Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Emigrantes a bordo de una barcaza durante una operación de rescate conjunta entre Médicos Sin Fronteras y el Puesto de Socorro Marítimo de Emigrantes. 3 mayo 2015 (AFP)
Aquí [Argelia], como en otras partes de África, el abandono económico y la desesperación ante los regímenes autoritarios corruptos obligan a los jóvenes del continente a arriesgarse a morir para escapar a Europa.
En las últimas semanas, la vecindad de la UE y las políticas exteriores occidentales, junto con la dominación económica actual del continente africano, han mostrado de nuevo sus letales consecuencias en la tragedia de la inmigración por el mar Mediterráneo.
Miles de personas, en su mayoría de África y Siria, arriesgan sus vidas cada año cruzando el mar en frágiles barcazas para escapar de las áreas devastadas por la guerra, de la pobreza, persecución y miseria para alcanzar las costas de Europa en búsqueda de una vida mejor y más segura. Lamentablemente, un número importante de ellos perece en el intento o acaba en campos y prisiones humillantes en los países del sur de Europa sólo para ser deportados y devueltos y ver destrozados sus sueños.
Lo que distingue las tragedias de este año de las anteriores es la alta tasa de ahogados, que este año supera la cifra de 1.500, cincuenta veces más que la recogida en el mismo punto de 2014. Esta diferencia se debe a los actuales conflictos en Siria, Libia y Mali, así como a la decisión inhumana de varios gobiernos de la UE de rechazar la financiación de la operación de rescate Mare Nostrum dirigida por Italia, prefiriendo abandonar a los emigrantes a su suerte, proclamando que esto puede actuar como disuasión para las personas no deseadas que intentan alcanzar la fortaleza europea.
Tratar de parar este flujo humano ha sido durante años la lógica de la UE mediante la imposición de sanciones y fuertes multas a los operadores marítimos que no comprueben la validez de los pasaportes y los visados de los viajeros. Ya en septiembre de 2007, siete pescadores tunecinos fueron acusados y encarcelados por un juez italiano por «apoyo a la inmigración ilegal», confiscándoseles las barcas porque se atrevieron a salvar una barcaza que transportaba viajeros a Lampedusa (Sicilia), impidiendo que se hundiera, como las leyes del mar estipulan.
Vale la pena recordar aquí cómo los países europeos externalizaron la protección de sus fronteras a los regímenes autoritarios norteafricanos. Un ejemplo edificante fue el acuerdo Berlusconi-Gadafi para devolver inmigrantes a Libia sin examinar sus demandas de asilo a cambio de lucrativos contratos económicos entre ambos países. Marruecos está también cumpliendo celosamente su papel de guardián de la fortaleza europea. En 2005, 20 personas del África Subsahariana encontraron la muerte cuando intentaban cruzar las vallas levantadas en Ceuta y Melilla, en la frontera entre Marruecos y España, muriendo algunos a causa de las caídas, otros por asfixia y el resto de forma más escandalosa bajo el fuego del ejército marroquí.
La deslocalización y militarización del control de la emigración se reflejan en la agencia FRONTEX de la UE, creada en 2005 para interceptar a los inmigrantes que llegan entre las costas africanas y las islas Canarias, así como por el canal de Sicilia, sin tener en cuenta la legitimidad de ciertos casos de asilo y lejos de cualquier control democrático.
Argelia no escapó a esta lógica de cooperación con sus vecinos europeos en la «guerra contra los inmigrantes». Así es como, en 2009, la «inmigración ilegal» pasó a ser un delito en su legislación. Argelia, que alardea de ser un faro de estabilidad en la región y que alberga inmensas riquezas en recursos de gas y petróleo, es sin embargo uno de los principales países en producir lo que llamamos «migrantes ilegales», más exactamente Harraga, en la lengua magrebí. Harga (el fenómeno) se refiere literalmente al verbo «حرق» (quemar en árabe) en su estricto sentido (quemar sus papeles y documentos) y metafóricamente: superar una restricción, como cruzar una línea roja o saltarse una cola o, en este caso, cruzar las fronteras y los mares.
Argelia y sus harragas
En 2014, se detectaron 7.842 cruces ilegales de frontera en la región del Mediterráneo occidental, que comprende varias áreas de la costa sureña de España y las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla. En términos de nacionalidad, la mayoría de los emigrantes son de África occidental, especialmente de Camerún y Mali. Los argelinos y marroquíes están también entre las diez principales nacionalidades, pero sobre todo en las fronteras marítimas.
Según el análisis de riesgo anual del Frontex 2015, Argelia ocupa el tercer lugar después de Siria y Afganistán en las entradas clandestinas detectadas en los puntos de cruces de fronteras (BCPs, por sus siglas en inglés). Argelia ocupó asimismo el puesto octavo en lo que se refiere a residentes ilegales.
Los harraga argelinos siguen diferentes rutas marítimas desde Argelia para alcanzar Europa: una va desde las costas de Orán (oeste de Argelia) hacia la España continental; otra (menos desarrollada) une las costas de Dellys (100 kilómetros al este de Argel) con la isla de Palma de Mallorca; y la última va desde las costas orientales (Annaba y Skikda) hacia la isla italiana de Cerdeña.
