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Las huelgas de 2021 analizadas en contexto

Fuentes: A l'encontre - Viento Sur

Algunos hablan del “gran descontento” por la cólera de los trabajadores que lleva a la acción, ya sea ir la huelga o renunciar al trabajo.

Sin duda ya habréis leído artículos sobre las huelgas de 2021. [Ver en la web de À l’Encontre los artículos publicados los días 20, 22 y 25 de octubre y 12 de noviembre]. Por una parte, son más numerosas, algunas en sectores donde no hemos visto muchas huelgas desde hace algún tiempo, como el comercio al por menor, el ocio o las grandes empresas manufactureras; otras se han desarrollado en áreas que se han vuelto más propensas a las huelgas en los últimos años, como los cuidados de salud y la educación, casi todos los sectores donde las trabajadoras y trabajadores se han visto afectados por la pandemia de Covid-19. Para los comentaristas más cautelosos, este es un “aumento” de huelgas, mientras que el exsecretario de Estado de Trabajo, Robert Reich, ha sugerido de forma imaginativa que se trataba, “a su forma desorganizada!, de una huelga general [The Guardian , 13 de octubre de 2021]. La mayoría de los relatos sobre esta oleada de huelgas visible los sitúa en el contexto de la reciente coyuntura económica.

Las condiciones inmediatas que estimulan la huelga se encuentran principalmente en las “penurias” particulares de mano de obra en las que (a excepción de los que han contraído el virus) los trabajadores y trabajadoras han abandonado voluntariamente sus empleos, en un número record, en busca de mejores salarios y mejores condiciones laborales. El  Bureau of Labour Statistiques-BLS, (Oficina de Estadísticas Laborales) los llama “abandonos” [abandons] y ha registrado un número sin precedentes: 4,3 millones en agosto de este año. Los sectores del comercio, el transporte y los servicios públicos por sí solos, así como el del ocio y la hostelería, representaron casi la mitad de estas salidas[i]. Además, los despidos en el sector privado han disminuido en relación con el año anterior y las ofertas de empleo han aumentado en más de dos tercios para alcanzar los 9,6 millones, mientras que las contrataciones han permanecido prácticamente incambiadas[ii]. Los patronos necesitan más trabajadores y trabajadoras y éstos y éstas se han vuelto más selectivos y confiados en ellos mismos.

Mientras unos hablan de “gran dimisión” por todos los “abandonos”, otros hablan de “gran descontento” por la cólera subyacente que lleva a la acción, se trate de una dimisión o de una huelga. Por un lado, la tasa de abandonos había aumentado de forma más o menos regular desde los primeros signos de recuperación tras la gran recesión de 2008-2010. Por otro lado, una encuesta de Gallup realizada en marzo de 2021 encontró que el 48% de “la fuerza laboral de EE. UU está buscando activamente un trabajo o está a la espera de una oportunidad”, muy por encima del 2.9% que realmente dimitió[iii]. Por lo tanto, la insatisfacción laboral reinó en la fuerza población activa durante algún tiempo antes de alcanzar un máximo histórico en agosto de 2021. Por esta razón, creo que es más útil pensar en la tasa de “abandonos” como una medida de la insatisfacción laboral, por un lado por otro lado, y una mayor confianza para participar en una acción, por otro lado, en lugar de como una causa directa de las huelgas.

Al mismo tiempo, millones de trabajadores y trabajadoras mal pagados descubrieron, si es que aún no lo sabían, que eran “esenciales” para el funcionamiento de la sociedad, incluso cuando sus jefes continuaban abusando de ellos, trabajando en exceso y abusando de ellos y ellas para pagarles menos. Esto también contribuyó al deseo de huelga. Además, las ganancias de las corporaciones no financieras nacionales aumentaron un 70% hasta un récord de1.8 billones de dólares en el segundo trimestre de 2021, lo que entraña que los empleadores tendrán más problemas para invocar la pobreza si sus trabajadores se dan cuenta y toman la iniciativa.

Ciertamente, las cosas se han facilitado con los 450 contratos sindicales [convenios colectivos, ndr], muchos de los cuales cubren a más de 1.000 trabajadores, que expiraron en 2021. En general, entonces, ha sido un buen momento para la huelga.

