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Las erróneas opciones occidentales en Libia, luchar contra el terrorismo en vez el diálogo nacional

Fuentes: Orient XXI

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales

¿Vuelve a equivocarse la comunidad internacional cuando el ministro de Defensa francés Jean-Yves Le Drian declara que «ante la degradación de la seguridad en este país, debemos actual en Líbia» y Egipto y los Emiratos Árabes Unidos intervienen directamente en la guerra civil? En vez de favorecer el acuerdo internacional, azuza el conflicto en nombre de «guerra contra el terrorismo».

Finalmente fue en la ciudad de Gadamés, oasis libio situado en la intersección de las triple frontera de Libia, Argelia y Túnez, donde se celebró el pasado 29 de septiembre la primera reunión del diálogo político emprendido bajo la égida del nuevo representante especial de la secretaría general de las Naciones Unidas, el diplomático español Bernardino León. Hay dos campos abiertamente enfrentados desde que el general Khalifa Haftar lanzara el pasado 16 de mayo la operación «Dignidad». Como ninguno se había negado a entrevistarse con el otro, de hecho la reunión se limitó a un diálogo entre cargos electos de la Cámara de Representantes, más concretamente entre los que se reúnen en Tobruk y los que la boicotean por estar implantada en una zona bajo el control de Haftar. Mientras que la primera delegación procedente de Tobruk contaba con 22 parlamentarios de los aproximadamente 120 que se reúnen ahí regularmente, la segunda contaba con dos de una treintena de «boicoteadores». En el orden del día propuesto por Bernardino León para estos encuentros estaba la posibilidad de trasladar la Cámara de Representantes a otra ciudad para animar a los «boicoteadores» a reconsiderar su decisión . Evidentemente, de esta reunión, que León describe en el lenguaje diplomático como «alentadora«, no salió más que la voluntad de ambas partes de continuar con su diálogo

La situación sobre el terreno

Antes de analizar los límites y perspectivas del proceso emprendido por la Naciones Unidas en Libia, volvamos primero sobre una situación que prevalece en el país un poco más de cuatro meses después del inicio de la operación «Dignidad». Lejos de alcanzar sus objetivos iniciales de «erradicar a los islamistas»  (calificados sin distinción de «terroristas»), el general Haftar solo ha logrado que el país bascule hacia una guerra civil, acercar a las milicias de obediencia islamista que habían aceptado el proceso político a las de Ansar Al-Charia, antes aisladas, además de contribuir a internacionalizar el conflicto por medio de la intervención directa a su favor de los Emiratos Árabes Unidos y de Egipto.

Sobre el terreno, en Tripolitana sus enemigos reunidos bajo el estandarte de la operación «Alba de Libia» ganaron la batalla de Tripoli contra las milicias de Zintan el 23 de agosto y siguen con su ofensiva en la zona de implantación de la tribu Warshafana favorable a Zintan con el objetivo a largo plazo de desmilitarizar la ciudad de Zintan. Cuentan con el apoyo de todas las grandes ciudades de Tripolitana (Tripoli, Misrata, Al-Zawiya, Zwara, Tarhouna, Zliten, Gharian y Sabrata), así como con el de las ciudades bereberes de las montañas de Nafussa. En Cirenaica las milicias contrarias a Haftar controlan Bengasi, con excepción de la base aérea de Al-Benina donde en los últimos días han logrado unos éxitos que auguran mal la capacidad del general para mantenerse ahí. Por su parte, las milicias de Haftar controlan una parte de las regiones montañosas de las montañas de Akhdar y de Tobruk donde reclutan combatientes entre las tribus locales (Awagouir, Baraissa y Abeydat). En el sur han estallado en Ubari unos combates limitados entre tubus (la mayoría de los cuales se han puesto de parte de Haftar) y tuaregs que, aunque oficialmente son neutros, están cercanos a las milicias de «Alba de Libia». El telón de fondo de todo ello es el control de los campos petroleros de la región que siguen guardando las milicias de Zintan.

El parlamento de Tobruk en cuestión

En el plano político, la Cámara de Representantes surgida de las elecciones del 25 de junio y que se reunió por primera vez en Tobruk el 4 de agosto devolvió a Abdallah Al-Thani a su puesto de primer ministro y validó la composición de su gobierno a primeros de septiembre. Por su parte, en Tripolí, aunque el Consejo General Nacional saliente estaba al final de su mandato, eligió el 25 de agosto a Omar Al-Hassi, profesor universitario originario de Bengasi, primer ministro de un «gobierno de salvación nacional». Sus ministros anunciaron que sus ministerios se habían vuelto a poner en funcionamiento. El Banco Central situado en Trípoli también cae de facto bajo su control. Para este gobierno de salvación nacional y para las milicias del «Alba de Libia» el parlamento de Tobruk no es legítimo porque no ha respetado la hoja de ruta constitucional que preveía que tuviera su sede en Bengasi. En vez de ello, se ha instalado en la zona favorable a Haftar, con lo que ha dejado claro su apoyo al golpe militar del general.

