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El mundo salvaje de la seguridad fronteriza en Arizona

Llevan el campo de batalla a la frontera

Fuentes: TomDispatch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Introducción del editor de Tom Dispatch

Los drones [aviones sin tripulación] no son nada nuevo. El primero emprendió vuelo en EE.UU. después que el avión de los hermanos Wright despegara en Kitty Hawk en 1903. En los años desde entonces, los «sistemas aéreos sin tripulación» [UAS por su acrónimo en inglés] han jugado un papel relativamente menor en la aviación nacional. Y eso, sin embargo, está a punto de cambiar significativamente.

«Los UAS se han desarrollado de simples modelos de aviones controlados por radio a aeronaves sofisticadas que tienen actualmente un rol singular en muchas misiones públicas como la vigilancia de las fronteras, monitoreo del clima, entrenamiento militar, estudios de la flora y fauna y mantenimiento del orden local, y también tienen el potencial para hacerlo en muchas misiones civiles». Es lo que dice una «hoja de ruta» de investigación y desarrollo publicada a principios del año por la Oficina Conjunta de Planificación y Desarrollo de EE.UU. (una iniciativa multi-agencias que incluye al Departamento de Transporte, el Departamento de Defensa, el Departamento de Comercio, el Departamento de Seguridad Interior, la Administración Federal de Aviación, la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, y la Oficina de Política de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca). «Según pronósticos de la industria», señala el informe, «las operaciones de UAS aumentarán exponencialmente en una variedad de áreas militares y civiles cruciales. Unas 50 compañías, universidades, y organizaciones gubernamentales de EE.UU… están desarrollando más de 150 diseños diferentes de aviones sin tripulación. Las proyecciones de 2010 a 2019 predicen la producción de más de 20.000 UAS en EE.UU.»

Con ello, hay que contar con una cosa: cantidades crecientes de esos drones estarán patrullando las fronteras de EE.UU.

Recién en los años noventa la Patrulla Fronteriza de EE.UU. comenzó a considerar el uso de aviones a control remoto. Después de los ataques del 11-S, la creación del Departamento de Seguridad Interior (DHS, por sus siglas en inglés), y la bonanza de financiamiento resultante, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza del DHS comenzó a experimentar con aviones sin tripulación. En 2005, se decidió a utilizar el Reaper de General Atomics y actualmente hay una flota de nueve de esos drones que patrullan las fronteras norte y sur de EE.UU. Sus compañeros en las zonas de guerra de EE.UU. han tendido a estrellarse en cantidades alarmantes debido al tiempo, fallas mecánicas, y defectos de los ordenadores, han resultado ser vulnerables en comparación con jets con tripulación, y son susceptibles a todo tipo de ataque electrónico. Los drones tampoco han impresionado favorablemente en el interior. Un reciente artículo en Los Angeles Times señaló: «Los drones en la frontera requieren una hora de mantenimiento por cada hora de vuelo, su operación es más costosa que lo que se había previsto, y frecuentemente permanecen en tierra debido a la lluvia o a otro tipo de mal tiempo, según un borrador de auditoría del programa del mes pasado del inspector general del Departamento de Seguridad Interior».

Pero no se puede esperar que semejantes verdades desagradables tengan mucho efecto. Después de todo, como Todd Miller demuestra en su primera colaboración en TomDispatch, la seguridad fronteriza es un terreno para creyentes convencidos. Y a pesar de toda indicación sobre su futuro de estrellamientos e incendios, hay que esperar que haya más volando arriba en el norte y abajo en el sur y entre medio, en los años por venir. Nick Turse.

Llevan el campo de batalla a la frontera

El mundo salvaje de la seguridad fronteriza en Arizona

Todd Miller

William «Drew» Dodds, el vendedor de StrongWatch, una compañía de Tucson, se siente en la cima de su carrera al describir eventos en la frontera sur de EE.UU. en términos de fútbol estadounidense. En su boca, la frontera es la línea de scrimmage , y la tecnología que su compañía trata de vender – un sistema de vigilancia móvil llamado Freedom-On-The-Move [Libertad en movimiento], una cámara montada en un mástil retractable fijado sobre un camión y maniobrado por un controlador Xbox – actúa como un » linebacker itinerante».

