En 1960, 17 territorios coloniales de África central (Camerún –bajo tutela de la ONU, administrado por Francia–, Centroáfrica –República Centroafricana–), Congo, Congo belga, Gabón, Chad; occidental (Costa de Marfil, Dahomey/Benín, Alto-Volta/Burkina Faso, Mauritania, Níger, Nigeria, Sudán francés/Mali, Senegal, Togo –bajo tutela de la ONU, administrado por Francia); austral (Madagascar) y oriental (Somalia) fueron proclamados Estados independientes.
Así pues, en 2020 se ha celebrado su sesenta aniversario. Pero el coronavirus y la pandemia han dificultado, en casi todas partes, esta celebración, que sin duda se preveía fastuosa. Ahora bien, la pandemia también puede ser considerada como una oportunidad que han aprovechado muchos de estos Estados –cuya mala salud económica (endeudamiento público crítico, por ejemplo), y por tanto social, no había esperado a este virus– para no proceder a ningún balance final de la llamada independencia. Porque en el umbral de su tercera edad todavía está lejos de desprenderse de la colonización, de ser una descolonización concluida. Por las modalidades reales de acceso a la independencia –no los relatos oficiales y paraoficiales sobre el anticolonialismo–, se trató más bien de una metamorfosis del colonialismo en neocolonialismo, como se le puede llamar todavía. Desde hace cuatro décadas, este proceso, que se dio en un contexto internacional dominado por el keynesianismo tras la Segunda Guerra Mundial, se ha adaptado a la forma neoliberal de la dominación del capital impuesta a estos Estados, entre otros, y cuya dinámica alimentó la ola colonialista del siglo XIX.
La descolonización
Para valorar la descolonización o la independencia adquirida por estos Estados africanos (que se sumaron entonces a otros diez, entre ellos Sudáfrica) hay que recordar lo que es la colonización: apropiación de un territorio, por la fuerza de las armas o por algún tratado fraudulento, atribuyéndose subsiguientemente la soberanía sobre los pueblos autóctonos por medio de la imposición de nuevas instituciones y/o por la readecuación subordinada de las instituciones autóctonas. Y, sobre todo, transformando los territorios conquistados en espacios de actividad económica en beneficio principalmente de la potencia conquistadora (europea, en este caso), y de sus súbditos instalados, sobre todo en los casos de colonias de asentamiento. Así, del siglo XIX a inicios del XX se trató de someter los territorios africanos conquistados a la lógica del capital (lo que no significa hacerlos parecer a las metrópolis coloniales), en función de sus recursos (como lo indican algunas denominaciones, heredadas de la época mercantilista, como Costa de Marfil). De este modo, se convertían en extensiones de la economía metropolitana. También fueron colonizados territorios desprovistos de riquezas naturales, por ser interesantes geoestratégicamente. Esta dominación, mezclando cristianismo constantiniano (West, 2004) e ideología de la Ilustración, hacía gala de una misión civilizadora, una carga para las potencias coloniales, supuestamente consagradas, a pesar de todo, al progreso de los colonizados y a la humanidad en general.
Los gestores de estos nuevos Estados independientes conciben la descolonización de ese modo, con olvido de la dimensión económica
Así, descolonizar significaría, lógicamente, no solo acceder a la soberanía estatal internacional, sino también, para los excolonizados, emprender la ruptura con el principio, económico más que racial (está demostrado con bastante pertinencia que el racismo moderno se construyó para/durante la esclavitud de los negros en las Américas –de la negación cristiana del alma a los negros a mediados del siglo XVI a las divagaciones científicas del siglo XIX– y luego para la colonización, sin que esto implique una identificación mecánica entre anticapitalismo y antirracismo), que motivó, animó, estructuró las relaciones sociales coloniales jerárquicas (subordinando a los autóctonos en general y a las capas sociales populares en particular; integrando a una minoría de autóctonos/indígenas que participaba en los engranajes de la dominación y de la explotación coloniales, según el modo directo o indirecto de gobierno colonial) y los mecanismos de su reproducción, de la dominación económico-política o global.
Éste no es el sentido que se suele conferir a la descolonización, como una expresión semántica de la colonialidad. Se pone el acento esencialmente en la supuesta soberanía política sobre territorios configurados por las potencias coloniales. Acompañada de cierta dimensión cultural, muy marcada por la etnología colonial y llamada a ser instrumentalizada por las nuevas minorías dirigentes –tras haberlo sido por los cacicazgos tradicionales e intelectuales durante el colonialismo directo– más que a contribuir a una verdadera descolonización. Los gestores de estos nuevos Estados independientes conciben la descolonización de ese modo, con olvido, o más bien con una cierta asunción, de la dimensión económica que es la dimensión capital heredada del colonialismo y la que lo motivó. Lo que no resulta sorprendente, dadas las modalidades de acceso de estos territorios a la independencia.
