Hace aproximadamente un mes, los ministros de Asuntos exteriores francés, Bernard Kouchner, y británico, David Milliband, viajaban conjuntamente a la región de Kivu Norte para ofrecer una imagen de compromiso con la crisis humanitaria en el Este del Congo. Estuvieron en Goma, epicentro de la inestabilidad. Las fotos y los titulares fueron numerosos, y se […]
Hace aproximadamente un mes, los ministros de Asuntos exteriores francés, Bernard Kouchner, y británico, David Milliband, viajaban conjuntamente a la región de Kivu Norte para ofrecer una imagen de compromiso con la crisis humanitaria en el Este del Congo. Estuvieron en Goma, epicentro de la inestabilidad. Las fotos y los titulares fueron numerosos, y se logró tranquilizar los ánimos transmitiendo con éxito una idea: la de que la UE está con el Congo. E l envío de un contingente de tropas de la Unión Europea para detener los combates era el gran argumento que rodeó su visita.
Transcurrido ya un mes, no hay noticias en Goma sobre un posible despliegue de tropas europeas, y las posibilidades parecen reducirse conforme pasan los días. Mientras tanto, los desplazamientos, los combates y la impunidad continúan en Kivu Norte. Hace unos días, mil ochocientas familias se hacinaban en Rutshuru sin ni siquiera disponer de letrinas a las puertas del cuartel general de la MONUC, el único lugar que les ofrecía una cierta sensación de seguridad. Y las violaciones de derechos humanos continúan a diario (violaciones, asesinatos, robos y reclutamiento de niños soldado en particular).
Ante esta situación, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas anunció hace unos días el envío de un contingente suplementario de tres mil hombres a la zona. Desgraciadamente, las cosas en palacio van despacio: el ritmo paquidérmico del Departamento de Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas es sobradamente conocido, y los nuevos cascos azules tardarán varios meses en llegar. Sabedoras de esto, y ante la ausencia de una fuerza internacional que las detenga, las fuerzas del CNDP de Laurent Nkunda están aprovechando el vacío de poder para aumentar y afianzar su presencia en este territorio, ante la mirada, más bien impasible, de los cascos azules.
El pasado diecinueve de octubre, un numeroso grupo de ONGs locales de Kivu Norte hizo un llamamiento urgente a la Unión Europea con el fin de que envíe un contingente de tropas. Un día después, un grupo de poderosas ONGs (encabezadas por Oxfam y Human Rights Watch) hicieron lo propio, esta vez escribiendo una carta abierta al primer ministro británico, Gordon Brown (http://protectdrc.org). El objetivo fue el mismo. Una vez más, no hubo respuesta.
Hoy en Kivu Norte parece que el viaje de Milliband y Kouchner tuvo lugar hace mil años. La población ni siquiera se pregunta donde están las tropas de las que se habló, porque intuían -con buen criterio, fruto de su experiencia- que a aquéllas promesas se las llevaría el viento.
Hace unas semanas, la Secretaria de Estado para la Cooperación Española, Soraya Gutiérrez, viajó a Goma para expresar su apoyo a la comunidad española. Fue una visita muy de agradecer, tanto por su cercanía como por el gran esfuerzo que la administración actual demuestra en el ámbito de la cooperación al desarrollo, muy superior al del gobierno anterior. Sin embargo, pudo entreverse que España tampoco está por la labor de mandar tropas. El mandato tendría que ser muy claro, se comentó, con una estrategia de entrada y una de salida bien definidas. Palabras que reflejaban que los muertos casan mal con los votos, y que el gobierno actual ya tiene suficiente con los soldados españoles que pierden sus vidas en Afganistán.
Todos sabemos que España no es Alemania, el Reino Unido, o Francia. Lo vimos hace poco, con los problemas que tuvo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para acudir a la última reunión del G-20. Por eso, en la guerra del Congo España desgraciadamente tiene poco que decir. No obstante, la indiferencia de nuestro gobierno ante la posibilidad de enviar tropas a Kivu Norte es algo lamentable. No siento ninguna bandera como especialmente propia, la verdad sea dicha. Pero si un contingente de tropas españolas aterrizara en el aeropuerto de Goma me sentiría orgulloso de ser español.
La crisis humanitaria del Congo me ha recordado estos días otra crisis silenciosa, la de las pateras que cruzan el estrecho intentando llegar a las costas de nuestros país. Son las mismas víctimas muriendo en el anonimato. Vale la pena hacer un pequeño cálculo. Han pasado ya varios meses desde que ocurrió el trágico accidente aéreo de Barajas, y todos recordamos el bombardeo informativo que rodeó a esta noticia. Pues bien, la cifra oficial de inmigrantes fallecidos en pateras rumbo a España en el año 2007 fue de 921 personas. En pérdidas humanas, esta cifra es equivalente a que seis aviones como el de Barajas se hubieran estrellado durante el año pasado en el Oceano Atlántico, a una media de un avión cada dos meses. Estas son las cifras más conservadoras.
Estos días leo distintas informaciones en Internet sobre la guerra en Kivu Norte. La estimación es de cinco de millones de fallecidos en la RDC de 1998 a 2003. En una de estas páginas web, alguien formula este comentario: ¿cinco millones de negros equivalen a cuántos blancos?
Nicolás Dorronsoro es cooperante navarro en Goma, RDC