Traducido para Rebelion por Mariola y Jesús María García Pedrajas
Durante años, los periodistas occidentales han castigado la reforma agraria de Zimbabwe. Viéndola desde la distancia, la han declarado fallida por haber provocado el colapso total de la agricultura y sumergido a la nación en una inseguridad alimentaria crónica. Se nos dice continuamente que la tierra redistribuida fue a amiguetes con conexiones políticas, mientras que la gente corriente quedo prácticamente excluida del proceso. Las tierras de cultivo quedaron arruinadas por la incompetencia de los nuevos dueños. Estos eran mensajes simples, inculcados en las mentes del público occidental a través de la repetición. Los reporteros occidentales, convencidos de que eran los dueños de la verdad, apelaban a las emociones en vez de a las pruebas. Aquellos con un talante más curioso, sin embargo, se quedaban preguntándose cómo serían las condiciones sobre el terreno, donde ningún reportero se molestaba en aventurase.
Ahora esta enorme laguna en la información ha sido llenada por dos estudios recientes. En un informe publicado hace aproximadamente un año, el Instituto Africano para Estudios Agrarios (AIAS, por sus siglas en inglés) detalla los resultados de sus extensas investigaciones de campo llevadas a cabo en seis distritos desde 2005 a 2006.(1) El otro estudio de campo lo llevó a cabo el proyecto Sostenibilidad tras la Reforma Agraria en la provincia de Masvingo empezando en 2006, con asistencia multinacional, incluyendo la del Instituto de Estudios sobre Desarrollo (IDS, por sus siglas en inglés) de Gran Bretaña. (2)
Lo que encontraron ambos estudios es que los hechos sobre el terreno estaban en desacuerdo con las percepciones occidentales generalizadas. Como hizo notar el estudio del IDS, «A aquellos de nosotros expuestos de forma regular a los medios occidentales, especialmente británicos, nos resultó difícil relacionar lo que escuchábamos en la TV y la radio o leíamos en los periódicos con lo que estábamos encontrando sobre el terreno.» Había un número de percepciones erróneas, que se debían en gran medida según creía el equipo de trabajo a «una simple falta de datos sólidos a nivel de campo.» (3) Aunque es verdad que ha habido tal carencia de datos, este factor no explica por sí solo las inexactitudes de los medios occidentales. El factor ideológico es primordial, como siempre. Por esa razón, incluso aunque ahora hay información concreta disponible, el tono de las informaciones occidentales es improbable que cambie.
Nunca se puede hacer suficiente hincapié en que Zimbabwe heredó un patrón de propiedad altamente desigual de la Rhodesia del apartheid. En 2002, el 70 por ciento de las tierras de cultivos más ricas aún permanecían en las manos de únicamente 4.500 agricultores comerciales blancos, centrados principalmente en la producción de cultivos para la exportación. Mientras tanto, un millón de familias de la población autóctona se afanaban para subsistir con lo mínimo, hacinadas en una región árida poco adecuada para la agricultura, conocida como las áreas ‘comunales’. El programa de reforma agraria acelerada redistribuyó mucha de la tierra de cultivo comercial a unas 170.000 familias. Cualquiera que sean sus faltas en la ejecución, el proceso ha creado innegablemente una distribución de la tierra significativamente más equitativa que la que prevalecía antes.
Esta no es la historia que las audiencias occidentales escuchan. En vez de eso, se nos dice que la reforma agraria acelerada fue un «acaparamiento de tierras» por parte de los «amiguetes,» que provocó una distribución más desigual de las tierra de la que había antes. A pesar de ello, los sondeos llevados a cabo por el AIAS y el IDS encontraron que la mayoría de los beneficiarios de la reforma agraria eran gente corriente, mientras que esos que se pueden catalogar como «élites» eran una pequeña minoría. Según el IDS, esta minoría representaba menos del cinco por ciento.
