Con los ecos de la marcha inmigrante más grande de la historia de este país, decenas de miles salieron a la calle hoy en Detroit, Boston y Wilmington; mientras, con el Capitolio rodeado por líderes religiosos de todas partes del país, el Senado reinició su polarizado debate sobre una reforma migratoria que aún está muy […]
Con los ecos de la marcha inmigrante más grande de la historia de este país, decenas de miles salieron a la calle hoy en Detroit, Boston y Wilmington; mientras, con el Capitolio rodeado por líderes religiosos de todas partes del país, el Senado reinició su polarizado debate sobre una reforma migratoria que aún está muy lejos de ser realidad.
El Comité Judicial del Senado aprobó este lunes un proyecto de ley que intenta incorporar tanto medidas de seguridad como algunos mecanismos para regularizar la presencia de algunos indocumentados, y un programa de trabajadores huéspedes favorecido por el presidente George W. Bush e intereses empresariales. Pero aún hay un largo camino por delante.
El debate legislativo se traslada ahora al pleno del Senado, donde podría extenderse durante dos semanas, según informó el líder de la mayoría republicana, el senador Bill Frist. El proyecto podría sufrir una serie de enmiendas en el pleno para transformarlo en una versión diferente a la aprobada hoy.
Aun si el Senado da el visto bueno al proyecto de ley, deberá ser «reconciliado» con el llamado proyecto de ley Sensenbrenner (HR4437), ya aprobado por la Cámara de Representantes, que contiene toda una serie de medidas punitivas exclusivamente enfocadas en el aspecto de «seguridad», y que ha sido el enfoque de la masiva movilización de protesta nacional de inmigrantes y sus aliados. Las diferencias podrían ser insuperables este año, consideran algunos observadores, particularmente en un año electoral (legislativo).
En una ceremonia de naturalización de inmigrantes, el presidente George W. Bush reiteró hoy una vez más que Estados Unidos «es una nación de inmigrantes», y repitió los elementos de una reforma migratoria «amplia», que incluye garantizar la seguridad de las fronteras, la fiel aplicación de leyes de inmigración en el país, y a la vez abordar el asunto de cómo regularizar la presencia de indocumentados a través de un programa de trabajadores huéspedes. Descartó cualquier medida que se parezca a una amnistía para los indocumentados; pidió que el debate superara las polarizadas divisiones y evitara caer en provocaciones de unos contra otros.
Sin embargo, las invitaciones del presidente a un diálogo civil y en busca de consenso no han tenido gran impacto hasta la fecha.
Las fuerzas antimigrantes denuncian como «amnistía» toda medida que pudiera ofrecer algún tipo de legalización a los indocumentados, y preparan la oposición a toda iniciativa de ley que no se limite a asuntos de seguridad y control fronterizo.
Pero en las calles hay poca paciencia para las negociaciones entre políticos, ya que las medidas antimigrantes en consideración, que podrían ser incorporadas a un proyecto de ley final en los próximos meses, continúan provocando una ira cada vez más extendida.
»Somos el motor de este país, pero la gente no nos ve»
Cerca de 10 mil manifestantes marcharon por una de las principales avenidas de Detroit para llegar al edificio federal en protesta contra las iniciativas antimigrantes en consideración en Washington. Mexicanos, centroamericanos y árabes marcharon juntos para condenar medidas que criminalizarían a los indocumentados, así como quienes les brinden ayuda.
Mientras tanto, decenas de miles de estudiantes en varias partes del país continuaron realizando hoy acciones de protesta. Unos 10 mil estudiantes de ocho escuelas públicas en Los Angeles y sus alrededores abandonaron sus aulas para sumarse a marchas y manifestaciones; algunos inclusive escalaron las rejas de sus escuelas cuando los administradores intentaron encerrarlos dentro de las instalaciones. En la tarde, cientos de ellos estaban en el centro de la ciudad coreando consignas, algunos acompañados por sus maestros y directores, quienes asistieron con el pretexto de que los estaban escoltando como medida de seguridad.
