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Liberad la lengua

Fuentes: Visão

Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas

 

 

 

 

Siendo la ortografía una pequeña dimensión de la vida de la lengua, sería legítimo esperar que no fuera necesario el acuerdo ortográfico o que, siéndolo, pudiese ser celebrado sin dificultad ni dramatismos. En el caso de la lengua portuguesa no es así, y hay que reflexionar por qué. La razón fundamental reside en el fantasma del colonialismo inverso que desde hace siglos ensombrece las relaciones entre Portugal y Brasil. Durante siglos, la única colonia con propósitos de ocupación efectiva en el imperio portugués, Brasil, fue siempre y simultáneamente un tesoro y una amenaza demasiado grande para Portugal. Después de un corto apogeo en el siglo XVI, Portugal fue durante toda la modernidad occidental capitalista un país semiperiférico, es decir, un país de desarrollo intermedio, desprovisto de los recursos políticos, financieros y militares que le permitieran controlar eficazmente su imperio y usarlo en su beneficio exclusivo. Pues tuvo que compartirlo con otras potencias imperiales europeas desde el principio, y fue por conveniencia de éstas que se mantuvo hasta tan tarde. A partir del siglo XVIII, Portugal fue simultáneamente el centro de un imperio y una colonia informal de Inglaterra. La «semiperifericidad» de Portugal correspondió a la «semicolonialidad» de Brasil, tan bien analizada por António Cândido, la idea contradictoria de un país mal colonizado y superior al colonizador, un país que rescató la independencia de Portugal y que, después de su propia independencia, fue visto como una amenaza para los intereses de Portugal en África. La relación colonizador-colonizado entre Brasil y Portugal ha sido siempre una relación al borde del colapso o al borde de la inversión. Hasta hoy. Es esa indefinición que hace tan necesario como difícil el acuerdo ortográfico. Del lado portugués, la posición ante el acuerdo se basa siempre en la idea de «rendición a Brasil», tanto para aceptarlo como para rechazarlo. En ambos casos, es el fantasma del colonialismo inverso, en vez de la idea liberadora de lo inverso del colonialismo.

Lo que ocurre es que hoy la inconsecuencia del acuerdo tiene consecuencias que no tenía, por ejemplo, en 1911. En 1911, el acuerdo tuvo lugar entre dos países en los que la lengua portuguesa era la lengua natural. En el caso portugués, el colonialismo prohibía que las lenguas nacionales habladas en las colonias fuesen un problema lingüístico, en el caso de Brasil, el colonialismo interno impedía que las lenguas indígenas existieran. Portugal se consideraba el dueño de la lengua portuguesa, pero porque de hecho no lo era, el acuerdo sólo comenzó a aplicarse en 1931. Hoy son ocho los países de lengua oficial portuguesa, y en seis de ellos la lengua portuguesa coexiste con otras lenguas nacionales, algunas de ellas más habladas que el portugués. En estos países, el contexto de la política lingüística es mucho más complejo. Remover en el portugués sólo tiene sentido si se remueve en las lenguas nacionales, y remover en éstas, en países que hace poco salieron de una guerra civil, puede tener consecuencias mucho más graves que las del drama bufo luso-brasileño. Por estas razones, deberían ser estos países los que decidieran el desacuerdo, pero por las mismas razones es poco probable que aceptaran tal magnanimidad.

En este contexto, la lengua portuguesa debe ser dejada en paz, entregada a la turbulencia de la diversidad que hace posible que todos nos entendamos en portugués. Me identifico, pues, con el comentario irónico y contradictorio de Fernando Pessoa sobre los acuerdos ortográficos, escrito en 1931, año en que se implementaba el acuerdo de 1911:

«Odio… no a quien escribe en orthographía simplificada, sino la página mal escrita, como a persona propia, la syntaxis equivocada, como gente en que se pegue, la orthographía sin ípsilon, como el esputo directo que me enoja independientemente de quien lo escupa. Sí, porque la orthographía también es gente. La palabra es completa vista y oída. Y la gala de la translitteración grecorromana me la viste de su vero manto regio, por el que es señora y reina«. [1]

¿A pesar de estar transcrito en la ortografía de Pessoa, fue difícil entender este pasaje?

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[1] «Odeio … não quem escreve em orthographia simplificada, mas a pagina mal escrita, como pessoa propria, a syntaxe errada, como gente em que se bata, a orthographia sem ipsilon, como o escarro directo que me enoja independentemente de quem o cuspisse. Sim, porque a orthographia também é gente. A palavra é completa vista e ouvida. E a gala da translitteração greco-romana veste-m’a do seu vero manto regio, pelo qual é senhora e rainha«. Escrito por Bernardo Soares, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa.


 

Fuente:

http://www.ces.uc.pt/opiniao/bss/199pt.php

Artículo original publicado el 17 de abril de 2008.

Boaventura de Sousa Santos es sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal).

Traducido por Antoni Jesús Aguiló y revisado por Àlex Tarradellas

Antoni Jesús Aguiló es colaborador de Rebelión y Tlaxcala. Àlex Tarradellas es miembro de Rebelión, Tlaxcala y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente, a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.