Por fin han conseguido George W. Bush y Dick Cheney hacer retroceder 80 años las manecillas del reloj, y devolver la geografía social de EEUU a los tiempos anteriores a la Gran Depresión. Es lo que se desprende de las estadísticas de rentas en 2005 (las últimas disponibles): en ese año, los 300.000 norteamericanos más […]
Por fin han conseguido George W. Bush y Dick Cheney hacer retroceder 80 años las manecillas del reloj, y devolver la geografía social de EEUU a los tiempos anteriores a la Gran Depresión. Es lo que se desprende de las estadísticas de rentas en 2005 (las últimas disponibles): en ese año, los 300.000 norteamericanos más ricos han declarado una renta igual a la acumulada por los 150 millones de norteamericanos más pobres: es decir que el 0,1% (el uno por mil) en la cúspide de la escala de rentas ha ingresado tanto como el 50% que está abajo; dicho de otra manera: de media, cada persona del grupo de cabeza ha ingresado 440 veces más que cada miembro del grupo de cola: una disparidad que no se veía desde 1928, poco antes de la Gran depresión. Semejante concentración de riqueza no se veía acaso desde los tiempos del antiguo Egipto.
Al menos desde el punto de vista de la distribución de la renta, los republicanos han logrado pues la completa cancelación del New Deal de Franklin D. Roosevelt. Mejor les ha ido que en Irak. Eso si que es una verdadera «Misión cumplida» por parte de Bush. Auténtico Robin Hood al revés, ha quitado a los desgraciados y ha enriquecido a los multimillonarios. Esa razzia por parte de los muy ricos tuvo su punto de partida en 1970, pero se aceleró con Ronald reagan en los años ochenta, y se ha precipitado en los últimos seis años: entre 1998 y 2005, el 0,1% más rico ha visto aumentar en un 50% su parte de la torta. Los garrotazos no sólo han caído sobre los pobrezuelos; también sobre la mítica «clase media»: en 2005, la renta total de los norteamericanos se incrementó en un fantástico 9%, pero la del 90% (es decir, la casi totalidad) de los norteamericanos decreció en un 0,9%: y eso en un año de vacas extraordinariamente gordas, ¡incluso de reses lecheras obesas! Quiere decir que todo el crecimiento (más la compensación de la renta perdida por la mayoría) ha ido a parar al restante 10%, que se zampa solito prácticamente la mitad de la torta (el 48,5%). Un verdadero canibalismo social: en 1970, el decil más rico de EEUU sólo (¡sic!) se apropiaba de un tercio de la renta total, no de la mitad.
La perversión más refinada de este mecanismo es que no sólo cava un abismo entre ricos y pobres, sino que abre también un hiato entre ricos y archirricos: el incremento de la renta del 1% más rico ha sido diez veces mayor que el del 10% más beneficiado. Hoy, el 1% más rico se embolsa más de un quinto del total de la renta norteamericana (21,8%), un 2% más que el año pasado, y más del doble que en 1980. Y todavía mejor le va al 0,1% (uno por mil) más rico: en 2005, la renta media anual del 1% más rico ha sido de 5,6 millones de dólares (+908.000), mientras que la del uno por mil ha sido de 25,7 millones de dólares (+ 4,4 millones).
Son cifras tan astronómicas, que resulta difícil colegir su significado. Pongamos, pues, las cosas en estos términos: los 30.000 norteamericanos más ricos disponen de una renta anual que es superior al PIB de Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú tomados de consuno (más de 270 millones de personas). Y 30.000 personas caben en una ciudad tan pequeña como Oristano. No se termina aquí la ironía: la oficina estadística admite que las rentas de las clases más afortunadas están subestimadas, porque mientras el 98% de las renta del trabajo dependiente pasa por la criba del fisco, se estima que sólo se declara el 70% de las rentas procedentes de los negocios y del comercio.
En esas crudas cifras se cifra toda la dimensión de la «revolución reaccionaria» llevada a cabo por los republicanos estadounidenses (muy timoratamente contestados por los demócratas). Si estuviera vivo, el Marqués de Sade corregiría su célebre invocación: » ¡George, un poco más de esfuerzo, todavía!».
Marco d’Eramo es un analista político que escribe regularmente en el cotidiano comunista italiano Il Manifesto.
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench