El diputado Pete Stark (demócrata, por California) ha salido del armario, pero no en el sentido en que solemos utilizar esta expresión. Stark, quien el pasado otoño aceptó el premio «Humanista del año» concedido por la Capellanía Humanista de Harvard, es el primer representante del Congreso de la historia que ha reconocido abiertamente su ateísmo. […]
El diputado Pete Stark (demócrata, por California) ha salido del armario, pero no en el sentido en que solemos utilizar esta expresión. Stark, quien el pasado otoño aceptó el premio «Humanista del año» concedido por la Capellanía Humanista de Harvard, es el primer representante del Congreso de la historia que ha reconocido abiertamente su ateísmo.
Esta revelación pública de su ateísmo por parte de un legislador llega en un momento en que están copando la lista de superventas los libros de unos autores denominados «nuevos ateos» (Richard Dawkins, Sam Harris, el catedrático de la Universidad deTufts Daniel Dennett, y Christopher Hitchens). Considerando la reputación que tiene América en cuanto nación religiosa, es llamativo que el ateísmo y el humanismo hayan emergido de forma tan popular. De acuerdo con una encuesta realizada en el año 2006 por la Universidad de Minnesota, los ateos eran el grupo del que más se desconfiaba en América, más que de los gays, los musulmanes y los inmigrantes recientes. Un 48% de los americanos no estarían dispuestos a votar a un ateo, aunque por lo demás tuviera las calificaciones adecuadas, porcentaje de rechazo superior al de cualquier otro grupo.
El estatus de Stark, el único ateo declarado del Congreso, pone de manifiesto lo que se percibe como un sesgo en contra de los no creyentes. Stark representa a un distrito liberal de la zona de la Bahía, y tal vez no considera muy arriesgado hacerse notar como ateo, pero hasta la fecha ningún otro diputado parece dispuesto a seguir su ejemplo. (La Coalición Laica de América (SCA, por sus siglas en inglés), el grupo a través del cual Stark se ha hecho notar, confirma que muchos otros legisladores han admitido en privado que no son creyentes, pero la SCA no hará pública esta información sin el consentimiento del interesado.) De forma similar a lo que ocurría con los gays hace una generación, los ateos de la actualidad no es probable que sufran una discriminación abierta siempre que se muestren discretos en lo que respecta a su ateísmo. Pero si alguien expresara públicamente su ateísmo, sobre todo en un contexto político (por ejemplo, oponiéndose a las oraciones subvencionadas por el gobierno), el desprecio de la mayoría se haría notar de inmediato.
Históricamente, en cuanto grupo, los ateos no pueden afirmar que los prejuicios del público contra ellos sean tan amplios, severos u ostensibles como los que sufren las minorías raciales o las mujeres, pero de todos modos el prejuicio distorsionado e irracional contra los ateos tiene raíces profundas y tiene su precio. Al exaltar la religiosidad y despreciar la falta de creencias, el público y los medios de comunicación contribuyen a validar la derecha religiosa y su agenda. Los progresistas deberían interesarse por la actual política de identidad de los ateos y humanistas. Una mayor visibilidad de ateos y humanistas puede ayudar a demoler el mito de que los no creyentes son inmorales, y de este modo debilitar la pretensión de la derecha religiosa de una superioridad moral. Ante el fanatismo religioso que motiva a los terroristas en el extranjero, y un conservadurismo religioso que incide de forma alarmante en la política pública doméstica, la comunidad no teísta ve que ha llegado el momento de emerger. Así pues, uno se pregunta si Stark va a ser por mucho tiempo el único congresista no teísta.
David A. Niose es directivo de la Asociación Humanista Americana y consejero de la Coalición Laica de América.
http://ny.metro.us/metro/blog/my_view/entry/Humanists_come_out_against_bias/12430.html