Pero esta situación de aparente reactivación de la combatividad no puede explicarse únicamente por un mercado de trabajo favorable. Para profundizar en el asunto, debemos considerar lo que ha ocurrido anteriormente. Las huelgas de 2021 no aparecieron de la nada. La tabla 1 muestra el número total de huelgas, las consideradas “mayores” por el BLS, con 1000 o más huelguistas, y el número total de huelgas durante los últimos seis años.

Digresión sobre las estadísticas relativas a las huelgas

Sin embargo, antes de analizar estas y otras cifras relacionadas, es necesario discutir las cifras relativas a las huelgas. Desde que la administración Reagan interrumpió el recuento del BLS de todos los paros laborales después de 1981, no ha habido un recuento oficial de todas las huelgas y cierres patronales. El BLS solo registra huelgas de 1.000 o más trabajadores. Hasta 2021, el Federal Mediation and Conciliation Servie-FMCS (Servicio Federal de Mediación y Conciliación) registró todos los paros laborales directamente relacionados con la negociación colectiva, principalmente en el sector privado. Así, no se incluyeron huelgas como las de los docentes en West Virginia y otras en 2018 y 2019, ya que en realidad fueron huelgas contra el Parlamento de West Virginia. La mayoría de las huelgas del sector público tampoco lo fueron, a menos que el sindicato o el empleador solicitaran mediación al FMCS. Por lo tanto, incluso con la adición de las huelgas mayores de BLS a los números de FMCS no necesariamente se obtendría un recuento completamente preciso. La administración de Biden ha eliminado el recuento del FMCS y ya no está disponible en el sitio web del FMCS, lo que solo empeora las cosas. Las huelgas de los trabajadores de los ferrocarriles y las aerolíneas son registradas por la National Mediation Board (Junta Nacional de Mediación) [que desde la década de 1930 se ha encargado de garantizar los flujos comerciales aéreos y ferroviarios entre los estados; también juega un papel mediador], de conformidad con las disposiciones de la Railway Labor Act (Ley de trabajo ferroviario), organismo que rige las relaciones laborales en los ferrocarriles y en el transporte aéreo. Sin embargo, no ha habido ninguna en los años que estamos analizando.

Este año, sin embargo, el programa de Industrial and Labor Relations (Relaciones Laborales e Industriales) de la Universidad de Cornell comenzó a rastrear todas las huelgas a través de Google y las redes sociales. Más recientemente, Jonah Furman de Labor Notes comenzó a registrar las huelgas y los esfuerzos organizativos en su informe semanal en línea “Who Gets the Dog”. He utilizado todas estas fuentes para producir el recuento de huelgas más preciso posible con los datos existentes, pero es probable que algunas se hayan pasado por alto. Son estas cifras las que se utilizan en la Tabla 1 y a lo largo de este artículo. A veces difieren de las cifras proporcionadas por el BLS o el FMCS y son más precisas que estas últimas. Se citan en las Tablas I y II y no se citarán cada vez que se utilicen posteriormente.

Tabla 1

De estos datos se desprenden tres elementos. Primero, el número total de huelgas en los primeros diez meses de 2021 es mucho mayor que en los cinco años anteriores. Pero el número de huelguistas no es mayor que el de todos los años anteriores. En general, el número de huelgas ha ido disminuyendo desde 1980 y disminuyó aún más tras la gran recesión de 2008, alcanzando un mínimo de 76 en 2018. Por lo tanto, 2021 es el primer año con un aumento significativo en el número total de huelgas. Pero como muestra la Tabla I, el número de huelguistas en 2021 no es ni mucho menos igual al de 2018 y 2019, que vieron crecer las huelgas masivas de maestros en todo el país. De hecho, antes de 2021, la mayoría de las huelgas procedían del sector de la educación escolar pública y, especialmente, de las y los asalariados del sector sanitario privado. Estos son trabajadores que se ven menos afectados por las fluctuaciones en la economía que la mayoría, aunque sus tasas de “dimisión” también han aumentado, lo que indica una insatisfacción laboral significativa. Por supuesto, estos son trabajadores que se enfrentan con condiciones comunes a una gran parte de la clase obrera y sus huelgas cuentan en la lucha de clases al igual que las de otros trabajadores más “industriales”.

