Ni la masiva participación de las mujeres en la guerra por la independencia (1954-62) ni los inmensos sacrificios que tuvieron que hacer les han permitido, 50 años después, gozar de igualdad con respecto a los hombres. Para la socióloga y escritora Fatma Oussedik, las mujeres siempre han participado en los procesos de cambio, tanto antes […]
Ni la masiva participación de las mujeres en la guerra por la independencia (1954-62) ni los inmensos sacrificios que tuvieron que hacer les han permitido, 50 años después, gozar de igualdad con respecto a los hombres. Para la socióloga y escritora Fatma Oussedik, las mujeres siempre han participado en los procesos de cambio, tanto antes como durante y después de la guerra por la independencia. Según concluyen varios historiadores, la presencia de las mujeres en la lucha anticolonial se ha utilizado como evidencia de la participación de todo el pueblo.
«Tras la independencia, se asumió nuestro papel de combatientes como ciudadanas de pleno derecho, pero pronto se dijo que era hora de que volviéramos a nuestros hogares y permaneciéramos en silencio, algo que no aceptamos», remarca la excombatiente y universitaria Zoulikha Bekaddour.
Esta regresión política se fue agrandando con el tiempo. «En la primera Asamblea Constituyente había 13 mujeres, mientras que en la segunda, no había más que dos», recuerda.
Pero hubo resistencia. Oussedik resalta la legitimidad tanto a nivel personal como histórico de las mujeres que en aquellos años ocuparon un escaño en la Asamblea Constituyente. Es por ello que el Código de Familia, que establece la minoría de edad de las mujeres, no se pudo aprobar hasta 1984. Las mujeres obtuvieron mejores resultados en la redacción de la Constitución, que garantizó la igualdad.
La lucha de las mujeres no se ciñó únicamente a las instituciones. Más allá del 8 de marzo de 1965, decenas de miles de mujeres realizaron una marcha a Argel para reivindicar su papel de combatientes. «Enseguida nos dimos cuenta de que la protesta no les gustó nada a los hombres», señala Bekaddour.
Esta resistencia no se ha traducido en una mayor participación de las mujeres en la vida política. Actualmente, de los 389 diputados, solo 30 son mujeres y entre los 1.541 alcaldes, no hay más que tres mujeres.
En el plano social, sin embargo, tienen un mayor protagonismo. Hay un alto nivel de escolarización femenina: el 60% de los estudiantes de bachillerato son mujeres.
Aunque las tasas de desempleo femenino son mayores, predominan en sectores como la Sanidad, la Educación y la Justicia, en el que el 65% de los jueces y magistrados con mujeres. «Si bien a menudo las contratan para un trabajo cualificado, no es habitual que haya mujeres en puestos superiores», añade Oussedik. «Haciendo una revisión de nuestra historia reciente, vemos que los derechos que hemos alcanzado las mujeres argelinas ha sido a través del sufrimiento», subraya.