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Los arquitectos de la guerra disfrutan de altos cargos académicos 22 años después de la invasión ilegal de Iraq

Fuentes: Voces del Mundo

Hoy, en el 22º aniversario de la invasión estadounidense de Iraq en 2003, los principales arquitectos y comandantes de este monstruoso crimen de guerra, desde Condoleezza Rice a David Petraeus, se sientan cómodamente en cómodos puestos en las principales universidades estadounidenses.

Al mismo tiempo, los supervisores del actual bombardeo y asedio israelí a Gaza, respaldado por Estados Unidos y considerado un genocidio por grupos de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, ya se están instalando en puestos igualmente lujosos en escuelas de élite. Hace poco, los funcionarios de la administración Biden Brett McGurk y Jake Sullivan aceptaron puestos en Harvard, y la cátedra de Sullivan lleva el nombre nada menos que del exsecretario de Estado y exasesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger. Tanto Sullivan como McGurk fueron funcionarios clave que aplicaron las políticas de Biden en Gaza, y el trabajo de McGurk se remonta a la ocupación de Iraq.

Muchas de estas universidades -de Harvard a Yale, de Columbia a Stanford- han hecho declaraciones en torno a injusticias como la invasión ilegal de Ucrania por parte de Rusia, pero en su mayoría han permanecido calladas ante la destrucción de Gaza por parte de Israel y el escolasticidio contra las universidades palestinas. Estas administraciones también han reprimido agresivamente a los estudiantes que protestaban por las atrocidades que se están cometiendo contra los palestinos y exigían que las universidades rompieran sus vínculos con la maquinaria de guerra de Israel, respaldada por Estados Unidos, que supervisa la ocupación y el apartheid. La respuesta de las universidades a la disidencia en torno a la guerra de Estados Unidos e Israel contra Palestina ha sido mucho más férrea que cualquier otra que se haya visto durante la guerra de Iraq.

«Esta es la excepción de Palestina», dijo a Truthout Van Gosse, cofundador de Historiadores contra la Guerra, que se formó en 2003 en protesta por la guerra de Iraq, y actual copresidente de Historiadores por la Paz y la Democracia.

Sin embargo, Gosse y otros que movilizaron al mundo académico para oponerse a la guerra de Iraq se están uniendo a una nueva generación de estudiantes activistas que se oponen a la complicidad de las universidades en el genocidio de los palestinos.

Aniversario de un crimen de guerra

En todo el mundo la invasión estadounidense de Iraq se considera una abominación moral, posible gracias a una campaña de engaño del gobierno de George W. Bush, que afirmó falsamente que Iraq albergaba armas de destrucción masiva como pretexto para una invasión ilegal.

El Centro Europeo para los Derechos Constitucionales y Humanos calificó la invasión de «crimen» y afirmó que Estados Unidos «cometió crímenes de guerra, incluidas masacres y torturas a escala masiva». Amnistía Internacional hizo hincapié en las «flagrantes violaciones de derechos humanos y graves infracciones del derecho internacional humanitario perpetradas por la Coalición liderada por Estados Unidos» durante la invasión y ocupación, que finalizó formalmente en 2011.

Gosse, profesor emérito del Franklin and Marshall College que impartió clases sobre las leyes de la guerra, dijo a Truthout que «cualquiera que esté relacionado con la guerra de Iraq es responsable del primer crimen de guerra, que es la agresión».

«Si haces la guerra sin un casus belli, es un crimen de guerra», dijo.

El proyecto Costs of War (Costes de la guerra) de la Universidad Brown calcula que 315.000 iraquíes, en su inmensa mayoría civiles, podrían haber muerto durante la invasión y la ocupación, aunque es probable que se trate de un recuento insuficiente. Alrededor de 9,2 millones de iraquíes -el 37% de la población iraquí antes de la guerra- pueden haber sido desplazados. Todo esto se produjo tras años de sanciones devastadoras, algunas de las cuales se aplicaron ya en 1990, un año antes de la primera invasión estadounidense de Iraq.

La ocupación estadounidense supervisó torturas y masacres de iraquíes y provocó una violencia sectaria masiva y un estrago en el sistema educativo y la sanidad pública del país. La guerra y la ocupación trastornaron políticamente la región, provocando cientos de miles de muertes y millones de desplazamientos.

Los arquitectos de la guerra de Iraq inundan las universidades

Sin embargo, los principales arquitectos y supervisores de la segunda guerra de Estados Unidos contra Iraq han sido recompensados con prestigiosos puestos docentes y lucrativas conferencias en universidades estadounidenses.