En segundo lugar, hay una caída dramática en el número de huelgas y huelguistas en 2020 debido al impacto inicial de la pandemia y a la profunda pero breve recesión que provocó en la primavera de ese año. Cabe señalar, sin embargo, que muchas de las huelgas que se llevaron a cabo en 2020 fueron de trabajadores no organizados en empresas como Amazon, McDonald’s e Instacart [entrega de alimentos], que protestaban contra las inseguras condiciones de trabajo frente al auge de la pandemia. Sin embargo, el aumento de las huelgas se reanudó en 2021.

En tercer lugar, lo que hace que el año 2021 sea particularmente único no es solo el aumento en el número de huelgas, sino también el aumento en el número de huelgas en sectores distintos de la educación y la salud, principalmente en el sector privado. En 2021, estos trabajadores y trabajadoras convocaron 124 huelgas en todos los sectores, mucho más que en los años previos a la Gran Recesión. La Tabla II muestra todas las huelgas de 500 o más trabajadores. Esto no incluye a los 60.000 trabajadores del espectáculo organizados en la IATSE (Alianza Internacional de Empleados de Escenarios, Teatro y Cine), sindicato que concluyó un borrador de acuerdo en octubre, proyecto que provocó el descontento de la parte de los miembros. Además de los 37.000 trabajadores del sector de la salud de Kaiser Permanente  [consorcio de cuidados que comprende hospitales, clínicas de salud y un sistema de planes de salud y seguros; el volumen de negocios del consorcio ascendió a 88,7 mil millones en 2020] que podrían ir a la huelga más adelante en el año. De hecho, es probable que muchos otros trabajadores y trabajadoras cuyos convenios vencen el próximo año se declaren en huelga.

Tala 2

[Nombre de los sindicatos cuyas siglas se mencionan en la Tabla 2:
IBT The International Brotherhood of Teamsters – GWC-UAW Graduate Workers of Columbia – USW United Steelworkers – UMWA United Mine Workers of America – UAW United Automobile, Aerospace and Agricultural Implement Workers of America – GSOC Graduate Student Organizing Committee – SEIU Service Employees International Union – Asociación Nacional de Educación NEA – BCTGM Panadería, Confitería, Sindicato Internacional de Trabajadores del Tabaco y Molineros de Granos – UBCJ United Brotherhood of Carpenters and Joiners of America – CWA Communications Workers of America – CNA California Nurses Association – NNU National Nurses United – AAUP American Association of University Professors – MA Nurses Massachusetts Nurses Association – IAM International Association de Maquinistas y Trabajadores Aeroespaciales – IUOE International Union of Operating Engineers – SIEU Service Employees International Union]

Una visión algo más amplia de esta tendencia es pensar en ella como un “relanzamiento” a largo plazo después de la profunda dislocación de la Gran Recesión de 2008-2010. El número de huelgas registradas por FMCS y BLS había estado disminuyendo durante décadas. A finales de la década de 1990, el número de huelgas registradas por el FMCS en promedio era de casi 400 por año, antes de caer a alrededor de 300 entre 2000 y 2005, y luego a 103 en 2009. Las principales huelgas registradas por el BLS cayeron de 39 en 2000 a un mínimo histórico de 5 en 2009. El número de huelguistas registrados por el BLS cayó de 394.000 en 2000 a un increíblemente bajo de 12.500 en 2009. Por lo tanto, aunque ninguna de las cifras de antes de la recesión representa niveles históricamente altos de huelgas comparables a las de las décadas de 1930, 1940 o 1970, la Gran Recesión representó una ralentización bastante marcada de la actividad huelguística. Visto así, los números de 2018-2021, tomados en conjunto y como promedio, pueden interpretarse como un regreso a los niveles de huelga y de huelguistas previos a la recesión.

Visto desde otra perspectiva, los trabajadores aprenden de las victorias de otros trabajadores y del hecho de que sus sentimientos sobre sus propias condiciones son compartidos por otros dentro de la empresa. Los trabajadores y trabajadoras de la educación en 2018 y 2019 enseñaron a otros que cuando las condiciones son adecuadas, es posible el tiempo de la huelga y de la victoria. Al igual que los numerosos huelguistas del sector de la salud que se han enfrentado a gigantes de la rama [como Kaiser], también han demostrado a los trabajadores de todas las industrias que la experiencia de años de ingresos estancados y el estrés del trabajo justo a tiempo eran enfermedades que afectaban a toda una clase social. Si ellos pudieron defenderse, tú también puedes, ese era el mensaje.