La votación del parlamento el 13 de agosto a favor de una intervención internacional (a la que la población libia es mayoritariamente hostil) ha proporcionado otro pretexto a su rechazo por parte de varios consejos locales que, contrariamente a los parlamentarios de Tobruk, disponen de una base social real. De hecho, se acusa al parlamento de haber dado su aval a los bombardeos sobre Trípoli por parte de los Emiratos de los días 18 y 20 de agosto. Por último, el discurso de su presidente Aguila Saleh Issa el 27 de septiembre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas terminó de ahondar la división entre ambos campos. En efecto, reafirmó que no entablaría el diálogo con «quienes no respetan la legitimidad » y pidió a la comunidad internacional que » considerara terroristas a las estructuras paralelas (políticas y militares) » .

Aunque ni Francia ni la Unión Europea ni Estados Unidos condenaron claramente el golpe militar del general Haftar en mayo, reconocieron desde el 5 de agosto al parlamento libio como su representante legítimo. Si bien en general se da por hecho el reconocimiento de un parlamento elegido por sufragio universal, su reconocimiento inmediato e incondicional en un contexto de guerra civil en el que solo ha sido elegido por menos del 18% del electorado (aproximadamente 600.000 votantes del millón y medio inscrito de tres millones y medio de electores) según las cifras proporcionadas por la alta comisión electoral libia, cuando regiones enteras no se expresaron, solo podría contribuir a radicalizar aún más las posturas de ambos campos. De hecho, olvidando el encadenamiento de acontecimientos y las responsabilidades de los actores que habían arrastrado al país a la guerra, los países antes citados redujeron rápidamente la situación a un enfrentamiento entre legalistas (a los que con frecuencia los medios califica erróneamente de » liberales e incluso nacionalistas» ), e «islamistas» .

La comunidad internacional azuza el conflicto

Y como para confirmar a los beligerantes que Francia se ha decantado por un campo en la guerra, con lo que reforzaba así el peso de los más radicales de ambos bandos, el ministro de Defensa francés Yves Le Drian declaraba el 8 de septiembre en una entrevista a Figaro que «ante la degradación de la seguridad en este país, debemos actuar en Libia».

Aunque la declaración final adoptada tras la reunión ministerial sobre Libia celebrada en Nueva York al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre, a petición sobre todo de Argelia, recordó la importancia de la no intervención en los asuntos internos libios, este texto no ha dejado de insistir en «la presencia creciente y la influencia de los grupos radicales y terroristas cuyo objetivo es explotar el vacío político y de seguridad que constituye una amenaza fundamental para la estabilidad de Libia y de la zona, pero también para la paz y la seguridad internacionales». El texto continúa reconociendo «el papel primordial del gobierno libio para tener en cuenta la amenaza cada vez mayor de los grupos terroristas y su voluntad de apoyar al gobierno en este terreno».

Por su parte, el ministro francés de Exteriores Laurent Fabius, tras haber recordado en esta reunión que «la vuelta a la unidad, a la estabilidad y a la integridad de Libia pasa por el establecimiento de una solución política», añadió: «Sabemos que existen grupos terroristas, al sur y al este de Libia, y estos, seamos concretos y realistas, no van a ser neutralizados automáticamente porque, como todos sabemos, vaya a haber una reconciliación nacional. Por supuesto que es necesaria esta reconciliación, porque si se quiere que las fuerzas libias puedan hacer lo que es necesario hacer respecto a los grupos terroristas, deben estar unidas para evitar juegos sucios. Pero todos sabemos que habrá que tomar otras medidas. En primer lugar hay que procurar que estos grupos sean sancionados. En este sentido, Francia pide que se inscriba a Ansar Al-Charia en la lista de grupos terroristas del Consejo de Seguridad, entre los grupos vinculados a Al-Qaida». Dos día después el presidente del parlamento de Tobruk durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas se sentirá así legitimado para instrumentalizar este concepto recién activado de » guerra contra el terrorismo» y pedir el apoyo de la comunidad internacional en su lucha contra sus adversarios políticos.

Guste o no, las milicias de «Alba de Libia» controlan hoy las tres mayores ciudades del país y la casi totalidad de la Tripolitana, y la única solución será ampliar progresivamente la base del diálogo a sus sectores políticos que se han convertido en los jefes surgidos de la guerra civil de 2011. Esta es la postura que mantiene Argelia , a la que no se puede acusar de simpatía por los islamistas y que tiene la experiencia de la guerra civil y de la reconciliación. También es el caso de Túnez . Ambos países no dejan de llamar al diálogo inclusivo entre todas las partes.

Si los Estados miembros del Consejo de Seguridad no conceden el margen de maniobra necesario al representante especial de las Naciones Unidas y siguen considerando el futuro de Libia exclusivamente a través del prisma de la guerra contra el terrorismo, incluso de la intervención militar, la política de dar pasos pequeños emprendida por Bernardino León tiene todas las bazas de fracasar.

Al igual que en 2011, cuando Nicolas Sarkozy rechazó toda posibilidad de opción negociada y eligió la guerra declarando desde febrero de 2011 (esto es, un poco más de un año después haberlo recibido con honores en París) que el coronel Gadafi ya no era «un interlocutor», parece que Francia ha preferido rechazar el diálogo con una de las dos partes en conflicto. Al iguala que en 2011 lo único que hará esta decisión es reforzar a los más radicales de ambos campos, prologar una guerra que ninguna de las partes tiene medios de ganar y correr así el peligro de precipitar a Libia a un escenario similar al de Somalia.

Patrick Haimzadeh es un ex diplomático francés en Trípoli (2001-2004) y autor del libro Au cœur de la Libye de Kadhafi, Jean-Claude Lattès, 2011.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/les-mauvais-choix-occidentaux-en,0714