Pero deja abierta la cuestión de como uno determina quien es «élite» y quien no. Que uno trabaje para el gobierno no significa en sí mismo que uno sea «élite» o un «amiguete,» ni que uno necesariamente haya ignorado la aplicación del proceso y simplemente haya conseguido tierras mediante la intimidación. Tales casos ocurrieron, pero apenas constituyen la experiencia típica de los agricultores reasentados. «Que algunos de los beneficiarios son ‘élite’ es innegable,» hace notar el AIAS. «Lo que es discutible es su carácter y en que medida se beneficiaron. La tendencia a generalizar la noción de una ‘élite’ deja sin explicar el contenido social del concepto, y asume que carece de diferenciación en un proceso dinámico de formación de clase.» A los que tienen puestos de trabajo del gobierno, veteranos de guerra y miembros del ZANU-PF se les mete en el mismo saco que a funcionarios de alto nivel como «élites» o «amiguetes». Se asume que todos ellos eludieron el proceso habitual de solicitud de tierras para hacerse con ellas.
El AIAS señala que la evidencia empírica muestra «un patrón más diferenciado.» Este hallazgo es confirmado por el equipo del IDS: «La composición de los beneficiarios de la reforma agraria es altamente variada. La afirmación de que la reforma agraria estuvo dominada por «amiguetes» bien conectados políticamente es simplemente falsa. Como tampoco lo es la de que los veteranos de guerra fueran un grupo dominante. Aunque muchos jugaron papeles de liderazgo durante las invasiones de la tierra, la mayoría provenía de áreas rurales donde se habían estado dedicando a la agricultura en áreas comunales. Aunque algunos funcionarios del estado y hombres de negocios son miembros de una élite, muchos no lo son. Profesores, trabajadores de los servicios de extensión agrícola y dueños de pequeños negocios se han unido a la reforma agraria, trayendo nuevas habilidades y capacidades. Y los trabajadores agrícolas han sido también importantes beneficiarios.»
Hubo dos esquemas de reasentamiento implementados durante la reforma agraria acelerada: el modelo A1, en el cual se adjudicaron pequeñas granjas destinadas a beneficiar a los sin tierra o desfavorecidos, y el modelo A2, en el que fueron adjudicadas granjas de mayor tamaño que se esperaba fueran productivas de manera más inmediata. El AIAS encontró que la mayoría de los beneficiarios de la reforma agraria provenía de áreas comunales, sobre el 62 por ciento. Otra gente común suponía la mayoría del porcentaje remanente. A los aspirantes a las granjas A2 «se les requería presentar un plan de desarrollo del negocio y una prueba de la capacidad para financiar las operaciones de la granja.» Por esta razón no es sorprendente que residentes de las zonas urbanas supusieran un porcentaje mucho más alto de los aspirantes a las granjas A2 de lo que lo eran a las granjas A1. Pero incluso para las granjas A2 se situaban por debajo del porcentaje de aspirantes procedentes de las granjas comunales. (4)
A pesar de la falta de infraestructura, los beneficiarios pusieron rápidamente en marcha las labores agrícolas. Por ejemplo, casi el 72 por ciento de aquellos a los que se les adjudicó tierras en 2002, el año de más reasentamientos, empezaron las labores ese mismo año. Esto, a pesar de la resistencia de los dueños de tierras desalojados, y la negativa de muchos de ellos a abandonar la tierra. Para 2003, el porcentaje de agricultores reasentados que habían empezado las labores agrícolas se había elevado a casi el 96 por ciento, nada que ver con la imagen popular de una tierra desperdiciada. (5)
La productividad agrícola, se nos dice con frecuencia, ha sido pésima desde que se puso en marcha la reforma agraria acelerada. La implicación, no siempre expresada únicamente de forma implícita, de las informaciones occidentales es que la tierra hubiera estado mejor si se la hubiera dejado en manos de los pocos ricos dueños de tierras comerciales, ya que ellos eran lo únicos capaces de hacerlas producir con gran rendimiento. Ese punto de vista es una manifestación de la filosofía del libre mercado que tanto reconforta a los que tienen propiedades: que los mejores bienes deberían ir a unos pocos privilegiados. Desde ese punto de vista privilegiado, a la mayoría que sufre las consecuencias de una extrema y restringida concentración de la riqueza se la juzga como no digna de consideración.