La acumulación de agravios contra la acumulación de capital

Por lo tanto, hay razones para creer que las huelgas y el activismo en general continuarán si entendemos el ‘empujón’ de 2018-2021 como resultado no solo de las condiciones cíclicas y pandémicas, sino también de la acumulación de motivos de protesta durante un largo período: un período que es el resultado de los esfuerzos desesperados del capital para aumentar los beneficios y compensar las tasas de beneficio decrecientes y que reanudó su tendencia poco después de la recuperación del colapso de 2008-2010. Como dijo el historiador británico Eric Hobsbawm en su estudio de los levantamientos obreros, las “situaciones explosivas” son el resultado de “acumulaciones de materiales inflamables que solo se encienden periódicamente, por así decirlo bajo el efecto de la compresión”[iv]. Los materiales inflamables son la degradación de los salarios, las condiciones de vida y de trabajo y los agravios acumulados durante muchos años. Aunque estas “explosiones” por parte de los trabajadores y trabajadoras son imposibles de predecir con precisión, siempre van precedidas de protestas, huelgas y, a veces, de organizaciones nuevas o ampliadas, a menudo acompañadas de otros movimientos sociales activos. Ejemplos bien conocidos incluyen las oleadas de huelgas que precedieron y siguieron a la Primera Guerra Mundial, las que tuvieron lugar durante y después de la Segunda Guerra Mundial y la oleada de huelgas que duró desde mediados de la década de 1960 hasta los años 1970, durante la Guerra de Vietnam.

Cada una de estas oleadas de huelgas no solo fue frenada y luego estimulada por el impacto social y económico de una guerra, sino que estuvieron acompañadas y vinculadas con otros grandes movimientos sociales, además del de los trabajadores y trabajadoras sindicados y en proceso de sindicalización. En los años cercanos a la Primera Guerra Mundial se trataba del movimiento por el sufragio femenino y el aumento de la actividad de los derechos civiles, principalmente a través de la National Association for the Advancement of Colored People-NAACP  (Asociación Nacional para la Promoción de la Gente de Color), y del nacionalismo negro. En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no fue solo la ola de huelgas masivas de 1943-46 sino también el auge menos visible pero importante, de la actividad por los derechos civiles, a menudo dirigida por excombatientes negros. La Guerra de Vietnam vio el nacimiento del movimiento contra la guerra, el renacimiento del feminismo y el movimiento masivo de mujeres, así como el Black Power y el movimiento de derechos LGBTQ. El “relanzamiento” de hoy está sucediendo, por supuesto, a raíz de un nuevo movimiento de mujeres, el movimiento de trabajadores inmigrantes, el del freno al cambio climático y el surgimiento de Black Lives Matter y de sus diversas continuaciones. Este es ya un período de considerable activismo social. El “relanzamiento” de la huelga es quizás el precursor de una explosión más importante.

Si bien muchas de las condiciones de vida degradadas de la clase trabajadora y los agravios que engendraron son bien conocidas, vale la pena examinarlas y ver cómo podrían interactuar para provocar un aumento continuo de la militancia y el activismo de la clase trabajadora. Quizás el problema más obvio e irritante es que en términos reales, a pesar de algunos aumentos salariales recientes debido a la “escasez” de mano de obra en septiembre de este año, el obrero medio en la industria de producción privada sin una función de encuadramiento ganaba los mismos 9.73 dólares por hora que habría ganado en la primavera de 1989. Mientras tanto, la productividad del trabajo ha aumentado un 88% durante el mismo período, incluso significativamente durante la pandemia[v]. Puede que no conozcan las cifras oficiales, pero ciertamente conocen la situación actual.

Cuando la pandemia golpeó a principios de 2020, solo tenían licencia remunerada por enfermedad alrededor de dos tercios de las trabajadoras y trabajadores peor pagados y  la mitad de los que estaban en el cuarto inferior de la escala salarial, o alrededor de 13 millones de trabajadores de producción y no gerenciales, mientras que más de 31 millones de personas menores de 65 años no tenían seguro médico. No es sorprendente que el impacto de la pandemia no haya sido socialmente neutro. Un estudio del Journal of the American Medical Association Network publicado en mayo de 2021 ha revelado que la incidencia de infecciones y muertes por Covid-19 era mayor en los condados de los Estados Unidos donde la desigualdad de ingresos era relativamente alta.

