Según Unicef, la destrucción de las infraestructuras de agua y saneamiento podría tener consecuencias sanitarias de gran alcance para la población malauí, de unos 18 millones de habitantes.
BLANTIRE, Malaui – En la noche del 24 de enero, mientras las lluvias provocadas por el ciclón Ana golpeaban incesantemente el oxidado techo de su casa, en medio de intervalos de vientos racheados que azotaban el sur de Malaui, un golpe despertó a Josephine Kumwanje de su sueño.
Su corazón dio un salto al pensar que habían entrado ladrones en la casa, situada en Makhetha, dentro del distrito de Blantire, asiento de la sureña y segunda ciudad de este país del sureste de África.
Se armó de valor, se dirigió de puntillas a la puerta de su dormitorio y se asomó a la oscuridad. No vio ninguna evidencia de que la casa hubiera sido robada. Las ventanas y la puerta principal estaban intactas.
Pero no pudo seguir durmiendo porque la lluvia caía a cántaros hasta la madrugada, cuando finalmente se transformó en una llovizna.
“Hacía mucho tiempo que no veía una combinación de lluvias intensas y vientos fuertes en una sola noche”, recuerda en su diálogo con IPS.
Por la mañana descubrió el origen del ruido sordo que la había despertado: la letrina situada detrás de su casa se había derrumbado y la losa se había hundido en el agujero, por lo que el retrete ya era inservible.
La letrina de Kumwanje fue una de las cinco que se derrumbaron en su barrio aquella noche. La tormenta también arrancó los tejados de tres casas y los barrancos de la zona se desbordaron. Los residentes imaginaban que tales daños fueran posibles en su asentamiento informal.
La depresión tropical que se formó al noreste de Madagascar, en el océano Índico, en torno al 21 de enero, y que se adentró en el canal de Mozambique, provocó fuertes e incesantes lluvias en Malaui el 24 y 25 de enero, que produjeron grandes inundaciones y destrucción en este país sin salida al mar.
Dos ciudades y 16 de los 28 distritos del país, principalmente en la región sur, se vieron afectados.
El Departamento de Asuntos de Gestión de Catástrofes señaló en un informe sobre la emergencia que entre el 24 de enero y el 12 de febrero de 2022, muestra cerca de un millón de personas afectadas, 190 000 desplazados, 46 personas muertas y 18 personas aún desaparecidas.
Uno de los sectores más afectados fue el del agua, el saneamiento y la higiene (WASH, en inglés), incluidas las cinco letrinas de Makhetha, en el extrarradio de Blantire, a pesar de estar lejos del ojo de la tormenta.
Una evaluación rápida realizada por el grupo sectorial de WASH del equipo de respuesta, codirigido por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), ha descubierto que más de 1000 pozos de perforación, la principal fuente de agua potable en la mayoría de las zonas rurales de Malawi, han sido destruidos.
Muchos más se contaminaron, mientras que 20 sistemas de agua corriente han sido dañados, dejando a unas 300 000 personas sin acceso al agua potable o con un acceso restringido. Un total de 53 962 letrinas se derrumbaron.
“Estas condiciones implican riesgos significativos de brotes sanitarios (cólera) con impactos a medio y largo plazo en el estado de salud de los niños”, vaticina a IPS Michele Paba, jefa de WASH de Unicef en Malawi, como también se conoce al país.
Peor aún, las actuales inundaciones agravaron los daños de otras recientes y han revertido los avances en la recuperación.
En marzo de 2019, Malawi fue uno de los tres países, junto con Zimbabue y Mozambique, por los que pasaron las inundaciones relacionadas con el ciclón Idai, que destruyeron infraestructuras y afectaron a más de un millón de personas en los tres países.
En enero de 2015, Malaui también sufrió unas devastadoras inundaciones que causaron la muerte de 106 personas, desplazaron a más de 200 000 y afectaron a más de un millón de personas.
Las inundaciones también afectaron a 12 de los 17 distritos castigados por las inundaciones de enero de 2015.
Cinco de los distritos impactados este año fueron los más castigados por el ciclón Idai en 2019 y estuvieron entre los más dañados por las inundaciones de 2015.