Ha habido de hecho un descenso en la producción agrícola en años recientes, pero por razones complejas y variadas. Ciertamente uno de los factores responsables del descenso es que la economía de Zimbabwe en su totalidad se ha contraído alrededor de un 40 por ciento desde el año 2000. Por su abandono del destructivo programa de ajuste estructural iniciado por occidente, y después por su aceleración de los esfuerzos de reforma agraria para conseguir una distribución de la tierra más equitativa, Zimbabwe provocó la hostilidad occidental. Las sensibilidades neoliberales se sintieron ofendidas, y el castigo no tardó en llegar. Para finales de 2001, el Presidente George W. Bush convirtió en ley el Decreto para la Recuperación Económica y Democrática de Zimbabwe, el cual instruía a los funcionarios de EEUU en instituciones financieras internacionales a que «se opusieran y votaran en contra de cualquier extensión por parte de sus respectivas instituciones de préstamos, créditos, o garantías al gobierno de Zimbabwe.» EEUU ejerce una enorme influencia en las decisiones del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones financieras internacionales. Gran Bretaña y otros países occidentales eran de la misma opinión, y Zimbabwe se encontró a sí mimo fuera del tipo de operaciones normales de crédito que son esenciales para que cualquier economía moderna funcione.
La interferencia occidental no se quedó ahí, y el efecto neto fue que la economía de Zimbabwe cayera en picado, una tendencia que tuvo de forma inevitable un impacto adverso en las actividades agrícolas. La agricultura no existe como algo aislado. Está interrelacionada de múltiples formas con la economía general, y no puede permanecer imperturbable en una situación de profundo descenso económico. A pesar de toda la preocupación expresada por la productividad agrícola de Zimbabwe, los líderes occidentales deben cargar con gran parte de la responsabilidad por su declive. Pero claro, eso es lo que se pretende con las sanciones: sembrar ruina económica en la nación señalada.
Otro factor para nada insignificante en el declive de la producción de los cultivos es que gran parte de la región en la que se sitúa Zimbabwe es especialmente susceptible a los efectos del cambio climático, y durante la última década ha habido un fuerte incremento en la frecuencia de condiciones de sequía extrema. Según el AIAS, «el periodo de 2001-2005 se caracterizó por una pobre distribución de las lluvias, la peor en el periodo post-independencia.» (6)
Como ilustra este gráfico, la producción agrícola y las lluvias están estrechamente relacionadas en Zimbabwe. En el gráfico se mide la producción de maíz y éste es un cultivo básico en Zimbabwe.
Fuente: Presentación de Sam Moyo – «Reforma Agraria en Zimbabwe y Perspectivas de Recuperación»)
La sequía de la temporada agrícola de 2007-2008 fue particularmente severa, y la producción nacional de maíz se desplomó hasta las 470.000 toneladas. A pesar de ello en la siguiente estación la nación disfrutó de un buen periodo de lluvias y como resultado de ello la producción de maíz fue más de dos veces y media superior a esa cifra. (7) Es imposible tener en cuenta la relación entre las lluvias y la producción agrícola y seguir, como hacen las informaciones occidentales, insistiendo en su irrelevancia.
En la provincia de Masvingo, el área que estudió el IDS, «la producción en los reasentamientos, para todos los agricultores fuera de los campos irrigados, ha sido altamente dependiente del patrón de lluvias, y las sequías en muchas de las temporadas agrícolas desde 2000 tuvieron un enorme impacto en la capacidad de la gente para establecerse. Por el contrario, los años buenos de lluvias dieron lugar a cosechas sustanciosas y fueron de vital importancia en el patrón de acumulación, permitiendo la compra de nuevos insumos agrícolas, equipos y ganado.» (8)
Los medios occidentales han distorsionado también la imagen de la situación previa a la reforma. Contrariamente a la imagen halagüeña que se da del patrón de propiedad de la tierra heredado de la era del apartheid, la mayoría de las explotaciones agrícolas comerciales se centraban en productos para la exportación como el tabaco, mientras que la mayoría de los alimentos para el uso doméstico se cultivaba en granjas comunales. En más de la mitad de los años de las dos décadas que precedieron a la reforma agraria acelerada, Zimbabwe necesitó importar alimentos. (9) Es sencillamente falso que la importación de alimentos es algo nuevo en la historia de Zimbabwe.