Junto con esta terrible realidad económica, años de intensificación del trabajo justo a tiempo, de estandarización y de objetivos cuantificados y controlados han hecho mella en el estrés. Al analizar los Estados Unidos y Canadá durante la pandemia de 2020, una encuesta de Gallup encontró que el 57% de los trabajadores estaban estresados, el 48% preocupados y el 22% en cólera, “durante gran parte del día”[vi]. El estrés, la preocupación y la ira también aumentaron mucho antes de la pandemia. El porcentaje de asalariados/as que dijeron que los sentían “a menudo durante el día” aumentó durante el período posterior a la Gran Recesión, del 44% en 2008 al 55% para el estrés en 2018, del 34% al 45% para la inquietud y del 16% al 22 % para la cólera durante estos años. Una encuesta anterior, realizada en 2006, mostró que el 72% del estrés experimentado en los Estados Unidos provenía de causas relacionadas con el trabajo.

Sin embargo, el estrés no es la única fuente de sufrimiento emocional y de descontento. Años de desigualdad de ingresos y riqueza cada vez más visible explotaron durante la pandemia, revelando una imagen de la obscena situación financiera de la creciente cohorte de multimillonarios. Según un estudio del Institute for Policy Studies, el número de multimillonarios en Estados Unidos pasó de 614 en marzo de 2020 a 745 en octubre de 2021 en el momento de la pandemia, mientras que su riqueza acumulada pasó durante este período de 2.947,5 mil millones de dólares a 5,019,4 mil millones de dólares. Las apariciones muy mediáticas de muchos de estos gigantes de la explotación han hecho casi imposible que la población trabajadora no se dé cuenta de cómo y cuánto se han beneficiado estos individuos muy públicos de su sobrecarga de trabajo, de sus bajos salarios, del estrés, de la infección por covid e incluso de la muerte. De hecho, incluso antes de que se produjera la pandemia, una mayoría del 61% de los encuestados dijo que había “demasiada desigualdad económica en Estados Unidos”. En promedio, solo el 42% de las personas encuestadas considera que la lucha contra estas desigualdades es una “máxima prioridad”. Pero entre los que tienen los ingresos más bajos, el 52% piensa que es una prioridad absoluta. Para muchos, este crecimiento astronómico de la desigualdad fue, por lo menos, una razón más para hacer huelga y un elemento suplementario en su toma de conciencia de clase.

Al mismo tiempo, incluso antes de que se produjera la pandemia, el 70% de los estadounidenses creía que “las grandes empresas y los ricos tienen demasiado poder e influencia en la economía actual”, según una encuesta realizada por el Pew Research Center a finales de septiembre de 2019. No es sorprendente que también creyeran que los políticos tenían demasiado poder. La sensación de que los “intereses” poderosos tienen demasiado poder económico e influencia política es, por supuesto, tanto molienda para los molinos populistas de derecha, a la manera de Trump, como una fuente potencial del despertar de la conciencia de clase. De cualquier manera, ver a los demócratas del Congreso pelear entre sí[vii] tanto como contra los republicanos y los lobbystas corporativos para recortar los programas -incluso cuando inicialmente sean inadecuados- que podrían ayudar a la gente de la clase trabajadora, es susceptible  de matar cualquier esperanza que algunos pudieran haber tenido de que ese “campo” proporcionaría ayuda. Por otro lado, solo el 31% de las personas encuestadas cree que los sindicatos tienen demasiado poder, y la mayoría de ellas, conjuntamente, se identifican o se inclinan por el lado republicano. De hecho, los índices de aprobación de los sindicatos aumentaron después de la Gran Recesión, del 48% en 2009 al 68% en agosto de 2021. Esto también indica tanto una mayor insatisfacción como una conciencia de clase aumentada, y una indicación de los medios inmediatos (sindicatos) para luchar eficazmente.

