Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín. Una nueva espiral de violencia parece haberse adueñado de Oriente Próximo. El sábado pasado en la ciudad de El-Jubar en Arabia Saudita, un grupo de desconocidos se apoderó de un edificio, donde se ubicaban las oficinas y el complejo de viviendas de la compañía petrolífera «Petroleum Centre», […]
Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín.
Una nueva espiral de violencia parece haberse adueñado de Oriente Próximo. El sábado pasado en la ciudad de El-Jubar en Arabia Saudita, un grupo de desconocidos se apoderó de un edificio, donde se ubicaban las oficinas y el complejo de viviendas de la compañía petrolífera «Petroleum Centre», tomando como rehenes a unas 50 personas, entre las que había saudíes y extranjeros. Un día más tarde, la policía llevó a cabo la operación de liberación del edificio ocupado. Según fuentes oficiales el saldo final de esta operación fue de 22 muertos, entre los cuales había ocho ciudadanos de la India, tres saudíes, tres filipinos, dos ciudadanos de Shri-Lanka, un estadounidense, un ingles, un egipcio, un italiano y un sueco. 25 personas resultaron heridas. En el transcurso de la operación cayeron varios terroristas y policías. Sin embargo tres secuestradores consiguieron huir.
Arabia Saudita en los últimos tiempos se está convirtiendo en objeto de ataques similares al que acabamos de relatar. En otoño del año pasado fue prácticamente destruido por completo un complejo residencial donde vivían las familias de trabajadores extranjeros. Hace unos días en la capital del país, El-Riad, fue ametrallado en plena calle un ciudadano alemán, trabajador de una compañía aérea. El 1º de mayo en la ciudad de Yanbu, unos desconocidos dispararon sobre 5 extranjeros, trabajadores de una empresa mixta americano-saudí dedicada a la extracción de petróleo. En todos estos actos terroristas se ha inculpado automáticamente a la organización «Al-Qaeda». En esta ocasión el guión no iba a variar. Enseguida apareció en Internet una declaración de un tal Abdul-Aziz al-Muqrin, atribuyéndose la autoría del secuestro en El-Jubar, en nombre de Al-Qaeda.
Si nos paramos a pensar, el papel de esta organización en calidad de culpable de este o aquel acto terrorista, genera grandes interrogantes. Ya hemos escrito en más de una ocasión, que Al-Qaeda cada vez se percibe más en el mundo como una división de la CIA. El que Osama Bin-Laden es agente de la CIA lo sabe todo el planeta a excepción de los niños lactantes. Pero el sentimiento de que su Al-Qaeda (supuestamente declarada por los EE.UU. como enemigo nº1) continúe haciendo como antes, los encargos más delicados (o más sucios) del «gobierno mundial» que opera desde EE.UU., es algo que comienza a calar en la conciencia de la opinión pública. Así pues, adjudicar la autoría de tal o cual atentado a Al-qaeda, viene a ser lo mismo que dejar en el lugar de los hechos una identificación de agente de la CIA. Pero los americanos no pueden pasar sin este «espantajo». En su creación y difusión como principal peligro para toda la humanidad se han gastado no pocos millones. No hay tiempo para crear un espantajo similar que lo pueda sustituir. El fantasma de la amenaza mundial del terrorismo exige ser alimentado constantemente. Por eso es exigido dar salida una y otra vez a esta «organización terrorista», moralmente pasada de moda.
Las causas reales de la ola de terror que se ha cernido sobre Arabia Saudita, hay que buscarlas en el contexto de la agresión e intervención generalizada, de los EE.UU. en Oriente Próximo. Esto son salvas en la guerra no declarada de América contra el mundo musulmán. También de la guerra si declarada. Recientemente el presidente Bush dio a conocer los planes de democratización del «gran» Oriente Medio. Por «democratización» claro está, habríamos de entender la creación en la región de regímenes a imagen y semejanza de los EE.UU y lo principal: controlados completamente por los americanos. En segundo lugar esta «terapia» (que más parece una enfermedad) debería abarcar no solo a los 22 países, que tradicionalmente se incluyen en la zona, sino a los cercanos de Asia Central y del Caúcaso.
Para que lo entendamos bien pondremos el ejemplo de Georgia, al ser esta una de las primeras del «gran Oriente Próximo», que se ha sometido a la cura de «democratización».El ministro de defensa de Georgia declaró hace unos días, que se ha previsto que ningún oficial sea ascendido sin haber pasado previamente el curso de capacitación en alguna academia militar de los EE.UU. El presidente Saakashvili y muchos miembros de su gobierno ya han sido «instruidos» en América. Un ejemplo ideal de «democratización».
Pero los árabes, a diferencia de los georgianos, no parecen dispuestos a someterse a la «democratización». Una clara muestra lo encontramos en la reciente cumbre la Liga Árabe, que ha transcurrido en Túnez. Como viene marcado por la práctica internacional, el país organizador tiene una fuerte influencia en la confección de los temas a tratar en el orden del día y en el transcurrir de la conferencia internacional. Por eso el hecho de que fuese Túnez el promotor del encuentro en la cumbre no era una casualidad. Este país y su vecino Marruecos representan hoy en día los dos principales conductores de los intereses de los EE.UU en Oriente Próximo. Pero el intento de imponer la democratización a la americana, supuso que una serie de líderes de los principales países árabes, incluyendo al presidente de Egipto Mubarak y al príncipe heredero saudí, rehusasen su asistencia. El encuentro representó un claro fracaso.