Las independencias del año 1960
Es bastante notorio que en los territorios franceses de África ecuatorial/central (AEF), de África occidental (AOF) y de Madagascar, los futuros padres de la independencia y sus organizaciones políticas, con la excepción del guineano Sékou Touré y la sección local de la Unión Democrática Africana (Rassemblement démocratique africain, RDA) en 1958, no pensaban salir de la dinámica iniciada con la Unión Francesa (1946), que llevó a algunos al Parlamento francés y más tarde incluso al gobierno francés, seguida de la Ley-marco de 1956, llamada Ley Defferre, que instauró los consejos de gobierno territoriales y, luego, la Comunidad (1958), instituyendo Estados/repúblicas autónomas vinculadas a Francia. Los futuros padres de la independencia prefirieron, en general, esta asimilación con Francia, una especie de colonialismo participativo votado en referéndum en 1958 –por lo general por más del 90%–, a cualquier perspectiva de independencia. Incluso la Federación de Mali, puesta en marcha en enero de 1959 por Senegal y el Sudán francés (abandonados en el último momento por Dahomey –actual Benin– y Alto-Volta –actual Burkina Faso– atraídos por el costamarfileño Félix Houphouët-Boigny a su Consejo de la Entente), no quiso cortar el cordón umbilical económico, militar y político con Francia, pretendió mantenerse en la Comunidad (Léopold Sédar Senghor, presidente de la Asamblea Federal de Mali hasta el estallido de la Federación en agosto de 1960, después presidente de Senegal desde setiembre de 1960, siguió siendo –como también el presidente costamarfileño Félix Houphouët-Boigny y el malgache Philipert Tsiranana– consejero de la República Francesa hasta mayo de 1961, bajo el primer ministro Michel Debré) 1/. Así, al margen de la profunda voluntad de sus dirigentes (Houphouët-Boigny, 1986), por una conjunción entre la presión de algunas capas sociales (estudiantes y funcionarios sindicados), muy influidas por las independencias ghanesa (1957) y guineana (1958), y un tardío realismo descolonizador metropolitano, estos Estados se volvieron independientes, y sus dirigentes padres cofundadores de esos Estados neocoloniales 2/. Una independencia neocolonial sostenida por acuerdos de dependencia, denominados acuerdos de cooperación (económica, monetaria, militar, etc.). El presidente ghanés Kwame Nkrumah, analista del neocolonialismo, hablaba en este sentido de “Estados semiindependientes” o “aparentemente independientes” (Nkrumah, 1964).
Del lado anglófono, ese mismo año se proclamó la independencia de Nigeria aunque, como en el caso de Ghana (1957-1960), el nuevo Estado, miembro de la Commonwealth, conservó, de 1960 a 1963, como jefa a la reina de Inglaterra (¡Isabel II, que sigue en el trono!). La Constitución del nuevo Estado independiente fue sometida a su validación –o algo peor– por la Colonial Office. Así, ni en el caso de Nnamdi Azikiwe (antiguo mentor del panafricanismo de Nkrumah y virulento anticolonialista durante mucho tiempo, muy próximo al fabianismo), gobernador general y comandante en jefe de la Federación de Nigeria (1960-1963) –representando así a la reina, antes de convertirse en presidente en 1963–, ni tampoco en el del primer ministro del nuevo Estado independiente, Abubakar Tafawa Balewa, había ningún proyecto de ruptura con una economía capitalista en la que ya estaba confortablemente instalada una parte de la élite colonizada nigeriana. La Colonial Office supo también contribuir a este posicionamiento, en aquel tiempo de la llamada guerra fría.
En el Congo belga, nada indicaba que el presidente Joseph Kasavubu, por ejemplo en su discurso del día de la independencia (30 de junio), proyectase una ruptura con la economía capitalista construida localmente por la colonización. Ciertamente, su competidor, el primer ministro Patrice Émery Lumumba y el Movimiento Nacional Congoleño, habían expresado la voluntad de revisar el monopolio territorial detentado por los colonos belgas y las sucursales de las compañías belgas. En su famoso discurso del 30 de junio, había anunciado que “Juntos, hermanos y hermanas (…). Juntos vamos a establecer la justicia social y asegurar que cada cual reciba la justa remuneración de su trabajo”. Pero el imperialismo y sus aliados autóctonos, cometiendo el primer asesinato político posterior a esta independencia masiva, no le dejaron tiempo para elaborar, precisar, si había que romper o no con el capitalismo 3/. En cuanto al primer presidente de la Somalia independiente, Abdallah Aden Osman Daar, y su gobierno, no consideraban en general incompatibles la independencia proclamada y la dominación de la economía somalí por el capital italiano.
Continuidades
Junto al capitalismo, los nuevos Estados han conservado por lo general las prácticas de las administraciones coloniales durante el, a posteriori, denominado período de transición, o de educación en el neocolonialismo, iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, salvo en el caso del Congo belga 4/. Como el fraude electoral, que bajo el imperio francés se le denominó “procedimientos argelinos” (Bourdet, 1951), “elecciones a la argelina” (Boumendjel, 1951), haciendo referencia al primer territorio donde la administración colonial francesa lo practicó de manera evidente. En sus memorias, el Premio Nobel de literatura (1986), el nigeriano Wole Soyinka (1997), recordó que “fueron los británicos quienes enseñaron a los nigerianos el arte de trucar las elecciones”. Por otra parte, la evolución del gobierno indirecto británico y la reforma del colonialismo francés en colonialismo participativo (Ley-marco de 1956, instaurando los consejos de gobierno territoriales dirigidos por autónomos elegidos y la Comunidad de 1958 que dio paso a Estados/repúblicas autónomas) consistían también en la delegación del poder represivo a los gobernantes autóctonos. Como ejemplo, este consejo de un burócrata colonial a otros administradores coloniales franceses: “En mi opinión, en la próxima etapa la policía estará casi enteramente en manos de los consejos de gobierno (…). Vais a tener que reprimir algunas manifestaciones, por ejemplo: ¿qué va a ocurrir si sois vosotros quienes ordenáis reprimir? Ya sabéis que tendréis dificultades. Si quien toma la responsabilidad de prohibir o reprimir algunas manifestaciones es el consejo de gobierno, y si este lo encarga al personal territorial, es decir, al personal bajo sus órdenes, la operación no tendrá en absoluto el mismo carácter” (Soucadaux, 1957). En cuanto a la corrupción del sistema jurídico, era una de las quejas planteadas respecto a la administración colonial británica por el movimiento de mujeres nigerianas tras la Segunda Guerra Mundial. Con el tiempo estas distintas prácticas –la corrupción no se limita al sistema jurídico– se han vuelto excesivas en la mayor parte de estos países.
