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Níger

Líneas de sangre

Fuentes: Rebelión

En el marco de la hecatombe de seguridad que está viviendo, el Sahel no parece encontrarse en las peores condiciones, aunque se ha registrado la muerte de cerca de 500 civiles en lo que va del año, producto de la acción de los grupos fundamentalistas que operan en el área y cruzan de Níger a Mali y Burkina Faso como si las fronteras no fueran más que líneas imaginarias trazadas sobre papel mojado.

La crítica situación del país no la podrá resolver un solo gobierno, más allá de la buena voluntad que pudiera tener el nuevo presidente Mohamed Bazoum, quien asumió en abril pasado y que conoce muy bien la situación, ya que fue ministro del Interior entre 2016 y 2020 en el gobierno de su predecesor Mahamadou Issoufou.

Cualquiera entiende que la crisis no es la violencia, sino lo que la produce: la pobreza, que en Níger, el país más pobre del mundo según el Índice de Desarrollo Humano 2020 de Naciones Unidas, tiene el mismo origen que en la mayoría de las naciones del continente, el “matrimonio” entre la corrupción local y la avidez de los grandes holdings internacionales. En el caso de Níger es Francia, la expotencia regente con importantes intereses comerciales y estratégicos, que explota con la multinacional Areva los yacimientos de uranio de Arlit para cubrir la necesidad de sus usinas nucleares, que generan entre el 75 y el 85 por ciento de su electricidad, y por lo que paga el 5.5% mientras que en otros países como Canadá o Kazajistán Areva paga entre el 13% y el 18.5%. Aunque Francia no es la única responsable de esta situación, también operan en el país empresas españolas, canadienses, australianas, indias y británicas que explotan la vastedad del subsuelo nigerino y no tributan acorde con sus beneficios.

Por lo que para los grupos integristas establecerse en el país y atraer a los jóvenes sin rumbo no es una cuestión difícil. Según se reporta, la mayoría de los ataques en Níger contra la población civil se concentran en las regiones occidentales de Tillabéry y Tahoua, próximas a las fronteras de Mali y Burkina Faso, donde los terroristas suelen sorprender a sus víctimas tanto en sus viviendas como transitando por caminos comunales a la vuelta de funerales o mercados, recogiendo agua o llevando a pastar a sus animales. Entre los muertos se han registrado tanto bulamas (líderes) comunales como imanes, sin apiadarse de personas discapacitadas, ni siquiera de niños, muchos de ellos ejecutados en presencia de sus padres.

Según surge de un informe Human Rights Watch (HRW), en el oeste de Níger se está experimentado un aumento de los ataques de las franquicias locales del Dáesh global, conocido como Dáesh en el Gran Sáhara o ESGS, por sus siglas en inglés, cuyo líder Abnan Abu Walid al-Sahraoui fue asesinado por efectivos franceses hace más de un mes (Ver: Francia “neutraliza” otro emir) y, en menor medida, el accionar del Jama’at Nusrat ul Islam wal Muslimin (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes) afiliado a al-Qaeda.

A pesar del accionar de los importantes contingentes del ejército francés con la Operación Barkhane, que desde hace ya nueve años opera en la región, así como la de las tropas norteamericanas, cuya misión y número se desconoce y reciente su presencia en Níger, de la que solo se conocía como destinada a la construcción de una base para drones para el Mando Unificado Para África o AFRICOM, quedó expuesta tras la emboscada de Toga-Toga, en la región de Tillabéry en octubre del 2017, en la que murieron cuatro efectivos norteamericanos que participaban junto al ejército de Níger, que también sufrió cinco bajas, en la búsqueda de Aboubacar “petit” Chapori, uno de los líderes ESGS.

Dada la continuación de ataques contra los puestos de avanzada del ejército, que han ido aumentando desde 2019 hasta la fecha, se ordenó abandonar los lugares más sensibles y el repliegue del personal a bases cercanas a las ciudades. Lo que ha permitido a los insurgentes operar en el territorio más libremente e incrementar sus acciones contra las aldeas, que han quedado prácticamente abandonadas por el Gobierno central.

Los constantes abusos contra esas poblaciones por parte de los terroristas, específicamente en procura de recursos, que impusieron un escrupuloso Zakat (limosna) o tributo, cada vez más elevado, por lo que los pobladores al negarse a pagarlos comenzaron a sufrir cada vez mayor violencia, robo de ganado, incendio de sus casas, secuestros y violaciones, lo que ha llevado a algunas comunidades a formar grupos de autodefensa, lo que ha disparado todavía más la violencia.

