De los muchos grupos insurgentes que operan en África, quizás la mayoría, que dicen estar bajo tal o cual bandera o defender a un dios u otro, con el tiempo ha quedado demostrado que no son más que organizaciones criminales que bajo una fachada determinada defienden un solo interés: el propio.
Para eso roban, saquean, extorsionan, trafican personas, animales, recursos naturales, patrimonios culturales, o se ponen a disposición de tiranos, señores de las guerras, con pretensiones de lo primero; según sea su participación en el negocio participan como “fuerzas de seguridad” con cárteles de droga o contrabandistas de combustibles y de gigantescos alijos de cigarrillos, finalmente falsificados.
En algunos casos estos grupos, incluso, han conseguido financiación de gobiernos, oficinas de inteligencia u ONG, algunas de ellas coberturas de lo anterior, para que sus patrones o emires sigan alentando la “causa” mientras engrosan sus cuentas.
Muchos de sus militantes, atraídos por buenos sueldos y la defensa de una religión o una ideología determinada, se ponen bajo esas banderas, ignorando el verdadero entramado que se esconde detrás.
Uno de los mejores ejemplos de estos personajes es o era, ya que ha sido declarado muerto en múltiples ocasiones, Mokhtar Belmokhtar, el argelino veterano de la guerra antisoviética de Afganistán, de donde trajo tanta experiencia que literalmente le costó un ojo de la cara, por lo que se lo conoció como «El tuerto”.
Belmokhtar, tras el retorno a su país en 1993, fundó el grupo as-Shahada, en referencia a la primera declaración de fe musulmana: “No hay más que un Dios, Allah y Mahoma es su profeta”, que sería parte del Grupo Islámico Armado (GIA), uno de los grandes animadores de la guerra civil de Argelia, la que, entre 1992 y 2002, dejó más de doscientos mil muertos.
Más tarde, tras escindirse del GIA y gracias al prestigio conseguido en la guerra, fundó el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) que a partir del 2007 se fundiría en al-Qaeda para el Magreb Islámico (AQMI).
Tanto con el GSPC como con el AQMI, Belmokhtar daría resonantes golpes en el sur de Argelia y en Mauritania, como el asalto a la planta gasífera In-Amenas en el sur de Argelia, donde tomaron cerca de ochocientos rehenes. Para el desalojo debieron intervenir, además de tropas argelinas, también francesas, británicas y norteamericanas, provocando cerca de cuarenta muertos entre los rehenes. Más temprano participaría en resonantes ataques en Mauritania, donde fueron asesinados docenas de militares y secuestros de turistas europeos.
En 2017 conformaría el Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimin o JNIM (Grupo de apoyo al islām y los musulmanes) junto a una media docena de organizaciones rigoristas, que contaban con el aval de al-Qaeda en el Sahel, donde también opera el Sahil Wilayah (Estado Islámico para el Gran Sahara).
Desde entonces, el corazón del Sahel ha pasado a ser el principal escenario de disputa mundial entre al-Qaeda y el Dáesh. Las diversas khatibas de estos dos grupos se han expandido hacia el golfo de Guinea y el interior de Mali, Burkina Faso y Níger.
Todo este trapicheo requiere un importante sostenimiento económico, que en gran parte proviene del contrabando de cigarrillos, estructurado por Mokhtar Belmokhtar, por lo que se ha ganado un nuevo sobrenombre “Míster Marlboro”.
El copioso material con el que se ha hecho inmensamente rico aparentemente provendría de una fábrica próxima a la ciudad albanesa de Elbasan, donde se falsificaba una de las marcas más populares de Egipto y una de las más vendidas del mundo: “Cleopatra”.
Según una investigación británica, desde 2014 se han producido unos veintidós millones de paquetes por año, que desde el puerto Durres (Albania) llegaban a Libia, desde donde la red en la que participa Mister Marlboro inicia su distribución.
La presión judicial hizo cerrar la fábrica albanesa, entre 2015 y 2017, pero el negocio no se detuvo. Se trasladó a las Islas Vírgenes Británicas, donde existe capacidad para producir hasta 175 millones de paquetes al año.
Aunque al norte de África también llegan cigarrillos falsificados desde China, Vietnam o naciones del Medio Oriente. El involucramiento de Míster Marlboro, en su momento, fue tal que varios emires de organizaciones hermanas debieron llamarlo al orden para que opte por seguir en la yihad o que se dedique exclusivamente a sus negocios.