Es erróneo atribuir una caída de la producción agrícola enteramente a los agricultores reasentados. El «patrón de bajo rendimiento basado en limitaciones en los insumos agrícolas,» informa el AIAS, «también afectó a los agricultores de áreas comunales…De hecho, se encontró que una gran parte del maíz y el algodón comercializados en años recientes se ha originado en las áreas de nuevos asentamientos.» La evidencia en el sondeo del AIAS, y según el punto de vista de los agricultores y los trabajadores de los servicios de extensión agrícola, «es que el rendimiento ha caído debido fundamentalmente a la escasez de (a la incapacidad de acceder a) insumos para los nuevos agricultores debido a créditos y ahorros personales insuficientes.» El rendimiento de las cosechas se vio también afectado por las frecuentes rachas de condiciones climáticas inclementes.» La escasez de tracción animal es también, «una restricción clave para una siembra adecuada y a tiempo.» (10)
Históricamente el éxito de cualquier reforma agraria depende del apoyo que se les da a los nuevos agricultores. Insumos agrícolas adecuados son esenciales. Desafortunadamente, Zimbabwe ha tenido que enfrentarse a algunos retos de enormes proporciones en ese sentido.
El AIAS encontró que menos de la mitad de los agricultores que sondeó contaban con fertilizantes inorgánicos, la producción de los cuales ha caído bruscamente en la nación. «El uso de fertilizantes y agroquímicos se ha visto muy afectado puesto que requieren componentes importados y los recursos de divisas han sido escasos.» (11) Y el suministro de moneda extranjera es bajo debido a las sanciones occidentales. Como señala el estudio del IDS, otros factores incluyen «frecuentes averías de la maquinaria y las plantas y cortes de suministro eléctrico, y la reducida capacidad de los Ferrocarriles Nacionales de Zimbabwe, lo que da lugar a un incremento de los costes del transporte de materias primas desde las minas y puertos por carretera.» (12) Las sanciones ha reducido el acceso de Zimbabwe a los repuestos para mantener la maquinaría funcionando, y la escasa disponibilidad de divisas limita la cantidad de suministro eléctrico que se puede importar de países vecinos. «Lo que es más,» el AIAS hace notar, «la mayoría de los nuevos agricultores son de escasos recursos y por lo tanto no pueden hacer frente a la compra de insumos agrícolas en el mercado incluso cuando éstos están disponibles.» (13)
Antes del proceso de reforma agraria acelerada, las grandes granjas comerciales recibieron importante apoyo crediticio tanto del estado como de instituciones financieras privadas, mientras que prácticamente la totalidad de los pequeños propietarios carecía de tal apoyo. Después de la reforma agraria, la mayoría de las compañías financieras cortó completamente la oferta de crédito a los agricultores. Solo un dos por cierto de los agricultores reasentados «se beneficiaron de los planes de insumos agrícolas del sector privado y ninguno se benefició de los programas para la compra de ganado.» (14) El apoyo financiero para el creciente número de agricultores recayó en el estado, el cual no estaba bien preparado para hacer frente a las necesidades, con sus recursos financieros estirados hasta el punto de quiebra debido a las sanciones económicas. Como resultado de esto, solo un pequeño porcentaje de los agricultores reasentados fueron capaces de beneficiarse de un apoyo crediticio adecuado, empujando a la mayoría de ellos a depender de sus propios ahorros para salir adelante. (15)
Las ONGs internacionales en su mayoría rehusaron proporcionar ningún servicio a los agricultores reasentados, y centraron sus esfuerzos en otros lugares. Dependiendo para su financiación de gobiernos occidentales hostiles al proceso de reforma agraria, las ONGs se resistieron a apoyar a los beneficiarios de un proceso que preferían ver fracasado. (16) Menos del tres por ciento de los agricultores en la muestra de estudio del AIAS recibieron apoyo técnico por parte de ONGs. «El apoyo con insumos agrícolas por parte de las ONGs fue incluso más bajo, recibiendo tal tipo de apoyo el 1,7 por ciento de los beneficiarios de la reforma agraria.» (17) Las entrevistas del AIAS con trabajadores de ONGs revelaron que las organizaciones se oponían a operar en las áreas de reasentamientos porque veían la reforma agraria como ilegítima. (18) Estas organizaciones humanitarias, parece, estaban mucho más contentas con el viejo sistema, en el cual muchos sufrían hambre y privaciones mientras que los pocos acaudalados prosperaban.