Así, la independencia es por lo general neocolonial. El neocolonialismo significa aquí la independencia política; la existencia de Estados reconocidos internacionalmente como soberanos, aunque siguen siendo bastante dependientes de las metrópolis coloniales; en particular, del imperialismo en general –con la posibilidad de cierta diversidad de dominadores, conforme o no a la jerarquía intraimperialista 5/–, a través de mecanismos probados, sobre todo económicos, pero también culturales. Mecanismos que favorecen también a las capas dirigentes autóctonas, en general aliadas objetivas del capital imperialista, aunque con la posibilidad de fricciones internas, como la que llevó al asesinato en 1963 del primer presidente de Togo, Sylvanus Olympio, procapitalista (exdirector local de la transnacional británico-holandesa Unilever), al que se achacaba haber querido emanciparse de Francia en beneficio del llamado capital anglosajón, incluyendo el proyecto de salida del antiguo franco de las colonias francesas de África (conservándose la sigla FCFA, a pesar del cambio). Como decía en 1960 el primer ministro francés Michel Debré a su presidente (Charles de Gaulle), Olympio quería “tener las manos libres” (Debré, 1960). Lo que no ocurría con los otros jefes de los Estados llamados independientes.
Sesenta años después
En el año 2020, la situación no ha cambiado en lo fundamental: persiste la neocolonialidad de las llamadas independencias, aunque la situación no sea absolutamente idéntica a la de los años 1960 (Nanga, 2006). Ha habido reajustes y reestructuraciones de la dominación en función de nuevas relaciones de fuerza inducidas por la neoliberalización de la mundialización desde los años 1980, el hundimiento del bloque comunista de la guerra fría y la emergencia de nuevas potencias capitalistas en este nuevo siglo.
Persiste la neocolonialidad de las llamadas independencias, aunque la situación no sea absolutamente idéntica a la de los años 1960
En materia militar, los ejércitos coloniales, incluido el francés, abandonaron algunos Estados independientes en los años 1960. Sin embargo, Francia conserva bases militares en Costa de Marfil, Gabón y Senegal. Benín, Camerún y Togo forman parte del ámbito de la misión naval francesa Corymbe en el golfo de Guinea, para la protección de los petroleros. En el marco de la lucha contra el terrorismo islamista, desde 2014 se ha desarrollado la operación Barkhane en Burkina Faso, Mali, Mauritania, Níger, Chad. Sin olvidar la República Centroafricana, donde puso término bastante pronto (2013) a las ambiciones militares sudafricanas, económicamente motivadas. Además, otras fuerzas militares extranjeras están más presentes que antes en África, incluso en los países independientes de 1960. Así, en 2007-2008, EE UU, imperialista en jefe, creó un mando militar para África (Africom), cuyo cuartel general no pudo ser instalado en África (está en Stuttgart, Alemania) por la oposición bastante firme, en aquellos años, de la Unión Africana (UA). Sin embargo, el ejército estadounidense está actualmente mucho más presente que nunca en África, en una gran mayoría de países, entre ellos los independientes de 1960 (Camerún, Burkina Faso, Gabón, Níger, República Centroafricana, Senegal, Somalia, Chad). Otros ejércitos europeos (Alemania, Bélgica, Italia, Rusia) también están presentes en Mali, Níger, República Centroafrican 6/. La Fuerza Africana de Alerta (FAA), contemplada por la UA como fachada para permitir la reducción de la presencia militar extranjera en África, es casi inexistente. En cuanto a la fuerza militar del G5 Sahel (Burkina Faso, Mali, Mauritania, Níger, Chad), puede ser considerada más bien como supletoria del ejército francés (Barkhane). De hecho, detrás de este despliegue militar no africano en nombre de la lucha contra el terrorismo islamista (a cuyo desarrollo no pueden ser considerados ajenos algunos de estos socios extraafricanos) –que puede ir acompañada de la ayuda al desarrollo– está tanto la publicidad de los instrumentos de la muerte, esas mercancías onerosas producidas en esos llamados Estados desarrollados, como el interés por las materias primas estratégicas: del uranio nigeriano o centroafricano –para Francia y consortes, inquietos por el manifiesto interés chino por los recursos de esos países– al petróleo somalí, todavía no explotado, para EE UU (lo que motivó la fallida intervención militar de 1993, Restore Hope). Una dependencia securitaria que no engaña, por ejemplo, a los manifestantes nigerianos que exigen la salida de los militares franceses y estadounidenses.
En materia monetaria, los antiguos territorios de la AEF y de la AOF que optaron por la Comunidad en 1958, siguen vinculados al principal superviviente de la zona franco, el franco CFA 7/–la demostración de su naturaleza neocolonialista (que beneficia al capital francés y a su Estado, así como a las clases dirigentes de los Estados africanos implicados) se ha revitalizado mucho en estos últimos años–, y de hecho al euro, moneda de la Unión Europea. Así, por ejemplo, la dinámica de creación de una moneda de la Comunidad Económica de los Estados del África Occidental (CEDEAO), el ECO, fue sustituida (finales de diciembre 2019-mayo 2020), a iniciativa de los jefes de Estado francés, Emmanuel Macron, y costamarfileño, Alassane Ouattara, por el lanzamiento de un ECO en lugar del FCFA de la Unión Económica y Monetaria africana occidental (UEMOA, cuyos Estados son también miembros de la CEDEAO, un reagrupamiento más amplio) 8/. En una zona monetaria CEDEAO influiría sobre todo Nigeria, primera economía no solo de la subregión (70% del PIB de la CEDEAO, y entre cinco y seis veces el PIB de la UEMOA, donde el PIB costamarfileño representa normalmente casi un tercio), sino de toda la región de África. Nigeria –primer proveedor actual de Costa de Marfil, por delante de Francia, imbuido de su supremacía económica, muy celoso de su soberanía monetaria nacional, y poco dispuesto a someterse a la disciplina que implicaría una moneda comunitaria– forma parte de los dos tercios de miembros de la CEDEAO que no reúnen los llamados criterios de convergencia (tasas de déficit, de inflación, de deuda pública). De esta manera, el lanzamiento del ECO-CEDEAO fue postergado en setiembre de 2020 sine die. En cuanto a los Estados de la otra subzona de la FCFA, la Comunidad Económica y Monetaria del África central, CEMAC 9/ (cuyos dirigentes, tan desprovistos como sus pares de la menor cualidad positiva, parecen estar en competición permanente por llevarse la palma de la prevaricación en África, como se verá más adelante), no se podía esperar ninguna audacia o proyecto inteligente de independencia. La cadena francesa parece preferible a la independencia: la CEMAC estaría dispuesta a seguir los pasos del FCFA-ECO pero, a diferencia de la UEMOA, sin cuestionarse la domiciliación de la cuenta de operaciones (sus reservas de cambio) en el Tesoro Público francés. Ya sea porque les debe ir bien, o por temor –los tecnócratas conocen la cleptomanía de sus empleadores– a que, una vez repatriadas, estas reservas de cambio sean saqueadas.
