Traducido por Caty R.
De Costa de Marfil a la República Democrática del Congo, en Haití, pasando por Liberia y Sierra Leona, sin olvidar el sur de Sudán (Darfur) y sobre todo Kosovo…
Resulta más que inquietante que el delito sexual, a fuerza de repetición y continuidad, se ha convertido en masivo y sistemático en todas las operaciones de mantenimiento de la paz en todos los continentes del mundo y roza el crimen de guerra. Las convenciones de Ginebra son claras: la violación es un crimen de guerra. Y desde la sentencia del Tribunal penal internacional de Arusha, la violación de las mujeres es un crimen contra la humanidad. Hay que señalar que, a pesar de no estar planificados, los crímenes sexuales de los cascos azules se están volviendo tan repetitivos que pueden convertirse en masivos. Sí, en efecto, todas las operaciones de mantenimiento de la paz se transforman en destrucción de vaginas, en violaciones de muchachas bonitas…
El francés Jean-Marie Guéhenno, secretario general adjunto encargado de las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU, reconocía el 23 de febrero de 2006 que: «La incapacidad de prevenir los abusos o de castigar a quienes atacan a las personas que se supone que deberían proteger, deshonra a los cascos azules en su conjunto». No se puede decir más claro…
«La ONU no tiene ejército», reconoce Jean-Marie
Los contingentes de cascos azules sólo son un amontonamiento de tropas heterogéneas sin coordinación, sin la misma ética militar, sin la misma deontología de la lucha por la paz. Tanto si son marroquíes, paquistaníes, tunecinos o uruguayos, están mal instruidos, insuficientemente equipados, muertos de hambre y mal remunerados. Y lo que es peor, a menudo son expoliados por la jerarquía militar del país de origen del que dependen, a pesar de que la Comunidad Internacional suele financiar sus salarios.
Deseos piadosos: «Pedimos a todos los Estados miembros, especialmente a los contribuyentes de tropas, que envíen un mensaje claro que condene el crimen sexual en las misiones de conservación de la paz». Deseos piadosos; más aún cuando Jean-Marie Guéhenno reconoce que «existe un potencial de abuso» en los cascos azules: abusos sexuales o económicos.
El nuevo secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-Moon, retomó la temática de la «tolerancia cero» para los crímenes sexuales y el tráfico. Las feministas del mundo entero, del planeta Tierra, piden la aplicación de este principio. Son Los monólogos de la vagina de Eve Ensler…
La cultura de la impunidad
Koffi Annan cuando fue secretario general de la ONU, él mismo ex responsable del departamento de mantenimiento de la paz, declaró la «tolerancia cero para todo el personal de las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, exhortando vivamente a los Estados miembros a hacer lo mismo con sus contingentes nacionales». Toda la incoherencia jurídica está ahí. Los cascos azules, en todos los terrenos de operaciones por la paz, sólo pueden ser enjuiciados por las jurisdicciones militares de sus propios países y no por el Tribunal penal internacional de La Haya. Parece evidente que es necesaria una instancia para juzgar a los autores de estos actos de barbarie, estos ataques a la dignidad humana, especialmente de las mujeres. La violación no es una condición del mantenimiento de la paz.
Y los abusos sexuales se amontonan: de la pederastia a la pornografía, desde Ituri en la República Democrática del Congo (Monuc) a Bouaké en Costa de Marfil (Monuci)…
Celina de Lavarène, autora del magnífico libro Un visa pour l’enfer (Un visado para el infierno), Fayard 2006, que dirigió varias misiones de la ONU contra el tráfico de seres humanos, declaraba en septiembre pasado: «las fechorías de los cascos azules son bien conocidas: abusos sexuales, violaciones… la lista es larga. Pienso denunciar estos abusos mientras la ONU no tome medidas contra los culpables de tales actos. Los responsables de la ONU no quieren ofender a los Estados miembros con este tipo de asuntos, porque son grandes proveedores de cascos azules». Las violencias sexuales repetitivas pueden transformarse en crímenes sexuales masivos: un crimen contra la humanidad.
Texto original en francés: http://www.afrik.com/article126
*Bolya Baenga nació en 1957 en Zaire. Vive en París y en 1986 recibió el «Grand prix littéraire d’Afrique noire» por su primera novela, Cannibale. Es autor de varias obras más, entre ellas: Afrique, le très faible maillon (2002) y La Profanation des Vagins: Le viol, arme de destruction massive (Le Serpent à plumes, 2005).
*Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.