Los detalles del informe de evaluación de las necesidades tras la catástrofe de las inundaciones de 2015 en Malaui muestran que las inundaciones destruyeron instalaciones hídricas como estructuras de captación, plantas de tratamiento de agua, tuberías de suministro de agua, presas y pozos poco profundos.
El gobierno cifró entonces en 60 millones de dólares el presupuesto de recuperación y reconstrucción solo para el sector de agua, saneamiento e higiene.
Pero, como indica Charles Kalemba, comisario del Departamento de Asuntos de Gestión de Desastres, que depende de la Oficina del Presidente y del Gabinete, Malawi nunca se ha recuperado de estos desastres.
“Las inundaciones han ocurrido en este país varias veces en los últimos años. En los últimos tiempos, tuvimos una en 2015. Tuvimos otra en 2019, y ahora estas. Ocurren, nos impactan y nos olvidamos al poco tiempo. No se nos ha dado nada bien la recuperación y la resiliencia”, dice Kalemba a IPS.
De vuelta a Blantire, Kumwanje ya reconstruyó una nueva letrina en una semana.
“Tengo hijos. Por dignidad e higiene, no podía contar con los retretes de los vecinos”, dice esta madre de tres hijos, que se gana la vida vendiendo ropa de segunda mano.
Pero la nueva estructura, hecha de láminas de plástico, es provisional. No podría resistir una tormenta similar o incluso menor.
Kalemba afirma que el país necesita trabajar seriamente en la preparación y la resistencia, y añade que el departamento se plantea ahora un cambio radical de estrategia.
“Tenemos que replantearnos la financiación. El dinero no debe utilizarse únicamente para comprar vehículos de alta gama para las oficinas. Tenemos que abordar los problemas reales que afectan a las personas a largo plazo”, asegura.
Además, cuestiona, “dejamos nuestra respuesta en manos de los socios de desarrollo, pero podemos ver que la gente de estas zonas afectadas se está empobreciendo”.
“Eso nos demuestra que la estrategia que estamos utilizando no está funcionando. Tenemos que tomar el control total de los procesos de recuperación, incluida la búsqueda de nuestros propios recursos, en lugar de esperar a los donantes”, afirma.
En lo que respecta a WASH, según Unicef, el sector está avanzando agresivamente hacia enfoques resistentes al clima para mejorar la sostenibilidad de los servicios de agua y saneamiento y garantizar la rentabilidad de las inversiones realizadas.
Paba asegura que “el principal cuello de botella en este momento es la falta de recursos financieros para atender las necesidades porque la ayuda oficial al desarrollo ha disminuido drásticamente en los últimos años y las asignaciones gubernamentales son limitadas”.
Un análisis de Unicef de febrero de 2020, que analiza el gasto público en el sector WASH en Malawi, asegura que a pesar del limitado espacio fiscal, el gobierno ha aumentado las asignaciones presupuestarias al sector desde 2017-2018.
Entre 2014 y 2019, la financiación del gobierno promedió 0,39 % del gasto total, o algo menos de 0,1 % del producto interno bruto (PIB), con gran parte de los recursos inclinados hacia el sector del agua.
Sin embargo, el informe señala que las asignaciones presupuestarias de Malawi a WASH como proporción del PIB son bajas en comparación con otros países de la región.
Además de proponer que el gobierno se ajuste a las reducciones de la financiación externa y solucione el déficit de personal de primera línea, el informe recomienda aumentar la financiación gubernamental hacia WASH, especialmente para las operaciones.
Paba precisó a IPS que el Ministerio de Agua y Saneamiento, con el apoyo de Unicef, está desarrollando una estrategia de financiación resistente al clima para ayudar a movilizar nuevas inversiones para hacer frente a las necesidades del sector y crear un plan de inversión basado en el riesgo climático.
El gobierno, a través de la Estrategia Nacional de Saneamiento e Higiene (2018-2024), tiene como objetivo aumentar el número de hogares con acceso a saneamiento mejorado de 13,8 % como lo fue en 2018 a 75 % para 2030 y aumentar el número de personas que acceden al suministro de agua potable de 83 % a 90 % para 2030.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
T: MF / ED: EG