Alineamiento detrás del capital internacional
El neocolonialismo hoy día supone también el alineamiento detrás del capital internacional neoliberalizado, cuya jerarquía está en reestructuración, consecuencia por ejemplo de la constitución de la Unión Europea (1992). Los vínculos de los Estados independientes de 1960 (en adelante, EI-1960) con la UE (en su origen, Comisión Económica Europea, CEE) datan de la primera Convención de Yaundé (1963), hoy día Acuerdo de Cotonou, extendido al Caribe y al Pacífico (ACP/UE), en vía de expiración (diciembre 2020) y que se supone dará lugar a otro acuerdo, en curso de negociación. Sin que aún se haya alcanzado el Acuerdo de Asociación Económica (APE), en negociación desde 2002 en el marco del citado Acuerdo de Cotonou, confrontado a las reticencias de muchos socios no europeos, entre ellos la mayoría de los EI-1960, temiendo resultar más perjudicados. En Madagascar (80% de la producción mundial de vainilla), que tiene a la Unión Europea como principal mercado de exportación de sus productos (más del 40%), el APE se aplica desde 2012. Camerún (exportador de cacao, bananas, etc., hacia la UE) y Costa de Marfil (muy dependiente de la exportación de cacao, del que es primer productor mundial, banana, atún, madera), prisioneros, como muchos otros, de la especialización agrícola colonial y poco preocupados de una solidaridad/integración subregional, han decidido cada cual la activación del citado acuerdo, desolidarizándose así de los otros miembros de la CEMAC y de la CEDEAO, respectivamente.
Estos países han estado dirigidos por los intereses de los exportadores de estos productos, por lo general empresas transnacionales. Con la consecuencia prevista, entre otras, de un descenso de los ingresos aduaneros. En Madagascar se preveía un 10% desde 2015. Para Costa de Marfil, “las pérdidas acumuladas de ingresos aduaneros (derechos de aduana + IVA) sobre las importaciones procedentes de la UE28-RU [Unión Europea de 28 con el Reino Unido] pasarán a 65,1 millones de euros (M€) de T5 10/ (3 de setiembre de 2021) a 898 M€ en T10 (2026), 2.500 M€ en T15 (2031), 4.400 M€ en T20 (2036) y 11.000 M€ en T35 (2051)” / Berthelot, 2018). Este absurdo, beneficioso para una minoría capitalista a costa del Tesoro Público y de los gastos sociales, se aplica también a Camerún, ya que “Camerún nunca habría debido firmar este APE porque varios estudios realizados entre 2005 y 2013, tanto por el Ministerio de Economía como por el de Finanzas, habían indicado que el país iba a salir perdedor en todos los planos en esta asociación (…) [Según] el estudio del Ministerio camerunés de Finanzas llevado a cabo en 2008 (…), las pérdidas de ingresos se situarían en 168,2 miles de millones de Fcfa en 2023, para un acumulado de 1.102 mil millones de Fcfa en el conjunto del período de desmantelamiento. Las ganancias de ingresos en la apertura serán modestas y no podrán compensar las pérdidas. Evalúan estas ganancias en 191,5 mil millones de Fcfa de manera acumulativa en el período. La toma en consideración de estas ganancias ocasionará una pérdida neta acumulada estimada en 911,3 mil millones de Fcfa” (Tchuenkam, 2020). Los dirigentes cameruneses parecen darse cuenta de ello después de “16 mil millones de minusvalías presupuestarias”, entre agosto de 2016 y marzo de 2020, según la aduana camerunesa (Mbodiam y Andzongo, 2020).
Seis décadas antes, algunos futuros padres de la independencia habían expresado, tras la creación de la CEE –que instauró un régimen de asociación con los consejos de gobierno de la Ley-marco de Defferre–, la voluntad de construir la Euroáfrica. Hasta la prefirieron, después, al proyecto de una unión africana de Estados, cuyo sucedáneo fue la Organización de la Unidad Africana. Una de las consecuencias de este medio centenario, o sesentenario, de asociación, desigual a pesar de todo, con la CEE/UE es la persistencia poscolonial de la especialización africana en el suministro de productos básicos, materias primas, a costa de la agricultura de alimentos, de la transformación local necesaria de algunos productos y de una diversificación efectiva y suficiente de las economías. Así, la gran dependencia alimentaria de estas sociedades potencialmente capaces de alimentarse –si la satisfacción de las necesidades locales fuera tan solo uno de los principios de organización de la economía, la soberanía económica democrática en la que se incluiría la soberanía alimentaria 11/– cuyos Estados se han especializado en productos de renta (agrícola, minera…) para las economías dominantes. Habida cuenta de las actuales maniobras de diversión del capital respecto al cambio climático, este va probablemente a hacer fracasar los proyectos en marcha de la supuesta reducción de dicha dependencia. Con las consecuencias, entre otras, de mayor inseguridad alimentaria y el “predominio de la subalimentación” (FAO), ya muy pronunciada en África central y occidental a las que pertenecen la casi totalidad de los EI-1960 12/.
