A finales de los años 90 surgió una tendencia que interpretaba económicamente las guerras civiles y que se distinguió principalmente por la carencia de discursos que explicaban los conflictos internos surgidos al finalizar la Guerra Fría [1]. Uno de estos discursos se caracteriza por tratarse de un análisis que simplifica y reduce las causas, la duración […]
A finales de los años 90 surgió una tendencia que interpretaba económicamente las guerras civiles y que se distinguió principalmente por la carencia de discursos que explicaban los conflictos internos surgidos al finalizar la Guerra Fría [1]. Uno de estos discursos se caracteriza por tratarse de un análisis que simplifica y reduce las causas, la duración y las consecuencias de las guerras civiles a las agendas económicas [2]. Sin embargo, esta tendencia sufre de la falta de consideración de otras variables relevantes para el estudio de los conflictos internos.
Por falta de una explicación adecuada de las guerras civiles, ha emergido una literatura que trata de investigar estos conflictos en su contexto regional [3]. Aunque este tipo de investigación ha aumentado el poder explicativo de los análisis sobre guerras civiles, muchas veces no considera el rol de los actores e intereses extra regionales que contribuyen a los conflictos internos en el mundo globalizado. Este artículo sugiere que en el caso de África hay que analizar las guerras a través de una investigación que considere actores e intereses locales, regionales e internacionales para llegar a una explicación comprensiva de los conflictos civiles contemporáneos.
La proliferación de conflictos civiles tras la Guerra Fría necesitaba explicaciones. Esto dio lugar a un análisis en que las causas, la duración y sus consecuencias empezaban a ser interpretados predominantemente a través de la perspectiva económica, muchas veces descartando los factores sociales y etno-políticos de los conflictos.
Asimismo, a partir de los años 90, los efectos de la globalización han sido cada vez más relevantes en el desarrollo de los conflictos internos, lo que ha contribuido a la necesidad de incluir perspectivas regionales e internacionales en la investigación. Por ello es necesario explicar las guerras de la forma más completa posible, aplicando un análisis interdisciplinario de la perspectiva a tres niveles: local, regional e internacional. Esto es imprescindible para interpretar las guerras civiles internacionalizadas en África. Este es el caso de Sudán, un país que tras su independencia ha permanecido en estado de guerra casi cuarenta años, sufriendo las graves consecuencias de tres conflictos, dos rebeliones en el Sur y hostilidades en Darfur, junto con otros menos graves y periodos de inestabilidad política.
Rebelión en el Sur de Sudán (1955-1972)
La primera rebelión en el Sur de Sudán surgió en los inicios del proceso de descolonización. La transición del país hacía una nación autogobernada incluyó varios agentes que agravaron las relaciones entre el centro del Estado y la periferia. En los años 40, los ingleses comenzaron a preparar a Sudán para su independencia. Esto sucedió en parte porque después de la Segunda Guerra Mundial las colonias se convirtieron en entes inaceptables en el nuevo mundo bipolar pero también porque los imperios europeos ya no tenían recursos para mantenerlas. Además, la presión de los movimientos nacionalistas en las colonias contribuyó a la caída del colonialismo [4]. Frente a este panorama internacional, hay que contextualizar el surgimiento de conflictos postcoloniales en Sudán.
Por su parte, los factores regionales contribuyeron a la materialización y a la intensificación de la crisis. Los intereses egipcios y la vinculación de parte de la elite sudanesa con Egipto favorecieron la rápida descolonización del país. Ante la crisis de Suez en 1956, los ingleses decidieron desvincular Sudán de Egipto por el paso a la autogobernación antes de que Nasser pudiera extender la influencia egipcia hacia Sudán. En ese proceso el poder político se concentró en la elite árabe musulmana alejando a otros grupos de la participación política y económica.