En Dallas, cientos de estudiantes también abandonaron sus aulas en acción de protesta, saliendo de varias preparatorias para sumarse a una manifestación en un parque municipal. Estudiantes en Houston, Oakland y San Francisco realizaron acciones parecidas; hasta en Salt Lake City, Utah, salieron estudiantes de dos escuelas.
En Washington, decenas de líderes religiosos apoyados por más de mil 500 activistas e inmigrantes -entre ellos el organismo Mexicanos Sin Fronteras- realizaron un servicio ecuménico frente al Capitolio, mientras el Comité Judicial debatía su proyecto sobre migración. Esposados para protestar por las medidas para criminalizar a inmigrantes, los líderes religiosos de varios puntos del país celebraron la posición del cardenal Roger Mahoney, de Los Angeles, quien instruyó a los fieles de su diócesis a desobedecer toda ley que criminalice a quienes brinden ayuda a los indocumentados.
En Boston la manifestación congregó a más de mil personas en el centro de la ciudad; ayer, miles participaron en manifestaciones en Columbus, Ohio; Dallas, y Wilmington, Delaware.
«Nosotros construimos tus escuelas. Cocinamos tu comida. Somos el motor de este país, pero la gente no nos ve. Los negros y los blancos tuvieron su revolución… Ahora nos toca a nosotros», declaró el rapero Jorge Ruiz ayer durante una manifestación en Dallas, donde se congregaron unas mil 500 personas.
Modelo de disidencia pacífica: NYT
El impacto en Washington de las marchas comienza a sentirse. Pero algunos de los principales medios reflexionaron que son un llamado de atención a los políticos sobre la urgencia de una reforma migratoria amplia y real. El New York Times declaró hoy en su editorial que «algo poderoso jaló a más de medio millón de personas a las calles de Los Angeles el sábado», indicando que era una respuesta a las propuestas legislativas para construir un muro fronterizo y criminalizar a 12 millones de indocumentados.
El presidente Bush, advirtió, tendrá que hacer más que solicitar un «debate civilizado» si en verdad desea una reforma real. «Los que marchan reconocen -como gran parte de la nación parece no hacerlo- la urgencia de una reforma amplia para el futuro de la nación. Su indignación (de los manifestantes) está mezclada con orgullo en su trabajo y hambre de un trato justo. Sus protestas han sido un modelo de disidencia pacífica y un golpe contra la camisa de fuerza mental que define la reforma migratoria sólo como un problema policiaco. Bush debería exponer sus argumentos con la misma fuerza».
Los diarios Los Angeles Times, Wall Street Journal, Chicago Tribune y Dallas Morning News, entre otros, reiteraron su insistencia en una reforma amplia que no sea limitada por las demandas de las fuerzas antimigrantes, y casi todos hacen referencia a las movilizaciones.
Uno de los hechos más notables es que en las manifestaciones de las dos o tres semanas recientes, en las cuales han participado más de un millón de personas, no se ha registrado ningún hecho de violencia, ni un solo carro quemado, una pared destruida, un comercio asaltado, ni enfrentamientos con las autoridades ni arrestos.
«¿Cuándo han visto que un mexicano tumbe el World Trade Center? ¿Pues quiénes creen que construyeron el World Trade Center?», declaró David González, quien participó en una de las marchas en Los Angeles, reportó el Daily News.
«No somos terroristas, somos trabajadores», o «No soy terrorista, soy lavaplatos» o «Don’t panic, I’m hispanic» son consignas que se repiten en varias de estas manifestaciones alrededor del país, y en mil declaraciones. Tal vez lo que sí da pánico a cierta gente en este país es ver mexicanos, centroamericanos, caribeños, gente de la India y de China, de Filipinas y de países árabes, y algunos irlandeses e italianos, marchando juntos, brazo a brazo. Eso sí hace temblar a no pocos políticos en este país.