Dice que migrantes no autorizados y narcotraficantes cruzan frecuentemente la línea de scrimmage sin ser detectados. En el mejor de los casos, son rara vez capturados hasta la «última milla», lejos de la línea fronteriza. Su sistema de vigilancia, afirma, cubrirá mucho más terreno en muy poco tiempo y desde múltiples ángulos. Se convertirá en el equivalente en el control de la frontera del gran linebacker de los New York Giants, Lawrence Taylor.

Escuchar a Dodds, ex marine en Afganistán e Iraq, 2001-2004 -con el físico grande y pesado de un linebacker , es experimentar una nueva visión del mundo que es construida apresuradamente. Hace incluso algo como una década, habría parecido ser un demencial sueño marginal estadounidense. En la actualidad, su visión del mundo como un terreno de football , parece perfectamente normal dentro de la bien iluminada sala en Phoenix, Arizona, donde tuvo lugar la séptima Exposición de Seguridad Fronteriza en marzo de este año. Dodds era solo de uno de cientos de vendedores que pregonaban sus productos de control de la frontera y de mercancías de seguridad nacional, y StrongWatch no es más que una de 100 compañías que se esfuerzan por obtener un trozo lucrativo de un mercado en pleno desarrollo.

Dodds habla un nuevo lenguaje corporativo enclavado en un universo cada vez más poderoso en el cual se acepta la necesidad de reforzar el «control de la frontera», celebrado, en lugar de ser discutido. Es un mundo en el cual están en juego potencialmente miles de millones de dólares, en el cual nada es más importante que crear, probar, e incluso hacer alarde de tecnologías cada vez más sofisticadas y costosas hechas para patrullar la frontera y el control social, sin pensar seriamente en lo que realmente podrían presagiar.

La guerra contra el terror en la frontera

Phoenix fue un sitio especialmente apropiado para la Exposición de Seguridad en la Frontera.

Después de todo, la región fronteriza entre Arizona y México es la Zona Cero para el desarrollo de un aparato de control de la inmigración que pronto podría pasar de la frontera sur a un vecindario cercano a tu casa.

La sala de convenciones abarrotada estaba imbuida de una energía apropiada para una industria a la que le ha llegado su hora. Deambulando por sus pasillos, se podía sentir la excitación, el sonido de dinero gastado, la cacofonía de cientos de voces promoviendo productos, la sinergia de un mercado floreciente de ideas y dueños. Enseñas de General Dynamics, FLIR thermal imaging, y Raytheon colgaban del vasto techo, compitiendo por la atención con lo último en mini-dirigibles de vigilancia. Los drones aéreos sin tripulación de NEANY Inc. y sus equivalentes acuáticos estaban colocados en una gruesa alfombra roja junto a cuarteles móviles en remolques con camuflaje de desierto.

En diversos stands, maniquíes vestidos de camuflaje y con armas con aparatos de vigilancia colgados de sus cascos parecían querer salir de la exposición para apoderarse de la creciente ciudad de Phoenix por la fuerza bruta. En el pabellón faltaban pocas cosas imaginables para una frontera futurista convertida en fortaleza. Incluso había emparedados listos para comer (con una vida útil de tres años), y bolsas de orina de plástico Brief Relief. Un flujo continuo de funcionarios uniformados de la Patrulla Fronteriza, militares y policías iban de stand en stand junto a hombres en trajes, en lo que el único manifestante frente al centro de convenciones calificó de «centro comercial de la muerte».