Condoleezza Rice, una halcón de la guerra que fue asesora de seguridad nacional durante la invasión de 2003 y más tarde Secretaria de Estado, ha disfrutado de una estrecha relación con las universidades desde que dejó el gobierno.

En la actualidad, es catedrática Denning de Economía y Negocios Globales en la Escuela de Negocios de Stanford, así como directora de la Institución Hoover, el think tank conservador de Stanford. Rice también ha disfrutado de distinguidas invitaciones para dar conferencias en universidades como Pepperdine, Purdue y la Universidad de Minnesota, donde al parecer cobró 150.000 dólares por la intervención.

Pocos funcionarios del gobierno fueron más agresivos a la hora de defender y supervisar la invasión de Iraq que Douglas Feith, exsubsecretario de Defensa para Política. En 2006, justo después de abandonar la administración Bush, Feith obtuvo, sin votación del profesorado, un puesto de profesor en la Escuela de Servicio Exterior de Georgetown.

La medida «desencadenó un alboroto en la facultad», señaló The New York Times, «con 72 profesores, administradores y estudiantes de posgrado que firmaron una carta de protesta», y «algunos llegaron a acusarle de crímenes de guerra».

David Petraeus, que estuvo al mando de la 101 División Aerotransportada durante la invasión antes de convertirse en el máximo comandante de Estados Unidos en Iraq y Afganistán y posteriormente en jefe de la CIA, también ha recibido una calurosa acogida en el mundo académico durante la última década.

En 2013, Petraeus fue nombrado profesor visitante en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Estaba previsto que recibiera la impresionante suma de 150.000 dólares por impartir una clase semanal de tres horas, pero tuvo que renunciar posteriormente a ese pago tras un escándalo público, y su nombramiento tuvo que enfrentarse a protestas.

Pero este fue solo el comienzo de las invitaciones académicas de Petraeus. Casi al mismo tiempo, se incorporó al profesorado de la Universidad del Sur de California (USC) como Profesor Juez Widney, un título «reservado para personalidades eminentes de las artes, las ciencias, las profesiones, los negocios, la comunidad y el liderazgo nacional»», según un comunicado de la USC. Petraeus ocupó el puesto durante seis años; la USC mantuvo silencio sobre su salario.

Hoy en día, Petraeus continúa disfrutando de conferencias en la Universidad Rice, la Universidad de Arizona y Princeton, y sigue siendo miembro senior de la Kissinger en la Escuela Jackson de Asuntos Globales de la Universidad de Yale. Yale también fue sede de Stanley McChrystal, quien supervisó operaciones especiales en Iraq y Afganistán. De 2010 a 2022, ocupó un puesto de investigador principal en la universidad de la Ivy League.

Harvard da la bienvenida a cómplices de la guerra de Iraq y Gaza

Petraeus también ha sido un pilar de la Universidad de Harvard, donde trabajó durante seis años como investigador principal del Centro Belfer para la Ciencia y los Asuntos Internacionales de la Escuela Kennedy de Harvard.

Como señaló el periodista Michael Massing, el Centro Belfer es un «brazo virtual del complejo militar-de inteligencia», con una serie de altos líderes y becarios vinculados al Pentágono y a las empresas armamentísticas.

En 2023, Meghan L. O’Sullivan asumió la dirección del Centro Belfer. Según un perfil de 2006 publicado en The New York Times, O’Sullivan fue una de las principales asesoras de Bush en Iraq y Afganistán. Sus colegas afirmaron que fue «fundamental a la hora de moldear las opiniones del Sr. Bush» y «la funcionaria de mayor rango que trabajaba a tiempo completo en esos países en la Casa Blanca». También pasó más de un año en Bagdad como asistente de Paul Bremer, quien encabezó la Autoridad Provisional de la Coalición, convirtiéndolo en el gobernante de facto de Iraq durante los primeros años de la ocupación. Bremer, por sí solo, implementó reformas de libre mercado y planes de privatización ampliamente criticados mientras estuvo al mando.

En 2022, O’Sullivan, quien ya era profesora en la Escuela Kennedy de Harvard, enfrentó protestas de activistas pacifistas por su puesto como directora de la junta directiva del gigante armamentístico Raytheon, un lucrativo puesto que ocupó desde 2017 y del que renunció a principios de 2023 tras ser nombrada directora del Centro Belfer.

Harvard también acaba de anunciar que el exasesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, quien ayudó a supervisar el apoyo de Estados Unidos al asedio de Gaza por parte de Israel, será el primer profesor Kissinger de Práctica del Arte de Gobernar y Orden Mundial, afiliado al Centro Belfer.

