En poco más de un año, más de 10 millones de personas se han visto forzadas a tener que dejar sus hogares en Sudán, de las cuales más de 680.000 han huido a Sudán del Sur
20 de junio de 2024, Juba. Médicos Sin Fronteras (MSF) advierte de que la guerra en Sudán está teniendo serias consecuencias en el vecino Sudán del Sur. Asimismo, pide un aumento inmediato de la ayuda vital para los refugiados y retornados que huyen de la guerra, así como para las comunidades que los acogen.
La guerra en Sudán, que comenzó en abril de 2023, ha creado una de las mayores crisis de desplazamiento del mundo. En poco más de un año, más de 10 millones de personas se han visto forzadas a tener que dejar sus hogares, de las cuales más de 680.000 han huido a Sudán del Sur, un país cuyo sistema sanitario ya tenía grandes dificultades y en el que la ayuda humanitaria no alcanzaba a cubrir ni una mínima parte de las necesidades de la población. Diversos estudios alertan del riesgo de que en los próximos meses se produzca un aumento de la presión sobre los servicios sanitarios y sobre las organizaciones de ayuda. Se calcula que en julio habrá unos siete millones de personas no tendrán acceso a alimentos suficientes.
DESCARGA DE VIDEOCOMUNICADO Y FOTOS: MALAKAL, RENK Y BULUKAT
Renk, en el estado del Alto Nilo de Sudán del Sur, se encuentra a unos 60 kilómetros de Joda, el punto de entrada oficial para las personas que huyen de la guerra. Unos 13.000 refugiados y retornados (sursudaneses que estaban refugiados en Sudán y que ahora regresan a su país de origen) se encuentran actualmente varados en el centro de tránsito de la ciudad y alrededores. El número fluctúa en función de los desplazamientos, ya que hay gente que permanece allí a la espera de poder continuar su viaje a través de Sudán del Sur, mientras que otras personas están a la espera de regresar a sus hogares en Sudán. Las condiciones de vida que soportan todos ellos son terribles: apenas disponen de alimentos, agua, cobijo, instalaciones sanitarias o atención médica.
La mayoría de las personas llegan a la frontera tras haber caminado durante semanas para ponerse a salvo. Muchos están heridos y gravemente desnutridos. Aunque reciben dinero por parte de las agencias de ayuda para poder comprar comida para siete días, un alto porcentaje se encuentra atrapado en el centro de tránsito de Renk durante semanas o incluso meses, mientras esperan a poder encontrar medios de transporte para continuar su viaje.
«A veces conseguimos comer dos veces al día, pero normalmente sólo desayunamos, y por la noche nos vamos a la cama con el estómago vacío, incluso los más jóvenes», dice Dak Denj, un pastor de ganado de 70 años que lleva en el centro de tránsito de Renk desde diciembre de 2023.
EL CENTRO DE TRÁNSITO DE BULUKAT TAMBIÉN SE ENCUENTRA SATURADO
A unos 300 kilómetros de Renk, miles de refugiados y retornados también malviven en el centro de tránsito de Bulukat, cerca de la ciudad de Malakal. Allí, los equipos de MSF han constatado cómo la escasez de alimentos, agua, refugio y saneamiento adecuado han provocado un aumento de enfermedades como la diarrea y las infecciones respiratorias.
“Es probable que la continua afluencia de refugiados y retornados a Sudán del Sur empeore la ya aguda escasez de alimentos y agua, tanto entre los recién llegados como en las comunidades de acogida, y dificulte aún más el acceso de la población a la atención médica”, afirma el Dr. Eltigani Osman, coordinador médico de MSF en Sudán del Sur.
Antes de abril de 2023, entre 30 y 50 niños con desnutrición severa ingresaban cada mes en el centro hospitalario de tratamiento de la desnutrición que MSF tiene en la ciudad de Malakal. Desde el estallido de la guerra en Sudán, el número de niños gravemente desnutridos ingresados en el centro ha aumentado un 200%.