Si había algo que reflejara la manía de control de esta exposición, era un letrero detrás del stand de DRS Technologies, que presentaba la siguiente promesa: «Fijad la línea y os ayudaremos a protegerla». Y qué lugar más apropiado para expresar un sentimiento semejante que Phoenix, sede del condado de Maricopa, donde el «sheriff más duro de EE.UU.», Joe Arpaio (actualmente enjuiciado por el Departamento de Justicia), recorría regularmente los vecindarios en busca de pobres personas de color que parecieran como si acabaran de filtrarse por la línea que separa a EE.UU. de México.

Dodds y yo estábamos a poco más de 160 kilómetros de esa frontera, que ha vivido un asombroso aumento del control durante los últimos 20 años. Es sin duda un mercado de demanda. StrongWatch es típica. La compañía, me dijo Dodds, espera conseguir un pingüe contrato para su tecnología fronteriza. Después de todo, todos sabían que el Departamento de Seguridad Interior (DHS) estaba a punto de emitir una nueva solicitud de propuestas para construir su última versión de un «muro virtual» a lo largo de esa frontera – no un verdadero muro, sino una barrera hecha de lo último en tecnología de vigilancia, incluyendo torres, cámaras, sensores y radar.

En enero de 2011, el DHS había cancelado su intento anterior, conocido como SBInet, y el contrato correspondiente por miles de millones de dólares con la compañía Boeing. Había quejas de que la costosa y frecuentemente postergada barrera tecnológica no se ajustaba adecuadamente al terreno escabroso de las tierras fronterizas, y que tenía problemas para distinguir animales de seres humanos.

Pero la continua fortificación de la frontera (y las utilidades que la acompañan) representan solo un aspecto de la realidad de la convención. Después de todo, la porción de Arizona de la frontera entre EE.UU. y México no solo se ha convertido en la Zona Cero de todo experimento en control de la inmigración e interdicción de la droga, sino también en la incubadora, terreno de prueba, vitrina, y escenario para versiones cada vez más nuevas para la tecnología de control fronterizo que, tarde o temprano, es seguro que serán aplicadas globalmente.

Como dejó claro esa resonante convención, el enfoque de la inmigración en el que todo vale que se encuentra en Arizona -residencia de SB1070, la infame ley contra los inmigrantes que actualmente es considerada por la Corte Suprema- ha generado interés de militarizadores de las fronteras en todas partes del país y del mundo. Un afán de fronteras al estilo de la tolerancia cero de Arizona se propaga rápido, como lo evidencia la clientela de la convención. Aparte de los tipos de la Patrulla Fronteriza de EE.UU., los asistentes provenían de organismos de mantenimiento del orden de todo el país, y de 18 países de todo el mundo, incluidos Israel y Rusia.

En teoría, la exposición no tenía nada que ver con SB1070, pero la elección por los organizadores de la controvertida gobernadora de Arizona, Jan Brewer, como orador principal, puede ser vista como un apoyo al clima de laissez-faire del Estado. Es, en otras palabras, el sitio perfecto para desarrollar e incluso probar tecnología del futuro con gente real.

Brewer comenzó por asegurar a los participantes en la convención de que «el tema de la inmigración no tiene que ver con odio o color de la piel… tiene que ver con asegurar la frontera y mantener la seguridad de los estadounidenses». Habiéndolo dicho, se lanzó rápidamente a una de sus acostumbradas diatribas, atacando al gobierno federal por no asegurar la frontera». «El que EE.UU. no comprenda este problema en el ámbito nacional y no lo encare», insistió, «ha afectado a fronteras como la mía durante décadas».

De hecho, como sabe perfectamente Brewer, la realidad es todo lo contrario. El aumento de la importancia de Arizona en cuanto a la inmigración a ha ido a la par con la creación de una versión fronteriza del Estado de seguridad interior que critica. En realidad, recursos federales y dólares del Departamento de Seguridad Interior han estado llegando a Arizona como parte de una guerra tripartita contra «ilegales», drogas y terrorismo. Sus continuas quejas sobre una «frontera porosa», reforzadas por relatos exagerados sobre «cuerpos decapitados», solo aumentan la presión por más refuerzos para la Fortaleza EE.UU. Las palabras de Brewer complacen a las compañías que esperan beneficiarse, incluidas DRS Technologies, StrongWatch, y Boeing.

