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Las «selfies» del Pentágono

Fuentes: Miradas al Sur

La campaña electrónica Bring Back Our Girls podría legitimar una intervención militar extranjera en Nigeria.

La primera dama norteamericana, Michelle Obama, se toma un autorretrato con su teléfono celular (lo que se conoce en la cultura twitter como una selfie) donde luce, llamativamente, con el gesto adusto y compungido. La mujer del comandante en jefe de la principal potencia militar del planeta lleva en sus manos un cartel con la consigna BringBackOurGirls (devuélvannos nuestras chicas) para solidarizarse con las más de doscientas estudiantes nigerianas secuestradas por el grupo fundamentalista islámico Boko Haram. Automáticamente, la campaña se viraliza en Internet. Famosos, músicos, deportistas, Jefes de Estado son parte de un grito de protesta electrónico que garantiza tener mucha cobertura mediática con un mínimo gasto de energía política. La presidenta chilena Michelle Bachelet, la vedette argentina Florencia de la V, el astro de la NBA Paul Gasol, todos arrastran el mouse y clickean la consigna del momento en la red social del pajarito azul.

Paralelamente, los líderes de la Casa Blanca y Downing Street retoman la agenda africana, donde China viene incrementando sostenidamente su presencia económica, y reclaman una intervención militar para terminar con el flagelo terrorista. ¿Es demasiado conspirativo relacionar los dos hechos? Dos años atrás, la ONG norteamericana Invisible Children también ganó espacios en internet con un documental denominado #Kony2012. La cinta manipulaba al extremo la realidad política de Uganda, hacía foco en un grupo armado delirante y, en su subtexto, promovía un desembarco de Occidente en Uganda. Su director, luego, pidió disculpas por «haber exagerado ciertos datos», pero el daño ya estaba hecho. África como territorio fallido permanente parece ser el concepto que los países centrales buscan instalar en el imaginario social global. Estados Unidos tiene localizado la cabecera de su comando militar para África (Africom) en Alemania porque no pudo doblegar el fuerte rechazo de la población civil africana a ceder más soberanía en sus políticas de defensa. Al parecer, mientras tanto, las usinas del Pentágono financian estrategias soft power (poder blando) e intentan tocar la sensibilidad de la opinión pública mundial para que los marines puedan tener su casa de residencia permanente en el continente negro.

El presidente Barack Obama habrá ganado el premio Nobel de la Paz pero el peso del Pentágono en el diseño de su política exterior es casi tan gravitante como lo era durante el período del halcón George Bush. En África, por ejemplo, Washington parece querer doblegar la increscendo presencia extraterritorial de China, sustentada en un ejercicio de dominación suave (otorgamiento de créditos blandos, tutelaje en la construcción de grandes obras de infraestructura), con el envío de drones o la promoción de golpes de Estado. François Bozizé, presidente de la República Centroafricana derrocado en 2013 por un putsch político parecido al sucedido con el gobierno prorruso de Ucrania, advirtió tiempo atrás que la firma de un gran acuerdo petrolífero con China fue el principal motivo de su caída. El investigador norteamericano David Vine, autor de un paper muy recomendable para entender el nuevo diseño de la política armamentística del Tío Sam titulado «Las mil bases de Estados Unidos», recuerda en un artículo publicado en el sitio TomDispatch que: «En África, el Pentágono ha creado silenciosamente cerca de una docena de bases aéreas para drones y vigilancia desde 2007. Aparte de Camp Lemonnier, sabemos que los militares han creado o crearán pronto instalaciones en Burkina Faso, Burundi, la República Centroafricana, Etiopía, Kenia, Mauritania, São Tomé y Príncipe, Senegal, Seychelles, Sudán del Sur y Uganda. El Pentágono también ha investigado la construcción de bases en Argelia, Gabón, Ghana, Mali y Nigeria, entre otros sitios. El próximo año, una fuerza del tamaño de una brigada de tres mil soldados, yposiblemente más, llegará para realizar ejercicios y misiones de entrenamiento en todo el continente».

Mientras tanto, grandes referentes de la intelectualidad y de la lucha por los derechos humanos en Nigeria salieron al cruce de la cruzada BringBackOurGirls por considerarla una iniciativa frívola, cool y, por sobre todas las cosas, muy peligrosa porque podría lesionar la soberanía nacional del principal productor de petróleo del continente. La escritora nigeriana Chibundu Onuzu, por ejemplo, reclamó en una columna periodística una actitud más enérgica del gobierno nigeriano para no ceder autonomía en la batalla contra el fundamentalismo islámico nigeriano. El título de su pieza fue muy significativo: «#BringBackOurGirls y devuélvanos nuestro país, Presidente Jonathan». En una línea similar se expresó la editora Jumoke Balogun: «Queridos americanos, sus hashtags no van a #BringBackOurGirls. En realidad podrían provocar cosas mucho peores. Cuando usted presiona a las potencias occidentales y, en particular, al gobierno de los Estados Unidos a implicarse en los asuntos africanos y cuando usted reclama una intervención militar, en realidad se está convirtiendo en parte de un problema mucho más grave. Se está convirtiendo en cómplice de la agenda militar expansionista en el continente africano. Eso no es bueno».

Cae la noche en el nordeste de Nigeria, una zona mayoritariamente rural, de bajo desarrollo económico, cuya población es mayormente musulmana, y en el cielo siguen zumbando las manchas negras de los drones que buscan identificar y bombardear a las células terroristas de Boko Haram. El grupo fundamentalista, aparentemente financiado por Arabia Saudita, reclamó a principios de esta semana abrir una mesa de negociación con el gobierno para canjear la libertad de las escolares a cambio de un indulto gubernamental para cuadros milicianos apresados por el régimen. El ministro de Asuntos Especiales, Tanimu Turaki, anunció el último miércoles que aceptaba dialogar con los terroristas. Unas horas después, el portavoz de la Casa Blanca advierte que Estados Unidos no comparte la idea «de hacerle concesiones a la secta de Boko Haram». La respuesta del presidente nigeriano llega rápido como un rayo: «Nigeria rechaza el diálogo con Boko Haram».

Fuente: http://sur.infonews.com/notas/las-selfies-del-pentagono