Por último, fueron los procesos locales, junto con la descolonización, los que se convirtieron en los factores principales para el surgimiento de la rebelión en el Sur. Como resultado de la preparación hacia la independencia, los ingleses unificaron el Norte y el Sur en una entidad política, aunque ellos habían administrado las dos regiones por separado [5]. La unificación se produjo con el coste de la marginación política y económica del Sur. También reinstaló la jerarquía social del s. XIX dominado por árabes musulmanes donde los grupos marginados, especialmente los del Sur, ocuparon el escalón más bajo en el nivel social [6]]].
Segunda insurgencia en el Sur (1983-2002)
El mismo tipo de análisis permite observar los procesos que han contribuido a la materialización de la segunda guerra. A finales de la década anterior, el Gobierno se encontró en la situación de deterioro financiero e intentando escapar al fracaso político. La deuda externa había crecido enormemente y la junta militar de Nimeiri jugaba entre los dos superpoderes para buscar apoyo. En este ambiente internacional, los factores regionales y locales contribuyeron en el resurgimiento del conflicto.
A principios de los 80, la región del cuerno de África se encontró afectada por la Guerra Fría. Después de que Nimeiri rechazara el apoyo soviético e inclinara su orientación hacia los EE UU, los soviéticos dieron la espalda a Sudán y empezaron a apoyar a Etiopía, lo que tuvo un efecto directo en el Sur ya que el Gobierno de Etiopía apoyaba los intereses del Sur ante el Gobierno sudanés. Esto contribuyó al desarrollo de la insurgencia, mientras el régimen sudanés encontró rebeldes eritreos y etíopes que le apoyaron contra el Gobierno de Etiopía [7]. En esta situación, las necesidades físicas, como el santuario y el apoyo material para las múltiples rebeliones en la región estaban auxiliadas principalmente por los gobiernos vecinos.
Los factores locales que favorecieron la reemergencia de la segunda guerra están íntimamente vinculados con el oportunismo de Nimeiri contra la autonomía del Sur, por la aspiración de salvar su régimen económica y políticamente [8]. Su oportunismo fue relacionado con un intento de controlar el territorio petrolífero para generar ingresos a favor del Gobierno, aunque la región era parte del Sur autonómico. Por otro lado, esta política aspiraba a pacificar la oposición política islamista en el Norte, que había crecido en poder y contestaba al Gobierno políticamente. El resultado de esta marginación política y económica del Sur fue el agravio del descontento que favoreció la movilización y el resurgimiento de la rebelión.
Intensificación de la violencia en Darfur
Como en el caso del Sur, los factores de ámbito internacional que favorecieron la intensificación de la violencia en Darfur se debieron también a la Guerra Fría y a sus efectos posteriores. A principios de los años 80 Libia estaba en guerra con Chad con la intención de extender su influencia hacia África Subsahariana. Sin embargo, los EE UU estaban alineados contra el régimen de Qaddafi y su apoyo al Gobierno de Nimeiri contribuyó a una invasión libia hacia Darfur. Esta situación intensificó los conflictos étnicos tradicionales y la derrota de los consejos reconciliatorios para transformarlos, pero también favoreció un proceso de polarización y politización de identidades étnicas en la región.
Los intereses libios no fueron solamente vinculados con la Guerra Fría, fueron también relacionados con la aspiración de ampliar la influencia árabe hacia África Subsahariana. En parte por esta razón, la Legión Islámica de Qaddafi invadió Darfur y a finales de los 80 el Gobierno de Sadiq al Mahdi apoyado por Libia estableció una política de organización de milicias árabes en la región [9]. La formalización e incorporación de las milicias como política del Gobierno concluyó en la derrota de las estructuras tradicionales que mantuvieron el orden social interétnico en Darfur. La estrategia violenta orientada a derrotar la hegemonía política y económica de los grupos locales dominantes desplazó a una parte de la población. Aunque este episodio finalizó en un acuerdo de paz firmado en 1989, las milicias han seguido periódicamente aterrorizando a la población civil.