La gobernadora no está sola. Políticos de ambos partidos son reacios a reconocer (como gran parte de los medios dominantes) cuán drásticamente se ha alterado en los últimos años el paisaje del control a lo largo de las tierras fronterizas entre EE.UU. y México. Como lo resume el geógrafo y experto en la frontera Joseph Nevins: «La existencia misma de una línea de control del movimiento de personas es un desarrollo muy reciente en la historia humana».

Al Qaidizando a los inmigrantes

Cualquiera que vuelva a visitar Nogales, El Paso, San Ysidro, o Brownsville se dará rápidamente cuenta de que no se ven como eran hace dos décadas. En 1993, había solo 4.000 agentes de la Patrulla Fronteriza cubriendo 10.000 kilómetros de tierras fronterizas canadienses y mexicanas, y solo frágiles cercas eslabonadas a lo largo de la mayor parte de los trechos urbanizados de la frontera sur separaban a las comunidades a los dos lados.

Ahora, muros de 5 metros de altura separan esas localidades. Una variedad de cámaras miran hacia México enviando un constante flujo de imágenes a oscuras salas de monitoreo en estaciones de la Patrulla Fronteriza a lo largo de los 3 kilómetros de la frontera sur, en las cuales agentes aburridos contemplan el tráfico, mayoritariamente de peatones. Iluminación al estilo de estadios domina los muros y alumbra hacia México, convirtiendo las noches en días como si estuvieran en un juego de football del vendedor Dodds. Para los residentes cuyas casas lindan con el borde, dormir se convierte en desafío.

Las fuerzas de la Patrulla Fronteriza, que siguen creciendo, se han más que duplicado en los años desde el 11-S. Como nuevos soldados uniformados del Departamento de Seguridad Interior, cerca de 20.000 agentes de la Patrulla Fronteriza ocupan ahora el Sudoeste de EE.UU. Drones Predator y mini-dirigibles de vigilancia patrullan regularmente los cielos. Nevins dice que es «un desarrollo altamente significativo» que hayamos llegado a aceptar sin cuestionamiento esta versión de «fronteras» y las instituciones que las controlan.

La Patrulla Fronteriza llegó a ser parte del Departamento de Seguridad Interior en 2003 y fue colocada bajo el ala de Protección de Aduanas y Frontera, actualmente la mayor agencia federal de mantenimiento del orden del país, con 60.000 empleados. Al mismo tiempo, su «misión prioritaria» se convirtió en «mantener a terroristas y sus armas fuera de EE.UU.» Desde entonces la Patrulla Fronteriza no ha capturado a una sola persona afiliada a una organización terrorista ni una sola arma de destrucción masiva.

Sin embargo, ha aprehendido a millones de migrantes latinoamericanos en camino al norte, incluida una cantidad histórica de mexicanos que eran esencialmente víctimas del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA). No siendo terroristas, eran a menudo pequeños agricultores que ya no podían competir con gigantes de los granos estadounidenses como Cargill y Archers Daniels Midland para quienes el NAFTA resultó ser un pase libre hacia México. Funcionarios de EE.UU. sabían perfectamente que el acuerdo de comercio llevaría a un aumento en la migración, y pidieron el aumento del control. En el mundo posterior al 11-S, bajo la rúbrica de «proteger» al país contra el terrorismo, el DHS, con la ayuda de los gobiernos estatales y de la policía local, ha impuesto lo que es realmente una línea de exclusión, garantizando la desigualdad eterna entre los que tienen y los que carecen.

Esas líneas de división no solo han aumentado rápidamente, sino se han convertido vertiginosamente en la norma aceptada. Según el antropólogo Josiah Herman, la imposición de un cada vez más masivo aparato de control de la frontera, de interdicción y de vigilancia «ha militarizado la sociedad de la frontera, donde más y más gente trabaja para los controles, o es controlada por el Estado». Puede que las palabras de Heyman suenen proféticas, y tampoco solo a lo largo de nuestras fronteras.