Henry Kissinger, fallecido en 2023, es considerado un criminal de guerra por su apoyo a las atrocidades cometidas en el Sudeste Asiático, Latinoamérica y Timor Oriental durante la década de 1970. El propio Kissinger fue bien recibido por las universidades hasta su muerte, aunque a menudo se enfrentaba a protestas al hablar en los campus.

Gosse recuerda las protestas contra los discursos de graduación de Kissinger en la década de 1980. «Realmente no hay un historial claro de instituciones que reconozcan la criminalidad de los artífices de estas terribles guerras», declaró a Truthout.

Además, Harvard anunció recientemente que Brett McGurk se incorporará al Centro Belfer como investigador principal.

McGurk fue coordinador de Joe Biden para Oriente Medio y el Norte de África y uno de los asesores clave de la administración en la guerra de Israel contra Gaza, y participó activamente en las negociaciones entre Israel y Hamás. Un informe de Akbar Shahid Ahmed, del HuffPost, sugiere que la principal preocupación de McGurk era lograr la «normalización» entre Arabia Saudí e Israel a costa de los derechos humanos palestinos.

McGurk también sirvió en las administraciones de George W. Bush, Obama y Trump, donde influyó fuertemente en la política estadounidense hacia Iraq. McGurk ha sido criticado por su estrecho apoyo al exprimer ministro iraquí Nuri al-Maliki. Un diplomático lo calificó como «un consumado vivales en Washington», pero no vio «ninguna señal de que estuviera interesado en los iraquíes ni en Iraq como un lugar lleno de gente real».

Harrison Mann, graduado de la Escuela Kennedy de Harvard que renunció en mayo de 2024 a la Agencia de Inteligencia de Defensa en protesta por la política estadounidense en Gaza, criticó duramente la contratación de McGurk por parte de Harvard, a quien calificó de «defensor entusiasta e influyente del apoyo militar estadounidense que sostuvo la brutal campaña de Israel en Gaza».

«Contratar a McGurk es una declaración de que ser cómplice de una letanía de crímenes de guerra no es un impedimento para Harvard», escribió Mann.

Los vínculos de las universidades estadounidenses con el militarismo no son nada nuevo

Los estrechos vínculos entre las universidades estadounidenses y la maquinaria bélica no son nada nuevo. El complejo militar-industrial creció de forma interdependiente con el auge de la educación superior tras la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría.

Desde Stanford hasta el MIT, a lo largo de las décadas de 1950 y 1960, los fondos destinados a la defensa y al capital corporativo se destinaron a laboratorios de investigación. Arquitectos clave de la guerra estadounidense contra Vietnam y el Sudeste Asiático, como McGeorge Bundy y Henry Kissinger, ocuparon prestigiosos puestos en Harvard antes de incorporarse a las administraciones de Johnson y Nixon.

Sin embargo, a finales de la década de 1960, los levantamientos estudiantiles masivos en todos los campus comenzaron a desafiar abiertamente la estrecha alianza entre las universidades y la industria bélica durante la guerra estadounidense contra Vietnam y el Sudeste Asiático. Protestas militantes contra empresas como Dow Chemical, fabricante de napalm, estallaron en docenas de campus. Movimientos estudiantiles desde Berkeley hasta Madison y Columbia participaron en ocupaciones de edificios y describieron los vínculos de sus universidades con el poder corporativo y la maquinaria bélica.

Las protestas universitarias de hoy contra el ataque genocida de Israel contra Gaza continúan con esta tradición de desafiar los vínculos de las universidades con la maquinaria bélica.

Decenas de universidades y sus laboratorios de investigación, desde Johns Hopkins y Carnegie Mellon hasta el MIT y la Universidad del Sur de California, reciben miles de millones de dólares en fondos del Pentágono. Estudiantes de Columbia a Cornell han protestado contra los estrechos vínculos entre los fabricantes de armas que abastecen la campaña de aniquilación de Israel y sus propias juntas universitarias, que aceptan a representantes de estos fabricantes de armas como fideicomisarios y donantes.

La excepción palestina

En el período previo a la invasión estadounidense de Iraq, algunos académicos estadounidenses decidieron resistir. Decenas de profesores se reunieron en la conferencia de enero de 2003 de la Asociación Histórica Americana (AHA) para formar un nuevo grupo, Historiadores Contra la Guerra (HAW, por sus siglas en inglés).

Gosse, cofundador de HAW, declaró a Truthout que la misión del grupo era «organizar a los historiadores para que se manifestaran y participaran activamente en el campus y dentro del movimiento general» contra la guerra.