Sin embargo, también utilizan otras rutas a través de Túnez, Libia y Turquía. De hecho, desde noviembre de 2010 a marzo de 2011, el 11% de los 11.808 emigrantes irregulares interceptados en Grecia por el Frontex fueron identificados como argelinos, después venían los pakistaníes (16%) y los afganos (23%). Estas alarmantes estadísticas resultaron sorprendentes porque el número de argelinos multiplicaba por dos a los marroquíes y por seis a los tunecinos, a pesar de los disturbios que se produjeron en esos dos países con el comienzo de los levantamientos árabes.
La harga, la consecuencia de la pobreza y la hogra
Todas las clases sociales están afectadas por este fenómeno: la clase trabajadora, los desempleados, los licenciados universitarios e incluso los doctores e ingenieros. Uno se pregunta: ¿por qué esta lacra social está tan extendida, llegando mucho más allá de las clases pobres? Esta pregunta merece considerarse seriamente y responderla de forma adecuada será una tarea difícil, pero voy a intentar dar unas cuantas posibles respuestas.
La harga representa de algún modo la búsqueda de un futuro que ha llegado a un callejón sin salida en el país de origen. Es un medio para superar las restricciones sobre la libertad de movimiento, la precariedad de empleo y la marginalización por parte de las redes clientelistas; en pocas palabras, todo lo que hace insostenible la vida, un proyecto de vida imposible de conseguir en Argelia dadas las actuales condiciones. Un habitante de un pueblo marginado, Sidi Salem en Annaba, al este de Argelia, declaraba a su hermano harrag: «Perdí las llaves de mi futuro en un cementerio de Argelia llamado Sidi Salem».
La inmigración ilegal desde Argelia es también la lógica consecuencia de más de tres décadas de liberalización de la economía, que pronunció una sentencia de muerte sobre una economía productiva y generadora de empleo, provocando un desempleo masivo y la perpetuación de una mentalidad de búsqueda de captación de rentas exportando gas y petróleo e importando todo lo demás.
La harga no puede realmente entenderse sin considerar otro flagelo que consideramos hogra en Argelia. Hogra significa desdén, desprecio, exclusión y también describe una actitud que aprueba y propaga la violencia contra muchos, los laissés pour compte (las masas olvidadas y marginadas).
«Preferimos morir comidos por los peces que por los gusanos»
A causa de las restricciones a la libertad de expresión y asociación y también debido a la falta de espacios de entretenimiento, arte y creatividad, la gente joven se siente ahogada, humillada, sin dignidad: extranjeros en su propio país y el único horizonte que pueden ver es el que está más allá del mar. En ese aspecto, es un acto de denuncia del autoritarismo y en cierto modo se trata de una cultura de impugnación por parte de un grupo social que se siente marginado y olvidado. En un mensaje poderoso a las clases dominantes en Argelia, los jóvenes dicen: «Roma wa’la N’tuma», que significa «Roma mejor que vosotros». También dice: «Preferimos morir comidos por los peces que por los gusanos».
Los jóvenes argelinos arriesgan sus vidas tratando de alcanzan las costas norte del Mediterráneo para escapar de la desesperación de vivir marginados y relegados a ser Hittistes, literalmente, quienes apoyan la espalda en los muros, un término utilizado en referencia a los parados que dejaron de participar en la Argelia poscolonial. Pero en vez de reindustrializar el país e invertir en su pueblo, las autoridades argelinas ofrecieron apoyo financiero al FMI, herramienta neocolonial para el saqueo que ante todo paralizó la economía. La corrupción endémica, que se ha convertido en la situación normal en Argelia, ha empeorado aún más las cosas.
Harga es sólo el reflejo de lo que ha sido de Argelia y otros países africanos cinco décadas después de la independencia, con elites dominantes que sólo se dedican a satisfacer las exigencias del capital extranjero y a seguir las órdenes de sus amos occidentales. Es también el epítome de la supremacía blanca, de la explotación capitalista y del dominio imperialista que van de la mano de los regímenes corruptos y represivos en África y en otros lugares.
La tragedia de la inmigración que vemos en el mar Mediterráneo durará el tiempo que sigan vigentes las arraigadas estructuras autoritarias de poder y opresión, mientras esté en marcha el saqueo de los recursos naturales de África, mientras el profundamente injusto sistema en el que vivimos prosiga su dominio y exclusión de los miserables de la tierra y los condenados del mar. Es necesario y urgente que nos involucremos en la lucha por la justicia global contra un sistema que pone el beneficio por delante de los seres humanos.
Hamza Hamouchene es un escritor y activista argelino cofundador de Argelia Solidarity Campaign (ASC). Sus artículos se publican en el Guardian, Huffington Post, CounterPunch, Jadaliyya, New Internationalist y openDemocracy.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/wretched-sea-algerian-perspective-1568213008