Como sabe todo migrante, manifestante, o activista en EE.UU., los «controles» y los «controlados» proliferan en todo el país. El geógrafo Matthew Coleman dice que «la consecuencia más significativa pero más ampliamente ignorada de la así llamada guerra contra el terrorismo… [es] la extensión de las prácticas de control de la inmigración interior más allá de la frontera sudoeste».

El Servicio de Inmigracion y Control de Aduanas (ICE) es otra agencia de 20.000 miembros colocada bajo el techo expansivo del Departamento de Seguridad Interior. Se basa en un conjunto de 650.000 agentes de mantenimiento del orden en todo el país mediante programas de delegación con nombres inocuos como 287(g) y Comunidades Seguras. ICE sirve efectivamente como un conducto que lleva las tierras fronterizas y todo lo que implican hasta comunidades tan distantes como Utah, Carolina del Norte, Nueva Jersey, y Rhode Island.

Más de un millón de migrantes han sido deportados del país durante los últimos 3 años y medio bajo el gobierno de Obama, una cifra que sobrepasa la de los años de Bush. Esto debiera recordar que una parte significativa, aunque pasada por alto, del puño de hierro de este país después del 11-S ha apuntado no contra al Qaida sino al migrante indocumentado. Por cierto, como señala el escritor Roberto Lovato, ha habido una «al Qaidización de los inmigrantes y de la política de inmigración». Y como en la Guerra Global contra el Terror, compañías militares-industriales como Boeing y Halliburton sacan provecho de esta versión de la guerra.

Acercando Arizona a todos

Lo que más me impresionó, sorprendentemente, en esa vasta catedral iluminada de la ciencia ficción en Phoenix no fueron las armas, drones y robots, o las torres fijas de vigilancia y los maniquíes militarizados. Fue la asombrosa energía y el entusiasmo, que permeaban el aire de la convención.

Ese día no me cupo la menor duda de que me encontraba en presencia de una floreciente nueva industria que tiene toda la intención de apropiarse no solo de la frontera, sino de nuestro mundo. Pude sentir la excitación y la oportunidad desde el momento en que Drew Dodds comenzó a explicarme cómo funciona realmente el sistema de Libertad-en-Movimiento de su compañía. Agarró dos botellas de agua y comenzó a pintar un cuadro vívido de una como un «cerro» obstruyendo «la línea de vista hacia el objetivo», y la otra como ese «objetivo» – en los hechos, un migrante agotado caminando «la última milla» después de tres días en el desierto, quien daría cualquier cosa por una botella semejante.

He encontrado a muchos migrantes en la «última milla» de Dodd – heridos, deshidratados, exhaustos. Los pies de un hombre se habían hinchado tanto, debido al implacable calor y a las espinas de cactus que había pisado, que ya no podía colocarse sus zapatos. Había, me dijo, continuado a pesar de todo el dolor extremadamente agudo, milla tras milla, descalzo sobre el suelo tórrido del desierto. Considerando los miles de cadáveres recuperados de las tierras fronterizas desde el masivo refuerzo de las fuerzas y la tecnología de la Patrulla Fronteriza, tuvo suerte de llegar vivo. Y ese era el hombre que excitaba tanto a Dodds en su intento de apresarlo con su tecnología de «ubicar y atrapar» Libertad-en-Movimiento; era su juego de football . Finalmente, sin embargo, abandonó el football a favor de la realidad, y resumió su experiencia como sigue: «Estamos llevando el campo de batalla a la frontera».

Eso lo resumió todo, ofreciendo una visión del complejo militar-industrial una vez que ha sido transportado, con puestos de trabajo y todo, a la frontera entre EE.UU. y México y convertido en un centro comercial de consumidores en la era estadounidense posterior al 11-S. Uno lo podía sentir en la joven de RoboteX, quien parecía como si hubiera llegado directamente de la graduación de la Universidad al piso de Border Security Expo 2012. Me prestó su control remoto durante algunos minutos y me dejó jugar con el micro-robot que estaba pregonando. Parecía un pequeño tanque y ya lo utilizaba la policía de Oakland y su equipo de SWAT.