A esto se le suma, según algunos expertos, que cuanto más se ajustan las acciones contra los integristas por parte de los ejércitos regulares, aquellos descargan más violencia contra la población civil, habiendo producido matanzas como la del 15 de marzo último contra un grupo de aldeanos que volvían de una feria, en la aldea de Bani-Bangou, en la región de Tillabéry. En dicha acción fueros asesinados 58 aldeanos. En enero, en otro hecho similar, fueron asesinados otros 100 aldeanos en la misma área. El incremento de esas acciones obligó, solo entre junio y julio pasado, a que más de 26.000 aldeanos abandonasen sus hogares los que fueron relocalizados en diferentes aldeas.

A mediados de agosto casi cuarenta aldeanos, entre ellos una docena de mujeres y niños, fueron ejecutados en Bani-Bangou mientras dos semanas antes, el 31 de julio, 16 soldados habían perdido su vida en una emboscada en el departamento de Torodi, todas estas acciones libradas en la región de Tillabéry, que se ha convertido en el epicentro nigerino del terrorismo.

El “emirato” de Tillabéry

La seguridad de la región de Tillabéry, de casi 90.000 kilómetros cuadrados, al suroeste del país, en la triple frontera que Níger comparte con Malí y Burkina Faso, se ha deteriorado drásticamente en los últimos años. En esa área es donde se han concentrado la mayoría de las acciones terroristas que se suceden en Níger, por lo que todo parece destinado a que con su accionar los rigoristas obliguen a los más de dos millones y medio de habitantes, que en su gran mayoría viven de la ganadería o la agricultura de subsistencia, a integrase a su causa o escapar abandonando todo, lo que están haciendo unas 13.000 personas cada semana.

Por ejemplo, en el municipio de Anzourou se vieron obligadas a cerrar 22 escuelas dejando a más de 1.800 niños sin educación, mientras 11 estaciones sanitarias han sufrido ataques en varias ocasiones, en los que destruyeron instalaciones y robaron insumos médicos. El último ataque en ese municipio se registró el pasado 21 de agosto en la aldea de Theim, donde unos muyahidines asesinaron a una veintena de fieles a los que sorprendieron orando en una mezquita.

También se destaca que estas últimas operaciones desarrolladas por los dos grupos wahabitas se han concentrado contra los menores, a quienes asesinan o secuestran para incorporarlos a sus filas. Mientras a los mayores de 15 años, dada la pobreza extrema que asola Tillabéry, que si bien ha sido histórica, en los últimos años con el cambio climático las tasas se han disparado, los convencen de incorporarse a sus filas con ofertas de un sueldo que ronda los quinientos dólares, uniformes, armas, una esposa y motocicletas, el vehículo preferido de los terroristas en todo el Sahel, al punto de que en ciertas áreas desde 2017 está prohibido su uso.

En la región de Diffa, a unos 1.500 kilómetros al sureste de Tillabéry, junto a la frontera de igual extensión con Nigeria, la situación es también extremadamente crítica. De ambos lados de la línea se han agrupado más de 500.000 refugiados nigerianos y desplazados nigerinos que han llegado hasta allí huyendo de Boko Haram, hoy en el ocaso tras ser derrotado en la guerra interna con Estado Islámico en África Occidental (Iswap), lo que provocó el suicidio de su legendario emir Abubakar Shekau, en mayo pasado.

El último ataque contra efectivos del ejército nigerino, en la localidad de Baroua en el sector de Diffa, se registró el 25 de agosto contra un puesto militar en que murieron 16 soldados y según informaron fuentes de Niamey habrían muerto 50 terroristas.

El país, tal como también se registra en Mali, Burkina Faso y Nigeria, corre el riesgo de profundizar las siempre tensas relaciones interétnicas. Según se conoce los grupos de autodefensa están conformados mayormente por la etnia Zarma, la más numerosa de Tillabéry, mientras otros están compuestos por árabes y tuaregs, al tiempo que los integristas han conseguido reclutar un importante contingente de pastores fulani, lo que ha provocado que ahora todas las comunidades fulani o peuls, estén siendo consideradas terroristas y estén amenazadas por el resto de las etnias. Lo que también se replica en varios de los países por donde se extienden los fulani, como Mali y Burkina Faso, lo que lleva a que las fronteras solo sean líneas de sangre que rápidamente se disuelven en el desierto.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

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