Sin embargo, hay voces de la UE que abogan ahora por el establecimiento de una asociación basada en… la igualdad. No porque se hayan visto súbitamente influidas por el humanismo, sino por cálculo capitalista: “Para llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso, hay que cambiar el paradigma. Si no, los países africanos intentarán cada vez más orientarse hacia países como China y establecer relaciones comerciales con países emergentes: India o Brasil” (Centro de Información Europe Direct, 2020). En efecto, la reestructuración del capital internacional se caracteriza por la emergencia de estas nuevas potencias capitalistas que instrumentalizan a voluntad la común pertenencia al Sur (a la vez que mantienen relaciones económicas más importantes con las potencias capitalistas tradicionales). Por ejemplo, China se ha convertido en la primera proveedora de la República Democrática del Congo (20%, frente a un 6% Bélgica), Madagascar, Somalia. Va muy poco por detrás de Francia en Congo, Togo, etc. Y se ha convertido en el primer acreedor bilateral de muchos de estos EI-1960.
Por lo general, la sumisión de estos Estados al capital internacional 13/, al imperialismo en reestructuración neoliberal, es manifiesta desde la crisis estructural del neocolonialismo, de los Estados del capitalismo periférico, bajo la forma, entre otras, de la crisis de la deuda pública exterior (desde final de los años 1970-1980). Esta sobrevino después de la reivindicación de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI), iniciada en 1973 por Estados no alineados/del tercer mundo, que se consideraban perjudicados por el intercambio desigual, y adoptada por la ONU en 1974, aunque casi inmediatamente paralizada por las potencias imperialistas vinculadas al intercambio desigual. Más tarde, tras una nociva generosidad acreedora (el endeudamiento para el desarrollo promovido por el Banco Mundial, por la abundancia de petrodólares durante esos años 1970, fue uno de los factores de la crisis de la deuda de los Estados del tercer mundo), en lugar de este NOEI, se impuso la integración en un nuevo orden capitalista internacional, el de la fase neoliberal de la mundialización, a partir de programas de ajuste estructural (Senegal y Costa de Marfil estuvieron entre los pioneros en África), del Banco Mundial y del FMI, instituciones del neocolonialismo colectivo (sus miembros son potencias imperialistas y Estados de la periferia capitalistas, aunque de manera desigual, respetando la jerarquía del capitalismo mundial). Una víctima muy particular de este endeudamiento crítico y de su remedio socialmente nocivo ha sido la Somalia del general Muhammad Syad Barre (proestadounidense, después de haber sido prosoviético, incluso socialista científico, como algunas otras imposturas africanas): es uno de los principales factores de la larga crisis de la que todavía intenta salir (Chossudovsky, 1993).
Supremacismo de lo privado
En estos últimos años está en marcha una nueva crisis de la deuda pública en África, con dos EI-1960 entre los diez Estados más endeudados en relación deuda/PIB: Mauritania (el noveno) y Congo (el décimo). Todos estos EI-1960 están también afectados por la nueva ola de ajuste estructural neoliberal, tras denominaciones como programa de reformas estructurales con facilidad ampliada de crédito, o instrumento de coordinación de la política económica, con nuevos préstamos multinacionales en juego (el FMI no destaca por la anulación de las deudas). La lucha contra la covid-19 ha sido también una oportunidad para que el FMI preste más a Estados ya cautivos. Sigue siendo un empuje para avanzar en la neoliberalización de su capitalismo, aunque no asegure un buen porvenir a las clases populares, a los dejados-de-lado en la anterior fase del capitalismo. Los Estados todavía deben proceder, entre otras cosas, a la privatización de sus empresas; por supuesto, las más rentables, las que habían sobrevivido a la ola precedente. Dicho de otra manera, la organización de más heteronomía, dependencia hacia una fiscalidad cuyas tasas deben al mismo tiempo ser atractivas, bajo la vigilancia del Doing Business.
Por ejemplo, la transnacional singapuriana OLAM ha adquirido recientemente la Nueva Sociedad Algodonera de Togo, justo tras hacer lo mismo con la Sociedad Algodonera de Chad. El algodón se ha convertido en el segundo producto de exportación de Chad, pero sigue siendo el primer producto agrícola de exportación e industrial de Togo. Costa de Marfil continúa el proceso de privatización, la cesión de partes de los sectores bancario, minero, etc., desarrollado desde los años 1990. Por ejemplo, uno de sus principales bancos, el Banco de la Vivienda [Banque de l’Habitat] de Costa de Marfil está en la lista. El capital francés, tradicionalmente hegemónico (50% de los ingresos fiscales costamarfileños) estará servido porque, después de la ayuda del ejército francés a Alassane Ouattara para instalarse en el palacio presidencial en 2011, las inversiones francesas están creciendo. Camerún va a privatizar, por ejemplo, su compañía aérea (Camair-Co) después de haberla reflotado (incluso en aparatos), cuando “más de tres décadas después de los famosos Programas de Ajuste estructural (PAS) impuestos por las instituciones de Bretton Woods, o del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía camerunesa nunca ha llegado verdaderamente a recuperarse, a pesar de una yuxtaposición de programas económicos” (Mbog Pibasso, 2019). En Nigeria, entre la decena de empresas a privatizar está la Nigerian National Petroleum Corporation, número uno del capital público nigeriano, socio en joint-ventures de los gigantes mundiales del sector petrolero que operan en Nigeria, y con una buena decena de filiales. El capital británico pos-Brexit que quiere reforzar su presencia en Nigeria también está interesado en esta oleada de privatizaciones.
