, a los que pretende suceder en 2020, el ministro del Interior Hamed Bakayoko tiene carta blanca para facilitar la entrada de nuevos inversores en el mercado marfileño. Gracias a esa palanca, el «primer madero» de Costa de Marfil, experiodista recientemente entronizado jefazo de la Gran Logia Nacional de Costa de Marfil (GLCI) avanza sus peones. Con éxito. En Abiyán sus esfuerzos le han permitido en especial introducir a Nihat Ozdemir, presidente de Limak Group of Companies, poderoso conglomerado turco que opera en múltiples sectores como el cemento, la energía, las infraestructuras e incluso la aviación.
Un acomodado grupo de amiguetes que las elecciones de octubre no tienen ninguna oportunidad de cambiar. Ampliamente a la cabeza de los sondeos, se prevé que Alassane Ouattara ganará en la primera vuelta. «La oposición está dividida y ninguno de los demás candidatos es capaz de obtener más del 50 % de los votos», afirma un experto. Eso sin contar las ilegalidades que podrían empañar las elecciones. Primer problema, el feliz ganador del contrato de la preparación de las elecciones, estimado en 25.000 millones de CFA, no es otro que Sidi Kagnassi, el representante en África occidental del grupo francés Safran Morpho (antes Sagem). Hijo menor de Cheikhna Kagnassi, antiguo magnate del algodón en la región, este hombre de negocios que condujo la empresa familiar, l’Aiglon, a la ruina, esconde algunos cadáveres en el armario. En 2007 convenció a Laurent Gbagbo de que firmase un acuerdo con la empresa francesa Sagem, un convenio amistoso para elaborar la lista electoral de 2010. Precio de contrato: 160.000 de FCA (150 millones de euros), es decir, las elecciones más caras que se han organizado nunca en Costa de Marfil. Francmasón, muy introducido en las esferas políticas de la subregión, Sidi Kagnassi, por otra parte trabajó dos años como asesor económico al presidente de Malí Ibrahim Boubacar Keïta (IBK) a quien le une la relación amistosa que mantiene con Karim, el hijo del presidente. Pillado como uno de los principales intermediarios en un asunto de sobrefacturación en una compra de equipamiento militar que hizo temblar al régimen de IBK, se replegó en la tierra marfileña en octubre de 2014. Sin embargo esos embarazosos asuntos nunca han empañado su carrera de lobista en jefe para una de las más poderosas empresas francesas en África occidental. «Nos preguntamos cómo una gran empresa francesa puede seguir contratando los servicios de un intermediario tan marcado que incluso está en el punto de mira del FMI», se pregunta un hombre de negocios de Abiyán. ¿El lobista se beneficiará de protección en recompensa por sus leales servicios?