Del golpe de Estado de 1989 resultó la emergencia de un Gobierno islamista militar. En principio el nuevo régimen recibió parte de su apoyo desde Darfur, pero surgieron quejas como resultado de no haber recibido compensación por el apoyo al Gobierno y por el incumplimiento de las promesas hechas en Jartoum referentes al desarrollo regional y a la representación política a nivel nacional. Las relaciones interregionales se deterioraron y en el año 2000 el partido del Gobierno central sufrió un golpe faccionalista cuando su fundador Hassan al Turabi renunció a la hegemonía presidencial de Omar al Beshir y fundó otro partido con su base de apoyo parcialmente en Darfur. Consecutivamente se intensificó la violencia de milicias árabes en la región. En el año 2003 surgieron dos organizaciones rebeldes que exigieron la finalización de la violencia perpetrada por las milicias, el desarrollo regional y una adecuada representación política a nivel nacional.
Importancia de un análisis local, regional e internacional
La tendencia a investigar guerras civiles con una perspectiva unidisciplinar, estudiando solamente los factores inmediatamente visibles, no sirve para conseguir conclusiones exhaustivas. Esto proporciona remedios insuficientes, y peor, soluciones erróneas o incompletas a la hora de tratar estos conflictos. Por lo tanto, para evitar conclusiones y recomendaciones inadecuadas es necesario un análisis suficientemente sofisticado que nos permita explicar tendencias como la regionalización e internacionalización de las guerras civiles.
Por otro lado, como ya se ha establecido en este artículo, es imprescindible aplicar la investigación más completa posible, que considere lo local, lo regional y lo internacional, y así entender adecuadamente los conflictos civiles en África y particularmente en Sudán. Es también importante recordar que estos tres niveles están interrelacionados y requieren un énfasis interdisciplinar para entender los factores políticos, económicos y sociales que están vinculados con la materialización, el desarrollo y la finalización de los conflictos internos contemporáneos.
Aleksi Ylönen es doctorando en el Departamento de Economía en la Universitat Jaume I, Castellón. Este artículo deriva de su Tesis de Master, «Conflict, Disintegration and Growth: The Case of Sudan». Este artículo ha sido publicado en el número 18 de la edición impresa de Pueblos, septiembre de 2005, pp. 31-33.
[1] Mary Kaldor, en New and Old Wars: The Organized Violence in a Global Era. (Stanford: Stanford University Press, 1999) trata en parte la relevancia de la economía en las guerras civiles contemporáneas.
[2] Este tipo de análisis se ha materializado en varios artículos de Paul Collier y Anke Hoeffler, como «On Economic Causes of Civil Wars», Oxford Economic Papers 50 (1998), pp. 563-73.
[3] Por ejemplo Michael Pugh and Neil Cooper (eds.), War Economies in Regional Context. (Boulder: Lynne Rienner, 2004).
[4] Marc Ferro, en Colonization. (Londres: Routledge, 1997), pp. 305-343, explica los razones que presionaron a los poderes coloniales para plantear y poner en marcha el proceso de descolonización.
[5] Douglas Johnson, en The Root Causes of Sudan’s Civil Wars. (Bloomington: Indiana University Press, 2003) trata de este tema.
[6] El Sur de Sudán sufrió la extracción violenta de esclavos junto con los recursos naturales durante el imperialismo egipcio y el breve periodo Mahdista (nacionalista islámico) en el s. XIX. Según Francis Deng, War of Visions: Conflict Identities in the Sudan. (Washington, DC: The Brookings Institution, 1995) y otros, esto resultó en una jerarquía social que considera a los negros africanos incluso inferiores a los árabes musulmanes que dominan la política y la economía del Estado sudanés.
[7] John Young, Peasant Revolution in Ethiopia: The Tigray People’s Liberation Front, 1975-1991. (Cambridge: Cambridge University Press, 1997).
[8] El Sur había conseguido autonomía restringida en 1972 según el tratado de Addis Ababa que terminó con la primera rebelión.
[9] M. A. Mohamed Salih y Sharif Harir, «Tribal Militias: The Genesis of National Disintegration», en Sharif Harir y Terje Tvedt (eds.), Short-Cut to Decay: The Case of Sudan (Uppsala: Nordic Africa Institute, 1994), pp. 186-203, trata del origen de la promoción de milicias árabes.