Los mejor colocados en este proceso de consolidación del supremacismo de lo privado (como lo define Naomi Klein en La doctrina del shock) son principalmente las transnacionales extraafricanas. La propensión de las transnacionales a una cuasi soberanía –como se suele decir, ellas hacen la ley– sobre sectores en los Estados en que operan, incluso su influencia en el seno de instituciones multilaterales, como en algunas agencias de la ONU, o de la Unión Africana, puede ser considerada como la puesta al día poscolonial neoliberal de cierta tradición de la mundialización (por ejemplo, al comienzo de la Nigeria colonial, a finales del siglo XIX, fue la Royal Niger Company, en la tradición de la East India Company y de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, nacidas en el siglo XVII). También son compradoras las transnacionales africanas, como Maroc Telecom, que adquirió Gabon Telecom, entre otras (Aziki, 2017). Incluso capitalistas autóctonos: por ejemplo, la compañía costamarfileña para el desarrollo del textil ha sido adquirida por un capitalista multimillonario (en FCFA) costamarfileño. En Benín, no solo se ha denunciado la intensa privatización, “bajo expresiones tan diversas como variadas (privatización, concesión, arrendamiento, gestión delegada, etc.)”, de la que se han beneficiado transnacionales originarias de la antigua potencia colonial, sino también que se haya hecho “en provecho del presidente Patrice Talon y de su clan” 14/.
Estas adquisiciones por el sector privado van acompañadas por lo general de despidos, los llamados planes sociales, flexibilización de empleos, etc., en vez de crearse nuevos empleos pretendidamente decentes. Dicho de otra manera, un deterioro de la situación de las clases sociales y medios sociales populares, del que es consciente el FMI al expresar su aparente preocupación por la preservación de los “gastos sociales” o de las “conquistas sociales” y el “crecimiento inclusivo”. Una preocupación que es más bien un taparrabos, por la gran diferencia con las consecuencias de las otras reformas estructurales que condicionan desde hace cuatro décadas la pretendida ayuda aportada por el FMI a los Estados bajo ajuste estructural neoliberal. En complicidad con su hermano gemelo, el Banco Mundial, que debería, en neolengua neoliberal, “actuar por un mundo sin pobreza”, pero a la espera de que se cumpla este gran deseo, coproduce pobreza, contribuyendo al desarrollo de las desigualdades sociales, de género, en el mundo en general y en los Estados independientes de 1960 en este caso. Aunque parece que es la covid-19 la que ha mostrado a Macky Sall (Senegal), Alassane Ouattara (Costa de Marfil), Mahamodou Issoufou (Níger), respectivamente, “la injusticia del sistema económico” mundial, el “egoísmo de los países ricos”, la necesidad de un “debate sobre las desigualdades” y de un nuevo “reparto de las riquezas a escala mundial y en cada país” (Linge, 2020) 15/. Palabras que no expresan una de las consecuencias sociales de la opción económica (capitalista) dominante mundialmente, sino la hipocresía o la demagogia de individuos que se benefician de ese sistema 16/.
Impregnados de ideología capitalista, estos dirigentes están más preocupados por la tasa de crecimiento del PIB. Así, refiriéndose al título de un estudio de la institución de Bretton Woods, Alassane Ouattara declaró en plena campaña electoral: “El Banco Mundial ha llegado a decir que Costa de Marfil está al borde del paraíso” 17/. Criterios que podrían suscitar, hoy día, la misma actitud desaprobadora de Aimé Césaire a mediados de los años 1950: para justificar la colonización, para no considerarla como una cosificación, “me arrojan a la cabeza hechos, estadísticas, kilómetros de carreteras, de canales, de ferrocarriles (…). Me dejan con la boca abierta con el tonelaje de algodón, de cacao exportado” (Césaire, 1955). En esta sociedad de los EI-1960 se ha dicho que “la tasa de crecimiento no se come”, como reacción a la exhibición de las tasas de crecimiento del PIB. Aunque acudiendo a otros criterios, el llamado paraíso se aleja, porque basándose en una concepción de la soberanía que no se limita tanto a la independencia adquirida en 1960, que apenas se ejerce frente a las potencias capitalistas, cuya soberanía, en realidad dominación, es denominada imperialismo, como la atribuida en los hechos a la deuda en la expresión deuda soberana. Una concepción opuesta a la de una soberanía que ejerce una minoría autóctona –ligada por lo general a estas potencias, aun siendo relativamente autónoma– sobre la población, olvidando clásicamente entre dos solicitudes de sufragio universal directo (cuando tienen lugar) la soberanía fundamental. La del pueblo, que está mayoritariamente constituida por las clases sociales/medios sociales populares, y que debería ejercerse para su autoemancipación.
Así, ¿puede considerarse “al borde del paraíso” a esta Costa de Marfil que no ha esperado a la covid-19 para figurar entre los “20 países con sistemas de salud menos efectivos del mundo”? (Coumba y Assane, 2018). Precedida, en la parte baja de la tabla, por Togo, Níger, Madagascar, Camerún, y seguida del Congo, Nigeria, Benín, Chad, República Centroafricana, o sea, más de la mitad de los EI-1960. Como su tasa de alfabetización del 43,10%, entre los diez inferiores al 60% de esos EI-1960 (del 59,60% de Nigeria –campeón económico de África, que tiene al mismo tiempo “el mayor número de niños no escolarizados en el mundo”, 13 millones (Adewale, 2020)– al 19,10% de Níger, pasando por el 57,70% de Senegal y el 52,10% de Mauritania. La parte femenina de estas tasas desciende, por ejemplo, en Costa de Marfil, Benín, Níger, Burkina Faso, por debajo del 50%, hasta el 11%. Pero, sin ilusionarse por la forma y el contenido actuales de la alfabetización dominante, es imposible participar efectivamente en el ejercicio de la soberanía siendo analfabeto. Como decía en los años 1950, durante la lucha por la independencia, Cheikh Anta Diop, y sin caer en el elitismo: “En un país nuevo es deber de los ciudadanos dotarse de una cultura general muy sólida de manera que puedan juzgar con competencia sobre todas las cuestiones sobre las que tendrán que dar su opinión. Si no, la edificación podrá ser monstruosa” (1955). Ahora bien, ninguno de estos EI-1960 ha favorecido la formación de la ciudadanía, la emancipación (aún con tasas de alfabetización del 83% en Gabón, 79% en Congo, 75% en Camerún). Muchos de estos EI-1960, al igual que los de la antigua AEF, son democraduras (dictaduras de aspecto democrático, según Eduardo Galeano). En cuanto al coeficiente de Gini 18/, se sitúan entre el 32,6% en Mauritania (puesto 124 de 161 en el mundo, el menos desigualitario de los EI-1960) y el 56,2% de la República Centroafricana (6º, el más desigualitario de los EI-1960), pasando por el 48,9% de Congo (puesto 16), el 43% de Nigeria (puesto 42), el 41,3% de Costa de Marfil (puesto 55), que expresan la pretendida existencia (pre)paradisíaca (un consumismo bobo y ecocida) de una ínfima minoría (cleptócratas y burócratas de confianza, capitalistas autóctonos). Y globalmente, en materia de índice de desarrollo humano (IDH del PNUD), la gran mayoría de los EI-1960 (trece países) pertenece a la clase de desarrollo humano débil: de Nigeria (puesto 158 de 189) a Níger (189), pasando por Madagascar (162), Costa de Marfil (165), República Democrática del Congo (179), Burkina Faso (182).
Resultados sociales más que mediocres, sistemáticamente en perjuicio de las clases populares, mostrando una herencia de la política social colonial (un “circuito de buenos servicios y de complicidad” entre los colonizadores y las llamadas autoridades tradicionales, “en detrimento de los pueblos”, según Aimé Césaire), una consecuencia del neocolonialismo colectivo neoliberal iniciado en los años 1980-1990, fundamentalmente asumido por las clases dirigentes locales –más allá de estos EI-1960–, mostrando la naturaleza injusta y desigual del sistema económico mundial, donde se sitúa tanto la colonización como la covid-19. Injusticias y desigualdades sistémicas agravadas, en este caso, por la cleptomanía de los gobernantes (como modo de acumulación primitiva de capital).
La lucha contra el bloque neocolonial o neocolonialismo colectivo debe continuar a diferentes escalas
Así, a las eventuales decenas de millones de víctimas sociales de la covid-19, en África se van a añadir los centenares de millones de víctimas del Pochvid, anterior a la covid-19. Entre ellas, las y los jóvenes de Nigeria, una buena parte de los cuales han pasado de la denuncia del gansterismo policial (#EndSARS) a la de las desigualdades/injusticias sociales, del paro, en este Estado campeón del capitalismo africano (PIB, tercero en capitalistas multimillonarios en dólares, etc.) y, también, del porcentaje de pobreza extrema en el mundo (43% de la población). El poder del general (retirado) y falócrata asumido Buhari 19/ no ha impedido, en el sesenta aniversario de la independencia (1 de octubre de 1960), responder a esta movilización con el asesinato de manifestantes pacíficos en el peaje de Lekki (entrada/salida de un barrio de negocios de la capital económica Lagos), la tarde del 20 de octubre de 2020.
La independencia adquirida en 1960 por estos Estados fue neocolonial. Lo es todavía y, en buena lógica capitalista, solo puede reproducir las desigualdades/injusticias sociales y ambientales, beneficiosas para el imperialismo, para las clases dirigentes locales y para los intelectuales más o menos a su servicio –esos “ofuscadores” (A. Césaire) de la comprensión de las dinámicas económicas ecocidas, sociales, culturales, políticas–. Así, la lucha contra el bloque neocolonial o neocolonialismo colectivo, contra las diferentes dependencias reproducidas y producidas desde 1960, debe continuar a diferentes escalas (local, subregional, regional), pese a la particular dificultad que tienen los partidarios de la emancipación de hacerse entender en estos tiempos. La salida de esta lucha, llevada a cabo globalmente, de su actual cuasi confidencialidad, su popularización, mediante la autoorganización de las y los dominados/explotados/oprimidos es una condición sine qua non para una verdadera independencia, más allá de los EI-1960, de toda África (territorios dependientes, del Atlántico norte al océano Índico, pasando incluso por el Mediterráneo), de una emancipación de los pueblos africanos, fundamentalmente incompatible con el capitalismo, del que son sus avatares el colonialismo y después el neocolonialismo.
Jean Nanga es corresponsal de Inprecor en África central
Texto original: Inprecor, 679/680, noviembre-diciembre 2020, pp. 27-34.
Traducción, Javier Garitazelaia
Notas:
1/ Antes de que ellos mismos cambiasen de opinión, algunos de estos dirigentes asimilacionistas llegaron a plantear incluso que el Estado colonial francés sancionara a quienes se habían vuelto súbitamente independentistas (ver Decraene, Dia, 1960).
2/ Aunque proclamados independientes, República Centroafricana, Congo, Gabón, Madagascar, Senegal y Chad abordaron, junto a Francia, la transformación de la Comunidad en Comunidad contractual o renovada, que no funcionó, aunque la Comunidad solo llegó a ser derogada en Francia por medio del artículo 14 de la Ley Constitucional nº 95-880, del 4 de agosto de 1995.
3/ El hecho de que, junto a Kasavubu, hubiera invitado a la URSS en la crisis del Congo no basta para clasificarlo como comunista. Además, también esperaba de EE UU, cuyo presidente Eisenhower no le recibió, una contribución a la resolución de la crisis.