Y si el contrabando de tabaco puede generar más de mil millones de dólares al año en el norte de África, las cifras que pueden producir la explotación ilegal de oro son exponencialmente mayores.
Esta es la razón por la que el pseudogeneral sudanés Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemetti, ha logrado convertirse de un simple y muy rústico criador de camellos en el hombre más rico de Sudán.
Hemetti alcanzó la consideración del dictador Omar al-Bashir en 2003 después de haber contenido los movimientos de protestas en la región de Darfur, cuando las etnias negras de agricultores cristianos se organizaron militarmente, amenazando con derrumbar el régimen o al menos escindir Darfur de Jartum.
Hemetti, árabe, musulmán y criador de camellos, con la bendición de al-Bashir organizó, junto a Misa Hidal, a sus Janjaweed (jinetes armados), comenzando el genocidio que entre 2003 y 2005 dejó cerca de medio millón de muertos.
Su éxito fue pagado por el dictador con dos beneficios claves, la posibilidad de convertir a los Janjaweed en una organización paramilitar. Después de desplazar del liderazgo a Hidal, Hemetti fundaría las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), que también participó, como fuerza mercenaria, en la invasión de Arabia Saudita a Yemen (2015).
El general al-Bashir le permitiría a Hemetti la explotación ilegal de las ricas minas de oro descubiertas en 2012, en Jebel Amir, en el norte de Darfur, al oeste del país. Donde, según cuentan: “cada bolsa de cincuenta kilos de arena guarda un kilo de oro”.
La ambición de Hemetti lo llevaría a aliarse con el jefe del ejército sudanés, el general Abdel Fattah al-Burhan, habilitando a los movimientos civiles que derrocarían al general al-Bashir en 2019, para enseguida cancelar el proceso democrático.
El cogobierno entre al-Burhan y Hemetti, finalmente derivaría en abril de 2023 en la feroz guerra civil que consume el país y que Hemetti está financiando con el oro que saquea al pueblo sudanés.
Cristo también es un hombre de guerra
A mediados de la década de los ochenta, en el norte de Uganda, un santón cristiano autodenominado “médium espiritual” Joseph Kony, crea el Ejército de Resistencia del Señor (ERS), generando los siguientes cuarenta años el terror en vastas áreas de África central y oriental.
Fue un importante protagonista de la violencia en su país hasta que lograron expulsarlo, aunque no vencerlo, por lo que durante décadas se ha mantenido trashumante entre Darfur, oeste de Sudán, y el norte de la República Centroafricana, hasta que se estableció en 2010 en Kafia Kingi, una región prácticamente inaccesible.
El grupo de Kony llegó a ser una de las bandas armadas más importantes del continente, cuyo número se llegó a estimar entre los cinco y siete mil hombres.
Según datos de Naciones Unidas, a lo largo de su carrera terrorista, el ejército del Señor habría asesinado a cerca de cien mil civiles, obligado al desplazamiento a más de medio millón de personas. Mientras se lo acusa de haber secuestrado aproximadamente a unos treinta mil niños para convertirlos en soldados, siervos y esclavos sexuales, de los que se desconoce su suerte final.
Una vez casi derrotado, una ley de amnistía del Gobierno alentó una catarata de deserciones, al tiempo que su mensaje mesiánico comenzaba a eclipsarse, llegando en la actualidad a tener una fuerza cercana a los cien hombres. Abandonado incluso por su mujer y sus hijos, que debieron huir del cuartel general por temor de ser asesinados.
En su largo periplo del terror, el Ejército de Resistencia del Señor se financió traficando marihuana, oro y marfil, para lo que montó una intrincada red de compra a comerciantes y cazadores y venta, para enviarlos a mercados de China, Tailandia y Medio Oriente. Habiendo prácticamente exterminado a todos los elefantes de la República Centroafricana.
Desde 2005, la Corte Penal Internacional (CPI) pide la captura de Kony, uno de los criminales de guerra más buscados del mundo, acusado de treinta y seis cargos, entre los que se incluyen asesinatos, esclavitud, reclutamiento de niños, soldados y violencia sexual sistemática.
Kony propició matanzas, como la de la aldea de Atiak, en el norte de Uganda, en abril de 1995, donde tras haberla ocupado y después de seleccionar a los más jóvenes para convertirlos en parte de su ejército, ejecutó entre trescientas y cuatrocientas personas por no haberse rendido a tiempo al enviado del Señor.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista internacional especializado en África, Medio Oriente y Asía Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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