Fue la excitación jadeante de la estudiante graduada de la Universidad de Arizona que me describía la tecnología de «detección del engaño» que estaba desarrollando la universidad, junto con una «red de comunicación» que permitiría que los drones se comunicaran entre ellos sin intervención humana. Tal vez la educación de estudiantes para esta creciente industria formaba parte del proceso mental de la Universidad de Arizona al aceptar una subvención multimillonaria en dólares del DHS para Crear un Centro de Excelencia en Seguridad de la Frontera que trabajaría en tándem con su Parque Tecnológico en Ciencia y Tecnología. Ese centro, por su parte, debía desarrollar novísimas tecnologías de control de la frontera, como parte de un consorcio de varias universidades.

Se espera que en los próximos tres años, el mercado de seguridad interior en EE.UU. llegue a 113.000 millones de dólares, según un informe de Homeland Security Market Research, y una parte significativa de ese dinero será dedicada a la fijación de límites. Muy pronto la idea de la seguridad fronteriza como parte de una Fortaleza EE.UU. está tan arraigada en el sistema que nadie podría separarla – y entonces, por supuesto, proliferará como todos los sistemas semejantes.

Ha estado a la moda que se trate el Estado de Arizona como un fenómeno marginal estadounidense, simplemente un montón de lunáticos determinados a aprobar leyes francamente racistas contra la inmigración. Sin embargo, como lo indica la Exposición de Seguridad en la Frontera, lo que tiene lugar es algo mucho más siniestro. No hay nada marginal en el caso de las compañías en la sala de convenciones ansiosas por reforzar el Estado de seguridad interior, y financiadas por el gobierno federal.

En Arizona, los dirigentes de la industria llaman a formar el primer «grupo global» de compañías privadas relacionadas con la seguridad fronteriza en EE.UU. 50 empresas, grandes y pequeñas, han sido identificadas como posibles participantes. Bruce Wright, vicepresidente del Parque Tecnológico sobre Ciencia y Tecnología de la Universidad de Arizona, dice que muchas de ellas se han establecido en el parque, y que la universidad tiene las instalaciones para incubar tanto compañías nacientes y subsidiarias para más corporaciones militares o aeroespaciales establecidas a medida que entran a lo que llama «el campo tecnológico de la frontera».

«Aquí vivimos en la frontera – convirtiendo limones en limonada. Si tenemos que encarar el problema – ¿cuál es el beneficio económico? pregunta Wright, refiriéndose al control de la inmigración, al comercio, la interdicción de la droga, y la guerra contra el terror. «Bueno, podemos construir una industria alrededor de este problema, que crea empleo, salarios, y riqueza para esta región… Y esta tecnología puede ser vendida en todo el mundo. Por lo tanto es un ramo industrial muy beneficioso para nosotros en el sur de Arizona.»

Es probable que la visión de Wright resulte ser mucho más poderosa de lo que llegará a ser un día SB1070. A medida que Arizona define la línea de scrimmage para la estrategia de seguridad fronteriza de EE.UU., también prepara el camino para exportar sus productos de control social no solo al extranjero, sino también a tu localidad, o a cualquier sitio en que haya que construir una barrera entre ricos y pobres.

…………..

Todd Miller ha investigado y escrito sobre temas de la frontera entre EE.UU. y México durante más de 10 años. Ha trabajado a ambos lados de la frontera para BorderLinks en Tucson, Arizona, y Witness for Peace en Oaxaca, México. Ahora escribe sobre temas fronterizos y de inmigración para NACLA Report on the Americas y su blog «Border Wars,» entre otros sitios. Trabaja en su primer libro: Border Patrol Nation , para Open Media Series de City Lights Books.

Copyright 2012 Todd Miller

Fuente: http://www.tomdispatch.com/blog/175552/