4/ Solo en 1957 tuvieron lugar, en algunas ciudades, las primeras elecciones de indígenas (burgomaestres), iniciando así la muy breve transición al neocolonialismo o al muy breve colonialismo participativo belga (1957-1960). O sea, dos años después de la propuesta de Un plan de treinta años para la emancipación del África belga hecha por Jef Van Bilsen, periodista y enseñante universitario belga, que había trabajado en el Congo.
5/ Por ejemplo, el pretendido anticolonialismo de EE UU (que sigue poseyendo, hasta nuestros días, colonias denominadas eufemísticamente unincorporated territories, con colonizados que, por un determinado indigenato, no participan en las elecciones presidenciales estadounidenses) expresaba la voluntad de poner término a la dominación exclusiva, al monopolio del beneficio, de las potencias coloniales europeas sobre esos territorios.
6/ China, Emiratos Árabes Unidos, India y Japón han adquirido también instalaciones militares en África austral y oriental.
7/ Otra moneda superviviente de la zona franco es el franco de las Comores (Estado independiente en 1975). Madagascar lanzó el franco malgache en 1963 manteniéndose en la zona franco CFA, de la que salió en 1974. Mali salió en 1962 y volvió después en 1984.
8/ Cf. la crítica, un poco sarcástica, del reciente debate parlamentario francés sobre el franco CFA (2020), por parte de Pigeaud, F. y Samba Sylla, N., “Pauvreté du débat parlementaire français sur le franc CFA”, Mediapart.fr, 6/10/2020, https://blogs.mediapart.fr/fanny-pigeaud/blog/041020/pauvrete-du-debat-parlementaire-francais-sur-le-franc-cfa
9/ Guinea Ecuatorial (excolonia de España), que es miembro, no forma parte de los Estados independientes de 1960.
10/ “Siendo T el principio de la aplicación de la APE, con la APEi comenzó por algunas líneas tarifarias el 3/02/2017 (T1), y será cada vez más importante, de T2 (3/09/2018) a T4 (3/09/2020), donde el porcentaje de los DD de los productos liberalizados pasa al 63,75% en T4”.
11/ La Vía Campesina, por ejemplo, la define, muy brevemente, como “el derecho de las poblaciones, de su país o uniones, a definir su programa agrícola y alimentario sin dumping respecto a países terceros”, https://viacampesina.org/
12/ FAO, Comisión Económica de Naciones Unidas para África y Comisión de la Unión Africana, Vue d’ensemble régionale de la sécurité alimentaire et la nutrition en Afrique 2019. Accra/Roma, 2020, https://doi.org/10.4060/ca7343fr. Excepto Mauritania, todos los EI-1960 están clasificados como importadores netos de productos alimentarios, con una importante importación en once de ellos.
13/ Dificultades de tesorería forzaron algunas fricciones entre Estados y transnacionales, como es el caso de Gabón, en 2018, con la francesa Veolia (empresa matriz de la Sociedad de Aguas y Energía de Gabón) o de Nigeria, en 2018, reprochando a las empresas de explotación petrolera no haber ajustado durante años los royalties al alza del precio del petróleo, como dispone la ley. Así, se trata de una deuda que debe ser regulada por los Estados federados petroleros.
14/ Confédération syndicale des travailleurs du Bénin, “Privatisations des societés d’État sous la Rupture: La Cstb condamne la politique de ‘tout privé et de l´Etat minimum”, Cotonou.com, 15/09/2017, http://nees.acotonou.com/h/102169.html. Patrice Talon, campeón del capitalismo beninés, fue elegido presidente en 2016. Es presunto beneficiario, como empresario, de los favores de sus predecesores en la Presidencia
15/ ¿Ha comenzado ya el debate o se va a lanzar pronto en Níger? Como buen miembro de la Internacional Socialista, el señor Issoufou se limita a la dimensión de “reparto de las riquezas”, bastante de moda, y no a la propiedad de los medios de producción, que condiciona el citado reparto, así como a la determinación ecológica de la producción de bienes.
16/ Macky Sall ha declarado oficialmente tras su elección cuáles son sus acciones y propiedades inmobiliarias, bienes evaluados en 1.300 millones de FCFA (según Wikipedia y periódicos senegaleses); Muhamadou Issoufou fue director técnico de una filial de Areva, antes de lanzarse a la competición política; Alassane Ouattara fue director adjunto del FMI al tiempo que un hombre de negocios.
17/ Citado por Réaux, A. (2020) “En Côte d’Ivoire, la croissance ne profite pas à tous”, La Croix, 31/10/2020, https://www.la-croix.com/Monde/En-Cote-sIvoire-croissance-profite-pas-tous-2020-10-31-1201122206. Se refiere al título de un informe del Banco Mundial, Aux portes du paradis – Comment la Côte d’Ivoire peut rattraper son retard technologique? (febrero 2018), haciendo creer que, gracias a la puesta al día tecnológica, el neoliberalismo produce paraísos, sin duda, para la minoría que constituyen las clases explotadoras, dirigentes en todo caso ecocidas.
18/ Medida de las desigualdades de ingresos entre ricos y pobres: la igualdad se sitúa en el 0% y la máxima desigualdad en el 100%. Sudáfrica está clasificada en el nº 1 mundial de las igualdades (63%), seguida de Botswana (60,5%) y Namibia (59,1%).
19/ En octubre de 2016, el jefe de Estado nigeriano pidió públicamente a su mujer que, aunque era ciudadana, no se expresase públicamente sobre política, porque ese no sería su terreno: como esposa, “pertenece a su cocina, su salón y otra habitación”. Por ironías de la historia, en el movimiento #EndSARS han tenido un papel fundamental las mujeres de la Feminist Coalition –una puesta al día del movimiento de mujeres nigeriano iniciado contra el poder colonial a comienzos del siglo XX.
Referencias
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Fuente: https://vientosur.info/africa-las-independencias-neocoloniales-sesenta-anos-despues/