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Relato del saqueo

Las minas de coltán en Congo

Fuentes: Umoya

Teléfonos móviles, ordenadores portátiles y consolas de juego tienen un punto común. Esas tres «joyas» tecnológicas contienen coltán. Una materia prima extraída en condiciones desastrosas del fondo de las minas de la República Democrática del Congo. Terra Economica ha seguido la pista de este mineral que ha dado riqueza a algunas multinacionales. En un rincón […]

Teléfonos móviles, ordenadores portátiles y consolas de juego tienen un punto común. Esas tres «joyas» tecnológicas contienen coltán. Una materia prima extraída en condiciones desastrosas del fondo de las minas de la República Democrática del Congo. Terra Economica ha seguido la pista de este mineral que ha dado riqueza a algunas multinacionales.

En un rincón del puerto de Bukavu, cabeza de distrito del Kivu Sur, una anciana está de cuclillas al lado de los sacos de harina de mandioca que vino a vender a los pescadores locales. A poca distancia de ella, pasan algunos hombres que embarcan hacia la isla de Idje, perdida en medio del lago. Dirección: las minas de coltán del islote. «No vayáis allí. El coltán es la muerte», les murmura, inaudible la anciana. Sabe de lo que habla. Dos de sus hijos han dado su vida al coltán. El uno de agotamiento en 2001, el otro de enfermedad, el año pasado, en las minas de Shabunda, una pequeña ciudad al Sur de Bukavu.

«Era la guerra. Llegaron los milicianos, cogieron a mis hijos y a la mayor parte de los hombres de la aldea para extraer su sucio mineral. Al principio, los chicos estaban contentos: el coltán renta mucho más que la tierra. Más de 100 $ el saco de 50 Kg., en aquel momento. Y eso, en apenas unos días. Ellos creían que podrían ofrecerme bonitas joyas. Murieron. Atrapados por la mina». ¿El precio de esas muertes? Algunas toneladas de tantalio, un metal codiciado por la industria electrónica y extraído del mineral colombio-tantalita, más conocido por su nombre africano de coltán. En Shabunda, Walikale, Mwenga, Kalehe… En todos los lugares aislados del Kivu, en que el mineral se extrae de manera artesanal por millares de «cavadores», historias como la de los hijos de Susanne se repiten hasta el infinito. Hombres, pero incluso mujeres y niños se desloman en el fondo de los ríos y los huecos de las montañas para arrancar a la tierra esta piedra grisácea que vale oro.

Los métodos de trabajo son cercanos a los de los antiguos buscadores de oro del Oeste. Algunas palas y barrenas y el sudor del esfuerzo físico. En un Kivu esencialmente rural, el coltán ha devastado una amplia parte del territorio. Por él, los mineros han abandonado sus cosechas, desbrozado los parques naturales y hecho huir a animales raros. Todo eso por un puñado de dólares. Pues no son los mismos mineros, sino los milicianos y militares que controlan la región, los que cosechan el fruto de las riquezas mineras. Durante la guerra, fueron muchos los casos de poblaciones aldeanas a las que se forzó a cavar bajo la amenaza de los kalachnikofs. Actualmente, la situación ha mejorado un poco. Aunque los mineros siguen estando bajo la férula de los hombres armados, que tasan sin compasión cada saco de coltán extraído por los cavadores

Las multinacionales están al acecho.

¿Por qué este tráfico? Volvamos a finales de los 90. Para responder al frenesí del boom de nuevas tecnologías, que hizo subir el precio del tantalio a más de 500 $ el Kg., los gigantes de la metalurgia buscaron cómo diversificar su aprovisionamiento del mineral. Los pesos pesados del sector, HC Starck (filial de la alemana Bayer) y la americana Cabot Corporation – las dos solas el 70% del refinamiento del tántalo, así como las firmas de segunda fila, se vuelven hacia la RDC. El asunto podría haber constituido un chollo para el país. Pero se encuentra en guerra.

En 1997, después de haber derrocado al dictador Mobutu, Laurent-Désiré Kabila tuvo que enfrentarse, desde 1998 con movimientos rebeldes apoyados por sus antiguos aliados, principalmente ruandeses y ugandeses… Objeto de una gestión desastrosa bajo Mobutu, los fabulosos recursos mineros del país se convirtieron, en este contexto, un maná financiero para los beligerantes que comparten el territorio. En el Kivu, donde se sitúa en coltán nacional, reina como dueño el RCD (Agrupación Congoleña para la Democracia), movimiento apoyado principalmente por Ruanda.

El botín del guerrero.

Esta situación conflictiva no frena a las grandes firmas internacionales, que llaman a sus intermediarios, principalmente belgas (como Sogem), ruandeses y surafricanos, para procurarse el coltán congoleño. En territorio congoleño, los milicianos del RCD se enriquecen controlando la cadena local de producción y comercialización del coltán. Ponen tasas a los mineros en el lugar de extracción, pero también a los pequeños negociantes de las aldeas. Los negocios de compra, instalados en Goma (cabeza de distrito del Kivu Norte) y Bukavu, donde los intermediarios internacionales vienen a hacer sus compras, tienen que dar su tributo a los milicianos.

