La desigualdad carga después con mayor dureza con las mujeres negras, que ganan 61 céntimos por cada dólar de un hombre de raza blanca y las asiáticas 90 céntimos. La brecha de género en Estados Unidos se mantiene estancada desde hace 15 años y es, globalmente, de 79 céntimos de dólar por cada dólar ganado por un hombre.
La brecha salarial entre hombres y mujeres en Estados Unidos alcanza su paroxismo con las trabajadoras latinas: éstas ganan prácticamente la mitad que un hombre de raza blanca, según los datos del Consejo Laboral para el Avance Latinoamericano (CLAL). Según los datos de esta organización respecto a 2018, por cada dólar que gana un varón norteamericano de raza blanca, una mujer latina obtiene 53 céntimos.
De este modo, las trabajadoras latinas estarían por detrás que de raza blanca (76 céntimos), las nativas norteamericanas (58), las empleadas negras (61 céntimos) y las mujeres asiáticas (90). La brecha de género es, globalmente, de 79 céntimos ganados por una mujer trabajadora frente a cada dólar que obtiene un hombre.
El CLAL es una organización con 46 años de vida, representa a 1,7 millones de trabajadores latinos y pertenece a la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, el mayor sindicato del país. En Estados Unidos hay un total de 59,9 millones de latinos, según el último recuento oficial del gobierno. Representan el 18,3 por ciento de la población y tienen una edad media de 29,5 años.
«La mujer latina es la que menos gana en Estados Unidos y eso tiene un efecto muy destacado en la comunidad latina del país», explica a Público Yunira Merino, presidenta del CLAL. «El dato de 53 céntimos de dólar se da en un contexto general en el que los puestos de trabajo con salarios más bajos, con menos promoción y los que conllevan un mayor riesgo para la salud, están generalmente copados por latinos, en ocasiones, incluso por latinos sin documentación».
Estos bajos sueldos implican que «no accedan a una buena educación, lo que deriva de nuevo en el tipo de empleo y el salario», según Yunira Merino
La principal consecuencia de ello, especialmente en el último caso señalado, indica Merino, es que estas personas se quedan a menudo al margen de los beneficios y coberturas sociales y, finalmente, «acaba conllevando que no accedan a una buena educación, lo que deriva de nuevo en el tipo de empleo y el salario», señala.
Merino advierte de que esta aguda brecha salarial que sufre la mujer latina estadounidense se enmarca en un doble contexto general: «Por un lado», apunta, «la legislación laboral de Estados Unidos no contempla protecciones muy altas, especialmente en lo que tiene que ver con las minorías, a pesar de que existe una ley por la igualdad salarial que tiene medio siglo de vida y que necesita ser actualizada y renovada. Por otra parte», añade, «hay una brecha salarial de género general entre hombres y mujeres, que lleva estancada en el país desde 2003″.
Una diferencia generalizada entre hombre y mujer
De hecho, según los datos del Institute for Women’s Policy Research, en 2003, de media, una mujer norteamericana ganaba el 79,4 por ciento que un varón. La cifra del año pasado apenas fue un punto y medio superior: 81,1 por ciento. Esto implica un estancamiento consolidado tras décadas de mejora: en 1990, por ejemplo, ese porcentaje era del 71,9 por ciento, y en 1980, del 64,2 por ciento.
Sin embargo, desde 2010 sólo un año (2012) hubo un peor porcentaje (80,9 por ciento) para la mujer respecto al dato de la brecha salarial de 2018. El mejor dato histórico se alcanzó en 2014: 82,5 por ciento. Estas cifras sugieren que podríamos estar en los últimos años no tanto ante un estancamiento sino ante un retroceso para la igualdad salarial de la mujer.
El 42% de las mujeres trabajadoras son el único sostén económico para sus familias
Según los datos del CLAC, la brecha salarial de género supone, además, una amplificación de los efectos adversos puesto que el 42% de las mujeres trabajadoras son el único sostén económico para sus familias, que acaban acusando el impacto de esa diferencia salarial.
