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Carta de una joven tunecina

Los decepcionados de la Qasba

Fuentes: thejasminyouth

Traducción de Lucía Alba Martínez

Hago mi mea culpa.

Lo confieso, me encontraba entre esos tunecinos que confiaban en Ghannouchi, esos que creían que era necesario que fuera él quien dirigiera el país a la espera de las elecciones, que pensaban que la última remodelación era absolutamente «perfecta». También formaba parte, miserablemente, de esos que denigraban a la gente de la Qasba, y con mi orgullo de elite intelectual les decía a los demás, «No entienden nada, piden cada vez más, ni siquiera saben lo que significa la democracia».

Miserable e ingenua, eso es lo que era. Creía que Ben Alí y los Trabelsi eran la única causa de todos los males del pueblo, que el sistema que había detrás de él estaba formado por políticos íntegros que como todos nosotros habían sufrido la presión del expresidente. Mi fe en Ghannouchi era firme como el hierro, y cuando alguien se atrevía a sacudirme y a intentar despertarme de mi sueño, le decía insolente: «¿A quién quieres poner en su lugar?». Un error más. No había entendido que el dictador había caído pero no su dictadura.

El gobierno de transición me infundía esperanza. Esperé, esperé a que detuvieran a los ministros, los políticos, los hombres de negocios corruptos, pero no lo hicieron. Detuvieron a tres, tal vez cuatro, que fueron entregados en pasto a la opinión pública para demostrar que hacían su trabajo, mientras que la mayoría de esos hombres enriquecidos a costa del dinero del pueblo, nuestro dinero, están aún tranquilamente en sus casas de yo-que-se-cuantos millones riéndose de nuestra ingenuidad.

¿Por qué ciertas familias, aún estando implicadas hasta el cuello en asuntos dudosos, han conservado todas sus empresas? ¿Por qué siguen aquí, protegidas por el Estado? ¿Por qué los dirigentes del antiguo régimen, hombres que tienen las manos manchadas con la sangre de 250 muertos, siguen en libertad?

Esperé también que la Asamblea fuera disuelta, que el RCD fuera disuelto y sigo esperando.

¿Por qué los miembros del RCD siguen reuniéndose? ¿Por qué los varios presidentes de la BCT que devaluaron el dinar e imprimieron moneda para la tribu Ben Alí (dinero del que también se aprovecharon) no han sido juzgados? ¿Dónde ha ido a parar ese famoso mandato de arresto internacional?

Me diréis tal vez que todavía es pronto, que el gobierno no puede hacerlo todo al mismo tiempo, pero decidme, ¿qué ha hecho?

¿Por qué los patrones de las grandes empresas del Estado no han sido sustituidos a pesar de que no hicieron más que beneficiarse a su costa?

Este gobierno tenía tres misiones: seguridad, elecciones y justicia. Y lo único que parece preocupar a nuestros dirigentes es destruir las pruebas de corrupción y rebajar nuestra dignidad lamiéndole las botas a Francia como si todavía no fuéramos más que una colonia.

¿Por qué Ghannouchi se obstina en nombrar a miembros del RCD para los puestos de ministros y gobernadores?

Nuestro primer ministro tiene en sus manos a día de hoy todos los poderes, puede decretar las leyes que mejor le parezcan sin que nadie pueda oponerse. ¿Es esta la democracia que nos había prometido?

¿Por qué la censura está volviendo poco a poco? ¿Dónde ha ido esa famosa libertad de expresión? Las cadenas de televisión ya no dicen nada, ya no hay manifestaciones de oposición al gobierno, nada de contestaciones al régimen, solo ancianos pálidos que asienten frente a los anuncios del gobierno, las joyas, y el 1/100 del dinero que la familia Ben Alí no tuvo tiempo de llevarse, solo para demostrar que sí, que han recuperado el dinero. ¿Y como es que Halima Ben Alí está de compras en Jeddah, entonces?

Odio estas comparaciones, pero, ¿por qué en Egipto los ministros, los hombres de negocios corruptos están ya todos en la cárcel mientras que Mubarak se ha ido hace solo nueve días? ¿Por qué ellos han anulado la Constitución y disuelto el Parlamento y nosotros no? ¿Por qué en Egipto han creado una Asamblea de jóvenes para que estos puedan hacerse oír, mientras que nosotros, la juventud tunecina, que representa la mitad de la población, tenemos que seguir gritando en la calle para que se dignen escucharnos?

A todas mis preguntas se me contestará probablemente, «¿A quién quieres poner en su lugar? ¿Quieres que haya un vacío político en el país?». Pero hoy desafío a cualquiera a no encontrar, entre los 10 millones de almas que hay en Túnez, a personas jóvenes, competentes y sobre todo íntegras.

Se me contestará también, «Espera, espera», pero ya no quiero esperar más, no he hecho más que esperar durante toda mi vida. Durante 23 años, los tunecinos han esperado, pero ahora eso se ha terminado. Esta revolución no llegará a su fin hasta que manos limpias, hombres y mujeres patriotas y dignos de la confianza del pueblo gobiernen el país. Y llegado ese momento, sí, entonces podremos volver al trabajo, para construir a partir de nuevas bases nuestro Túnez.

Mientras tanto, he decidido seguir a los valientes, esos que no se han callado, y he vuelto a la Qasba, y como las miles de personas que estaban ahí he gritado «¡Ghannouchi, lárgate!». Y de esto, sí, estoy orgullosa.

Fuente:  http://thejasminyouth.blogspot.com/

rCR