Los miembros de HAW asistieron a protestas, celebraron conferencias y seminarios, y escribieron artículos de opinión. En la reunión de la AHA de 2007, aprobaron con éxito una resolución que exigía el fin de la guerra de Iraq.

Alrededor de 2014, según Gosse, HAW comenzó a centrarse más en Palestina, formando un Grupo de Trabajo Palestina-Israel. El cambio de postura causó «cierta controversia», afirmó, y los esfuerzos de los grupos por «censurar las múltiples violaciones de la libertad académica por parte de Israel» en las reuniones de la AHA durante los años siguientes fueron derrotados.

Tras la primera elección de Trump, el grupo cambió su nombre a Historiadores por la Paz y la Democracia (HPAD, por sus siglas en inglés) y emprendió la lucha contra las «guerras culturales» de la derecha. Todavía organizan paneles en las conferencias de la AHA que llenan la sala.

Fue HPAD quien presentó la resolución en la reunión de la AHA de enero de 2025, oponiéndose al escolasticidio en Gaza, la cual prevaleció con una abrumadora mayoría de 428 votos a favor y 88 en contra, solo para resultar vetada por la dirección de la AHA días después. En respuesta, HPAD y el Grupo de Historiadores de Palestina redactaron una carta firmada por más de 1900 historiadores, incluidos cuatro expresidentes de la AHA, que el consejo directivo de la AHA debatirá en una reunión el 20 de marzo. La carta exige que el consejo directivo de la AHA retire su veto a la Resolución para el Rechazo al Escolasticidio en Gaza.

Para Gosse, copresidente de HPAD, los contrastes entre las guerras de Iraq y Palestina son sorprendentes. Algunas administraciones universitarias apoyaron el debate sobre la guerra de Iraq, afirma. Existía la sensación de que la guerra de Iraq era «algo realmente importante del que debíamos hablar», añade Gosse, lo que podría atribuirse a la «larga duración del síndrome de Vietnam», un eslogan que se refiere al escepticismo popular hacia las innovaciones militares estadounidenses en las décadas posteriores a la guerra de Vietnam.

Pero hoy en día, muchas de estas mismas administraciones universitarias evitan y reprimen el debate sobre la injusticia contra los palestinos.

«Chocas con un muro si cuestionas a Israel», afirma Gosse. «Ha sido una postura terca que ha limitado gravemente la capacidad de la gente para hablar sobre la ocupación completamente ilegal de los territorios palestinos y el hecho de que Israel lleve siendo, desde hace mucho tiempo, un estado de apartheid».

Gosse lamenta la «horrible capitulación y el miedo» entre las administraciones universitarias en este momento y la «completa destrucción del gobierno del profesorado». Calificó las acciones de la Universidad de Columbia en torno al arresto de Mahmoud Khalil de «repugnantes» y «totalmente vergonzosas».

«Se están degradando», dijo. «Han tomado todo el progreso logrado en libertad académica y libertad de expresión en el campus y lo han tirado a la basura en cuestión de meses».

Khalil, palestino, residente legal permanente en Estados Unidos, se graduó recientemente de la Universidad de Columbia y participó en las protestas del campus contra el genocidio en Gaza. Fue arrestado el 8 de marzo por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y trasladado a Luisiana, donde la administración Trump intenta deportarlo por participar en las protestas a favor de Palestina.

Un juez federal suspendió temporalmente la orden de deportación, y ha habido un gran apoyo a Khalil e indignación por los descarados ataques de la administración a la libertad de expresión. El arresto de Khalil se produce tras muchos meses de represión y críticas contra los manifestantes estudiantiles bajo la administración Biden, que la administración Trump ha intensificado directamente.

A medida que quienes facilitan guerras catastróficas desde Iraq hasta Gaza siguen encontrando refugio en las mismas universidades que reprimen la disidencia en Palestina, las actitudes, más allá de las altas esferas del poder, están cambiando. Sea cual sea el resultado final de la resolución de la AHA sobre el escolasticidio, afirma Gosse, su impulso ha sido un gran éxito.

«La sociedad académica más venerable de Estados Unidos se ha visto obligada a enfrentarse total y completamente el escolasticidio en Gaza», declaró.

Derek Seidman es un escritor, investigador e historiador que colabora habitualmente con Truthout y con LittleSis. Vive en Buffalo, Nueva York.

Texto original: Truthout, traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/03/21/los-arquitectos-de-la-guerra-disfrutan-de-altos-cargos-academicos-22-anos-despues-de-la-invasion-ilegal-de-iraq/