Y a pesar de ello, a pesar de todos los obstáculos, muchos agricultores reasentados han conseguido prosperar. Según el estudio del IDS, «se han hecho inversiones impresionantes en despejar la tierra para los cultivos, en ganado, en equipamientos, en transporte y viviendas.» De hecho, el IDS argumenta, «la escala de la inversión llevada a cabo por la gente misma, y sin apoyo significativo del gobierno y las agencias de ayuda, es substancial, y proporciona cimientos firmes para el futuro.» (19)
«El poseer ganado tiene un impacto directo en la producción de los cultivos,» señala el estudio del IDS, y «su valor como tracción animal en labores agrícolas, para transporte y para obtener estiércol es sustancial.» (20) En la muestra del estudio del IDS, los tamaños de los rebaños han crecido en las áreas de reasentamientos, mientras que los hogares sin ganado han descendido. (21)
Uno de los objetivos primordiales de la reforma agraria en Zimbabwe fue la paliación de la pobreza, un concepto profundamente impopular en EEUU y Gran Bretaña, pero que aún significa algo en gran parte del resto del mundo. Aunque no todos los agricultores están teniendo éxito, la mayoría de los agricultores reasentados han experimentado un cambio real en sus vidas. Como lo explicó un agricultor, «Estamos más felices aquí en los reasentamientos. Hay más tierra, los campos de labor son de mayor tamaño y no hay hacinamiento. En la última temporada agrícola obtuve muy buen rendimiento, y llené dos graneros con sorgo. Tras el reasentamiento, mi familia tiene ahora un futuro, y mis hijos tendrán tierra.» (22) Otro hombre tenía «poca tierra para cultivar» antes del reasentamiento, y dependía de la ayuda de sus parientes para sobrevivir. Él y su mujer han conseguido despejar cuatro hectáreas en su nueva granja. «Antes no tenía ganado,» dijo, «pero ahora soy el dueño de cuatro cabezas de ganado, todas compradas con los rendimientos de la agricultura. También he conseguido comprar un arado.» En un cambio de tornas, sin necesidad ya de apoyo de su familia, es ahora él quien ayuda a miembros de la familia que siguen en las áreas comunales durante periodos de sequía, y envía dinero para pagar las tasas escolares de sus jóvenes hermanos. «La nueva tierra ha transformado nuestras vidas,» afirma. (23) Según otro agricultor, «la vida ha cambiado extraordinariamente para mí porque tengo más tierra y puedo producir más de lo que solía.» (24) Estos son comentarios típicos de los agricultores reasentados.
«Mientras los titulares de los periódicos alrededor del mundo enfatizaban el colapso de la agricultura y el crecimiento de la inseguridad alimentaria en el país,» informa el estudio del IDS, «los nuevos agricultores continuaban estableciendo sus nuevas granjas y produciendo, a veces en cantidades muy sustanciales. La desconexión entre la percepción y la realidad se hizo totalmente clara tras la temporada agrícola de 2008-2009 que resultó en una producción muy sustancial. Al mismo tiempo, las agencias de ayuda y aquellos interesados en minimizar cualquier éxito de la reforma agraria, proclamaban la inminente llegada de hambrunas y la necesidad de importaciones de alimentos masivas.» (25)
Esto no quiere decir que no haya ningún problema. Por ejemplo, como señala el estudio del IDS «El fallo en el abastecimiento y entrega de insumos agrícolas ha dificultado seriamente la producción.» (26) De hecho, mejorar el abastecimiento de insumos para las actividades agrícolas es quizás la más importante tarea que se necesita llevar a cabo.