“La situación es preocupante, ya que la desnutrición aumenta el riesgo de infección, especialmente entre los menores de cinco años, que tienen más probabilidades de morir de enfermedades como la meningitis, el sarampión, la fiebre amarilla, el cólera y la malaria», explica Osman.
La escasez de agua en toda la región obliga a la población a tener que recoger agua en los ríos. Beber agua sin tratar, que puede estar contaminada, plantea riesgos sanitarios adicionales, sobre todo en una región propensa a los brotes de cólera. Es probable que estos riesgos aumenten con la llegada de la estación de lluvias, que causará graves inundaciones en toda la región, contaminando los pozos y fuentes de agua, lo que dificultará aún más la respuesta humanitaria.
Las organizaciones humanitarias se esfuerzan actualmente por responder a la crisis y ayudar a todos aquellos que lo necesitan. Desde abril de 2023, MSF gestiona una clínica en el principal paso fronterizo y dos clínicas móviles en los alrededores de Renk y Bulukat, que atienden a unos 190 pacientes cada día, además de prestar apoyo al hospital de Renk. Sin embargo, esto no es suficiente, y la magnitud de la crisis exige una respuesta internacional mucho mayor.
«La respuesta humanitaria sigue siendo insuficiente ante la verdadera magnitud de las necesidades», afirma Iqbal Huda, coordinador general de MSF en Sudán del Sur. «Afortunadamente en Médicos Sin Fronteras no dependemos de los fondos procedentes de gobiernos o de las Naciones Unidas, y nuestra independencia, también económica, nos permite dar respuesta inmediata a esta crisis, pero resulta sumamente urgentemente que los donantes internacionales asignen fondos y recursos suficientes para atender las necesidades de los retornados, refugiados y poblaciones de acogida en Sudán del Sur. Esto debe incluir el suministro de alimentos, agua, refugio, saneamiento y atención médica, así como los medios para que las personas puedan continuar sus viajes.»
«Sudán sufre una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas»
Carta abierta de Christos Christou, Presidente internacional de MSF
Sudán sufre una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas. Los niveles de sufrimiento son extremos en todo el país y las necesidades aumentan cada día.
Los pacientes mueren por heridas relacionadas con la violencia y por enfermedades prevenibles. Los niños y las niñas mueren de desnutrición; las mujeres, por complicaciones durante el embarazo o el parto. Ya ha habido brotes de cólera y sarampión. Y las vacunas se están agotando. Sin embargo, la respuesta humanitaria en Sudán es totalmente inadecuada. Ambas partes beligerantes la dificultan hasta el extremo.
El Gobierno de Sudán deniega deliberadamente los permisos para el desplazamiento de personal y suministros a través de las líneas del frente. En algunas zonas controladas por las Fuerzas de Apoyo Rápido, la inseguridad y el acoso al personal médico dificultan enormemente la prestación de asistencia.
En medio del conflicto, las estructuras sanitarias tampoco se libran de la violencia. Muy pocas funcionan hoy en día. Esto tiene un impacto devastador en la vida de millones de personas en todo el país.
Antes del inicio de la guerra, hace más de un año, decenas de organizaciones internacionales estaban presentes en todo el país. Ahora, en muchas de las zonas donde trabajamos, hay muy pocas. En algunos casos, ninguna.
Para una crisis de esta magnitud, esto es inaceptable; no se puede permitir. Este nivel de negligencia internacional es escandaloso.
Sudán necesita urgentemente una respuesta humanitaria a gran escala, acceso humanitario seguro a todas las zonas del país, y un respeto total del derecho internacional humanitario.
Urge proteger y asistir a la población civil.
