Desde la intervención extranjera, el asesinato del coronel Muammar Gaddafi y la guerra civil que prácticamente continua hasta hoy, Libia sigue dividida en dos grandes bloques. Más allá de que en cada uno de ellos diferentes señores de la guerra, organizaciones mercenarias, ejércitos extranjeros y grupos terroristas -como en la ciudad de Derna, todavía controlada por grupos armados que en su momento juraron lealtad al Daesh pueden arrastrar, de un momento a otro a los casi siete millones de libios a un nuevo conflicto armado.
El país norafricano continua en un endeble equilibrio entre lo que se conoce como el Gobierno de Estabilidad Nacional, con sede en Trípoli y a cargo del Primer Ministro Abdelhamid Dbeibah, puesto allí por Estados Unidos y las Naciones Unidas, y el de la ciudad de Sirte, cuna y tumba del Coronel Gaddafi, a uno 550 kilómetros al este de Trípoli, la vieja capital donde finalmente se refugió Fathi Bachagha tras su destitución.
Sirte no deja de ser un punto simbólico, ya que el verdadero poder que se enfrente a Trípoli es la ciudad oriental de Tobruk, en la Cirenaica, a cargo de la Cámara de Representantes, apoyado por el poderoso mariscal Khalifa Haftar, que controla la fuerza de combate más poderosa del país el Ejército Nacional Libio (LNA) que a la vez cuenta con el apoyo de naciones como Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Rusia. Y el poder de Hafther, se extiende hacia las fronteras sur, donde se encuentran los yacimientos petroleros, además de contar con los grandes puertos del Mediterráneo, lo que le permite prácticamente autofinanciarse mucho más que sus rivales del occidente libio, en franca dependencia de los Estados Unidos y la Unión Europea.
En este contexto y después de prácticamente un año sin que se conocieran choques armados de importancia gracias a un alto el fuego ciertamente intermitente firmado entre las dos milicias en el 2020, ya que el último enfrentamiento registrado se produjo a fines de agosto del año pasado en barrios céntricos de la capital, como el distrito del Jebs, dejando cerca de 40 muertos. El estallido del principio de esta semana se produjo entre dos de las más importantes milicias de la multitud de organizaciones irregulares que operan en Libia.
Los combates, con armas pesadas y automáticas, se prolongaron desde la noche del lunes 14 hasta prácticamente la madrugada del miércoles 16 en torno al aeropuerto Mitiga, en el sureste de Trípoli y próximo a la Universidad, por lo que se debieron suspender las clases. El ataque alarmó a todos los poderes que desde hace más de 12 años se disputan, sin resolver nada, los despojos de lo que fue una nación.
Según el Centro de Medicina de Emergencia, la organización encargada del socorro en el occidente del país, se produjeron al menos 50 muertos y cerca de 200 heridos, por lo que el Ministerio de Salud ha pedido donaciones de sangre y el establecimiento de corredores seguros para evacuar a las familias atrapadas en las zonas de combate.
La magnitud de las acciones obligó a instalar tres hospitales de campaña, además de la utilización de unas 60 ambulancias con docenas de médicos y enfermeros que fueron convocados ante lo crítico de la situación. Durante los combates unas 240 familias de las áreas comprometidas debieron ser evacuadas a zonas más seguras.
El choque entre la Brigada 444 y el grupo conocido como Fuerza al-Radaa, (Fuerza Especial de Disuasión), dos de las bandas armadas más poderosas de la Tripolitania, se inició tras la detención del comandante brigadista “coronel” Mahmoud Hamza cuando ya estaba embarcado y listo para partir hacia la ciudad de Misrata, a 210 kilómetros de Trípoli, donde participaría en una ceremonia de graduación de cadetes. Los combates se detuvieron tras conocerse que Hamza había sido entregado por sus captores a una fuerza “neutral”. Según algunas versiones la detención habría sido en verdad ordenada por el Primer Ministro Ibrahim Dbeibah.
Para evitar que los combates se extiendan a otras partes de la capital intervino el Consejo Social, un grupo de notables y personalidades influyentes en la localidad de Soug el-Joumaa, donde se encuentra el aeropuerto, estableció negociaciones el Primer Ministro Dbeibah. Tras conseguir que el coronel Hamza fuera entregado a la Autoridad de Apoyo a la Estabilidad (SSA), lo que se informó en un comunicado televisado en el que además se pidió una urgente desescalada, por lo que en la mañana del miércoles los ánimos se serenaron en torno al aeropuerto, que es el único civil de los que operan en cercanías de la capital y rápidamente se restableció su actividad.