Los salarios pagados a los trabajadores agrícolas tienden a ser bajos, un patrón que ha persistido incluso después de que la reforma agraria acelerada se hiciera cargo de la mayoría de las grandes explotaciones comerciales. (27) A pesar de ello, son más los trabajadores agrícolas que informan de una mejora de sus condiciones de trabajo desde la implementación de la reforma agraria acelerada que los que dicen que no ha sido así. (28) Las condiciones de trabajo para los trabajadores de las granjas constituyen una debilidad clave, y aunque las vidas de los trabajadores agrícolas eran particularmente duras bajo los dueños de las propiedades de producción comercial a gran escala, hay espacio para una mejora sustancial.
La discrepancia en tamaño entre las granjas A1 y A2 supone una situación intrínsecamente inestable cuando hay todavía tanta gente que necesita tierra. La diferenciación de clase entre los dueños de explotaciones A2, los agricultores A1, y aquellos en áreas comunales, incluyendo los propietarios de tierras y los sin tierra, es probable que se haga mayor con el tiempo.
En particular, en una región altamente vulnerable al cambio climático, una expansión de los planes de irrigación es crítica. Eso, sin embargo, será muy difícil de conseguir para el gobierno de Zimbabwe, corto de dinero, excepto en el caso improbable de que los gobiernos occidentales aligeren el régimen de sanciones.
Aún así, a pesar de estos problemas, la reforma agraria acelerada ha creado una distribución de la tierra infinitamente más equitativa comparada con el patrón desigual de propiedad previo. La paliación de la pobreza ha sido real, y a muchos se les ha dado, por primera vez en su vida, esperanza. Los agricultores reasentados están decididos a tener éxito. Como lo expresó uno, «La tierra es por lo que luchamos. Nuestros parientes murieron por esta tierra….Ahora debemos hacer uso de ella.» (29) Como una nación soberana, Zimbabwe tiene el derecho a mejorar la vida de sus ciudadanos, a pesar de lo ofensiva que esa ambición sea para las naciones imperialistas. La tierra pertenece al pueblo de Zimbabwe, y los agricultores reasentados están teniendo éxito a pesar de los obstáculos que les ponen en el camino las sanciones y las injerencias occidentales.
Notas
(1) «Estudio sobre la reforma agraria acelerada en Zimbabwe: pautas y tendencias, 2005/06» Instituto Africano de Estudios Agrarios, Diciembre 2009.
(2) Ian Scoones, et al, «Reforma agraria en Zimbabwe: mitos y realidades,» James Currey, 2010.
(3) Ian Scoones, et al, p. 1-2
(4) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 22
(5) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 50-51
(6) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 52
(7) Ian Scoones, et al, p. 103
(8) Ian Scoones, et al, p. 96
(9) Sam Moyo, «Reforma agraria y perspectivas de recuperación,» Instituto Africano de Estudios Agrarios, 28 de julio, 2009
(10) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 175
(11) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 69
(12) Ian Scoones, et al, p. 96
(13) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 69
(14) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 163
(15) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 75
(16) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 77 Ian Scoones, et al, p. 210-211
(17) Instituto Africano de Estudios Agrarios, p. 163
(18) Instituto Africano de Estudios Agrarios, nota en p. 163
(19) Ian Scoones, et al, p. 77
(20) Ian Scoones, et al, p. 122
(21) Ian Scoones, et al, p. 117
(22) Ian Scoones, et al, p. 6
(23) Ian Scoones, et al, p. 66-67
(24) Ian Scoones, et al, p. 238
(25) Ian Scoones, et al, p. 124-125
(26) Ian Scoones, et al, p. 125
(27) Instituto Africano de Estudios Agrarios, nota en p. 109
(28) Instituto Africano de Estudios Agrarios, nota en p. 112-113
(29) Ian Scoones, et al, p. 76
Fuente: http://www.globalresearch.ca/