La entrañable novela del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, «El coronel no tiene quien le escriba», publicada en 1961 y cuyo título resumía prácticamente el argumento de la misma, encuentra en África el polo totalmente opuesto. Aquí los coroneles sí tienen quienes les escriban. A diferencia del coronel de la novela [hombre de buena […]
La entrañable novela del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, «El coronel no tiene quien le escriba», publicada en 1961 y cuyo título resumía prácticamente el argumento de la misma, encuentra en África el polo totalmente opuesto. Aquí los coroneles sí tienen quienes les escriban.
A diferencia del coronel de la novela [hombre de buena fe y bastante ingenuo, que vive en su pueblo esperando recibir el aviso de que le han concedido la pensión a la que tiene derecho por haber servido en su juventud a las órdenes de Aureliano Buendía; espera que dura ya quince años, durante los cuales el coronel no ha dejado de ir a contemplar todos los viernes la llegada de la lancha que trae el correo y la distribución del mismo, llevándose cada vez una decepción], los dirigentes africanos, mayoritariamente militares y cuyas hazañas a estas alturas son conocidas de todos, sí tienen quienes les escriben y engordan sus arcas.
Los líderes africanos no se imaginan jubilados y esperando una pensión. Se aferran al poder y están dispuestos a todo con tal de mantenerse en él. Si hace falta modifican las normas fundamentales, dan golpes de estados, alimentan enfrentamientos tribales y, sobre todo, ponen en venta los recursos de sus países para obtener la protección de aquellos que les escriben.
La última moda a la que se han apuntado muchos de esos dictadores africanos es pagar a firmas de relaciones públicas europeas para lavar su imagen y así seguir en el poder. Hace poco, pasó sin pena ni gloria, un informe Corporate Europe Obsevatory que denunció esta práctica en el mundo, y en Africa señalaba casos como los de los presidentes de Ruanda, Nigeria o Kenia que pagan ingentes cantidades de dinero a esas empresas internacionales para desacreditar a oponentes políticos, desviar la atención de los conflictos internos del país o a esconder abusos de los derechos humanos. El objetivo es proyectar una imagen diferente del país, empezando por los resultados de búsqueda en internet que muestran una imagen más positiva del mismo, cuando en realidad la población está viviendo en la miseria más absoluta.
Como puede verse, los dirigentes africanos sí tienen quienes les escriban…
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=11&id=4225