En el territorio libio esta en juego mucho de lo conquistado por las clases subalternas árabes desde que en los barrios populares de Túnez se abriera el proceso revolucionario que abarca desde Marruecos hasta Yemen y Bahrein. La lucha del pueblo libio choco contra la autocracia de Khadafy, quién desde la primera hora no dudo […]
En el territorio libio esta en juego mucho de lo conquistado por las clases subalternas árabes desde que en los barrios populares de Túnez se abriera el proceso revolucionario que abarca desde Marruecos hasta Yemen y Bahrein.
La lucha del pueblo libio choco contra la autocracia de Khadafy, quién desde la primera hora no dudo en reprimir el reclamo popular de libertad para defender su poder, con una política de «tierra arrasada» contra las poblaciones rebeldes. El accionar del déspota libio impulsó a las petro-monarquías del Golfo Pérsico a acudir con tropas y tranques en auxilio del acorralado rey de Bahrein, así como al presidente yemení lo alentó a acentuar la represión, cobrándose la vida de más de 50 manifestantes el último viernes. Lo que esta en juego en territorio libio es el bloqueo del efecto domino iniciado con la caída de Ben Alí en Túnez y de Mubarak en Egipto.
Las potencias occidentales han tratado y siguen tratando de sostener a sus regímenes títeres clientes hasta el último momento. En los casos en que la movilización de las masas fue tan contundente que hizo imposible mantener el doble juego de la palabrería democrática mientras se defendía en bambalinas a los dictadores, estas potencias no tuvieron otra opción que soltarle la mano a aquellos dictadores para tratar de que algo cambie mientras todo sigue igual, tratando así de contener el peligro de la revolución social.
El caso de Khadafy no es del todo diferente pero si particular: con intereses divididos algunos miembros del Unión Europea y el premio Nobel de la Paz Barack Obama han decidido iniciar el ataque al régimen de Khadafy. Berlusconi, su mas firme socio y amigo ha tratado de defenderlo, pero ya está demasiado hundido y no se quiere hundir aún más, Alemania no quiere verse involucrada en un nuevo pantano bélico como al que la llevó EEUU en Afganistán. Gran Bretaña y España tratan sobre todas las cosas de mantener sus inversiones petroleras, mientras Francia trata de sacar tajada del negocio en que hasta ahora es marginal y algún que otro rédito electoral. Todas las potencias occidentales fueron socias de Khadafy luego de su giro a inicios de este siglo, todas lo recibieron en las cumbres internacionales con los brazos abiertos y palabras elogiosas para el luchador contra el terrorismo y la inmigración ilegal, todas, al igual que antes con Sadam Hussein y el Talibán, le vendieron armas con las cuales está masacrando a sus opositores. Si no actuaron hasta ahora contra las fuerzas de Khadafy fue por impotencia y por cálculo. Ellas temen tanto perder sus negocios como al levantamiento de los pueblos árabes. Las potencias occidentales y sus multinacionales se decidieron ahora para condicionar o cambiar a un socio demasiado engreído e incomodo, aunque las distintas declaraciones de Khafady han tratado de mostrarle a las potencias occidentales de que lado está, recordándoles que esta luchando contra miembros de Al Qaeda y es él quién financio la campaña electoral de Sarkozy; por eso es lógico que se sienta traicionado.
La intervención occidental tiene la intención de condicionar a Khadafy si logra mantenerse en el poder, como a la oposición que llegue a derrocarlo para conseguir que sea un gobierno tan pro-imperialista como el actual. En los cálculos occidentales no puede descartarse la posibilidad de balcanizar el país dibujando un nuevo mapa colonial.
La hipocresía de las potencias occidentales se demuestra con toda contundencia ante el doble rasero que utilizan para con el clan Khadafy y los reyes del golfo. Los pueblos del mundo, y en especial el árabe, esta acostumbrado a la cantinela de las «intervenciones humanitarias» y la «defensa de valores universales». El mismo Consejo de Seguridad de la ONU es el que se ocupa de proteger al Estado de Israel vetando cualquier resolución contra las acciones criminales del sionismo. El supuesto argumento de la «defensa de los civiles» no hace más que pretender encubrir la potestad de las potencias imperialistas para seguir rigiendo los destinos de la humanidad.
La supuesta zona de exclusión aérea que se pretende imponer tiene los nefastos antecedentes de la ex -Yugoslavia y de Irak. En un caso lo mismo que en el otro no se impidió la acción genocida de Milosevic sobre los kosovares y albaneses y de Saddam Hussein sobre los kurdos y chiítas. Nada indica que en un futuro cercano las fuerzas de la OTAN o de la «coalición de los decididos» no tengan que intervenir sobre el terreno convirtiendo la zona en un nuevo Irak. Es por esta razón que los mismos rebeldes libios se han pronunciado una y otra vez contra la intervención militar.
Es por estos motivos que nos pronunciamos por la solidaridad con todo el pueblo libio contra los ataques de las fuerzas occidentales. Sólo el pueblo libio, continuando con su levantamiento popular iniciado el 14 de Febrero contra la autocracia de Khadafy, quien tiene que decidir sobre su propio destino. Continúa siendo un deber ético y revolucionario mantenerse del lado de los reclamos y aspiraciones del pueblo libio, anhelos que pueden ser cortados de raíz si logra avanzar sobre ellos el clan Khadafy. Es necesario impulsar la solidaridad en las calles contra una nueva agresión imperialista que pretende limitar, condicionar y frenar las fuerzas de la rebelión árabe, llevando más sangre y destrucción sobre las espaldas de los pueblos árabes.
Gabriel Fernando López es profesor de Historia. Cátedra de Historia Contemporánea y Cátedra Eduard Said de Estudios Cananeos FF y LUBA.
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