Dada la acumulación de motivos de queja y de malos convenios colectivos que los trabajadores sindicalizados conocen desde hace décadas, no es de extrañar que la presión para la huelga y para mejores convenios colectivos haya venido en gran parte desde abajo. Rob Eafen, presidente del BCTGM [Sindicato Internacional de Trabajadores de Panadería, Confitería, Tabaco y Molineros de Granos] en la fábrica de Kellogg’s en Memphis, dijo al semanario  Time, el 25 de octubre de 2021: “El movimiento de huelga fue una oleada, proveniente del pueblo”. La oleada fue visible en muchos sindicatos cuyos contratos expiraron en 2021, y los miembros votaron abrumadoramente a favor de la huelga. En octubre, el 90% de los miembros del United Auto Workers (UAW) en John Deere rechazó una oferta de contrato y el 98% votó a favor de la huelga, al igual que el 90% de los miembros del UAW en las fábricas de camiones Volvo rechazó dos veces ofertas inadecuadas y se declararon en huelga. El 93% de los miembros de la CWA (Communications Workers) de Frontier Communications [el séptimo mayor proveedor de servicios de telecomunicaciones locales en los Estados Unidos] en California votó y se declaró en huelga durante un día, el 5 de octubre[viii]. Los miembros de IATSE, el sindicato de trabajadores de producción de cine y televisión, votaron en un 98% a favor de la huelga a principios de octubre. Luego se llegó a un acuerdo de principio, pero muchos miembros de IATSE expresaron su descontento con el acuerdo. Veintiún mil enfermeras y otros trabajadores de la salud de Kaiser Permanente en California votaron en el 96% a favor de la tan necesaria huelga. También se está convocando a votar a miles de otros trabajadores de Kaiser pertenecientes a otros 20 sindicatos. Hay pocas razones para creer que desaparecerá este tipo de presión popular.

Las crisis como las guerras, las depresiones y las pandemias ponen de manifiesto todo tipo de fisuras en el sistema económico. La pandemia del Covid-19 solo ha amplificado y visibilizado las desigualdades acumuladas en la sociedad y los agravios que generan, pero también la vulnerabilidad del capital. Por ejemplo, el reciente colapso de las cadenas de suministro globales justo a tiempo, es la causa inmediata de una crisis que se está gestando desde hace mucho tiempo [véase Kim Moody]. Los puertos están congestionados en parte porque la capacidad de los navíos portacontenedores superó la de los puertos de contenedores de un 63% a un 42% entre 2010 y 2020, seguido de un fuerte aumento en la demanda de transporte en contenedores en 2021. Esta situación puede explicarse por el hecho de que los consumidores abandonaron los servicios en favor de bienes durante la pandemia[ix]. También había escasez preexistente de vagones, locomotoras y mano de obra, así como de conductores de camiones locales y de larga distancia y trabajadores de almacén, es decir, a todo lo largo de las cadenas de suministro. El impacto de estas fuentes de congestión y cuellos de botella en las cadenas de suministro globales se ha intensificado por la combinación de limitaciones y vulnerabilidades de la entrega justo a tiempo. No hay ningún misterio sobre ninguno de estos temas. La velocidad aumenta el impacto de cualquier interrupción en la cadena de suministro[x], mientras que años de bajos salarios y de ventajas sociales inexistentes o muy bajas, combinados con los resultados de intensificación del trabajo mencionados anteriormente, han alejado a los trabajadores y trabajadoras de los trabajos estresantes y peligrosos asociados con el transporte internacional de carga, como lo han hecho para otros sectores de trabajo como el de la salud.

Al mismo tiempo, es un recordatorio del poder del trabajo para interrumpir la acumulación de capital. Un estudio sobre el impacto de los “eventos perturbadores” en las cadenas de suministro de 397 empresas estadounidenses entre 2005 y 2014 mostró que, durante los tres meses posteriores a la interrupción, un efecto decreciente promedio en las ventas de solo -4.85% llevó a una disminución en el resultado de explotación del -26,5% y a una disminución del rendimiento del activo del -16,1%[xi]. Este impacto se produjo antes de que la pandemia condujera a un aumento en el consumo de bienes por encima de los servicios, así como a una disminución de los stocks y, como resultado, a una mayor dependencia de las cadenas de suministro y de la logística, que no debería terminar en algún tiempo[xii]. Está claro que las interrupciones causadas por las y los asalariados, tales como las huelgas o las huelgas de celo, pueden tener un impacto significativo en la acumulación de capital de un empleador determinado. Un ascenso social puede obligar a toda la clase capitalista a retroceder. Y ese podría ser el punto de partida para un nuevo movimiento de la clase trabajadora en Estados Unidos.