Las cifras, expuestas a más largo plazo o a escala nacional, alcanzan proporciones (o desproporciones) que dan vértigo: según los datos de la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, una mujer americana gana a lo largo de su vida entre 700.000 y dos millones de dólares menos que un hombre mientras que la brecha salarial alcanza cada año los 900.000 millones de dólares.
De este modo, sindicato norteamericano denuncia que a pesar de la aprobación hace medio siglo de la Ley por la Igualdad Salarial (Equal Pay Act), las mujeres, éstas continúan estando infrarrepresentadas en los puestos con salarios altos y obtienen salarios más bajos por el puesto de trabajo debido al machismo y al sesgo subyacente de que ellas necesitan menos el dinero.
«La brecha salarial debería evitar culpar a las mujeres»
El Instituto de Política Económica (IPE), un ‘think tank’ progresista, lanzó en 2016 un estudio sobre la brecha salarial en el país. En el mismo, sus autoras, Elise Gould y Jessica Schieder, señalan que «la brecha de género no puede ser explicada sólo por la mera elección laboral de las mujeres con el argumento de que dicha elección está condicionada por normas y expectativas de género. El hecho», sentencian Gould y Schieder en su estudio, «es que gran parte de la brecha salarial se explica porque la mujer, de media, es peor pagada que el hombre en ocupaciones similares así que cualquier intento de explicar la brecha salarial debería evitar culpar a las mujeres por no trabajar duro o por no querer elegir puestos con salarios altos».
Según un estudio de 2017 del Pew Research Center, instituto con sede en Washington, el 42 por ciento de las mujeres asegura haber experimentado discriminación de género en su trabajo frente al 22 por ciento de hombres.
Según el IPE, además, en las últimas décadas ni soluciona la desigualdad salarial ni tampoco la situación de los salarios en general, que sufren un estancamiento desde hace 40 años en Estados Unidos. Y es que los salarios de la mayoría de los trabajadores aumentaron de forma excepcionalmente lenta entre 1979 y 2012, a pesar de que la productividad se ha incrementó en ese período de tiempo un 64 por ciento.
Desamparo de la ley
Bajo este paraguas de desigualdad y empeoramiento general de la clase trabajadora, «las minorías son las que más sufren», señala la presidenta del Consejo Laboral para el Avance Latinoamericano. «Sobre todo en un contexto en el que las leyes laborales ya de por sí no tienen una protección muy elevada y muchos trabajadores no son miembros de un sindicato», añade.
«En Estados Unidos, el sindicalismo recibe ataques continuos de las grandes corporaciones y la clase política no lo ha defendido», denuncia Merino, que añade también que a esto se suma que «a las minorías, como sucede con los latinos, y más si no tienen documentación, les cuesta involucrarse en la participación cívica y política, en parte porque tampoco lo hacían en los países de donde proceden».
«En Estados Unidos, el sindicalismo recibe ataques continuos de las grandes corporaciones y la clase política no lo ha defendido»
De ahí que uno de los objetivos del Consejo Laboral para el Avance Latinoamericano sea fomentar esa participación y, de hecho, de ahí vienen «los continuos ataques de Trump a la comunidad latina de Estados Unidos. Trump sabe», explica Merino, «que, aunque somos la minoría que tiene menos voz en el país, los latinos somos la fuerza trabajadora más joven y desde ahora hasta 2026, cada año un millón de latinos cumplirá 18 años y podrá votar. Seremos entonces la mayor minoría del país. Por eso Trump nos ataca».
El próximo 20 de noviembre, se celebrará en Estados Unidos el Día Latino por la Igualdad Salarial. El Consejo está organizando diversos actos y protestas reivindicativos previstos en la capital del país que estarán encabezados por líderes latinas. La reivindicación central será la petición de nueves leyes más actualizadas para abordar la brecha salarial y dotar de más protección las relaciones laborales, especialmente en las minorías.