El RCD no es el único que se aprovecha de la gallina de los huevos de oro. La vecina Ruanda hace lo mismo, de manera muy estructurada. En la capital, Kigali, una Oficina Congo, dirigida por un cercano al Presidente Kagame, coordina las actividades relativas a la explotación de los recursos congoleños. Y el tráfico es productivo. En el año 2000, la Oficina Congo realiza 64 millones de $ de beneficio, gracias, únicamente, al coltán de la RDC… ¡Con ello, se puede financiar a más del 70 % de los gastos del Ejército ruandés!

Los informes de la ONU

Los aprovechamientos ilegales generados por el coltán alcanzan proporciones considerables. Según estadísticas oficiales del año 2.000, la RDC producía 130 toneladas de tantalio, o sea, el 11% de la producción mundial. Si a eso se añade el volumen de mineral desviado por el vecino ruandés, puede llegar al 20% de la producción mundial el tantalio que sale del territorio congoleño. De repente, la ONU grita contra el saqueo. En 2001 y 2002, en dos informes denuncia los lazos entre explotación minera y la continuidad del conflicto, propone la instauración de un embargo moral sobre el coltán congoleño y apunta con el dedo a firmas internacionales que negocian con el RCD y Ruanda. Se cita a intermediarios, como la belga Sagem, la antigua compañía aérea SABENA, que transportaba el mineral y las metalúrgicas – en primera fila HC Starck y Cabot.

Después de haber intentado negar los hechos, HC Starck y Cabot reconocen su implicación en el circuito de sangre y gritan alto y fuerte que, en adelante, respetarían el embargo moral de la ONU. Una declaración de intenciones que no se acompaña de la creación de ningún medio de control.

Los intermediarios siguen desfilando.

Cinco años más tarde, el coltán congoleño solo proporciona el 4% del mercado mundial, cuyo precio no sobrepasa los 80 $ el Kg. ¿Preocupación ética de las empresas? Realmente no. La verdad es que la necesidad de tantalio ha disminuido. Resultado: las firmas transnacionales evitan actualmente a la RDC para dirigirse a países que proporcionan un coltán menos «molesto»: Australia, Canadá y Brasil. Pero, aunque a menor escala, el tráfico con la RDC continúa. En la sombra.

Oficialmente, la guerra acabó a finales de 2002. Pero el Este del país continúa estando bajo alta tensión. Militares y milicianos de toda clase, siguen vigilando los yacimientos mineros. En el bosque, grupos rebeldes, como el FDLR, constituido por antiguos genocidas hutus ruandeses o las ex milicias congoleñas mai-mai, controlan el coltán. En otros lugares, los jefes locales del nuevo Ejército nacional congoleño (FARDC), se presentan como señores del lugar. Este cuerpo armado está alimentado por los antiguos beligerantes. De golpe, los milicianos del RCD han conservado la mano sobre su antiguo tesoro de guerra en el Kivu Norte… que sigue yéndose a Ruanda.

Los beneficios almacenados no alcanzan ahora las cimas de los años pasados. Pero las redes político-militares siguen nutriéndose de ellos. Pues, en el plano internacional, continúan comprando las empresas metalúrgicas. Oficialmente HC Starck y Cabot, a pesar de estar obligadas por los acuerdos con el primer productor mundial de coltán y la australiana Sons of Gwalia, ha dejado de comprar en la RDC. En realidad, las dos firmas se aprovisionan, vía intermediarios internacionales, que están bien establecidos y siguen sirviéndose de la RDC. Esos intermediarios llevan el nombre de Sogem, en Bélgica, A&M Metals en el Reino Unido, por ejemplo. Y se defienden.

El occidente a los abonados ausentes.

«Compramos un coltán limpio, explotado por cooperativas aldeanas», gritan los intermediarios. «Imposible, replica Patrick Martineau, buscador quebequés especialista del sector. Esas cooperativas representan una parte ínfima de la producción local. Los intermediarios enriquecen a los militares y milicianos»… Sobre todo, añade el buscador HC Starck y Cabot no son los únicos que están en el mercado del refinamiento de este mineral. Tres sociedades comparten el 30% no controlado por los grandes gigantes: la china Ningxia, la kazaka Kazatomprom y la japonesa Showa-Denko. Esos «juniors» no dudan en aprovisionarse directamente en las redes locales congoleñas. Con toda impunidad.

¿Cómo asegurarse de que los teléfonos móviles no contienen ningún microgramo de sangres? Cada lugar minero posee su propio ADN, dice Patrick Martineau. Sería costoso, pero posible saber de donde procede cada kilo de tantalio refinado por las grandes firmas». Pero ¿quién tendría interés en eso? Ni las empresas metalúrgicas, ni sus estelas, los fabricantes de condensadores y los gigantes de la telefonía móvil. Ni las redes de la sombra politico-militares, guardianes del circuito del coltán en RDC. En fin, los únicos en mostrarse favorables en ello, serían los miles de cavadores esclavos del mineral. Pero nadie les oye.