Después de esto en Arabia Saudita comenzaron a oírse las explosiones y los disparos. ¿Pero por qué precisamente allí?
Arabia Saudita, que durante décadas ha sido uno de los principales aliados de EE.UU en la región, en los últimos 3-4 años ha caído en desgracia en América. Los saudíes comenzaron a expresar su malestar por la injerencia norteamericana en sus asuntos internos. Y esto a lo círculos influyentes de los EE.UU no les ha gustado nada. De los atentados del 11-S en Nueva York (cuyos autores reales siguen sin conocerse), se culpó a los saudíes. Sin embargo, la potencia económica de los saudíes y el entrelazamiento de su dinero con los capitales de la élite capitalista mundial (incluida la americana) pesan demasiado. Por eso los gobernantes de América no podían permitirse un ataque directo contra Arabia Saudita, como si hicieron con Iraq. De ahí que recurran a la técnica de los picotazos de aguja, que sin ser mortales, si que hacen daño al «paciente», que pierde sangre, y todos alrededor pueden comprobar lo que pasa cuando se es desobediente.
A las desavenencias previas, se sumó el que Arabia Saudita criticase la invasión de EE.UU en Iraq. Los americanos aseguran incluso, que los saudíes están financiando en secreto a la resistencia iraquí. Al mismo tiempo es precisamente Arabia Saudita el principal baluarte de la invisible resistencia a los planes de «democratización» del «Gran Oriente Próximo». Por descontado se les acusa también de prestar apoyo a los palestinos en su lucha contra Israel. ¿Por qué habría de sorprendernos entonces que el hasta no ha mucho pacífico y tranquilo país, se haya convertido hoy en objetivo de constantes ataques terroristas?
Pero el problema no se centra únicamente en Arabia Saudita. El objetivo final del «gobierno mundial»prevé la desestabilización total de Oriente Próximo. En aguas turbias y revueltas, como es sabido, es más fácil pescar. Por eso tenemos a los EE.UU con sus aliados israelitas removiendo a conciencia las aguas del mundo árabe. En las últimas semanas los atentados se han sucedido en las relativamente tranquilas Turquía y Siria. En el aún más tranquilo Qatar fue asesinado el líder de los separatistas chechenios Yandarviev (indicando a Rusia como culpable, en un intento de estropear las relaciones del mundo árabe con nuestro país). No están las cosa tranquilas tampoco en Egipto, donde la creada, con el apoyo de la inteligencia británica, organización de los»hermanos musulmanes», también exige sus dosis de «democratización». Se están produciendo choques armados en el hasta ahora tranquilo Líbano. En todos estos casos, culpan como no podía ser de otro modo a los «extremistas musulmanes». Sin embargo el uso frecuente por parte de los servicios de inteligencia occidentales, en sus intereses de «terroristas islámicos», es algo que ya no sorprende a nadie.
Dirijamos nuestra atención hacia un hecho más. Hace poco los dirigentes norteamericanos declararon, que en su poder obra información fiable de que Al Qaeda está preparando llevar a cabo nuevos atentados en territorio americano, en los próximos meses. ¿Quién puede confiar en la información fiable de los medios de inteligencia americanos? Especialmente después de que sus servicios secretos quedaran en evidencia con su insistencia en la presencia de armas de destrucción masiva en suelo iraquí. Mientras, el americano medio disciplinadamente seguía creyendo en todos los cuentos que le contaba su gobierno, acostumbrado como está a asustarse.
Sin embargo ese mismo ciudadano comienza ahora a dudar. Se hace necesario dotar de contenido las advertencias de la «amenaza terrorista». En suelo americano llevar a cabo este tipo de operaciones especiales, se hace peligroso, ya que puede acabar de romperse el fino hilo del que pende la popularidad de Bush: Por eso objetivo de los atentados son los americanos pero no en los EE.UU sino en Arabia Saudita. Todo sale a pedir de boca.: se confirma la amenaza terrorista, pero los EE.UU salen indemnes. Apropósito, esto sirve para al mismo tiempo tensar el muelle del miedo frente a la amenaza terrorista y en la propia Rusia. No es de extrañar que cada día oigamos más explicaciones tendentes a aclararnos que es la OTAN y porque Rusia debe arrojarse a los brazos de esta organización claramente hostil. Ahora resulta que Putin y su flamante ministro de defensa S.Ivanov (que pasa todo el tiempo en el cuartel general de la OTAN en Bruselas) pueden salir con el rostro resplandeciente a asegurarnos una vez más que la principal amenaza para la seguridad de Rusia no es la OTAN, que se prepara a invadir Rusia, sino el mismo «terrorismo internacional».
No hay que atribuir pecados ajenos a la mítica Al-Qaeda. Los orígenes de las desgracias de Oriente Próximo habría que buscarlos más bien mucho más al oeste de las montañas de Afganistán, donde supuestamente se esconde el escurridizo Bin-Laden. Los orígenes de todas estas conmociones se encuentran en el mismo Washington. Y esto tampoco es algo que se oculte especialmente. La «democratización» exige víctimas…