Kim Moody, editor de la red Labor Notes en los EE UU, es autor de numerosos libros, entre ellos On New Terrain: How Capital Is Reshaping the Battleground of Class War (Haymarket Books 2017), In Solidarity: Essays on Working-Class Organization en los Estados Unidos (Haymarket Books 2014). Actualmente es profesor invitado en la Universidad de Westminster.

Artículo original publicado en el sitio web de Spectre, el 15 de noviembre de 2021.

Traducción: Viento Sur

Notas

[i] Bureau of Labor Statistics, “Quits rate of 2.9 percent in August 2021 an all-time high,” TED: The Economic Daily, October 18, 2021.

[ii] Bureau of Labor Statistics, “Job Openings and Labor Turnover-August 2021,” News Release, USDL-21-1830, October 12, 20210, Tables 1-6.

[iii] Gandhi and Robinson; Bureau of Labor Statistics, “Quit rate.”

[iv] Eric Hobsbawm, “Economic Fluctuations and Some Social Movements since 1800”, en Eric Hobsbawm, Laboring Men: Studies in the History of Labor (Londres: Weidenfeld y Nicolson, 1964), 139.

[v] Bureau of Labor Statistics, “Real Earnings – September 20201, Real Earnings New Release, USDL-21-1832, October 13, 2021, Table A-2; Bureau of Labor Statistics, “Average hourly earnings of production and nonsupervisory employees, Total private, seasonally adjusted,” 1972 to 2021, Databases, Tables & Calculators by Subject, extracted on October 25, 2021; Bureau of Labor Statistics, Economic New Release, Table 1Business Sector Labor Productivity, September 2, 2021, https://www.bls.gov/news.release/prod2.t01.htm; Bureau of Labor Statistics, “Nonfarm Business Annual Series” All Employed Persons, Index 2012 = 100, 1947-2020, xlxs, https://www.bls.gov/lpc/#tables

[vi] Gallup, State of the Global Workplace: 2021 Report, (Washington DC: Gallup, 2021), 28-30.

[vii] En el Senado, dos demócratas, Kyrsten Sinema (vinculado a los lobbies industriales y opuestos al salario mínimo de 15 dólares y al Green New Deal) y Joe Manchin (vinculado a los sectores farmacéutico y de combustibles fósiles) se opusieron a los elementos del plan de gasto social y ambiental de la administración Biden. (Red. À l’Encontre).

[viii]Jonah Furman, “John Deere Workers Are Ready to Strike on Wednesday,” Jacobin, October 12, 2021, https://www,jacobinmag.ocom/2021/10/john-deere-workers-uaw-contract-vote-strike; Jonah Furman, “Deere Strikers Mean Business,” Labor Notes 512 November 20201, 1, 3, 15.

[ix] Statista, “Capacity of container ships in seaborne trade from 1980 to 2020 (in million dead weight tons)” and “Container capacity at ports worldwide from 2002 to 2019 with a forecast for 2020 until 2024 (in million TEUs)” 2021, https://www.statista.com/search/?q=global+port+capacity&Search=&qKat=search; Peter Sand, “Container Shipping: Records Keep Falling As Industry Enjoys Best Markets Efver,” Bimco,  June 21, 2021, https://www.bimco.org/news/Market_anaysis/20210602_container_shipping.aspx; Paul Krugman, “The Revolt of the American Worker,” New York Times, October 14, 2021.

[x] [10] Kim Moody, “Labour and the Contradictory Logic of Logistics” Work Organisation, Labour & Globalisation 13(1) (Spring 2019): 79-95.

[xi] Milad Baghersad and Christopher W. Zobel, “Assessing the extended impacts of supply chain disruptions on firms: An empirical study,” International Journal of Production Economics 231, January, 2021: 8.

[xii] Peter S, Goodman, “How the Supply Chain Broke, and Why It Won’t Be Fixed Anytime Soon,” New York Times, October 22, 2021, https://www.nytimes.com/2021/10/22/business/shortages-supply-chain.