Para evitar que se repitan los enfrentamientos no solo se dispuso el repliegue de los combatientes a sus líneas y el despliegue de una fuerza neutral, posiblementela SSA, otra de las más poderosas organizaciones paramilitares, en el amplio espacio que separa a la Brigada 444 y la fuerza al-Radaa, para evitar nuevos choques.
En la mañana del jueves se vieron imágenes del coronel Hamza rodeado de sus hombres, vestido de uniforme, en el cuartel general de su organización en Tekbali, al sur de Trípoli.
La gravedad de los combates ha quedado registrada en la destrucción total de vastas áreas de Ain Zara, uno de los barrios del sureste de la capital que se convirtió en epicentro de los enfrentamientos.
El martes la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (MANUL) había pedido también el cese del fuego, pedido que también fue acompañado por las embajadas de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia y la Unión Europea (U.E.), los principales responsables del drama que desde hace 12 vive el pueblo libio.
Quienes juegan
La sucesión corrupta de más de una media docena de los gobiernos que se sucedieron en el occidente libio, creados por las Naciones Unidas que intentaba, de alguna manera, poner cierto orden al caos que inventaron en 2011, hizo que a principios del 2020 llegara al cargo de Primer Ministro Ibrahim Dbeibah, quien a caballo de la inestabilidad y la imposibilidad de establecer un cronograma eleccionario ha establecido que no dejará su cargo hasta que “un gobierno salido de elecciones legislativas y presidenciales lo suceda”. Lo que ya se ha demostrado es que la volatilidad política que se vive en el país, sumada a las diferencias irreconciliables entre Trípoli y Tobruk, sería milagroso que de allí surgiera no solo un gobierno democráticamente elegido, sino y fundamentalmente una sola Libia.
Esta postura cínica de Dbeibah lo ha puesto en la mira de muchos hombres poderosos del país, como el mariscal Hafther o Fathi Bachagha, que sigue instalado “temporalmente” en Sirte esperando acumular fuerzas para tomar política o militarmente la capital y desplazar de una vez a Dbeibah, de quien prácticamente nadie recuerda cómo llegó al cargo de Primer Ministro.
Bashaga, antiguo ministro del Interior, fue nombrado primer ministro en febrero del 2022 por el Parlamento de Tobruk y desde donde espera asaltar Trípoli y desplazar a Dbeibah. Es en este juego político, donde las milicias han tomado una relevancia fundamental y su peso específico, las milicias tripolinas lo mostraron en 2019, cuando lograron detener a las puertas de la ciudad a las fuerzas del Mariscal Hafther, que en una vertiginosa campaña estuvo a punto de conquistar todo el país, lo que sin duda hubiera conseguido de no haber sido frenado en Trípoli.
La Brigada 444, cuya función original es vigilar el contrabando que transita por el suroeste del país, es una de las milicias mejor organizadas de las innumerables que operan en el occidente libio. Su cuartel general se ubica en el sur de Trípoli y apoya al Ministerio de Defensa. También su influencia se extiende a las ciudades sureñas de Tarhouna y Beni Oualid, con lo que se asegura de controlar las rutas que desde la capital se dirigen al sur del país. Su campamento en Tekbali, a diez kilómetros de la capital, fue capturado por las tropas de Hafther en la región de Saladino. Sin embargo las tropas de GAN recuperaron el control del campamento el 2 de enero.
La Fuerza al-Radaa, liderada por el ultra integrista Abdul Rauf Kara, quien acordó con el primer ministro Dbeibah para convertirse en uno de sus principales sostenes, controla el aeropuerto de Mitiga, una importante prisión el centro y el este de la capital y los barrios de Soug al-Jouma y Ain Zara, opera cómo fuerza policial de la ciudad y cuenta con unos 2.000 hombres, lo que la pone entre las tres más importante de las que operan en la capital. Formada en los primeros meses del levantamiento contra Gaddafi, aproximadamente el setenta por ciento de sus hombres formaron parte de la policía libia durante el gobierno del Coronel.
Junto a al-Radaa sostienen a Dbeibah una serie de milicias menores, sostenidas a fuerza de sustanciales aportes económicos, que incluso no son originarias de Trípoli, como la Brigada 777, dirigida, Haithem al-Tajouri, la milicia de la ciudad de Zintan al oeste de la capital, Fuerzas Emad Al-Trabilisi de Osama Al-Juwaili, la Brigada al-Halbous, la Brigada al-Marsa y la Brigada de Infantería 52 de Abo-Zreba de Zawya, junto a la Brigada 610, el Batallón 301 de Misrata, algunas de ellas prácticamente bandas de delincuentes comunes que han encontrado en la república de las milicias una forma casi honesta de ganarse la vida.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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