«Aquí, las enfermedades están por todas partes, sobre todo por culpa del agua en mal estado»
Testimonio de Dak Denj
Dak Denj tiene 70 años y llegó al centro de tránsito de Renk en diciembre de 2023. Forma parte de una familia de 17 personas. El más joven tiene 5 meses y nació en plena huida de la guerra, durante una larga escala que su familia hizo en Sinda. La madre no tuvo ningún tipo de asistencia, pero todo salió bien.
«Llevábamos 10 años viviendo en Jartum, desde que huimos del conflicto sursudanés en 2013. Cuando empezó la guerra en Jartum, en abril de 2023, al principio pensamos que no sería tan grave y que acabaría pronto. Pero luego, con los intensos bombardeos aéreos, todo empeoró y nos dimos cuenta de la gravedad de la situación. Decidimos marcharnos a Madani, en el sur, donde teníamos familiares. Por el camino, había muchos puestos de control y los soldados nos quitaban todo lo que llevábamos: dinero, teléfonos, comida. Incluso obligaron a algunos jóvenes a seguirlos y los enrolaron para que participaran en los combates. Los mayores de 18 años no tenían elección. Si se negaban, los mataban. Tras los intensos combates en Madani, nos sentíamos inseguros, muchas familias decidieron marcharse en ese momento. Nosotros también teníamos que irnos. Gracias al dinero ahorrado en Jartum y a la venta de las cabras que teníamos, conseguimos llegar a Joda en autobús. Fue en diciembre de 2023. Recibimos 12.600 SSP por persona cuando llegamos y desde entonces, nada más. Intento ir a buscar leña y venderla y otras mujeres de la familia intentan encontrar algún pequeño trabajo en el mercado, pero no es suficiente. Es muy difícil conseguir algo de comer. A veces conseguimos comer dos veces al día, pero normalmente solo desayunamos y por la noche nos vamos a la cama con el estómago vacío, todos, incluso los más pequeños. Decidimos vender nuestra ropa y algunos platos de cocina para conseguir más dinero, pero no es suficiente. Ahora no nos queda nada, pero no sabemos adónde ir. Dondequiera que vayamos, la situación no es buena. Lo peor es para nuestros hijos porque no van a la escuela. A día de hoy no soy feliz, todo es duro. En Jartum teníamos una vida tranquila, todo el mundo estaba a salvo. Aquí, las enfermedades están por todas partes, sobre todo por culpa del agua en mal estado.
Los niños tienen dolor de estómago y diarrea. Cuando estamos enfermos, podemos ir a la clínica móvil de MSF, pero sólo nos dan medicinas para aliviar el dolor. Nada puede curar el hambre y las malas condiciones de vida. Muchas personas también sufren problemas de salud mental y pueden recibir ayuda de MSF, pero es el mismo problema: sólo es una ayuda a corto plazo. Sabemos que mientras sigamos viviendo así no conseguiremos estar mejor. Después del calor extremo, llegará la temporada de lluvias y ni siquiera tenemos plásticos que nos sirvan de techo para proteger a los niños. ¿Quién cuidará de nosotros cuando esto ocurra? ¿Quién protegerá nuestros refugios? No puedo decir que nos arrepintamos de estar aquí porque no teníamos otra opción que marcharnos. Entendemos que es una situación difícil para todos y sabemos que tenemos que ser pacientes, pero realmente necesitamos más ayuda. Por las últimas noticias que recibimos de Jartum, parece que nuestra casa no ha sido destruida, pero está completamente vacía, han robado todo lo que había dentro, no queda nada. En algún momento nos gustaría volver porque allí pudimos trabajar. Aquí no podemos hacer nada. Estoy muy disgustada, por supuesto, pero ¿qué podemos decir? Hay guerra aquí, guerra allá… Así es la vida. No puedo hacer otra cosa que rezar por una vida mejor y pedir ayuda. El futuro es muy oscuro. No vemos nada bueno por delante. Sólo intentamos sobrevivir, pero sin educación para nuestros hijos, no hay esperanza».